Después de que un cabo bonaerense acribillara a su hijo, hoy conocido como el "Santo de los pibes chorros", creó la ONG por la vida, en Don Torcuato, y montó una escuela en el jardín de su hogar.
Por Gabriela Juvenal
Es la madre de Víctor Manuel Vila, El Frente Vital, el joven conocido como el "Santo de los pibes chorros", asesinado en 1999 por un policía que ocho años más tarde, absuelto y ascendido a sargento, volvería a reincidir en el delito. La historia y el mito del joven que se ganó el respeto por conservar los viejos códigos de la delincuencia e ir siempre al frente, fue contada en un impecable libro por el periodista Cristian Alarcón, el que tituló: El día que me muera quiero que me toquen cumbia. En esta entrevista, Sabina Sotelo recibe a Miradas al Sur en su casa, cuenta en qué consiste el trabajo que impulsa desde la ONG Organización por la Vida –la que creó tras su despedida al barrio de San Fernando–, el sacrificio de alimentar a 250 chicos sin recibir un solo subsidio y el compromiso de llevar adelante una escuela, en cuyo territorio la brecha entre la riqueza y la pobreza no acepta términos medios.
–El domingo su hijo hubiera cumplido 28 años. ¿Cómo lo recordaron?–
Con chocolatada, como siempre. Desde lo que pasó, nos pareció que lo mejor sería recordarlo el día de su nacimiento y no en la fecha del dolor. Así surgió todo. Y lo llamamos: Chocolate Por la Vida, como se llama la organización. Estuvimos todos, fue un día precioso, vinieron muchos chicos, grupos de cumbia y rock, vino un cantante de ópera, completo. Y se acercaron, por primera vez, chicos del Rotary club…
–¿Cómo fue ese acercamiento?–
Recién ahora se dio y fueron bienvenidos. De a poco van viendo lo que hacemos y así aparece un interés de ayudar. Si no colaboramos entre todos no saldremos adelante. Son situaciones muy difíciles.
–¿Cómo las vive?–
A veces por el “dicen qué” pasan cosas. Cuando llaman por teléfono para dar algo, no les puedo decir qué necesito. Los invito a que vengan, que vean con sus propios ojos la necesidad de los chicos, las actividades que hacemos y que saquen sus conclusiones. Acá vemos permanentemente la necesidad, convivimos con eso y por eso tenemos una escuela. Hay personas grandes que quieren terminar el estudio para defenderse. Yo comencé a estudiar y ahí fue que comenzó todo. Ahora hago todo lo que no hice por el trabajo, los chicos, las situaciones vividas. Me hice amiga de los profesores y así empezó el proyecto. En la gestión anterior del municipio, nos donaron la casilla; la provincia me dio la chapa, en la época de Arslanián, Marta Arriola nos donó los pupitres, sumado a la participación comunitaria.
–¿Cómo respondieron?–
Lo agradecimos. La gente siempre ha ayudado.
-¿Cuáles son los problemas?–
Por ejemplo, nunca hemos conseguido ningún subsidio. Acá siempre está la oportunidad para quien quiera acercarse a ayudar. En algún momento, tomarán conciencia. El subsidio lo necesitamos para hacer los baños y tener una estufa porque los chicos se mueren de frío. No tenemos calefacción, tampoco una red de gas para el colegio. Entonces, hacemos rifas para sustentarnos, para comprar la carne y cocinar. Por ahí hacemos una comida para vender y recaudar fondos. De todo: hasta somos una sala de primeros auxilios. Y ahí surge otro tema porque cuando las mamás quieren pedir un turno a la salita deben hacerlo a través del 0800 y no tienen teléfono. Acá hemos llamado hasta a la ambulancia. Juntamos remedios para la fiebre, para parásitos, anticonceptivos, porque si no no salimos adelante. Todo se hace a pulmón.
–¿Cuál es el trabajo diario?–
Se cocina, se da la leche, se enseña, se estudia, se lee, se discute, y todo gracias a la voluntad. Somos los únicos que hacemos esto, aun teniendo una escuela a tres cuadras. Nos donan, por ejemplo, la carcaza de pollo que cocinan. También nos reunimos con el capitán, con médicos, psicólogos. Porque una cosa es estar sentado en la oficina y opinar y otra es estar acá. Toda mi vida la pateé y a mí nadie puede venir a explicarme qué es la pobreza, la tristeza, el dolor, qué es pasar un invierno y no tener gas.
–¿Cuántas madres son?–
Somos 30 mujeres. Vienen a hacer la leche, a amasar. Son todas del barrio, madres muy humildes. Tuvimos la donación del horno, que es un placer, de los comerciantes de Don Torcuato. Y así, de a poquito, vamos creciendo. Pero ahora la lucha diaria es también lograr que se acerquen y vean lo que hacemos, lo que necesitamos, al margen de que sean negritos, como dicen algunos, y no es así la cosa.
–¿A quiénes se refiere?–
Básicamente, a todos los habitantes de esta ciudad. A los políticos, a los sectores altos, a los grandes comerciantes, a todos. Ellos pasan por acá, saben que estamos, pero nunca tienen tiempo para parar.
–¿Con qué ayuda cuentan?–
Lo que recibimos ahora es realmente vergonzoso. Estamos recibiendo cada dos meses 5 litros de aceite, 8 paquetes de fideos, cosas aisladas. Pero la verdadera ayuda viene de los más humildes.
–Eso, ¿para cuántos?–
Para 252 chicos. Alcanza sólo para un día, imaginate. Llega cada dos meses. ¡Somos muchos! Uno lo recibe por respeto. Pero no porque me estén haciendo un favor. Al contrario, me duele porque siento que de alguna manera están marginando más a los chicos que no podrían vivir de eso. Nosotros no dejamos a nadie sin comer y convivimos con el problema del hambre. Por eso, duele cuando dicen que es un asentamiento para pibes chorros.
–¿Cómo explica la diferencia con quienes tienen fortunas y no comparten?–
Yo lucho contra eso. Y me hago cargo. Tienen que pensar que la mortaja no tiene bolsillo. La única igualdad que tenemos es la muerte. Nada más. Se habla del delincuente de la villa, del delincuente del barrio pero no de la calidad del delincuente.
–¿Cómo sería eso?–
Claro, ahora tenemos al delincuente que está detrás de la oficina, al empresario, el que está en el country. Pero nadie tiene el coraje de decir: sí, ése es un delincuente.
–¿Y quiénes son los responsables de que no se lo identifique como tal?–
Todos. Por supuesto que los formadores de opinión pública tienen responsabilidad. Yo, por ejemplo, si digo algo malo a los medios es porque soy una desagradecida. Hay situaciones en que cuando uno llama a los medios no sale. Siempre viene el medio para la cosa del momento.
Pero debe saberse, se deben hacer cargo de estas situaciones. El principal problema es la guita. La plata es la que tapa todo esto. Fijate: aparece una chica humilde, que no tiene zapatillas, que no tiene nada, y es la más trola del barrio. Pero está la señooooooora que tiene la chapa en la frente y ésa también es una trola. Y no lo dicen. Hay que hacerse cargo. Yo soy la mamá de un delincuente. Sí, está bien. ¿Y cuál es el problema? ¿Quién es mejor que quién? Pero bueno, digo lo que siento. Ya tengo mi vida hecha y hoy quiero otra cosa para los chicos. Quiero lo mejor para mis hijos, sobrinos, nietos, los chicos de mi amiga, de mi vecina. Para quien sea. Que tengan otro futuro. Porque ver a un chico que está drogándose, que no tiene para ir al colegio o que no tiene carpeta, no es grato. Ahí ves que te hablan de educación, de integridad, de la sociedad. ¿De qué sociedad hablan? Si cada vez hacen más muros, más rejas. Te hablan de inseguridad y todo es confuso.
–¿Qué es la inseguridad?–
Eso que solucionan poniendo un móvil, palos, cámaras en las esquinas. ¿Para qué? La inseguridad es todo. Todo lo que no está claro.
–¿Y la seguridad?–
Es sentir el valor interno para seguir luchando para y por los demás. Toda mi vida trabajé, no le tengo miedo al trabajo, que hoy son ellos: los pibes.
–¿Qué siente cuando el periodismo, asimila, encubiertamente o no, inseguridad con pobreza? –
A mí nadie me puede venir a vender un buzón. Las viví de cerca. Y compro lo que quiero. Porque he trabajado con las altas sociedades, en los más altos niveles de la sociedad. Y allí veía a los pibes que fumaban porro e iban al cajero, sacaban guita y, claro, “papá no sabe nada”. Lugares donde venía la señora con cuatro mucamas, que le alcanzaban el agua, la toalla, le servían, y más, y luego salían con el personal trainer y le metían los cuernos al marido. ¿Qué es eso? ¡No hay valores! Algunos, por suerte, logramos ver todo eso. Por eso, hay que preguntarse por qué el delincuente de la villa llegó a eso. No soy especialista pero sobran los motivos. Los hay. Por eso creo que la lucha es del conjunto. Yo tengo mi vida pero no por eso voy a dejar de trabajar para un futuro mejor. No hay que ser hipócrita. Hay que ser solidario. Acá hay mujeres que son sensacionales, otras quizá no, que dan todo. Y la verdad es que uno no puede meterse en la mente de quien tiene para que dé
.–Terminar con el paco parece cada vez más difícil... –
Es una droga complicada e imposible de sacarla de las raíces, porque es un negociado muy grande. Me encuentro con chicos que la viven y no podés hacer nada porque no sos profesional y porque no tenés los elementos ¿Qué le vas a decir a un pibe con tanto paco encima si está enfermo? Hay que perseguir a quien la vende y al que negocia con él, al policía y al narco. El problema es que la solución la encuentran con más rejas, más policía y así chocamos todos. Hay que educar, alimentar, dar vivienda para que los chicos puedan estar bañaditos, para que estudien y logren defenderse de los ataques. Vas a tribunales y las madres no saben apretar el botón de un ascensor. ¿Cómo se defienden, entonces?
–Vivió amenzada...–
Sí, ahora no tanto. Y tengo media vida muerta. ¡Qué me pueden hacer! Peleé mucho con lo de mi hijo, el juicio y Sosa beneficiado. Federico Domínguez, presidente de Casación, me hartó. Ellos te enseñan a ser soberbia, al quilombo, a cortar una calle. Te miran de pie a cabeza cómo estás vestido. Y por eso, a Tribunales fui siempre de trajecito, taco y portafolio. Me decían la doctora. Y salía de la villa (risas). Me enseñaron.
–A ser como ellos…
–Triste, pero sí. Las chicas que están ahí te miran de arriba, ¡y son pasantes! No tienen sueldo. Y, pese a eso, van con la nariz parada. Y ahí decís: “Dios, no quiero imaginar lo que serás cuando seas doctora”.
–¿Cómo es su relación con la política?-
Creo que si me dedicara a eso, nadie me votaría porque tengo una ensalada rusa de amigos, desde la JP, el ARI, el socialismo y más. Soy respetuosa. Y lo mismo con la religión. Acá viene uno con la biblia y otro con el rosario.
–¿Con el municipio?–
Si no me llaman, no los llamo. No estamos a 300 horas, estamos cerca del Parque de la Costa, del Hindú club, de Panamericana. Somos conocidos, legales. Y aún así hay gente que nos acusan de reunir a negros y delincuentes. Si tengo delincuentes, que me denuncien porque si no son cómplices. El que está libre de pecado que tire la primera piedra. Tengo contacto con derechos humanos de provincia, igualdad de oportunidades. Con el municipio me llevé una mala experiencia ya que cuando pedí 300 ladrillos, la respuesta fue: “Nadie te puso un revólver para que hagas lo que hacés”. Esas cosas pasan.
–¿Cree que recibirán un subsidio?–
Ni en chiste.¡Ojalá!–¿Qué espera?–Un cambio. Que dejemos de inventar porque la realidad es otra. Y que esto sea un enorme comedor y que nada falte.
–¿Le molesta que su hijo se haya convertido en el santo de los pibes chorros?–
No me cae ni bien ni mal. Si es santo no sé qué pasa más allá.
–¿Le habla?-
Sí. Le pregunto por qué llegó en mi vida todo esto. Qué habré hecho bien y mal, porque la vida nunca me fue fácil
–Santa Sabina.–
No sé... (risas). Voy a llorar….
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