Tras la controversia por los planteos del Vaticano y el Episcopado sobre la pobreza, un estudio realizado en la Universidad de Córdoba concluye que Cáritas “opta por darles a los pobres, pero sin permitirles actuar y dependiendo de la solidaridad y la caridad ajena”.
Por Mariana Carbajal
Por Mariana Carbajal
El Vaticano y el Episcopado se refirieron la semana pasada al “escándalo de la pobreza” en la Argentina. Y lo hicieron en el marco de la colecta Más por Menos, que la Iglesia realiza a través de Cáritas. Pero, ¿qué significa la pobreza para Cáritas? ¿Qué valores guían su labor? Opción sin pobres es el escueto pero elocuente título de una investigación que, justamente, buceó en los documentos de la institución. En esas tres palabras se resumen las conclusiones que obtuvieron tres comunicadores sociales, Horacio Javier Etchichury, Soledad Ceballos y Laura Bálsamo, que analizaron el rol de la entidad en la provincia de Córdoba: “Cáritas Arquidiocesana de Córdoba opta por darles a los pobres, pero sin permitirles actuar, sin revertir su situación y dependiendo de la solidaridad y la caridad ajena”, sintetizan.
El estudio se basa en el análisis de un conjunto de materiales gráficos producidos por Cáritas entre 1998 y 2002; algunos públicos, como las cartillas y folletos; y otros de circulación interna, como el Proyecto Institucional de 2002. “No hicimos un trabajo de observación o de campo; nos hemos centrado en el planteo, las ideas en que se basa su acción”, aclara Ceballos, integrante del Centro de Comunicación y Género de la Red Nosotras en el Mundo. Los tres autores dialogaron con Página/12 y comentaron sus impresiones sobre la propuesta de Cáritas. “Apelar a la caridad eterna de las personas que contribuyen con un vuelto de supermercados o tejiendo un cuadrito de lana, considerando que allí se terminan todas las posibilidades de revertir esa situación –en el caso de que eso fuera lo que se pretende–”, resumen en el libro.
–¿Cuál es la visión que tiene Cáritas de los pobres?
S. C.: –En torno del “pobre”, Cáritas Córdoba representa en general a un sujeto pasivo; no enfatiza sus iniciativas ni sus recursos propios; el pobre no parece capaz de transformar su situación de pobreza.
L. B.: –Es, además, un sujeto diferente de Cáritas, un “otro” social y cultural, que no tiene su misma condición. Tampoco se nombra a los pobres como ciudadanos, y esto ayuda a desplazar la cuestión de la pobreza desde el ámbito de lo público a lo privado.
Ceballos y Bálsamo iniciaron el trabajo como tesis de la licenciatura en Comunicación Social de la UNC, bajo la dirección de Etchichury, profesor de Derecho Constitucional de la Universidad Nacional de Córdoba y ex colaborador del Servicio Paz y Justicia. El libro está prologado por el ex sacerdote tercermundista Erio Vaudagna e incluye un capítulo escrito por Etchichury, en el que compara la propuesta de Cáritas con otra: la que postulan los derechos sociales contemplados en la Constitución. “Quisimos encontrar las representaciones sobre la pobreza que existían en Cáritas Córdoba, y también sobre los actores sociales y sus acciones, además de los valores que guiaban la tarea de la institución. Intentamos describir la propuesta de Cáritas frente a la pobreza: qué es, qué hay que hacer frente a ella, quiénes deben hacerlo”, precisó Bálsamo.
–¿Y cómo se ve Cáritas a sí misma?
L. B.: –En principio, se muestra con un rol mediador. Como vehículo para llevar el evangelio a todas las personas; y por otro, como mediadora entre sujetos portadores de recursos, o sea los contribuyentes, y sujetos portadores de necesidades, los pobres. También media entre la sociedad civil y el Estado. Como ONG, Cáritas asegura la distribución de los recursos que el Estado provee a los grupos más necesitados, y el Estado la convoca para fiscalizar donaciones o planes de trabajo, lo que significa también, a nuestro entender, continuar legitimando su tarea, como la única capaz de distribuir genuinamente esas donaciones.
H. E.: –Hay que recordar que Cáritas se define a sí misma como una institución “evangelizadora”. No surge para revertir la injusticia social, o la situación de pobreza, sino para evangelizar las relaciones sociales. Ahí está la paradoja: confiar la ejecución o control de políticas sociales estatales a una institución que tiene eso como segunda o tercera prioridad.
–¿Qué propuesta tiene frente a la pobreza?
S. C.: –La pobreza aparece como una realidad dada, reificada, como una situación no querida por Dios, una excepción al Plan de Dios para los hombres. También se la describe desde la noción católica de pecado social o estructural, un concepto ambiguo usado tanto por la teología de la liberación como por el neoconservadurismo.
L. B.: –Cáritas Córdoba se define también a partir de la “opción por los pobres”, como parte de un proyecto que se presenta como ya elaborado por Dios, y que Cáritas sólo cumple. Este rol de simple ejecutora impide cualquier refutación o discusión del plan divino.
H. E.: –En su planteo, la salida de la pobreza depende, en gran parte, de la buena voluntad de otros, de la “comunidad cristiana de bienes”. Cuando llama a la organización de los pobres, Cáritas apunta más bien a que se hagan responsables de su propio desarrollo, lo que deja de lado la comprensión estructural de la pobreza. Las propuestas concretas se centran en las parroquias (bolsas de trabajo o farmacias parroquiales) o tienen un alcance muy limitado, como la Campaña de la Frazada. Concretamente, no se señala a los responsables de la injusticia social. Tampoco se explica quién está obligado a revertirla.
–¿Qué aspectos les llamaron la atención del discurso de la institución?
S. C.: –El énfasis en la “evangelización de la sociedad”, porque nos parece que así la Iglesia intenta recuperar el espacio público perdido sin tener que apropiarse del Estado; el objetivo es renovar su predominio sobre la sociedad civil. Pueden pensarse las acciones sociales de Cáritas como lugares desde donde instaurar la catolicidad en el seno de lo social y la cultura.
L. B.: –El valor de la solidaridad se presenta como la solución transformadora. Esto deja librada la solución de la pobreza a la voluntad individual, al acto privado de dar.
S. C.: –Aparece la esperanza como la única salida posible a la exclusión y la pobreza, y así otras personas generarán espacios solidarios donde el pobre pueda insertarse. Cáritas, en su rol de organizadora, animadora y coordinadora de la solidaridad, se ubica en el rol central de portadora de esa solución. Pero esto deja a los pobres sin voz para construir y participar en las definiciones del mundo social. Los deja sin posibilidad de definirse y desarrollarse como ciudadanos.
–¿Es un enfoque de derechos?
H. E.: –La propuesta de Cáritas implica un paso atrás respecto de la Constitución. Al menos, en el terreno de los fundamentos. Con la inclusión de derechos sociales a la salud, la alimentación o la vivienda, la Constitución toma la pobreza como problema político, y no como cuestión moral o personal. Tampoco hay requisitos morales para gozar de estos derechos; son universales, no hay que “merecerlos”, ni se los condiciona a un modelo determinado de familia, por ejemplo. También se definen obligaciones del Estado y se las hace exigibles, incluso ante los jueces. Salir de la pobreza no depende entonces de la buena voluntad de un grupo: la comunidad se ha obligado legalmente. Y a diferencia de lo que ocurre en Cáritas, las políticas están sujetas al debate público y la decisión democrática. Cáritas Córdoba, en cambio, no da poder decisorio ni a los pobres, ni a los cristianos laicos, ni a los donantes. Es un ente vertical y jerárquico. No hay democracia interna en Cáritas, a pesar de que en los últimos años hay demandas en tal sentido dentro de la institución.
–¿Qué ejes se destacan en la historia de Cáritas?
L. B.: –Cáritas se crea en Argentina en 1956, apenas caído el peronismo; en Córdoba se funda en 1969, el año del Cordobazo. La primera comisión directiva se integra con damas de la caridad, de las familias tradicionales.
S. C.: –Lo importante es que fue variando su rol. Empieza modestamente, quizá como un esfuerzo para unir a los sectores más conservadores y los más progresistas dentro de aquella Iglesia. Cáritas organizaba cursos de oficios y tenía una bolsa de empleo, además de impulsar la Campaña de la Frazada.
L. B.: –A fines de los ’80, con el proyecto de “evangelización de la sociedad” y con la hiperinflación, Cáritas crece en importancia. Crea una red de comedores y distribuye la ayuda alimentaria estatal. Ya en los ’90, empieza a cumplir un rol más parecido al de una ONG, con voluntarios profesionalizados, ayuda a microemprendimientos y, desde la instancia del Arzobispado, denunciará la pobreza y se irá poniendo en el rol de árbitro o mediador social en la crisis.
H. E.: –Por eso integra los consejos que distribuyen, después de 2001, los planes sociales. Así, una institución no representativa interviene en la gestión de fondos públicos. Su legitimidad deriva de presentarse como eficaz y transparente; con esto se intenta compensar la falta de democracia interna y de representatividad política.
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