domingo, 3 de enero de 2010

LA MISMA HISTORIA


La muerte de Rubén Carballo complica a la Federal. Los testigos aseguran que la noche del recital de Viejas Locas un patrullero se llevó al joven. Hasta ahora, la policía sostenía que se había caído de un muro. Similitudes con el caso Bulacio.



Por Bruno Lazzaro


Lo vi tirado en el piso mientras la gente corría alrededor. Me acerqué y como no se movía, le avisé a un policía. Me alejé del lugar pero continué observando qué pasaba. El policía llamó por radio y al rato llegó un patrullero, lo levantaron y se lo llevaron.” Palabras más, palabras menos, ese es el relato de un testigo registrado por el padre y el abogado de Rubén Carballo, el estudiante secundario de 17 años que resultó herido en el recital del grupo Viejas Locas en el estadio de Vélez y que murió el martes 8 de diciembre luego de permanecer 23 días en coma. El testimonio se convirtió en elemento clave para la investigación que lleva adelante el fiscal Eduardo Cubría, ya que contradice la versión policial.El 14 de noviembre y a diez años de su separación, Viejas Locas se presentó en la cancha del club de Liniers. Poco antes del comienzo del show, efectivos policiales a pie y a caballo arremetieron a bastonazos, gas lacrimógeno y camiones hidrantes contra la gente que esperaba ante las puertas para ingresar.


Se produjo una terrible corrida y Rubén Carballo quedó tendido en el piso. El celular de Rubén sonó una, dos, tres veces. Después, sólo hubo silencio. El aviso del ahora testigo alertó a la policía. Se acercaron, lo “relojearon” y solicitaron a través de un radio la presencia de un patrullero. Alrededor de la 1 de la mañana del domingo 15, lo levantaron, lo introdujeron en el móvil y se lo llevaron.Rubén apareció doce horas después en el Club Ferroviario –lindante con Vélez–, detrás de una cancha de fútbol cinco. A más de trescientos metros de donde fue visto por última vez. El 16 de noviembre, Néstor Rodríguez –vocero de la Policía Federal– aseguró que “el joven no tenía registros de balas de goma ni marcas. No registra más lesiones que las provocadas por la caída desde un muro. Él quiso ingresar por el lado que no correspondía y por eso se cayó”. Rubén tenía la entrada para el espectáculo, sin cortar, en el bolsillo de su pantalón. Ahora, además, el primer peritaje ordenado por el fiscal devela otra teoría, según aseguró el abogado de la familia, Eduardo Azcuy: “El golpe en la cabeza fue producido por un objeto romo. Lo que indica que es un objeto sin puntas, que bien podría ser un bastón policial”.De acuerdo con los informes médicos, Rubén presentaba doble fractura de cráneo y fuertes hematomas en el ojo derecho, la muñeca y el antebrazo izquierdos.“Recibí un llamado anónimo en el que me transmitieron el nombre y apellido de algunos de los policías que formaron parte del operativo de seguridad y que podrían estar implicados. A partir de varios testimonios estamos armando el rompecabezas. Tenemos entre diez y quince testigos clave.


Sé que cuando esto se aclare van a caer entre seis o siete policías como mínimo porque está el que le pegó, el que lo levantó y el que decidió tirarlo por ahí. Y ni hablar del jefe del operativo, que fue el que le abrió las vallas a la barra brava de Vélez que, como la policía, no se cansó de pegar”, le dijo a esta revista el padre de “Churru”, como le decían sus amigos.El jefe del operativo al que se refiere es Eduardo Meta, al mando de la Comisaría 44, quien llegó a esa seccional cargando sobre sus hombros sospechas de connivencia con la hinchada de Boca durante su paso por la Comisaría 24. Richard William “el Uruguayo” Laluz –barrabrava de Boca, detenido desde el 23 de marzo de 2008– admitió ante el juez Rodolfo Cresseri haberle pagado diez mil pesos a un allegado de Meta antes del partido jugado en la Bombonera entre el local y Colón, para evitar su captura, ya que llevaba cuatro años en calidad de prófugo. En una filmación hecha con un teléfono móvil, se ve a Laluz dialogando con el comisario Meta (quien lo palmea), en el instante previo a subirse al camión celular. Laluz aseguró conocerlo desde antes.Los hechos en la muerte de Rubén Carballo y las declaraciones del vocero Rodríguez rememoran el accionar de la Federal en la muerte de Walter Bulacio, quien hace 18 años fue detenido en una razzia cuando iba a ver a Los Redondos en el estadio de Obras Sanitarias. El joven fue brutalmente golpeado y trasladado a la Comisaría 35. A la mañana siguiente vomitó seis veces y fue llevado al Hospital Pirovano, donde le diagnosticaron “traumatismo craneal”.


Luego de siete días murió.En aquel entonces el comisario Miguel Ángel Espósito argumentó que “los chicos estaban aglomerados en la vía pública, bailaban y pretendían ingresar al estadio sin entradas”. En ambos casos, el Estado se llamó a silencio y la investigación se hizo larga pese a la declaración de varios testigos que confirman el feroz accionar de la policía y la montada. La cantidad de detenidos –72 en 1991 y 45 en las afueras de Vélez– no parece un dato menor a la hora de justificar lo injustificable: dos muertes provocadas por el accionar de una fuerza que en ningún momento estuvo en riesgo inminente, como debería haber pasado para que la Federal procediera.A casi un mes del fatídico 14 de noviembre, el padre de Rubén sigue pensando que su hijo “murió como consecuencia de una feroz represión policial. Todavía estoy medio confundido por su muerte, pero no voy a bajar los brazos. Seguiré presionando el tiempo necesario para encerrar a todos aquellos que tuvieron que ver con la muerte de mi hijo”. La autopsia, de la que participará un perito de la policía y otro de la familia, servirá para confirmar cuáles fueron los motivos de la muerte de Churru. De confirmarse la versión del testigo presencial, la Federal enfrentaría una vez más una batalla legal que no hace más que recordar procedimientos que parecían sepultados. Una historia de nunca acabar.

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