El periodista de rock Víctor Pintos, analiza las causas y consecuencias de la tragedia de Cromañón. La herida sigue abierta.
Por Sebastián Feijoo
Los 194 muertos no volverán más. Los 1.432 heridos jamás olvidarán lo sucedido. Los familiares y amigos de todos ellos nunca podrán encontrar consuelo. La tragedia de Cromañón disparó un dolor que no tiene remedio. No hay fallo judicial, escrache, puteada o estrategia que lo sane. Sin embargo, la avalancha de muertes nos pone ante la necesidad imperiosa de analizar lo sucedido, intentar comprenderlo y plantear y/o exigir las modificaciones del caso.
Está claro: la tragedia de Cromañón se produjo por una cadena casi interminable de afán desmedido de lucro, corrupción, omisiones, ignorancia, errores y demás porquerías. Más allá de las responsabilidades penales que dispuso la Justicia, que no suceda otra catástrofe requiere que mucha más gente de la que participó en el juicio asuma compromisos de amplio espectro. El fallo del Tribunal Oral en lo Criminal 24 condenó a Emir Omar Chabán a 20 años de prisión; absolvió a los músicos de Callejeros; su manager, Diego Argarañaz, recibió 18 años; Raúl Villarreal, mano derecha de Omar Chabán, fue penado a un año en suspenso; Fabiana Fiszbin, la ex subsecretaria de Control Comunal del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, recibió 2 años por incumplimiento de los deberes de funcionario público; la misma pena sufrió Ana María Fernández, ex directora de Fiscalización y Control; el subcomisario Carlos Díaz deberá cumplir 18 años de cárcel, y el ex jefe de la comisaría séptima, Miguel Ángel Belay, y Gustavo Torres, ex director adjunto de Control Comunal de la Ciudad, fueron absueltos. Pero esta historia está lejos de terminar. Más allá de las apelaciones y los reclamos de Justicia que no cesarán, las repercusiones del fallo, lo que pasó y cómo hacer para que no vuelva a suceder siguen siendo materia de debate. Cómo lograr que la cultura rock no se autofagocite o se consagre a su degradación, también. Víctor Pintos tiene 30 años de periodismo, escribió en los medios más importantes del país, hizo radio y televisión, y es un fanático de la cultura rock.
Dirige desde hace 13 años el portal rock.com.ar y en estos momentos prepara una película/documental sobre los 50 años del Festival de Cosquín y está escribiendo su cuarto libro, del que no quiere dar mayores precisiones.Pintos habló con Miradas al Sur sobre Cromañón, el dolor, sus consecuencias y la actualidad del rock local.
–¿Qué opinión te merece el fallo de la Justicia sobre el caso Cromañón? –
Por ser periodista de rock puedo manejar bastante más información que el público medio. Entonces, cuando uno más data tiene, más complejo se vuelve tener una opinión cerrada. Tengo sentimientos contradictorios y ciertas certezas. Básicamente creo que esto no saca del primer plano –en mí, por lo menos– la sensación de dolor que sigue tan profunda como el primer día. Este caso se trata puntualmente de la muerte sin sentido de casi 200 pibes. Leí una columna muy interesante que hizo Eduardo Fabregat en Página 12 y vi algunas cosas más claras. En esa columna, Fabregat les pega muy duro a los músicos de la banda y dice que es feo haberle soltado la mano así al manager que –hasta el momento de la tragedia– era no sólo amigo y compañero de ruta, sino también un socio. Habla de que Callejeros tocó horas antes de que la Justicia dictara el fallo y del dedo en alto de la mamá del cantante de la banda en el momento que se da a conocer el dictamen de la Justicia.
–En una radio dijiste que te parecía bien que no condenaron a Callejeros. Que estaba claro que no tenían conciencia de los riesgos porque ellos perdieron seres queridos. –
Creo que hay límites muy delgaditos que separan una cosa de la otra. ¿Dónde empieza y termina la complicidad, la responsabilidad de lo sucedido, el sentido común? Me parece que también están las condenas morales y todo lo que hay alrededor de ello. Yo no puedo sino tener una sensación de asco –con todas las letras– al ver a seguidores de la banda festejando como si hubieran salido campeones de algo. Me parece un desacierto por todos lados. Tampoco creo que el enojo o la promesa de venganza por parte de algunos padres y familiares sea la salida. Considero que hay responsabilidad en esto por parte de Chabán, pero no se lo puede demonizar
.–¿Creés que la pena sobre Chabán fue excesiva?–
No, no. Yo confío en la Justicia. Yo soy apenas un periodista que tiene algún tipo de información y los jueces son personas que saben de cuestiones legales y trabajan de esto. ¿Cómo no atender a lo que esta gente decidió? No querría convertirme en un opinólogo. Sí me parece que hay una cuestión de sentido común. Estando de un lado o del otro, debería primar en todos el tremendo dolor por esos chicos que ya no están más.
–Recién hablabas de que quizá no se aprendió la lección de Cromañón. ¿A qué te referís exactamente?–
Primera lectura, me parece totalmente ilógico que en las puertas de Tribunales haya dos bandos. Es absurdo. Los pibes que estaban vivando por la banda eran quienes podrían haber muerto en la tragedia. ¿Qué hubiesen hecho los pibes que hoy ya no están? Nosotros los argentinos transformamos ciertas cuestiones de la realidad en fanatismo o intereses particulares. El enfrentamiento en la puerta de Tribunales fue el último suspiro, antes de desvanecerse, de la patria rollinga. Ese torbellino que arranca en los ’90 con el menemismo y el neoliberalismo. Los ’90 parieron tanto desplazado, tanto marginado, que hizo nacer este rock chabón así como generó la cumbia villera, que por otro lado no tuvo ningún Cromañón. Ya no existen Los Piojos, por ejemplo, que de alguna manera son parte de esta misma camada.
–La pauperización cultural tiene su impacto en esta situación, pero los códigos de tribu parecen tener más peso. La futbolización del rock hace que la gente no escuche. –
Sí, los conciertos se transformaron en congregaciones masivas con espectáculo abajo y arriba del escenario. Debo confesar que en algún momento la futbolización del rock me pareció un feliz descubrimiento de las nuevas generaciones. Yo voy al fútbol y me encanta, pero no me gusta el patoterismo barrabrava y algo muy parecido se compró el rock. La futbolización que tuvo este rock derivó en hinchadas viendo quién tiene más aguante.
–Incluso en los ’90 nació la peor versión de la cultura futbolera. Ganaron el agite y el aguante, y de fútbol se habla cada vez menos...–
Absolutamente. La bengala es un objeto de celebración, pero también dice “me cago en el de al lado”. Yo creo –y celebro haberlo dicho antes de que pasara lo de Cromañón– que lo de la bengala era una locura. Siempre estábamos al borde de la tragedia, porque un chispazo puede vaciarle un ojo a un pibe en cualquier momento… Y perder un ojo en un show de rock es una tragedia en sí misma.
–¿Te parece que hubo cambios positivos después de Cromañón?–
Me parece que hubo gestos. El cambio que más me hubiese gustado no proviene de una legislación más rígida o de funcionarios más eficientes, aunque es obvio que se los necesita. Me parece que el gran cambio tendría que haber venido de parte de la gente. Creo que lo que tendríamos que haber aprendido es una cuestión que va por el lado de lo cultural y me da la impresión de que no terminamos de entenderlo.
–¿No se necesitaría más compromiso de algunos músicos? –
Es verdad. Pero yo no hablo solamente de la bengala. Hablo de la bengala y de muchas otras cosas. De la capacidad para reclamar lo que no nos dan. Poder decir: “No muchachos, paremos, esto no está bien”. Me gustaría saber en cuántas discotecas, cuántos boliches bailables de todo el país, existen las condiciones para que mañana mismo no suceda otro Cromañón .
..tendrias que haber preguntador al entrevistado QUIEN CONVOCO A LOS CHICOS ESA NOCHE.....SI ASISTIO A CADA UNA DE LAS AUDIENCIAS COMO LO HICIMOS NOSOTROS....en fin...CADA UNO "TOCA DE OIDO"...criticer es muy facil....CARCELA CALLEJEROS Y A TODOS LOS RESPONSABLES.
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ResponderEliminarEste blog fue creado por una mama que perdio su hijo en Cromañon. Estuvo en cada una de las audiencias del juicio. Quizas te aclare algunas dudas. Esperamos tu comentario, gracias.