Con el paso del tiempo, el presidente venezolano Hugo Chávez ha sumado una nueva figura inspiradora a todos sus discursos. Las referencias al prócer Simón Bolívar están ahora acompañadas por menciones a Cristo, su vida y sus enseñanzas. “Cristo es uno de los más grandes revolucionarios que haya nacido en la Tierra. El verdadero Cristo no es el que algunos sectores de la Iglesia Católica manipulan. Cristo era un verdadero revolucionario socialista”, asegura el mandatario en sus últimos discursos. Esto le valió enfrentamientos con los miembros del clero que participaban del acto de su última asunción y, al terminar, juró por la patria, por el libertador Simón Bolívar y por Jesucristo, “el más socialista de la historia”.
El mundo se sorprendió. Se lo había calificado de muchas cosas a Chávez en estos últimos ocho años –populista, autoritario, carismático, revolucionario–, pero nunca de ser un líder con una fuerte vocación religiosa. En Venezuela, en cambio, las reacciones fueron más variadas. Mientras que el alto clero mantuvo su posición opositora y repudió el discurso presidencial, muchos sacerdotes de base vieron surgir una esperanza. Desde hace años, un grupo de curas sufren el repudio de la Iglesia y de parte de sus comunidades por comulgar con algunas de las ideas del gobierno, que sin embargo siempre intentó mantenerse al margen de su trabajo comunitario. Para ellos, el nuevo giro que adoptó el presidente venezolano en estas últimas semanas podría ser la señal que tanto esperaban. Al menos así lo creyó el padre Vidal Atencio, un sacerdote de 44 años, hijo de indígenas, que desde hace un tiempo intenta acercar el socialismo XXI de Chávez a los postulados de la Teología de la Liberación. “El presidente se está acercando porque se dio cuenta de que el cristianismo es más fuerte de lo que pensaba, tanto en Venezuela como en América latina”, explicó a Página/12 el religioso.
Desde el gobierno, no obstante, niegan que haya habido un cambio en el discurso presidencial. “Los valores cristianos siempre han estado presentes en nuestra propuesta”, aseguró el ministro de Comunicación e Información y uno de los hombres más cercanos a Chávez, William Lara, en diálogo telefónico con este diario. “El presidente y todos en este gobierno reivindicamos los principios sociales del cristianismo y la Teología de la Liberación. Esto se traduce en la búsqueda de un sistema democrático con una distribución equitativa de la renta pública. Nuestra forma de hacer política se basa en los valores cristianos que recibimos en nuestra primera formación,” agregó.
Como la mayor parte de su gabinete, Chávez dio sus primeros pasos en la Iglesia Católica desde muy joven. Hijo de un matrimonio católico, Chávez fue monaguillo y, si hubiera seguido los deseos de su madre, se habría convertido en cura. “Quizás en otra vida sea cura”, bromeó hace poco el presidente. Lo cierto es que el futuro mandatario no duró mucho allí y optó por la otra institución que abre el camino del ascenso social a los sectores más pobres, el Ejército.
Hoy Chávez no va regularmente a misa. Sin embargo, la religión y sus símbolos no han estado ausentes en su vida. En abril de 2002 Chávez era liberado y devuelto al Palacio de Miraflores, de donde no hacía tanto lo habían desterrado los militares golpistas. El mundo esperaba expectante la aparición del mandatario venezolano, que sin mediar más de una hora ya organizaba una conferencia de prensa. Antes de decir una palabra, levantó el crucifijo que colgaba de su cuello y lo besó. “Fue lo primero que hizo y tenía un significado: había vuelto la paz al país”, recordó Lara.
Pero la paz no duró mucho. Con el fracaso del golpe militar y la deslegitimación de los dirigentes opositores que lo apoyaron, la Iglesia Católica comenzó a erigirse como uno de los detractores más fuerte del chavismo. Su fuerza no sólo se originaba en el 96 por ciento de la población que se reconocía como católica, sino que además había sido el pilar durante décadas de la acción social en las zonas más pobres del país. La jerarquía de la Iglesia veía con malos ojos a este teniente coronel que empezaba a ganar cada vez más adeptos entre sus fieles y desplazaba a la institución de su lugar privilegiado tanto en la arena política como en el área de la ayuda social. “Están defendiendo los beneficios que les brindó la época del bipartidismo, previa a Chávez”, aseguró el padre Vidal Atencio.
Pero la historia es otra para el alto clero. “Dentro de la concepción del régimen existe la voluntad firme de ser el elemento último de todos los ámbitos de la vida de los venezolanos”, le dijo a Página/12 monseñor Baltazar Porras, el ex presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana y el actual arzobispo de Mérida. Para el clérigo, la estrategia del presidente para lograr el control de la sociedad es ir cambiando su discurso según el público de turno. “Lo que trata de hacer es confundir”, aseguró, haciendo referencia a las menciones que hizo en su asunción y en las últimas semanas a la figura de Cristo y al cristianismo. “El neopopulismo en que vivimos toma elementos de cualquier lugar y, entre ellos, de la religión”, agregó.
Aunque el padre Vidal Atencio también reconoce que los cambios en el discurso de Chávez tienen una cuota de pragmatismo político, prefiere destacar cómo afectó el carisma del presidente venezolano a la difusión de principios e ideas que, él asegura, son muy similares a las que nutrieron la Teología de la Liberación en los años setenta y ochenta. “De todos los líderes que conocemos hoy –Néstor Kirchner, Daniel Ortega, Rafael Correa–, Chávez es el que se atrevió un poco más. En el mundo musulmán habla del cristianismo, de Cristo, y lo respetan. ¡Ni el Papa logra eso! Chávez está logrando forjar una alianza en el mundo a partir de la identidad de aquellos que quieren luchar, resistir”, señaló el sacerdote.
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