Autor de una extensa obra literaria y periodística, reflexiona sobre la responsabilidad de los medios en la “crispación” social, el rol de la oposición progresista y el mito del periodismo independiente
Por Francisco Balázs
Hace 15 años que regresó a vivir a su Resistencia natal y desde entonces sus visitas a la ciudad de Buenos Aires son cada vez más aisladas, medidas en horas. Y cada visita le confirma su decisión de vivir lejos de la locura porteña. Aparte de su trabajo literario y periodístico dedica su tiempo y esfuerzo en la Fundación que preside, Leer abre los ojos, y en su lucha por denunciar los despojos que sufren los pueblos originarios en Chaco, condenados desde hace décadas a la miseria, a la desnutrición y a la depredación de tierras para la siembra de soja por parte de grandes grupos agropecuarios. Hace pocas semanas estuvo en Buenos Aires para presenciar, “junto a un grupo de amigos y colegas” la reedición de Santo oficio de la memoria, novela publicada en 1991.
Hace 15 años que regresó a vivir a su Resistencia natal y desde entonces sus visitas a la ciudad de Buenos Aires son cada vez más aisladas, medidas en horas. Y cada visita le confirma su decisión de vivir lejos de la locura porteña. Aparte de su trabajo literario y periodístico dedica su tiempo y esfuerzo en la Fundación que preside, Leer abre los ojos, y en su lucha por denunciar los despojos que sufren los pueblos originarios en Chaco, condenados desde hace décadas a la miseria, a la desnutrición y a la depredación de tierras para la siembra de soja por parte de grandes grupos agropecuarios. Hace pocas semanas estuvo en Buenos Aires para presenciar, “junto a un grupo de amigos y colegas” la reedición de Santo oficio de la memoria, novela publicada en 1991.
–En Santo oficio de la memoria trabaja la cuestión de los inmigrantes y lo que es el ser nacional. Lo sucedido en el país en estas dos últimas décadas ¿lo ayudan a comprenderlo mejor, o por el contrario se ha vuelto perdidamente indefinible?
–Yo no daría una respuesta tajante. Cuando escribía esta novela me di cuenta de que en la literatura argentina estaba faltando una novela “sobre” la inmigración, es decir una en la cual la inmigración fuese el hecho central de la narración. Vengo de una familia compleja, y eso me resultó estimulante a la vez que fue parte del experimento literario que intenté. La construcción de la democracia, y muchas de las dificultades que hemos padecido y todavía padecemos, están apenas prefiguradas en la novela, cuya primera edición fue en 1991. La comprensión del fenómeno, por lo tanto, es algo que sigue abierto, tanto en la literatura como en la vida real.
–En otro libro, El país de las maravillas (1998), plantea el poco espacio que tenía el pensamiento en nuestra sociedad. ¿Cree que hoy existe un debate mayor que en la década del ’90, aunque esto no sea visibilizado por los medios de comunicación masivos?
–Puede ser, pero me parece que no alcanza para hacerse grandes ilusiones. En ese libro, y en otro que se titula El país y sus intelectuales, he sostenido eso y lo he fundamentado. Es parte de nuestra tragedia. El papel del intelectual en la sociedad argentina está siempre en cuestión, y aunque por momentos pareciera que hay más atención o protagonismo, en realidad eso se debe a que ciertos colegas dicen o escriben lo que algunos grandes medios quieren que se diga. Pero son más bien fuegos artificiales, ¿no?
–En los últimos años hubo una extensa producción de material literario documental y cinematográfico que revisa el pasado político y social de los años ’60 y ’70. ¿No cree que eso forma parte de una mayor actividad del pensar y entendernos?
–Sí, parece que es así y sería un buen fruto de la democracia: si hay una necesidad de la sociedad, pues se la va cubriendo. Pero ojo que no es por eso que hay “mayor actividad”, sino al revés: es porque hay mayor actividad intelectual que se hacen más filmes y programas de tele alusivos a nuestro pasado. De eso se trata.
–¿Cómo es el trabajo que viene realizando desde su Fundación, para la promoción de la literatura y la lectura en el interior del país?
–El nuestro es un trabajo perseverante, alejado de modas y de influencias externas, públicas o privadas. Somos un nutrido voluntariado con metas claras, y eso es todo. Subrayar las diferencias con otros centros urbanos –que las hay, desde luego– sería abrir un juicio. Y nosotros preferimos no juzgar lo que otros hacen o dejan de hacer.
–Usted viene denunciando la depredación y exclusión que sufrió la provincia de Chaco a partir de los desmontes y apropiaciones de tierras a favor de unos pocos productores de soja. ¿Se está tomando conciencia de lo que ello significa?
–Yo tengo clara conciencia de esto, y muchísima gente también, en especial los ambientalistas más serios, que son muchos. Pero la sociedad argentina en general, no. No quiere, o no puede, o no la dejan tomar conciencia del desastre. Y es que los grandes medios son los mayores depredadores, por la sencilla razón de que están pagados por los grandes productores de soja y por el poder agrario, que es enorme y es feroz, y en el que ellos mismos están involucrados.
–¿Qué relación existe entre el trabajo de un escritor y el del periodista?
–La relación es compleja y no siempre se resuelve bien. Se supone que el periodista busca la verdad y que el escritor trabaja con la mentira. Además el periodista siempre está apurado y suele ser superficial por esa misma prisa, mientras que el escritor tiene todo el tiempo a su favor, y cuanto más tiempo tenga, mejor será su texto.
–Desde hace un tiempo, y sobre todo a partir del debate de la ley de medios, se está cuestionando el papel de lo que se denomina periodismo independiente. ¿Que opinión tiene respecto de quienes levantan banderas de independientes dentro del periodismo?
–Bueno, en realidad sólo son independientes del Rey de España... Porque en lo demás, y es penoso, casi todos los que están a sueldo acaban mimetizados con la ideología de sus patrones. Y si no, tienen que irse o son echados. Lo que resulta patético es que algunos/as terminen siendo más papistas que el Papa, ¿no?
–¿Confía en que la nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual genere nuevos contenidos que mejoren a los actuales o que sirvan de equilibrio a los hasta hoy existentes?
–No tengo dudas de que así será. Aunque también estoy seguro de que nada va a ser fácil ni automático, y que las contradicciones y distorsiones van a aparecer a cada rato. Y es que yo no confío plenamente en las vocaciones, ni mucho menos en la coherencia, de este Gobierno. Así que habrá que ver, aunque es obvio que esta ley es completamente superadora de la absurda situación anterior. Por eso apoyé la ley en todo momento.
–¿Qué expectativas tiene para los dos años que restan del actual Gobierno y del papel de las agrupaciones de centroizquierda en el Congreso?
–Yo me conformaría con que el Gobierno meta menos la pata y con que algunos funcionarios metan menos la mano en la lata, y si la meten que vayan presos. Eso sería maravilloso para la salud de la República: que alguna vez vaya en cana algún corrupto groso… Y en cuanto al centroizquierda, me encantaría que fuera menos infantil y que el progresismo no terminara aliándose con la derecha, como parece estar sucediendo. Porque está bien que se diferencien del Gobierno K, pero no parecen igualmente preocupados por diferenciarse de la oposición más tarada. Pero no me hago grandes ilusiones.
–Términos como crispación y tensión son actualmente recurrentes para definir el presente político y se los contrapone con otros como consenso y moderación. ¿Por qué tanto temor a la tensión cuando es un componente esencial de la política? ¿Cuánto de conservadurismo podrían esconder los términos de consenso y moderación?
–Son cosas diferentes. La tensión es natural en la política, pero la crispación entre nosotros viene siendo fogoneada por los nostálgicos de la dictadura, los grandes medios coludidos, los idiotas de la democracia y la pobre inocencia de muchísima gente... En cuanto al consenso, también es natural de la política, pero cuando hay crispación y manipulación fogoneadas por un gobierno necio y una oposición más necia aún, es difícil lograr consenso en nada. Por eso asistimos al actual carnaval de mayorías cambiantes. Y respecto de la moderación, convengamos en que es una virtud que en la Argentina se desconoce. Basta escuchar los discursos de la mayoría de los legisladores, jueces y funcionarios, y basta ver cómo se bebe, cómo triunfa el paco y los índices de nuestra tasa de accidentes callejeros y ruteros. La moderación no es una virtud argentina, y así nos va.
No hay comentarios:
Publicar un comentario