Por Alberto Armendariz
NUEVA YORK.- Se los ve durmiendo en las estaciones de subte, arrinconados en las entradas de los edificios, cubiertos de cartones y plásticos en los bancos de las paradas de ómnibus. Empujados por la crisis económica, cada vez hay más gente viviendo en las calles de Nueva York, que, apenas comenzado el invierno, ha visto crecer en números récord el ingreso de familias enteras a los refugios de la ciudad.
Tan sólo el mes pasado, 1446 nuevas familias acudieron a las autoridades en busca de techo y comida, la mayor alza en un mes de que se tenga registro en los últimos 25 años. Ya hay 35.042 personas viviendo en los refugios de la ciudad; 15.153 de ellas son niños, de acuerdo con el Departamento de Servicios para la Gente Sin Techo, la agencia de la alcaldía que se encarga de los más desvalidos. Estas cifras no tienen en cuenta otros varios miles de personas que no buscan ayuda y permanecen a la intemperie, con lo que se estima que actualmente hay unos 50.000 homeless en la Gran Manzana.
"Vemos un incremento notable en el número de personas que quedan en la calle, y lo que más nos preocupa es que estamos tan sólo en las primeras etapas de la recesión. Todo indica que la situación se volverá más grave en los próximos meses", señaló a LA NACION Patrick Markee, de la Coalition for the Homeless, una organización no gubernamental que desde 1981 brinda asistencia a quienes viven en la calle.
Para la organización, el fuerte aumento en el número de homeless se debe a una combinación de la crisis económica, que ha dejado a muchas familias pobres sin empleo y sin recursos para pagar un alquiler, y a los recortes presupuestarios en los programas de prevención del desamparo que tiene la ciudad.
"El mayor aumento lo hemos notado en trabajadores de bajos salarios, relacionados con los sectores de servicios, empleados en empresas de limpieza, mensajeros en el distrito financiero o repartidores de comida, además de obreros de la construcción, una actividad que ha sufrido mucho en el último año", explicó Markee.
A Adrian Mink, 46, todavía le da vergüenza decir que hace cinco meses que vive en el refugio The Open Door, de la calle 41, detrás de la terminal de ómnibus. Hasta principios de año trabajaba haciendo changas en construcción, que apenas le permitían pagar el alquiler de un pequeño departamento en Staten Island, donde vivía con su esposa, Mariam, y su hija, Sarah, de un año. Pero tuvo un accidente de trabajo en su pierna derecha que lo dejó inmovilizado por dos meses, con costosos gastos médicos y un retraso en el pago de su renta que lo llevó a que fuera echado de su hogar.
"Mi mujer y mi hija se fueron a vivir a lo de una hermana suya en Nueva Jersey, a dos horas de aquí, y yo pedí techo en el refugio mientras buscaba otro empleo", contó a LA NACION, abrigándose con dos suéteres y un buzo antes de ir a su nuevo trabajo en la cocina de un restaurante, que aún no le da ingresos suficientes como para pagar un alquiler. Pero al menos recibe comida caliente todos los días.
Aunque el alcalde Michael Bloomberg había logrado reducir hasta este año en un 19% el número de personas sin techo, la crisis económica lo llevó a tomar drásticas medidas de ahorro que incluyeron recortes de 3 millones de dólares en los programas de prevención del desamparo. Estos programas ofrecían viviendas económicas para familias de bajos recursos, préstamos para pagar alquileres y asesoría legal gratuita para quienes enfrentaban órdenes de desalojo. Y aunque se esperan nuevos ajustes para el presupuesto que se presentará en enero, las autoridades confían en que podrán manejar el flujo de nuevos homeless .
"No importa qué cantidades tengamos en la puerta de entrada, seguiremos brindando servicios efectivos y humanitarios a los individuos más vulnerables de la ciudad", subrayó el comisionado de Servicios para la Gente Sin Techo, Robert Hess, al anunciar un plan de camas y refugios temporales para el invierno en iglesias, sinagogas y mezquitas.
Se trata de parte de la iniciativa Código Azul, como se llama al plan de emergencia para resguardar a los desamparados frente al frío. La ciudad ha sumado no sólo a varias organizaciones religiosas, sino también a un ejército de voluntarios que los días en que el termómetro marca temperaturas por debajo de cero salen a las calles con bebidas calientes y mantas donadas para buscar a las personas que viven a la intemperie y ofrecerles acudir a los refugios.
El año pasado, cuatro homeless murieron a causa del frío. Este año, que se espera uno de los inviernos más crudos de la década, se teme que la cifra aumente considerablemente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario