Marcelo dice que allá, donde estuvo cinco años, lo más parecido a la libertad es el beso de una mujer. Marcelo cuenta, en el tren camino a la estación Palomar, que los pibes que tienen esos besos la llevan mejor; andan con otro ánimo y el tiempo se les pasa más rápido, por más que a veces renieguen y se hagan mala sangre. Esos besos en visitas lo borran todo y lo sacan a la calle, por un rato.
Para los que no tienen esa suerte, o su mujer sólo estuvo para ir al shopping a comprar ropa con plata fresca pero cuando caen presos desaparecen, está el chat. Los solteros se meten allí y dejan su mensaje. Se presentan, se describen y cuentan sobre su situación procesal. En ese chat entran chicas que están en la misma situación o en la calle o tienen la fantasía de tener sexo con un preso. En el régimen carcelario no existe la palabra novia. Entonces se complican los trámites de ingreso, porque la mujer puede y debe ingresar como "amiga", o "concubina", pero es difícil que existan los papeles para acreditar ese vínculo y tener relaciones.
Mata dolores. Lucio está en Devoto, hace un año. Está en el penal, a seis cuadras de su casa. Su mujer y mamá de su hijo lo dejó, la misma a la que llevó de vacaciones con plata robada y la paseaba en el auto que compró con esa actividad. Hoy camina de la mano con otro, por su barrio, como si nada. A él le dolió; todavía le duele. Tampoco quiere que su hijo, de cuatro años, lo vaya a visitar. Solamente hablan por teléfono; la excusa es que está trabajando en Chile. Lucio está feliz. Dice que recién, le dijeron "te amo" por teléfono. "Es una chica que tiene 30 años y la conocí en el chat. Es de Temperley y todavía no nos conocemos personalmente. Me manda 60 pesos semanales en tarjetas. Y bueno, a mí me sirve, no sé si estará linda o no, pero bue…, yo le como el oído diciéndole que me tiene que venir a ver".
Lo tiene que ir a ver porque en el patio de Devoto, los días de visitas de mujeres-hay un día para varones y otros para las chicas- se arman las carpitas del amor. Se pone sobre la mesa un mantel largo, que llegue hasta el piso y los dos se meten abajo, sin que nadie vea lo que pasa; solo se escuchan gemidos. "Igual ya me conseguí alguien que me viene a ver. Lo que tenés que tratar es que las chicas no pidan tu lista de visitas y lean los nombres porque se pudre todo. O le ponés excusas; la llamás y le decís que estás sancionado, que no venga, que no tenés visitas. Y arreglás para que venga la otra. Esto de las mujeres es la única forma de calmar el dolor del encierro".
Lucio, como más de la mitad de su pabellón, tiene celular. "¿Dá para que me des el número de una amiga que esté linda así le mando mensajes?", pregunta antes de cortar.
Con el chat a algunos les sale bien. Otros se comen el chasco, como lo pasó a Marcelo en el instituto Belgrano: "Me había dicho que era una bomba, que tenía unas re tetas, que tenía un re culo, y cuando la vi era un lavarropas. Me quería re matar pero después pensé que al menos estaba bueno tener cerca la voz de una mujer, charlar con alguien distinto", dice.
-Calculá que un 35 por ciento de las novias de afuera siguen siendo novias cuando caemos. En las visitas pasa de todo. Hay pibes que le pegan a sus novias, proponerles matrimonio, y hasta llorar por amor.
No te borrés. Pablo la pasó mal al principio. No por el ingreso al penal, sino por notar que su señora, y madre de sus dos hijos, se borró. Y se lo dijo por tevé en el programa Cárceles: "Este saludo es para vos, traidora, que me dejaste morir acá adentro". La misma que elegía zapatillas de 500 pesos cada vez que salían de compras con plata de robos de autos, lo abandonó cuando pisó una prisión. Y Pablo la pasó peor cuando se enteró que ella ya había formado pareja e iba a ser mamá con su nuevo marido. Pero Pablo pidió el número de Yanina. A Yanina la había conocido en la cancha, siguiendo a Argentinos Juniors. Charla va, charla viene, se vino el: "¿Da para que vengas a verme?". Y fue. Y volvió a ir. Y así durante más de un año. Y hoy, Pablo y Yanina están comprometidos. "Es como que yo acepto y entiendo que ella quiera estar con otro durante la semana. Estando en cana aprendemos eso, lo único que pedimos es que vengan a visitas, que no nos fallen ese día porque es lo único lindo que tenemos acá adentro.
En la Unidad 48, donde está Pablo, es más fácil. Es más fácil porque en el patio de visitas trabajan los presos. Y ellos por una tarjeta telefónica de 5 pesos te dejan pasar al baño de discapacitados a revolcarte con tu visita un rato. Recién salió uno que tiene puesta la camiseta de J. J. Urquiza y los brazos llenos de cicatrices de cortes, de la mano con una grandota, todo transpirado. El patio de visitas es como el patio de recreo de una escuela. Es blanco, con paredes pintadas con dibujos que intentaron ser lo más parecido a las series animadas. Allá al fondo hay una pareja a los besos, con un mantel bien largo que tapa lo que hacen de la cintura para abajo. Otros dos enamorados caminan por el patio de al lado. No es grande, así que van de la mano hasta rebotar en la pared, y siguen, y rebotan más que un flipper. Los besos que se ven en visitas tienen la pasión que no tienen las telenovelas. Son besos a pura lengua, son besos de puro amor, sabiendo, creyendo, que pueden llegar a ser los últimos.
De vez en cuando se pudre: "Pasa que muchos pibes tenemos señora y tenemos mujer del chat. Y una de las dos te cae cuando estás con la otra. Cuando creías que la otra no iba a venir porque te habías peleado. Ahí se arma una de gritos, de puteadas...", cuenta Pablo.
Otra forma de encuentro- a veces peligrosa- es en el camión de comparendo, el que lleva a presos y presas del penal a tribunales. Viajan juntos, todos esposados. "Vos le podés comer la boca a alguien pero no llegues a mirar a la mujer de otro preso porque después se entera y se te hace imposible vivir bien", dice César, que estuvo en Ezeiza y Marcos Paz.
Los chicos también quieren. Los menores que cumplen 18 y deben seguir condenados van a parar a los institutos Agote y Almafuerte de La Plata. Hasta el año pasado ellos no podían tener visitas íntimas. Y ahí hay pibes de entre 18 y 21 años, muchos con mujer e hijos.
- En un acto de fin de año vino el director de todos los institutos de Capital y lo rodeamos. Le pedimos bien, lo hablamos de la mejor manera posible. "Queremos las íntimas", le dijimos. El chabón nos explicó que ahora no se podía pero que en un año iban a empezar. Y empezaron- cuenta Marcelo, que estuvo en el Agote.
Esas íntimas son en otros institutos. La mujer debe ir sola hasta allá y al muchacho lo llevan en camioneta. Son dos horas. Es una vez al mes.
- ¿No es poco? Digo, entre que te sacás la ropa y charlas algo…
-¿Qué charlar? Para charlar está el teléfono. Lo que menos hago es charlar.
Cómo los pibes de su edad que están afuera, Marcelo dice que en los institutos se arman campeonatos de masturbaciones. La única ayuda es la revista Paparazzi, porque la Playboy no la dejan pasar.
Las cartas de las chicas. Nazarena es de la villa Ciudad Oculta. Tiene 37 años, siete hijos y una historia de amor con un preso que jamás conoció. Ella tenía 25; él 22. Ella estaba en una comisaría de Isidro Casanova; él en el penal de Caseros.
Se empezaron a cartear. La compañera de Nazarena era vecina de Tanito, que era de Villegas. La primer carta fue la de presentación, en las siguientes-duraron un año y medio- se prometieron amor eterno, casamiento, convivencia, hijos; ella se tatuó su nombre. No se habían visto ni por fotos.
-Es que encerrada las cartas pegan muy fuerte. Es todo. Vos estás ansiosa a que llegue una carta, aunque sea una lista que te diga las cosas que te mandan. Necesitás estar comunicada y las cartas te sacan de ahí por un rato, te hacen volar.
El nexo, en esas épocas, entre presos era un programa de madrugada radial de Casanova que leía cartas al aire de presas a presos, que pasaba temas que se dedicaban, que habría el contacto para conocerse a través de una carta.
En su casa, Nazarena cuenta que guardó esas cartas pero que no las encuentra; piensa que se deben haber perdido en la última mudanza. Y dice que en las cartas siempre hay algo de mentira. Ella tenía cuatro hijos y él sabía de uno. "Llegó un momento que sentí que lo conocía. Ya nos contábamos todo de nuestras vidas, nos escribíamos lo lindo que sería la nuestra vida juntos afuera".
"Cuando salí mi ex y padre de mis hijos cayó preso. Con Tanito nos habíamos prometido esperarnos, hacer los papeles para casarnos y él me siguió escribiendo. Pero hay códigos. Un preso no se puede meter con la mujer de otro preso, y él lo entendió. La última vez que le escribí le dije eso, que era para problemas porque si se cruzaban los dos se iban a matar. Y se cortó". Y Nazarena se tapó el tatuaje. Se lo tapó con un escudo de Racing, el único, dice, que va a ser su verdadero amor eterno.
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