jueves, 1 de abril de 2010

¿DE QUÉ HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE INSEGURIDAD?




por Rafael Gómez


Es cierto que hay inseguridad pero ¿es la misma para todos? En un país donde el 50% de la población está sumergida, donde el 20% está a media agua, otro 20% flota con cierta estabilidad, y el 10% navega en la abundancia, la inseguridad no puede ser la misma para todos.



Una persona sin techo busca dormir en lugares iluminados para que no lo golpeen. Un cartonero teme cortarse e infectarse manipulando basura. Una mujer con varios hijos se preocupa por el aumento de la canasta familiar. Los bancos temen otra caída del mercado financiero. Un piquetero teme el hambre. El empleado teme perder su trabajo. Los chicos de la calle temen la indiferencia y los golpes. Un inversor quiere cobrar sus bonos. Los pibes pobres temen que la policía los arroje al Riachuelo, o los torture en una comisaría. Los empresarios temen ser secuestrados, que les maten los hijos. Un villero y un sin techo temen el frío o una sudestada. Los jubilados temen ser robados al salir del banco. Los ahorristas temen ser robados por los bancos. Los enfermos temen no conseguir medicación. Los inquilinos temen no poder pagar el alquiler y los propietarios no poder pagar las expensas. El Gobierno teme a los piqueteros, a las movilizaciones, y a la consulta popular. Los políticos temen perder el poder. Los padres temen por el futuro de sus hijos en un país que ha dejado de ser previsible en términos de estabilidad y progreso. La lista sigue. Todas estas son inseguridades; pero lo son cada una a su manera y admiten soluciones diferentes, algunas enfrentadas.



Pensar que estas inseguridades pueden resolverse modificando el Código Penal o poniendo más patrulleros en las calles, es francamente ingenuo. Salvo que, cuando hablamos de inseguridad nos estemos refiriendo a sólo una parte de ella (la que atañe a un 10% de la población). ¿Pero qué pasa con las inseguridades que afectan a más del 70% de la población? ¿Qué pasa con las inseguridades debidas a la falta de trabajo, a la falta de viviendas, a la falta de salarios dignos, a la falta de asistencia social, a la falta de educación y salud?



Tal vez el 70% de la población -salvo en términos electorales- sea fantasma para el Gobierno. ¿Por qué digo esto? Porque la enunciada generación de trabajo genuino no se concreta, en una magnitud necesaria, razonable y equitativa. Al parecer, porque al Gobierno le interesa más negociar el pago de la Deuda Externa. Que se traduce en giros de miles de millones de dólares al exterior, que no sólo impiden el crecimiento, y el trabajo genuino enunciado, también postergan la asistencia a necesidades sociales urgentes, provocando sufrimientos a más del 50% de la población y empeñando su futuro.



La pregunta es: ¿por qué si la deuda externa provoca inseguridades, sufrimientos y empeña el futuro de la mayor parte de la población, el Gobierno la negocia sin consultar? ¿Por qué no hacer un plebiscito?, ¿preguntar a la gente si quiere pagarla; y si quiere, cómo? (De esto tampoco se habla en los medios de comunicación masiva). Hay dos respuestas. Una, es que somos fantasmas. La otra, es que el Gobierno y los políticos pertenezcan o no al Gobierno- también tienen inseguridades, como se dijo más arriba. Temen perder el poder. Este miedo y el de las corporaciones parecen aliarse en una fuerza letal. La policía asesina piqueteros. Hay una larga lista de piqueteros, activistas sociales, jóvenes de pocos recursos, asesinados por policías, para-policiales o sicarios. Hay todavía una lista más larga de amenazados, maltratados, detenidos, y torturados en comisarías.



Paradójicamente, los medios masivos nos dicen que son los piqueteros los violentos y que provocan inseguridad. ¿Acaso es porque cortan las calles pidiendo planes sociales de $150 cuando la canasta familiar es de $720? ¿Acaso es porque piden trabajo? ¿Alimentos y libros escolares? ¿O es porque ocupan un puente reclamando justicia por dos de sus compañeros muertos por la policía hace dos años? Estos reclamos, de justicia y asistencia a la pobreza, no son violencia, son reclamos de seguridad en una sociedad quebrada. Y si tienen palos y piedras es sólo para defenderse, que a nadie se le ocurriría atacar con palos y piedras a las tropas fuertemente armadas de la policía y la gendarmería. Y si llevan cubierto el rostro, no es para delinquir sino para evitar que los reconozcan y los golpeen cuando andan solos.



¿De qué hablamos cuando hablamos de inseguridad? ¿De la inseguridad de la pobreza y la falta de trabajo o de la inseguridad de las corporaciones y de los políticos atenazados al poder? Tenemos que ser muy cuidadosos al analizar esto. Y lo que es más importante tomar una posición al respecto, o resignarnos a ser fantasmas. Pero tengamos en cuenta que los fantasmas no comen, no sufren, y tampoco necesitan viviendas.

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