viernes, 22 de abril de 2011

CON EL INFIERNO A CUESTAS



El presbítero Zanchetta está acusado de confortar a los marinos que realizaban los vuelos de la muerte. En 2009, Defensa lo echó de la Armada y Bergoglio lo acogió en su diócesis. Página/12 lo reveló y la Iglesia lo escondió por un tiempo en Europa. Cuando volvió, los feligreses lo rechazaron y hace 20 días Bergoglio lo colocó en San Martín. El secreto no duró mucho: ya sufrió un escrache en su nuevo destino.


Por Nora Veiras


“La mentira y el engaño son las armas del demonio”, suele repetir el presbítero Angel Zanchetta en sus homilías. La advertencia a sus feligreses resuena como una confesión de parte: Zanchetta es uno de los capellanes de la Armada denunciado por aliviar la conciencia de los pilotos de los vuelos de la muerte. Entre el ’75 y el ’77 actuó en la ESMA y ese trabajo le garantizó los vínculos que lo siguen manteniendo a flote. En 2009, el Ministerio de Defensa le ordenó a la Armada que lo pasara a retiro. Lejos de quedar a la deriva, el cardenal Jorge Bergoglio lo acogió en su diócesis. Página/12 lo identificó en la Iglesia San Pedro Telmo y, de inmediato, le buscaron nuevos destinos. A principios de mes reapareció en la parroquia María Inmaculada de San Martín, pero el secreto no duro mucho; un escrache de la Juventud Peronista Evita expuso ante los fieles la historia del pastor (ver aparte).
Después de que la Armada lo pasara a retiro, Zanchetta soportaba con su mirada helada, su porte discreto y su voz suave cada vez más preguntas incómodas en las parroquias porteñas. Bergoglio lo trasladó de San Pedro Telmo apenas apareció en la primera plana de este diario. El Golfo de Génova lo cobijó en Italia por unos meses, hasta que a mediados del año pasado volvieron a buscarle destino. Los jerarcas de la Iglesia pensaron, quizá, que sacándolo de la comuna el confesor de los pilotos de los vuelos de la muerte recuperaría tranquilidad. No fue así: en julio del año pasado reapareció en la parroquia Nuestra Señora de la Merced de Caseros, la principal de Tres de Febrero. Lo reconocieron y el obispo Guillermo Rodríguez Melgarejo pretendió nombrarlo entonces en la Sagrada Familia. Las protestas de familiares de ex detenidos-desaparecidos lo obligaron a rever la designación. Esa iglesia está a pocas cuadras del Colegio Militar y cercana a la Brigada Aérea de Palomar, lugar desde el que partían vuelos para arrojar prisioneros vivos al mar. Vecinos, junto con integrantes del partido Nuevo Encuentro, van a gestionar ante el partido de Tres de Febrero la declaración de “persona no grata” del sacerdote.
Por orden del cardenal, Rodríguez Melgarejo le buscó otro lugar dentro de su diócesis. Zanchetta asumió el 6 de marzo pasado como administrador de la parroquia María Inmaculada de San Martín, el 14 se presentó a la feligresía. Apenas una semana después, una volanteada de la JP Evita le volvió a recordar su pasado, que es presente eterno. “Como a los nazis les va a pasar/ a donde vayan los iremos a buscar”, gritaban los militantes. Al presbítero se le acortan los tiempos: ya no son meses sino apenas días los que necesitan los fieles para detectarlo y reclamar que la jerarquía eclesiástica no siga ofendiendo la memoria colectiva.
Los méritos
En El vuelo, el libro de Horacio Verbitsky que reproduce la confesión del ex capitán Adolfo Scilingo, el marino cuenta que después del primer vuelo en el que arrojó al mar prisioneros vivos, adormecidos, se sintió mal y fue a hablar con el capellán que “le encontró una explicación cristiana al tema. No sé si me reconfortó, pero por lo menos me hizo sentir mejor”, recordó.
–¿Cuál fue la explicación cristiana?
–No me acuerdo bien, pero me hablaba de que era una muerte cristiana, porque no sufrían, porque no era traumática, que había que eliminarlos, que la guerra era la guerra, que incluso en la Biblia está prevista la eliminación del yuyo del trigal. Me dio cierto apoyo.
El testimonio de Graciela Daleo, una de las sobrevivientes de la ESMA, abunda en esa comunión de religión y milicia. Mientras le aplicaban descargas eléctricas, “yo rezaba Avemarías a los gritos y eso los enfurecía. Pernías tenía al cuello un crucifijo y una medalla de la Virgen Milagrosa”. Antonio Pernías fue uno de los primeros oficiales de la Armada que admitió ante el Senado que había torturado. La reapertura de los juicios por delitos de lesa humanidad convirtió a Pernías en uno de los presos de Marcos Paz.
Con poco más de 30 años, Zanchetta era uno de los sacerdotes adiestrados para defender la “civilización occidental y cristiana”. Los métodos eran lo de menos, apenas medios consagrados al fin supremo.
En la estructura del obispado castrense, la misión de Zanchetta fue bien recompensada. A partir de la recuperación democrática se desempeñó como jefe del Servicio Religioso del Comando de Operaciones Navales de la Base de Puerto Belgrano y ocupó hasta diciembre del 2004 el cargo de canciller y secretario general del obispado castrense. En el 2007, el entonces arzobispo Antonio Baseotto lo envió a Haití para asistir a las tropas argentinas que integran la Misión de Paz de la ONU. Por entonces ya había estallado el conflicto con el ex presidente Néstor Kirchner, que desconoció a Baseotto como obispo luego de que éste propusiera tirar al mar al ministro de Salud, Ginés González García, por pronunciarse a favor de la despenalización del aborto.
Como los antecedentes podían jugarle una mala pasada a Zanchetta, en 1981 sus superiores lo habían sacado de la órbita de la Armada y lo pasaron a Ejército. En 1984, en democracia, lo devolvieron a jurisdicción de la Marina. La Iglesia oculta esos pases y niega así la presencia de Zanchetta en la ESMA.
Cuando el presbítero Pedro Candia, a cargo del obispado castrense, informó en julio del 2008 a la Armada que Zanchetta cesaba en su tarea pastoral, el cardenal Bergoglio lo sumó a la diócesis metropolitana. El obispo Oscar Ojea lo destinó a principios de 2009 como vicario a la iglesia San Pedro González Telmo, de Humberto Primo al 300. Su llegada provocó algunas preguntas incómodas para el párroco Ernesto Salvia sobre los antecedentes del cura que lo asistiría. A mediados de ese año este diario reveló que a pesar de la orden de Defensa de pasar a retiro a los capellanes que hubieran estado durante la dictadura, la Armada lo conservaba a Zanchetta como capitán de fragata en disponibilidad con un sueldo de 5000 pesos. La información provocó una nueva orden de la entonces ministra Nilda Garré al jefe de la Marina, Jorge Godoy, para que cesara en sus funciones al capellán. La resolución adjuntaba el legajo oficial que daba cuenta del paso de Zanchetta por la ESMA transformada en centro clandestino de detención. Los lazos de complicidad entre oficiales y sacerdotes en actividad desde la dictadura alimentan más de una sospecha: en el Edificio Libertad algunos memoriosos aseguran que Godoy desde su cargo de secretario de Relaciones Institucionales de la fuerza había viajado a México para brindarle apoyo económico a Ricardo Miguel Cavallo, el oficial de la ESMA detenido en ese país en 2000 por orden del juez español Baltasar Garzón, extraditado a Madrid en 2003 y desde 2007 preso y juzgado en la Argentina.
La agrupación Hijos se presentó ante el juez federal Sergio Torres para solicitar que le pidiera a la Iglesia y a Defensa todos los antecedentes de Zanchetta y lo citara a declarar. Junto al capellán Luis Antonio Manceñido son los dos curas señalados como los confesores de los oficiales que piloteaban los vuelos y fueron reconocidos también por secuestrados en la ESMA.
Formador
Antes de partir a Haití, Zanchetta combinaba su prédica castrense con la civil. Con la bendición del párroco Alejandro Puiggari, recaló entonces como segundo sacerdote en Nuestra Señora del Rosario del barrio de Palermo. Algunos creyentes recuerdan sus palabras desde el púlpito instando a votar por Mauricio Macri frente a Aníbal Ibarra y el aval elogioso a George W. Bush por “la defensa de la vida”. Puiggari es el encargado de Catequesis de la Arquidiócesis de Buenos Aires y el director de la Junta Nacional de Catequesis, por él pasa toda la enseñanza del país. El tiempo que estuvo en San Pedro Telmo lo ocupó en el asesoramiento espiritual del grupo scout. En su paso por el conurbano, la Iglesia insiste en reciclarlo para la formación de las nuevas generaciones.
Bergoglio le sigue buscando destino a Zanchetta. Quizá la confesión en los estrados judiciales le permita encontrar su lugar.

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