domingo, 17 de abril de 2011

EL SENTIDO DE LA VIDA


Historia de las Madres de Plaza de Mayo: Es una de las investigaciones más exhaustivas vinculadas con los derechos humanos en el país. El periodista, abogado y docente Ulises Gorini, autor del trabajo que Página/12 publicará en dos volúmenes a partir de mañana, sostiene que “el pasaje de la búsqueda individual del hijo propio hacia la lucha colectiva contra el aniquilamiento de la oposición política no tiene precedentes en la historia argentina y mundial”.



Por Silvina Friera

Qué coraje tuvieron esas queridísimas “Locas”. Sí, con mayúsculas. El apelativo –descalificación moral y psíquica del poder militar– lo adoptaron como “nombre de guerra”. Qué coraje infinito tienen. Conviene plantar banderas verbales en presente; el pretérito fermenta mal. Le quita a la lucha ese lubricante político-emocional ineludible a la hora de captar lo que representan las Madres desde hace más de tres décadas –para precisar, desde el 30 de abril de 1977–. Ni los secuestros de su principal impulsora, Azucena Villaflor de De Vicenti, y de otras dos mujeres, María Ponce de Bianco y Esther Ballestrino de Careaga –gestoras decisivas–, ni los sucesivos ataques de la dictadura lograron amedrentarlas ni correrlas de la Plaza de Mayo. Ese emblemático espacio público que eligieron para escapar del laberinto que implicaba peregrinar inútilmente por despachos oficiales, cuarteles, iglesias y juzgados, donde sistemáticamente todas las puertas se cerraban. Los esfuerzos individuales por buscar información sobre sus seres queridos desaparecidos se agotaban al mismo tiempo que chocaban con la férrea estructura del Estado terrorista. No querían ni podían quedarse quietas. A fuerza de poner el cuerpo juntas –todos los jueves a las 15.30–, esas mujeres que desafiaron el terror se transformarían pronto en “un nuevo hecho maldito” para los sectores dominantes del país. Fueron, son y serán protagonistas principales de la política nacional. A 35 años del golpe militar, Página/12 reedita dos libros monumentales –por la extensión, el aporte y el enfoque– que indagan en el surgimiento de este movimiento social de mujeres, uno de los más singulares del país y del mundo. Se trata de la excepcional Historia de las Madres de Plaza de Mayo, escrita por el abogado y periodista Ulises Gorini. Mañana, en el Día Nacional de la Memoria, se lanzará el primer tomo, La rebelión de las Madres, 600 páginas que abarcan de 1976 a 1983, prologado por Osvaldo Bayer. El segundo, La otra lucha (1983-1986), aparecerá el domingo 3 de abril (ver aparte). Como plantea Gorini en la introducción de La rebelión..., primer ladrillo fundamental que los lectores podrán comprar a 34 pesos, el conflicto esencial acuñado en el mito de Antígona parece reencarnar en los primeros pasos de ese puñado de mujeres indómitas. “El enfrentamiento entre Creonte, el rey de Tebas que ordena que el cadáver de Polinices, hermano de Antígona, permanezca insepulto en castigo por su ataque al poder, y Antígona, que intentará enterrarlo en cumplimiento de un mandato familiar, ‘cuya vigencia no es de hoy ni de ayer, sino de siempre’, representa la colisión entre la razón de Estado, que requiere una condena ejemplificadora, y la razón fundada en el lazo de sangre, que se justifica como una ley que se remonta a los orígenes de la humanidad. La dialéctica entre lo público y lo privado, entre la política y la familia, entre la vida y la muerte que se manifiesta en aquel mito, se repite de otra forma –pero sustancialmente igual– en el surgimiento de este movimiento de mujeres, en la segunda mitad de los años ’70, a fines del siglo XX, como respuesta a la desaparición forzada de sus hijos, perpetrada por el terrorismo de Estado.” Exhaustiva y brillante resulta la faena de Gorini. Durante más de una década investigó sin dejar ningún cabo suelto. Consultó numerosas fuentes, examinó documentos secretos de la dictadura, revisó con lupa los diarios y revistas de la época, acopió material fotográfico y fílmico, contó con el valioso archivo de las Madres, la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, la Comisión Nacional Sobre Desaparición de Personas (Conadep) y la Liga Argentina por los Derechos del Hombre. Pero también revolvió archivos personales y sumó el trascendental testimonio de las protagonistas, como Hebe de Bonafini, Nora de Cortiñas, María Adela Antokoletz y María del Rosario Cerrutti, entre tantas otras. El abogado, docente y periodista especializado en derechos humanos no se conformó con volcar el cúmulo de información obtenida a través de una prosa amena y fluida. La rebelión..., publicado por primera vez en 2006, dista de ser un relato histórico pasteurizado por las buenas intenciones. Hay, en la arquitectura del libro, en la razón de ser de esa escritura, un andamiaje teórico complejo que abreva en la antropología, la psicología, la sociología y la economía. Desde el intento de componer una narrativa hasta entonces no escrita, Gorini ensaya, articula hipótesis, encara la cuestión a partir de una dimensión integral. El primer tomo –el segundo también– navega mejor en las aguas del ensayo que en el río de la mera historia. De entrada deja sentado que las Madres son un movimiento social de resistencia, una fuerza política. Aunque al principio ellas no se concibieran a sí mismas como un nuevo sujeto político, como un movimiento. –¿Qué significado tiene la reedición de su libro a 35 años del golpe? –La reedición está en relación con lo que representan las Madres en la escena política, de la cual nunca han estado ausentes, como verdaderas protagonistas de primer orden de la política nacional. Un simple repaso de los diarios de estos últimos 34 años nos demuestra que esto es así. Las Madres nos aportan, además de su dignidad y su modelo de rebelión, su extraordinaria originalidad política. El pasaje de la búsqueda individual del hijo propio hacia la lucha colectiva contra el aniquilamiento de la oposición política, en especial de los sectores más indóciles y radicalizados, es un recorrido que no tiene precedentes en la historia argentina y mundial. El sentido transformador de la maternidad, que rompe con las formas individualistas, patriarcales y burguesas, para proyectarse en un nuevo tipo de maternidad socializada y altamente politizada tiene un valor de enorme creatividad. –En la presencia constante de las Madres, además de otros organismos, está la cifra de este presente en el que se llevan a cabo numerosos juicios por las violaciones a los derechos humanos cometidas durante la dictadura. –Las Madres simbolizan no sólo la demanda de justicia sino un concepto amplio de los derechos humanos: el derecho a la vida y la libertad, como principio, el despliegue de todos los derechos que hacen a la dignidad de los seres humanos como horizonte. El tema del procesamiento del genocidio no es un camino ya acabado o pronto a finalizar. El avance en los juicios contra un importante grupo de genocidas es un gran paso en esa dirección, que debe continuar con, por ejemplo, el enjuiciamiento de los personeros de los grupos económicos y sociales que fueron parte del soporte mismo del genocidio. Igual responsabilidad criminal que a los ejecutores directos del exterminio les cabe a quienes concertaron con ellos el plan económico de la dictadura. Deben ser juzgados, tal como lo postuló el abogado Carlos Slepoy. Pensar que la política económica de Martínez de Hoz no tiene que ver con el genocidio y que Martínez de Hoz y los integrantes de los grupos económicos que lo apoyaron y se beneficiaron con sus políticas no tienen una responsabilidad penal no es sólo una ingenuidad sino una distorsión histórica. Pensar que Videla es responsable y no lo son los titulares de los grupos económicos y las empresas que lo avalaron y que las políticas económicas de Martínez de Hoz no han sido parte del genocidio sería un grave error: sería dejar intacto el huevo de la serpiente. El camino de la justicia todavía tiene un largo trecho que recorrer y no es un camino sin riesgos, como lo demuestra tanto la desaparición de Julio López cuanto la existencia de sectores políticos indiferentes o directamente opuestos a la necesidad de hacer justicia. –¿Por qué desde el título del libro pone el énfasis en la palabra rebelión? –Las Madres simbolizan un concepto amplio de los derechos humanos, que involucra el derecho a la vida y la libertad, pero también el derecho en general a una sociedad más justa, e incluso a la resistencia, a la rebelión, para alcanzarla. La idea de la rebelión vinculada con los derechos humanos es algo que casi no se menciona en relación con las Madres o con la teoría de los derechos humanos. Existe una idea positivista y liberal de los derechos humanos que, en el mejor de los casos, los concibe como una declaración, una serie de artículos en la Constitución, o cosas por el estilo, y no dice una sola palabra sobre la forma de hacer efectivos esos derechos. El capitalismo deja librada la programática de los derechos a la libre empresa y la libertad de mercado. En consecuencia, se transforman, en el mejor de los casos, en derechos meramente declarativos. Frente a esa hipocresía, las Madres, al igual que lo hicieron frente al terrorismo de Estado, vinculan la defensa de los derechos humanos con el derecho a la rebelión. Las Madres son la encarnación misma de ese vínculo fundamental entre derechos humanos y rebelión. –En sus libros aborda la lucha de las Madres bajo la dictadura y durante los primeros años de la posdictadura. ¿Qué opina de lo que ocurre con las Madres a partir de 2003? –Estábamos acostumbrados a ver a las Madres permanentemente en la oposición y en la crítica al poder desde las posiciones más duras. Pero a partir de 2003 hay un cambio fundamental en relación con el poder, o cuanto menos con el nuevo gobierno, representado por Néstor Kirchner. Este cambio se explica por procesos internos del movimiento de las Madres, pero también por posiciones políticas del gobierno de Kirchner. Es innegable que con la anulación de las leyes de amnistía, entre muchos otros hechos, Kirchner apuntó directamente al corazón de las Madres y ellas respondieron positivamente frente a este giro. Hay que tener en cuenta tanto de dónde veníamos –impunidad y neoliberalismo a rajatabla y luego crisis del 2001–, cuanto las diversas perspectivas que se abrían para el país en relación con los diversos proyectos políticos que se enfrentaban. En esa encrucijada, las Madres representaban un factor clave. No podemos soslayar el enorme valor simbólico que tienen para la política argentina. Desde su surgimiento este grupo de mujeres adquirió un enorme significado ético y político, primero al constituirse en el punto de partida de una resistencia que permitió cambiar las previsiones que los genocidas tenían para la Argentina y enfrentar luego las claudicaciones de la etapa posdictatorial. Es decir, el valor simbólico reside en ser el punto inicial de otra política y de otro país, basado en la dignidad que había sido mancillada por los golpistas y abandonada por sucesivos gobiernos constitucionales. Después de la crisis del 2001 –que es la crisis de la política, la economía y la sociedad en su conjunto, tal como había sido modelada desde mediados de los setenta, pasando por la dictadura, hasta la llamada etapa de transición–, se pone en evidencia con mayor claridad el valor simbólico que las Madres tienen para una reformulación profunda de la sociedad y, si se quiere, para una relegitimación de la política. Las Madres –lo han demostrado– jamás permitirán que el huevo de la serpiente permanezca intacto. “Desconocer la importancia de los juicios, sosteniendo que es una cuestión del pasado o algo meramente oportunista, o establecer una diferencia entre los juicios y los ‘derechos humanos de hoy’, como si se pudieran separar ambas cuestiones, es desconocer la relación dialéctica que hay entre el pasado y el presente, y entre genocidio y estructura económica, social y política –subraya Gorini–. Los juicios a los responsables del genocidio no sólo son un problema de justicia retroactiva, sino que tienen que ver con modelar el presente y el futuro de los argentinos. La vigencia plena de los derechos humanos implica transformar a fondo la estructura del país y acabar con aquel huevo de serpiente. Esta es la lección que surge de toda la historia de las Madres de Plaza de Mayo.”

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