Por Sebastián Feijoo
Entrevista a Mario Carlón, semiólogo e investigador. La creciente caída de audiencia de los canales de aire y los fenómenos que atraviesan al medio.
La televisión manda. Emite, se reproduce, se multiplica. Invade otros medios y encandila. ¿Cuántos programas de radio leen y releen las grillas de rating, se trenzan en arduos debates sobre si tal o cual programa midió más o menos de lo que debería y tantos oyentes siguen esas exposiciones y hasta se suman a las acaloradas interpretaciones? La televisión de aire hasta cierto punto es cada vez menos masiva –nuevos formatos en cable, internet y hasta la piratería de películas erosionaron su caudal histórico– y, sin embargo, parece día a día más presente e invasiva. Impone agenda, es más autorreferencial que nunca y traslada contenidos a otros espacios –diferentes programas del canal de origen del producto, competidores, radios, diarios y revistas–. Mientras la TV masiva habla cada vez más de sí misma, pocos piensan sobre ella. O, para ser más precisos, son ínfimos los espacios dónde circulan reflexiones sobre la TV.Mario Carlón es licenciado en Historia del Arte (Unlp), doctor en Ciencias Sociales, profesor de Semiótica de los Géneros Contemporáneos de la Carrera de Comunicación de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA), y dirigió el Proyecto de Investigación “Sujetos telespectadores y regímenes espectatoriales en la programación televisiva” (UBA). En su último libro, El fin de los medios masivos. El comienzo de un debate (La Crujía), analiza junto a Carlos Scolari a los medios en la era post-masiva y detalla cómo cambiaron las prácticas sociales de consumo mediático. El trabajo también incluye reflexiones de intelectuales de diversas extracciones como Robert Logan, Gustavo Aprea, Paolo Bertetti, José Luis Fernández, Hugo Pardo Kuklínski, Eduardo Russo, Sandra Valdettaro, Mirta Varelay y Eliseo Verón.Según Ibope, el año 2010 verificó el encendido más bajo de la TV abierta argentina desde 2004. En los últimos siete años la televisión de aire habría perdido 800 mil televidentes, un 19,7 por ciento. Otros estudios hablan de una caída aún mayor. Más allá de los números y las formas de medirlos, la reducción del caudal de televidentes de la TV de aire es notoria y Carlón prevé que la tendencia es irreversible. “Todo hace suponer que con el tiempo esta caída se profundizará aún más. La gente tiene otras opciones y una porción cada vez más importante las está tomando. Es un fenómeno global. En este escenario, los canales de aire se radicalizan para no perder el público que les queda. Canal 13 y Telefé marcan tendencias y el resto, a excepción de Canal 7, viven de los ecos de las señales líderes”, explica Carlón.–Empecemos por la coyuntura. ¿El verano nos condena indefectiblemente a una TV más berreta?–En general, la televisión del verano se vuelca mucho más al entretenimiento ocasional, se hace más farandulesca, abusa de la repetición y sobre todo es más barata. Vamos a tener en las pantallas muchos móviles en la playa o en piletas, con figuras y/o figuritas del momento. Los canales masivos, como Telefé y Canal 13, redoblan el liderazgo con los realities Gran Hermano y Soñando por bailar, dos formatos de bajo presupuesto pero que demuestran alta capacidad para generar rating y multiplicar contenidos en esos mismos canales –que funcionan como planetas– y también en Canal 9 y América –que actúan como satélites–.–¿Qué rol tiene Canal 7 entre esos planetas y satélites?–Con Néstor Kirchner y Cristina Fernández, Canal 7 por primera vez desde la vuelta de la democracia está jugando otro juego. Antes no se había alcanzado el perfil cultural que ha desarrollado este Gobierno con Encuentro y también con algunos contenidos de Canal 7. La señal del Estado no sigue a los realities y eso también está muy bien. Incluso, de la mano de 6,7,8, construyó un juego político que obtuvo mucha repercusión.–¿Cuáles fueron los cambios más importantes de los últimos años en la TV argentina? ¿Son modificaciones que acompañan tendencias globales o también tienen improntas locales?–La televisión argentina ha tenido dos grandes movimientos en los últimos 10 o 15 años. Uno de ellos es de origen local y otro global. El de origen local yo lo llamo metatelevisión: es decir, la televisión sobre la televisión. Lo característico de este formato es que se trata de programas que hablan de otros programas más que de sí mismos y se alimentan básicamente del archivo. Este fenómeno se construyó a partir de algo que no era un programa de TV: los primeros videos de Las patas de las mentiras, de Miguel Rodríguez Arias. Recién más tarde se convirtieron al formato televisivo y básicamente tenían un tono de denuncia política. Esa televisión sobre la televisión nace en los ’90 y se extiende con PNP, Indomables, TVR y Zapping, entre otros. Con 6,7,8, adquiere una vuelta de tuerca y gana un espacio distinto. El otro gran movimiento de los últimos años son los realities en estado puro, como Gran Hermano, o los utilizados por (Marcelo) Tinelli, por ejemplo con Bailando por un Sueño. Éstas ya son fórmulas globales que cambian la grilla televisiva e imponen la mecánica de canales planetas y canales satélites. Los programas metatelevisivos se dirigen a una especie de espectador no televisivo, crítico y algo distante. Los realities trabajan con la televisión como conjunto y tienden a pulverizar la diversidad.–Más allá de que últimamente se ampara en formatos reality, ¿se puede hablar de Tinelli casi como un género en sí mismo?–Sin dudas. Tinelli era masivo y popular aun cuando no aplicara formatos importados. Lo demostró en Telefé y hasta en Canal 9. Cruza muchos géneros con un timing que parece que sólo él tiene. Sus programas son como cajas vacías donde se puede meter cualquier cosa. Comenzó a construir casi un imperio con el uso de la voz en off en el primer Videomatch.–¿Qué fenómenos acotaron la audiencia de la TV masiva? –Son múltiples factores. El crecimiento del cable es notorio. Llega cada vez a más hogares y con contenidos muy diversos. Pero últimamente creció mucho a partir de la ficción: series de gran calidad que funcionan como recetas muy convocantes. Quizás fue Expedientes X la que permitió corroborar que tiras de calidad también podían ser un fenómeno masivo. Ahora son decenas. La calidad en relación a las series de los ’70 es casi el día y la noche, y se aproxima cada vez más al cine. Pero también están internet y las redes sociales. Incluso tiene su impacto el hecho de que las películas se consigan mucho más fácil y rápido que antes.–¿La TV digital favorecerá una atomización mayor?–La transmisión digital en sí misma no implica un gran cambio: mejora la definición, pero no es una cuestión tan relevante en el escenario actual. La mayor o menor cantidad de acceso a esas señales es un tema importante a futuro. Pero habrá que ver qué señales aparecen y cuáles son sus contenidos.–2011 es un año electoral y seguramente Tinelli apelará más adelante a Gran Cuñado o algún esquema similar. ¿Qué tanta influencia puede tener Tinelli en una elección?–Es muy difícil de cuantificar, pero sin dudas tiene influencia. Impacta en la visibilidad de los candidatos y también en los votos. Es casi seguro que Tinelli apelará a un formato similar porque le fue muy bien con eso. El humor ocupa un lugar importante en el equilibrio simbólico que se va produciendo en el desarrollo de una sociedad. Cuando (Fernando) De la Rúa fue a Videomatch, derivó en una tragedia institucional de la cual el gobierno de la Alianza nunca pudo recuperarse.
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