jueves, 21 de abril de 2011

"SAN MARTÍN ESTARÍA ORGULLOSO"



El actor Rodrigo de la Serna elogia la nueva unidad latinoamericana. Política y oportunismo en la nueva tira El puntero. Y cómo llegó a la actuación por casualidad.


Por Leandro Filozof


A la mañana, en la función privada de Revolución, el cruce de los Andes –que se estrena el 7 de abril–, era José de San Martín. Se lo veía en el proyector con patillas hasta el comienzo del mentón, el sombrero militar y un acento extraño de principios de siglo XIX. Pero ahora está vestido de camisa azul, pantalón de jean y zapatillas de lona que hacen juego. A punto de cumplir 35 años, Tiene el pelo rapado arriba de las orejas y un poco más largo cerca de la nuca. Su tonada no es distinta de la de cualquier otro argentino que vive en este nuevo milenio. Ahora es, de nuevo, Rodrigo de la Serna.–¿Cómo fue verse en la película?–La película está tan bien contada que no me veo a mí. Y eso pocas veces me pasa. Esta es una película que tiene magia, es un relato en el que uno entra de lleno. Pocas veces me pasó de no estar mirando el personaje, de no decir acá estuve bien, acá mal. Soy muy crítico.–¿Lo intimidó ponerse en la piel del “Padre de la Patria”?–Fue maravilloso. De los desafíos más apasionantes que me tocaron, más inesperados aunque, de alguna manera, muy deseado. ¿Quién como actor no tiene un deseo de hacer un personaje de esta magnitud? Fue una experiencia muy intensa y estoy muy agradecido.–¿Por qué fue uno de sus mayores desafíos?–Porque tiene sus dificultades extras. Sobre todo el rigor que uno mismo se pone para tratar de retratar a una persona tan enorme y de tanta relevancia. Fue un desafío no difícil sino muy intenso y apasionado.–Entonces le gustó el resultado final.–Es una película muy bien contada y estoy orgulloso de lo que quedó. Me gusta más allá de lo que significa hacer una película sobre San Martín. Un relato muy bien construido; es de suspenso, es un thriller, tiene cosas de épica, es un peliculón. Pero además se da en una coyuntura latinoamericana más que favorable para hablar de él, en un momento de revisionismo histórico que atraviesa la Argentina y esta película se alinea en ese movimiento.–En un momento de la película el personaje de Corvalán le pregunta a su entrevistador “¿Qué es para usted la Patria?”.–Se estaba hablando de dos patrias distintas, la de San Martín y el concepto de patria que nace con la generación del ’80, el que utiliza Mitre para acuñar una idea muy distinta, la de Sarmiento y toda esa generación que planteó una patria mucho más mezquina, más chica. No la patria grande, en todo sentido. Sin duda que ese es el punto de inflexión, el gobierno de Mitre.–¿Y usted está de acuerdo con la patria grande?–Siento que mi casa es un continente, que es el sueño que tuvieron San Martín y Bolívar o, si vamos más atrás, es el Abya yala de los aymaras. Sin duda, lo que se construyó después es una pena. Todos dicen que San Martín cruzó los Andes, pero ¿cómo hacés para amenazar a 6.500 personas para que crucen y formen parte de un ejército? Es porque había un movimiento popular por debajo y de base. Un ejército desde el pueblo, para el pueblo, con una idea de liberación y de emancipación. Ese estado cambia de signo con Mitre, con la guerra de la Triple Alianza, con el proceso de organización nacional de Roca, la conquista del desierto.–¿Cómo cree que vería San Martín la actualidad?–Estaría más contento que hace quince años. Estaría muy orgulloso de los pasos que se dieron de integración regional, de soberanía, de dignidad ante el mundo, de fraternidad entre los pueblos sudamericanos. Esta realidad se parece mucho más a la que él soñó.–Esta película, Lo que el tiempo nos dejó y pronto Punteros. ¿Por qué está teniendo más participación en actuaciones que tocan la política?–Se ve que me llaman, son como encarnaciones artísticas. Al principio de mi carrera me llamaban para personajes delirantes, siempre hacía de loco. Después personajes más marginales como en Okupas y ahora me está tocando esta encarnación.–¿Cómo va a ser su personaje en Punteros?–Un pibe marginal con problemas con las drogas y que vive en un barrio carenciado. Tiene mucha violencia contenida pero también mucha ternura. Se apoya un poco en la figura del Gitano, el personaje de Julio Chávez, que es una especie de dirigente barrial. Lamentablemente el programa no se llama “el dirigente barrial” sino El puntero. Pero sinceramente no es un programa que hable de política, está enmarcado en una coyuntura y seguramente esto es para generar algún tipo de inquietud o de incomodidad en algún sector, pero es un programa sobre vínculos humanos.–¿No tiene una bajada política?–Seguramente los mentores de esta idea, tal vez por esta cuestión de guerras entre medios, quisieron generar algún tipo de inquietud. Pero en los guiones todavía no veo una bajada de línea o referencias concretas. La política tiene cosas muy elevadas y cosas muy bajas. En este caso, se va a mostrar un poco el contexto y la coyuntura que son las prácticas más bajas de la política. La corrupción es algo inherente a la condición humana, no tiene que ver con un partido político ni con un sector de la sociedad.–¿Contra las cuerdas también tiene cierta connotación política?–No está estigmatizada la violencia y la marginalidad, y eso me parece un acierto. No quiere decir que no haya violencia y marginalidad en el conurbano bonaerense, pero los medios exacerban todo eso y es algo que no comparto. Punteros va a mirar un poco más sobre esa situación, una situación que se da por muchas décadas de políticas equivocadas que estigmatizan a la sociedad, la abandonan y marginan. De todos modos, ahora hay movidas políticas para que eso deje de suceder. Me gustaría que fuese más acelerado, pero no se puede todo, no es fácil gobernar.–¿Contra las cuerdas le sirvió como revancha por la película de Ringo Bonavena?–Me sirvió para hacer algo con todo eso. Entrené durante 360 días, tenía siete comidas diarias, una hora de fierros y dos horas de boxeo todos los días. Fue tremendo, pesaba 20 kilos más que ahora. Así que cuando se cayó estuve a punto de tener una depresión muy severa.–Encima podía boxear gente.–Sí, casi boxeo a un par pero por suerte me pagaron todo. Además, si se hubiese filmado Ringo, no filmaba San Martín.–Ahora, además, ¿vuelve al teatro? –Voy a hacer una obra que se llama Lluvia constante, dirigida por Javier Daulte con Joaquín Furriel. Yo vengo de ahí. Desde los 12 hasta los 21 años me la pasé haciendo teatro, una o dos obras por año.–¿Por qué la actuación? –Empecé de casualidad y por necesidad. Me topé con el taller de teatro a los 12 años en la escuela secundaria y sin darme cuenta, como un juego, estaba trabajando en el teatro. La vida me fue proponiendo eso. Pero tuve la suerte de poder dedicarme profesionalmente a algo que me gustó desde el principio.–Y hoy, ¿qué significa?–Es una profesión maravillosa que me dio todo lo que tengo y todo lo que soy. Me hace pensar y reflexionar sobre la condición humana. Trato de sacarle a cada personaje algo positivo, comprender por qué le pasan las cosas que le pasan y eso aplicarlo a mi vida.–Dijo que no eligió ser actor. ¿Habría elegido ser otra cosa?–La música me gusta mucho, que también lo estoy haciendo. Tuve un grupo de tango y milonga que se llama El Yotivenco. Ahora nos separamos pero nos fue muy bien. Igual con la actuación fui de todo: boxeador, prócer...–¿Le queda algo por hacer?–Quiero recuperar un viejo cine donde vivo en Ingeniero Maschwitz. El viejo cine Gloria, se llamaba. Me gustaría que eso se materialice, aún falta mucho laburo. Estuvo 35 años abandonado, tiene árboles adentro y todo, pero hay una fuerza que está ocurriendo con un grupo de compañeros del pueblo, del colectivo cultural. Y después quiero hacer teatro, volver con el grupo de música, grabar algún disco, filmar alguna película, demasiadas cosas tal vez. Pero está bien, todavía soy joven.

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