Por Carlos del Frade
(APe).- -Es una situación amenazante. No hablamos de evitar la protesta pero si que no sea amenazante- dijo Guillermo Montenegro, ministro de Seguridad del gobierno de la ciudad de Buenos Aires.
Los que multiplican la amenaza, según el punto de vista del funcionario del señor Mauricio, son los limpiavidrios, los militantes encapuchados, los llamados trapitos que cuidan los coches y otras “mafias”, según su particular visión de la realidad.
La amenaza no es el sistema que produce exclusión, sino los excluidos.
Y no importa que la Constitución Nacional vaya en contra de la discriminación en cualquiera de sus formas.
Acá se trata de custodiar el privilegio y eliminar de la vista a los indeseables que las minorías producen.
El pensamiento de los funcionarios del señor Mauricio, en realidad, hunde sus raíces en las políticas del desprecio contra las mayorías y los pueblos originarios.
Perseguir a las mayorías.
Agitar los fantasmas del miedo contra aquellos que han perdido casi todo.
Una práctica despreciable pero común, demasiado común en la crónica del pueblo argentino.
Pasó con las naciones guaraní, Quilmes, chaná, calchaquí, yamana, mocoví y toba. Eran dueños de la tierra, los montes, los cursos de agua y los cielos abiertos. Después los persiguieron y los hicieron esclavos. Debían pedir permiso para sobrevivir.
Sucedió con los gauchos, los que forjaron la primera independencia de estos arrabales del mundo derramando sangre desde los mares más profundos a las cumbres nevadas más altas.
Cuando volvieron de aquellas guerras fueron perseguidos y encarcelados por vagos y malentretenidos y sus hijos tuvieron que deambular en soledad por las calles de las principales ciudades de las provincias recién formadas.
Ni hablar con los pueblos negros que durante décadas aportaron belleza, música y valentía para que la vida sea un derecho de todos y no el capricho de algunos. Sin embargo terminaron desaparecidos, negados, torturados y excluidos.
También ocurrió contra los que llegaron de Europa en busca de algo parecido a un futuro.
Los explotaron en los puertos y los campos siempre en manos de pocos para después expulsarlos de la educación, la salud y hacinarlos en los conventillos de principios del siglo veinte.
Los verdaderos dueños del lugar, los verdaderos constructores de la riqueza, los verdaderos protagonistas de la historia, los más, las mayorías, siempre fueron satanizados por las élites.
Y hoy, en la Capital Federal, síntesis de una Argentina que dice ser democrática vuelve a aflorar el látigo histórico de la persecución contra los empobrecidos.
La noticia dice que “el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires anunció este lunes que presentará un proyecto de ley para modificar el Código Contravencional. Si el Parlamento local aprueba el texto, los trapitos o cuidacoches y limpia vidrios, salvo que exista una autorización para eso, quedarán prohibidos; no se podrán portar palos en las marchas ni llevar la cara tapada. Buscarán endurecer las penas para aquellos que ensucien los bienes públicos. Insistirán con el uso de la pistola eléctrica. La oposición de centroizquierda calificó de "burda y primitiva" a la iniciativa machista”, apunta la información.
-Que la gente no tenga miedo – agrega Montenegro mientras los fantasmas perseguidores vuelven a la vida convocados por la política del señor Mauricio, ese conjunto de medidas que intenta consolidar un sistema a imagen y semejanza de esa gente, los que son pocos, los inventores de los espectros.
Agencia de Noticias Pelota de Trapo
(APe).- -Es una situación amenazante. No hablamos de evitar la protesta pero si que no sea amenazante- dijo Guillermo Montenegro, ministro de Seguridad del gobierno de la ciudad de Buenos Aires.
Los que multiplican la amenaza, según el punto de vista del funcionario del señor Mauricio, son los limpiavidrios, los militantes encapuchados, los llamados trapitos que cuidan los coches y otras “mafias”, según su particular visión de la realidad.
La amenaza no es el sistema que produce exclusión, sino los excluidos.
Y no importa que la Constitución Nacional vaya en contra de la discriminación en cualquiera de sus formas.
Acá se trata de custodiar el privilegio y eliminar de la vista a los indeseables que las minorías producen.
El pensamiento de los funcionarios del señor Mauricio, en realidad, hunde sus raíces en las políticas del desprecio contra las mayorías y los pueblos originarios.
Perseguir a las mayorías.
Agitar los fantasmas del miedo contra aquellos que han perdido casi todo.
Una práctica despreciable pero común, demasiado común en la crónica del pueblo argentino.
Pasó con las naciones guaraní, Quilmes, chaná, calchaquí, yamana, mocoví y toba. Eran dueños de la tierra, los montes, los cursos de agua y los cielos abiertos. Después los persiguieron y los hicieron esclavos. Debían pedir permiso para sobrevivir.
Sucedió con los gauchos, los que forjaron la primera independencia de estos arrabales del mundo derramando sangre desde los mares más profundos a las cumbres nevadas más altas.
Cuando volvieron de aquellas guerras fueron perseguidos y encarcelados por vagos y malentretenidos y sus hijos tuvieron que deambular en soledad por las calles de las principales ciudades de las provincias recién formadas.
Ni hablar con los pueblos negros que durante décadas aportaron belleza, música y valentía para que la vida sea un derecho de todos y no el capricho de algunos. Sin embargo terminaron desaparecidos, negados, torturados y excluidos.
También ocurrió contra los que llegaron de Europa en busca de algo parecido a un futuro.
Los explotaron en los puertos y los campos siempre en manos de pocos para después expulsarlos de la educación, la salud y hacinarlos en los conventillos de principios del siglo veinte.
Los verdaderos dueños del lugar, los verdaderos constructores de la riqueza, los verdaderos protagonistas de la historia, los más, las mayorías, siempre fueron satanizados por las élites.
Y hoy, en la Capital Federal, síntesis de una Argentina que dice ser democrática vuelve a aflorar el látigo histórico de la persecución contra los empobrecidos.
La noticia dice que “el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires anunció este lunes que presentará un proyecto de ley para modificar el Código Contravencional. Si el Parlamento local aprueba el texto, los trapitos o cuidacoches y limpia vidrios, salvo que exista una autorización para eso, quedarán prohibidos; no se podrán portar palos en las marchas ni llevar la cara tapada. Buscarán endurecer las penas para aquellos que ensucien los bienes públicos. Insistirán con el uso de la pistola eléctrica. La oposición de centroizquierda calificó de "burda y primitiva" a la iniciativa machista”, apunta la información.
-Que la gente no tenga miedo – agrega Montenegro mientras los fantasmas perseguidores vuelven a la vida convocados por la política del señor Mauricio, ese conjunto de medidas que intenta consolidar un sistema a imagen y semejanza de esa gente, los que son pocos, los inventores de los espectros.
Agencia de Noticias Pelota de Trapo
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