Noticieros. La competencia comercial capitalista impuso el fenómeno de espectacularización de la noticia.
Por Carlos Campolongo
(Abogado, psicólogo y profesor titular en la UBA y en la Unlz)
En un principio, el noticiero de televisión fue una bifurcación visual de la matriz impuesta por la prensa comercial escrita. Información vinculada a la actualidad, tematizada y perteneciente sin equívocos al género de la no-ficción.
Ya avanzados los ’60 en la Argentina conocimos un híbrido: el magazine. En los noticieros del mediodía se mezclaban noticias con recetas de cocina, horóscopos y médicos consejeros de dietas y cuidado de niños. Pero ya entonces aparecían crónicas construidas en base a la presunta presencia de extraterrestres, casas con fantasmas y todo aquello que podría recostarse más en la ficción. A veces demasiado banal.
El desarrollo del cable y los canales temáticos en la década del ’80 cambiaron ciertas características del discurso televisivo. La noticia pasó a ser un flujo constante y bastante repetitivo a lo largo de las 24 horas. Esto erosionó las bases del noticiero tradicional.
Por otra parte, la influencia de la TV en grandes audiencias dentro de la competencia comercial capitalista impuso otro fenómeno complejo como es la espectacularización de la noticia. Las noticias consideradas también como mercancías.
Convengamos que el fenómeno de espectacularización tiene diversas lecturas. Rigurosamente, bajo ciertas condiciones de contacto entre la mirada y la pantalla, la televisión no puede escapar de cierto epifenómeno propio de sus características de consumo y que, inevitablemente, permiten calificarlo de espectacularización; sin valoración negativa.
Ahora, si se articula con el sensacionalismo kitsch, el abuso del dramatismo, la imagen catastrófica como la más acreditada para construir la agenda de un programa de noticias, entonces ya la cuestión es más dudosa, ética y estéticamente. La imagen tiene doble filo: la potencialidad de su verosimilitud y la posibilidad de su desanclaje con la causalidad de un hecho. In extremis: nos fascina la imagen ablandando el proceso de comprensión intelectual. Ya de por sí, la noticia es un acontecimiento que tiene características necesariamente fragmentarias y la rutina periodística deja poco margen para conjetura o refutación de procesos causales, en base a argumentaciones. Se sabe que la velocidad, entendida como ritmo, acelera la sucesión de noticias. Salvo cuando se detienen, casi hasta el hartazgo, frente a las grandes conmociones.
Los noticieros tradicionales ocupaban el prime time, el horario más caro para pautar publicidad dentro de la programación de los canales generalistas. Nos estamos refiriendo a los abiertos. Por décadas, el conjunto de los noticieros acaparaba casi el 70% de la audiencia. Sin embargo, actualmente muchos de esos espacios han sido reemplazados por programas, con animadores sin temor a la idiotez, en donde la temática es la chismografía, la vida íntima de las estrellas y estrellitas (y de vez en cuando algún estrellado) con un lenguaje bastante rudimentario y con el único ingenio de estar jugando permanentemente con el doble sentido de implicancias genitales. Curiosamente, cuando ocurrió la crisis de finales de 2001, las primeras informaciones sobre la protesta, la ira, los cacerolazos y las marchas sobre Plaza de Mayo fueron conducidas por varios animadores de programas de espectáculo (¿?) hasta que llegaron las caras identificadas con los noticieros.
El tema es muy complejo y saber cómo evolucionará la denominada información es todavía más difícil. A continuación, sólo algunos señalamientos, absolutamente insuficientes:
• La agenda es la noción que trata de buscar un consenso entre los especialistas en comunicación sobre la potestad que tienen los medios de establecer la visibilidad de ciertos temas y de otros no.
Han transcurrido varias décadas desde que Umberto Eco sistematizara las estrategias básicas de manipulación de la agenda de un informativo. Cómo jerarquizar las noticias, según tiempos, imágenes, lugar en el guión del noticiero y lenguajes que colaboren más o menos para su comprensión.
• Por cierto que ello no es unilineal, porque las audiencias tienen también la posibilidad de construir sus propias agendas conforme las demandas y experiencia primaria de sus vidas cotidianas. He allí una negociación continua entre medios y públicos. Movimientos profundos en las sociedades que nadie puede controlar, ni la política ni los medios.
• En un contexto signado por la pospolítica (visión tecnocrática que sólo administra, nunca instituye) la comunicación se transformó en una herramienta definitoria para la información y el control social. El núcleo problemático es la Babel de sentidos de las palabras información y comunicación. Los magmas informativos, de la sociedad hiperinformada no nos asegura igualdad (hay informaciones más y menos importantes sin igualdad de acceso) ni fraternidad (sabemos sobre la desintegración de los vínculos sociales, aislamiento e individualismo –que cierto discurso mediático exacerba–) ni libertad (si se fomenta el grado cero de compromiso político, indiferencia, apatía, pero promociona el consumismo permanente para ciertas capas sociales). Vida pública y privada ya no son el adentro y el afuera (Vg. talk shows de confesiones íntimas, grandes hermanos, shows del caño y ciertos políticos). Además, en la administración con baja intensidad política, una forma eficaz de movilizar emocionalmente a la gente es propagando muchas noticias que generen miedos (crimen, violencia, al otro, etc.).
• La proliferación y circulación de la imagen ha estimulado más los aspectos emotivos que los cognoscitivos en el ser humano. Políticamente hablando podemos decir que vivimos la era de las emotioncracia o democracia de las emociones que son administradas mediante estrategias de poder. Cuando la organización sociopolítica es débil, los mensajes desde los sectores dominantes tienen más posibilidad de lograr efectos a corto plazo.
• La información presente en una pintura no otorga el sentido pretendido por el artista y del que se apropia quien lo contempla. Para eso hace falta distancia y nosotros estamos en medio de cambios vertiginosos, inciertos pero desafiantes para la creación de mejores paisajes.
(Abogado, psicólogo y profesor titular en la UBA y en la Unlz)
En un principio, el noticiero de televisión fue una bifurcación visual de la matriz impuesta por la prensa comercial escrita. Información vinculada a la actualidad, tematizada y perteneciente sin equívocos al género de la no-ficción.
Ya avanzados los ’60 en la Argentina conocimos un híbrido: el magazine. En los noticieros del mediodía se mezclaban noticias con recetas de cocina, horóscopos y médicos consejeros de dietas y cuidado de niños. Pero ya entonces aparecían crónicas construidas en base a la presunta presencia de extraterrestres, casas con fantasmas y todo aquello que podría recostarse más en la ficción. A veces demasiado banal.
El desarrollo del cable y los canales temáticos en la década del ’80 cambiaron ciertas características del discurso televisivo. La noticia pasó a ser un flujo constante y bastante repetitivo a lo largo de las 24 horas. Esto erosionó las bases del noticiero tradicional.
Por otra parte, la influencia de la TV en grandes audiencias dentro de la competencia comercial capitalista impuso otro fenómeno complejo como es la espectacularización de la noticia. Las noticias consideradas también como mercancías.
Convengamos que el fenómeno de espectacularización tiene diversas lecturas. Rigurosamente, bajo ciertas condiciones de contacto entre la mirada y la pantalla, la televisión no puede escapar de cierto epifenómeno propio de sus características de consumo y que, inevitablemente, permiten calificarlo de espectacularización; sin valoración negativa.
Ahora, si se articula con el sensacionalismo kitsch, el abuso del dramatismo, la imagen catastrófica como la más acreditada para construir la agenda de un programa de noticias, entonces ya la cuestión es más dudosa, ética y estéticamente. La imagen tiene doble filo: la potencialidad de su verosimilitud y la posibilidad de su desanclaje con la causalidad de un hecho. In extremis: nos fascina la imagen ablandando el proceso de comprensión intelectual. Ya de por sí, la noticia es un acontecimiento que tiene características necesariamente fragmentarias y la rutina periodística deja poco margen para conjetura o refutación de procesos causales, en base a argumentaciones. Se sabe que la velocidad, entendida como ritmo, acelera la sucesión de noticias. Salvo cuando se detienen, casi hasta el hartazgo, frente a las grandes conmociones.
Los noticieros tradicionales ocupaban el prime time, el horario más caro para pautar publicidad dentro de la programación de los canales generalistas. Nos estamos refiriendo a los abiertos. Por décadas, el conjunto de los noticieros acaparaba casi el 70% de la audiencia. Sin embargo, actualmente muchos de esos espacios han sido reemplazados por programas, con animadores sin temor a la idiotez, en donde la temática es la chismografía, la vida íntima de las estrellas y estrellitas (y de vez en cuando algún estrellado) con un lenguaje bastante rudimentario y con el único ingenio de estar jugando permanentemente con el doble sentido de implicancias genitales. Curiosamente, cuando ocurrió la crisis de finales de 2001, las primeras informaciones sobre la protesta, la ira, los cacerolazos y las marchas sobre Plaza de Mayo fueron conducidas por varios animadores de programas de espectáculo (¿?) hasta que llegaron las caras identificadas con los noticieros.
El tema es muy complejo y saber cómo evolucionará la denominada información es todavía más difícil. A continuación, sólo algunos señalamientos, absolutamente insuficientes:
• La agenda es la noción que trata de buscar un consenso entre los especialistas en comunicación sobre la potestad que tienen los medios de establecer la visibilidad de ciertos temas y de otros no.
Han transcurrido varias décadas desde que Umberto Eco sistematizara las estrategias básicas de manipulación de la agenda de un informativo. Cómo jerarquizar las noticias, según tiempos, imágenes, lugar en el guión del noticiero y lenguajes que colaboren más o menos para su comprensión.
• Por cierto que ello no es unilineal, porque las audiencias tienen también la posibilidad de construir sus propias agendas conforme las demandas y experiencia primaria de sus vidas cotidianas. He allí una negociación continua entre medios y públicos. Movimientos profundos en las sociedades que nadie puede controlar, ni la política ni los medios.
• En un contexto signado por la pospolítica (visión tecnocrática que sólo administra, nunca instituye) la comunicación se transformó en una herramienta definitoria para la información y el control social. El núcleo problemático es la Babel de sentidos de las palabras información y comunicación. Los magmas informativos, de la sociedad hiperinformada no nos asegura igualdad (hay informaciones más y menos importantes sin igualdad de acceso) ni fraternidad (sabemos sobre la desintegración de los vínculos sociales, aislamiento e individualismo –que cierto discurso mediático exacerba–) ni libertad (si se fomenta el grado cero de compromiso político, indiferencia, apatía, pero promociona el consumismo permanente para ciertas capas sociales). Vida pública y privada ya no son el adentro y el afuera (Vg. talk shows de confesiones íntimas, grandes hermanos, shows del caño y ciertos políticos). Además, en la administración con baja intensidad política, una forma eficaz de movilizar emocionalmente a la gente es propagando muchas noticias que generen miedos (crimen, violencia, al otro, etc.).
• La proliferación y circulación de la imagen ha estimulado más los aspectos emotivos que los cognoscitivos en el ser humano. Políticamente hablando podemos decir que vivimos la era de las emotioncracia o democracia de las emociones que son administradas mediante estrategias de poder. Cuando la organización sociopolítica es débil, los mensajes desde los sectores dominantes tienen más posibilidad de lograr efectos a corto plazo.
• La información presente en una pintura no otorga el sentido pretendido por el artista y del que se apropia quien lo contempla. Para eso hace falta distancia y nosotros estamos en medio de cambios vertiginosos, inciertos pero desafiantes para la creación de mejores paisajes.
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