Por Federico Scigliano y Lautaro Batista
Ser joven está de moda, parece gritar la época. La metáfora floral se impone y está con nosotros. Más de 20 mil pibes pintaron durante una semana 1000 escuelas en todo el país. Juventud, mística y militancia full full, para empezar un año que viene movido.
73-83-2011 podría organizar una tríada posible de florecimientos de militancia juvenil. En la historia argentina reciente hubo otras dos estaciones del amor político a las que les sucedieron, respectivamente, la tragedia y el desencanto. Esta tercera primavera parece una versión más aplomada, la democracia que la contiene es infinitamente más estable que aquellas de los días camporistas, o esa de los años de Alfonsín. Esta es una generación que sueña sueños más módicos, pero tal vez más reales. Y que agradece infinitamente que le hayan dado la posibilidad de volver a creer. Los jóvenes que hoy se involucran apasionadamente en la huestes kirchneristas son la sorpresa de la hora. Vienen del desierto, se pinchan para darse cuenta de que es verdad, que están militando por un proyecto después de años de no creerle a nadie. Ser joven era, básicamete, no creerle a nadie. Pues bien, las cosas parecen haber cambiado.Buena prueba de ello fue lo que sucedió cuando más de 20 mil jóvenes en todo el país se integraron a las Jornadas Florecen Mil Flores, Pintamos Mil Escuelas que los Ministerios de Educación y de Desarrollo Social de la Nación, y los ministerios de educación provinciales organizaron para, como lo dice el nombre, echarle una manito de pintura a las aulas argentinas. Nosotros nos subimos al bondi y nos fuimos de recorrida por la ciudad para calibrar la intensidad de la movida. Ahí vamos.Kirchnerismo de PalermoLa primera parada es el “Avellaneda” de Palermo, colegio mítico de la militancia secundaria. Ni bien llegamos nos ponemos a charlar con un grupo de pibes del Centro de Estudiantes que pintan entusiasmados el gimnasio de la escuela en perfecta armonía con sus compañeros del CNP y La Cámpora. Los chicos, que lo primero que hicieron fue sacar a relucir su independencia, están ahí un miércoles de febrero explotando toda su energía adolescente en las paredes, en las discusiones políticas, en las bromas entre los distintos espacios, compartiendo algún que otro sánguche, retándose entre sí. La música de fondo la pone un equipito con Los Piojos a todo volumen. Estamos en el corazón del barrio más cool y los pibes no paran de llegar al gimnasio. Litros y litros de pintura, caras pintadas por el salpicón del rodillo.Sin embargo, a pesar del clima festivo de las aulas, afuera el barrio poco y nada sabe del asunto. Gilda y su hermano, en un kiosco a la vuelta del colegio no tienen ni idea de lo que está pasando, aunque sí están de acuerdo con la “movida” y les parece genial, pero igual no pueden dejar de instalarse en la queja vecinal, bien porteña, como un “Nunca menos” pero al revés: “Esta buenísimo que los jóvenes se comprometan, que pinten, pero hay otras cosas más importantes ¿viste?, yo qué sé, nunca está de más que den una mano, yo fui a ese colegio y te puedo asegurar que se pueden hacer otras cosas más importantes que pintar.” Vaya uno a saber qué, pero bueno, Buenos Aires se queja. Mientras esto sucede, dos chicas que salen de la orientación para rendir materias previas, y disfrutan de una gaseosa en otro kiosco de la zona también dicen lo suyo “Cuando estábamos nosotras había menos política, era mejor, ahora están todo el tiempo discutiendo, ¿están pintando? Bueno, por fin”. Rajemos.
Atardecer en Floresta
Entonces nos subimos al 166 en Juan B. Justo y nos vamos para Floresta. Allí fuimos testigos del verdadero intercambio generacional. De una lado, Alberto, 67 años, vecino-militante, mirada setentista, cejas canosas que se dejan ver por encima de las gafas donadas por la organización para proteger los ojos de la pintura, look Jotapé 1974; enfrente Sofía de 17, rulitos, cumpliendo sus primeras tres semanas en política, sonrisa permanente. ¿Cómo explicar esto? ¿Qué extraño alquimista diseñó esta formula perfecta que mancha democráticamente manos ajadas por los años y toppers rojas post Cromañon?Alguien muy perspicaz gritaría “es la política, estupido”, y sí, la política es capaz de convertir una escuela de la calle Morón en un campamento cumpa, donde la casera ríe continuamente y se lamenta por no haberse puesto “más coqueta” para la entrevista. Y de fondo el rock del país, y de los pisos superiores del colegio baja como lava hirviendo el sonido dulce de 30 militantes veinteañeros que estrofan y gargantean las distintas piezas del nuevo cancionero kirchnerista o como se quiera llamar. Y el atardecer que cae en el barrio de Floresta es pellizcado por el aplauso, entre sánguches y agua mineral, que truena justo cuando el timbre del colegio suena y caen más jóvenes recién llegados del laburo y Julián cierra con un pequeño discurso.También aquí hicimos inteligencia con algunos vecinos, y otra vez apareció esa pared que aún marca la frontera entre un auge juvenil cada vez más imponente en la política y el mundillo vecinal con la mística del sentido común, ese que nos disparan dos vecinos por la calle Sanabria, de esos que parecieran nunca haberse movido de esa cuadra, siempre ahí con su mate y sus brazos en jarra, en la puerta de una zapatería repleta de fotos de All Boys y el Polaco Goyeneche, murmurando, conspirando pequeñas guerras íntimas: “Mirá pibe, que no se hagan los héroes, que no me vengan ahora a vender que están pintando las escuelas con mis impuestos.” Por suerte nos sacó de la escena un joven barrial, pelado, tatuaje de San Lorenzo, que cuidaba un garaje. Lo encaramos: “Sí, está buenísimo que hagan esto, ¿son todos jóvenes? ¿del gobierno de Cristina? Mirá vos, no me lo esperaba, la verdad que ni idea de esta campaña, para mí siempre que alguien ayude está bien, a mí la política no me gusta, menos ahora que no podés ni hablar que ya te saltan a discutir”, nos dice el pelado calibrando una estado de las cosas desde su ventanita barrial al mundo en la tarde eterna de Floresta, mientras mata el tiempo leyendo ¿Qué les pasó? de Tenebaun en los ratos que en el fin de semana le deja el fútbol para todos.Y sí amigos, todo no se puede. Más de 1400 escuelas se pintaron en todo el país con más de 20 mil jóvenes involucrados, no nos vamos a deprimir por algún que otro pelado que lee un libro que envejeció demasiado rápido, y dos viejos oriundos del ocaso de los tiempos.
Pompeya
El recorrido terminó en Pompeya, en la escuela “Homero Manzi”, allá por avenida Sáenz, bien al sur.Allí el escenario es variado. Hay profesores de pintura como Vanesa dirigiendo los equipos de pintores militantes voluntarios como Zuni y Andrés que están coloreando dos murales: uno más infantil, el otro relacionado con las historias de la escuela. En otro lado hay chicos del Centro de Estudiantes, como Teresa y Elías, que se mezclan con la militancia pero manteniendo bien firme su lógica propia de contenedores del amplio espectro identitario del colegio con la ayuda de Jorge, el rector, que nos comenta la cantidad de madres jóvenes que alberga la escuela y los problemas entre los pibes por ser de distintos barrios. El cuadro lo completan el viejo de seguridad que estaba tan copado con la movida que quería organizar él mismo un esquema de almuerzo para los pintores, y las chicas de limpieza que en un remanso de la escalera nos susurraron lo fuerte que es la comunidad de la escuela y cómo todos se cuidan entre sí. Preceptores, chicos del Centro de Estudiantes, vecinos, padres, los pibes del IUNA junto a militantes de Parque Patricios, La Boca, la 21, y Pompeya hormiguean entre las aulas dando fe de la frase que escuchamos en la boca del rector y los chicos del Centro de Estudiantes: “Acá no manda Zabaleta, ni Lomas, ni Catán, acá mandamos todos”.Nos fuimos del Homero Manzi con la sensación de haber estado no en una escuela sino en algo distinto, algo como un pequeño ministerio de contención social, con orientación puntual en artes.Florecieron mil flores, pues, en una semana de febrero en que los pibes y el Estado decidieron coincidir. ¿Pibes y Estado dijimos? Esa es la verdadera novedad de esta tercera primavera.El cierre se los dejamos a Papu, responsable de Pompeya, rodillo en mano: “Este es un momento histórico ,y vaya si nos damos cuenta de eso, en todo el país está pasando lo mismo, y cada minuto que pasa es más emocionante que el anterior.”
Pintá tu aldea
Por Violeta Rosenberg
Es viernes. En el Jardín de la República llueve, llueve y no para de llover. En cambio, al interior de la escuela secundaria República Oriental del Uruguay, que queda en un barrio de casas bajas, alejado del centro de Tucumán, llueve pintura: seis pibes están rasqueteando las paredes de su aula al ritmo de una cumbia a todo volumen que sale de los parlantes de una netbook estatal. Afuera, en el patio, otros dos se mojan mientras bailan hip hop en el marco de los talleres culturales que acompañan la movida. Se mueven extraordinariamente, lo que llama la atención de todos los presentes y culmina con estruendosos aplausos que compiten con el ruido del agua que rebota en los techos. Sobre una de las tantas puertas cuelga un cartel que anuncia que florecerán 1000 flores y que se pintarán 1000 escuelas. Se ve a Néstor Kirchner vistiendo el traje de El Eternauta, bajo otra lluvia, extraña y radioactiva.“La escuela se pinta igual: llueve o truene, lo mismo da”. León lo dice mientras se arremanga. Esta materia ni piensa llevársela a marzo, como las seis que tiene para rendir. “Kirchner se ocupó de los pobres, de nosotros, por eso lo bancábamos”, explica a los curiosos qué se acercan a ver por qué, siendo fin de semana y mes de vacaciones, hay tanto piberío en la escuela. Relata León que su familia progresó durante el kirchnerismo, que su padre, antes desocupado, ahora labura y que las calles de su barrio, que eran de tierra, ahora tienen asfalto nuevito y transitable.“Los chicos que pintan no son los de mejor calificación”, rescata Patricio. Según sus alumnos, el “profe copado” de Física y Matemática. Cuenta que, pese al temporal, ni él, ni ninguno de sus jóvenes faltó a las jornadas de pintura, mientras que asesora a los chicos sobre cómo llevar a cabo la tarea. Las palabras le salen de la boca a borbotones, como alguna que otra alcantarilla que no da abasto. Patricio guarda diversos saberes, desde cómo maximizar el rendimiento del aguarrás hasta cómo trabajaron en la escuela durante y sobre el año del Bicentenario. “Yo converso para amenizar. Al mal tiempo, buena cara”, se excusa.Pasado el fin de semana y la tormenta, Tucumán vibró con un sismo de 5,9 grados. Las paredes, recién pintadas, resistieron todas.
Soñar, soñar
Por Emiliano Flores
Por el nivel de sincronización, la escena podría repetirse en cualquier película de Sábados de superacción: dos autos se encuentran en un estacionamiento prácticamente deshabitado, de ambos baja un grupo de muchachos y realizan el intercambio de mercancías. Claro que la escena cobraría mucho más realismo si en vez de bajar cinco chicos con remeras blancas con el logo de La Cámpora, hubiesen bajado un grupo de chinos bien estereotipados portando armas.La escena rompe la bella armonía en el momento que Francisco grita “A pintar”, y rápidamente el grupo empieza a bajar latas de pintura, fijador, rodillos, pinceles y lijas para empezar a pintar la escuela primaria Nº 377.Francisco puede llevar la voz de mando, pero su aspecto físico desnuda que todavía le queda mucho tiempo para ser joven. Es que con 22 años, forma parte de la troupe de más de 1500 jóvenes que en la Provincia de Santa Fe se comprometieron a “pintar su aldea”.Francisco, como la mayoría de los de su grupo, la militancia le fue creciendo en los últimos años hasta que un día, a mediados del año pasado, envió junto a su primo y un amigo, un correo a La Cámpora. Para la primavera ya habían armado un grupo de facebook y realizaban su primer gran actividad: conmemoraban el día del estudiante repartiendo preservativos y algún material sobre salud sexual en la plaza principal de Reconquista.Al comenzar la tarde, los muchachos ya habían lijado 4 aulas y entre sanguchitos y gaseosas, comenzó un pequeño recreo. Hubo tiempo para hablar de la interna santafesina, de Scioli, de Sabatella y del legado de Néstor. También de las diferentes generaciones: la de los setenta, la de los noventa, la del kirchnerismo y también la de Malvinas, ese agujero negro para todos. Finalizado el recreo, los muchachos siguieron con su misión y yo seguí viaje con mis compañeros hacia otra localidad. Ya en el auto, aliviado por el aire acondicionado, miré un rato el costado de la ruta y me quedé pensando que hay algo nuevo y que se llama futuro. Lo último que hice antes de quedarme dormido fue imaginar una cuadrilla pintando escuelas en Puerto Stanley.
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