Son instituciones privadas, pero también asociaciones civiles y fundaciones. Montaron un negocio sobre la necesidad de quienes trabajan en villas y barrios pobres. Funcionan como intermediarios. Piden a los turistas un promedio de 400 dólares para ser voluntarios y se quedan con el 80% del abono. Nadie los controla.
Por: Manuel Alfieri y Virginia León Torrez
No se pierda la oportunidad de conocer la otra cara de la realidad argentina.” Con ese slogan, una serie de organizaciones –entre las que hay empresas privadas, pero también asociaciones y fundaciones que dicen no perseguir fines de lucro– ofrece participar en tareas de voluntariado social a turistas extranjeros ávidos de invertir su tiempo y su cuerpo en villas miseria o barrios de emergencia. Pero con una condición: tienen que pagar un promedio de 400 dólares, a pesar de que se trata de una tarea voluntaria y que la ley que regula esta actividad dice todo lo contrario. De ese dinero, casi siempre el 80% queda en manos de estas entidades intermediarias y apenas el 20% llega a las organizaciones sociales. Muchas veces, esa donación apenas se traduce en un pack de útiles escolares.
Aunque no existen datos oficiales acerca de cuántas instituciones reciben voluntarios del extranjero, se estima que son alrededor de 70, diseminadas a lo largo y a lo ancho del país. En esta investigación, Tiempo Argentino pudo identificar a 14 que cobran por “ubicar” a los voluntarios que arriban de distintos puntos del mundo, principalmente de los Estados Unidos y Europa.
El abanico de ofertas es amplio: desde los institutos privados de enseñanza de español, que en un mismo paquete ofrecen hospedaje, visitas a estadios de fútbol y clases de tango, hasta las fundaciones que sólo reciben al recién llegado, construyen un “perfil” para determinar cuál es su área de interés y, después de cobrarle, lo derivan a una organización barrial.
Desde 2010, la Argentina cuenta con la Ley Nº 25.855, reglamentada por la presidenta Cristina Fernández, que prohíbe tajantemente cobrar por el voluntariado social. “Se entenderá por organizaciones en las que se ejerce el voluntariado social a las personas de existencia ideal, públicas o privadas, sin fines de lucro, cualquiera sea su forma jurídica”, dice la norma.
Pero el organismo oficial encargado de controlar a estas instituciones, el Centro Nacional de Organizaciones de la Comunidad (CENOC), desconoce la situación. Al menos, eso es lo que adujo su directora, Beatriz Baltroc, quien consultada por este diario dijo no estar al tanto del problema. Pese a eso, Baltroc consideró: “El voluntariado se caracteriza por la gratuidad. Por eso, si hay organizaciones que están cobrando a los extranjeros, es un negocio que nada tiene que ver con la concepción del voluntariado que tenemos. Y, además, están fuera de la ley.”
Muchas de estas entidades son ONG, como Life Argentina, Asociación Civil Voluntariado Global y Help Argentina. En el caso de esta última, el cobro no incluye hospedaje, clases de español, pasajes, costos de transporte, comidas, ni seguro médico. Todo eso está a cargo del turista. ¿Por qué se paga? “La tarifa que cobramos nos ayuda a mantener con vida nuestro programa”, responde sintéticamente Help Argentina en su página web.
Ese programa se llama Insight Argentina, que ya recibió más de 700 voluntarios extranjeros. Ollie, un adolescente proveniente de Inglaterra, fue uno de los tantos turistas que estuvo cerca de anotarse. “Pero desistí porque no estoy de acuerdo con que cobren para hacer el voluntariado”, explicó el joven, que finalmente encontró un lugar donde puede combinar las ganas de ayudar con la gratuidad: el Centro Conviven.
Allí da clases de música e inglés para pibes de Ciudad Oculta y no tiene que desembolsar un peso para hacerlo. En Help Argentina, por el contrario, debería pagar 350 dólares, de los cuales 100 son asignados a la organización donde se realiza el programa.
Aunque se reconoce como una asociación sin fines de lucro, la institución es una verdadera máquina de generar dinero con la solidaridad. Desde 2003 en adelante, logró movilizar más de 4 millones de dólares. Además, trabaja con grandes empresas internacionales y asesora a organismos de la escala del Banco Mundial. Lo que se dice, todo un gigante del altruismo.
De todas formas, la institución no oculta su papel de intermediario. “Este programa funciona de nexo entre individuos que no viven en la Argentina y organizaciones sociales”, se lee en su sitio de Internet. Y, pese a que dice tener “un conocimiento profundo de los problemas sociales críticos” de la Argentina, su sede está registrada en Nueva York.
Entre los requisitos que se le exigen al aspirante, se encuentran haber cumplido 18 años y tener conocimientos básicos de español. Sin embargo, nada se dice acerca de la visa especial, regida por la Ley Nº 25.871 e imprescindible para que un turista extranjero pueda ejercer como voluntario social en nuestro país.
Consultado por este diario, un empleado de Help Argentina dejó al descubierto cómo esta irregularidad está completamente naturalizada. “La visa de voluntariado requiere una burocracia importante. Nuestros voluntarios en este momento no la tienen, porque la mayoría de las organizaciones se están manejando con visa de turista”, explicó el joven.
–¿Pero igual se puede hacer el voluntariado?
–Legalmente, estarías en falta. Nosotros no te podemos sugerir que lo hagas solamente con la visa de turista y que no saques la de voluntariado. Pero hay muchos voluntarios que se están manejando de esa forma.
Entre las organizaciones relevadas por Tiempo Argentino también se encuentran algunas fundaciones, como Afos y el Centro de Estudios Lengua Española Córdoba (CELEC), ambas exentas del pago de IVA y el Impuesto a las Ganancias.
En el caso de CELEC, su Programa de Trabajo Voluntariado Básico dura entre uno y seis meses, cuesta unos 450 dólares y no incluye hospedaje, pasaje ni seguro. El cobro, entonces, sólo contempla “gestiones de selección, coordinación y seguimiento del voluntario y una colaboración que se les hace a las organizaciones con las que trabajamos”, informó Manuela, empleada de ventas de la fundación. No parece “logística” suficiente para un desembolso de más de 2000 pesos argentinos. Pero es lo que cobran.
Y hay tarifas todavía más altas. Gran parte se encuentran en los institutos de enseñanza de idiomas, como Coined, Road Argentina, Able Spanish, Ecela, Spanish School La Montaña y Bridge Argentina. Este último se encuentra en la calle Tucumán 633 de la Ciudad de Buenos Aires, pero tiene sede central en los Estados Unidos. Los precios van de los 1795 a los 2495 dólares, dependiendo del tiempo de estadía. Después de las cuatro semanas, cada siete días se debe pagar un adicional de 495 dólares.
El pago siempre se realiza online, con tarjeta de crédito, ya que la institución no acepta dinero en efectivo. Allí se esconde una irregularidad que sólo pudo ser revelada por alguien que conoció el negocio desde adentro: Alejandra Rivero, asistente de ventas telefónicas de Bridge entre 2008 y 2010.
“Cuando trabajaba en la escuela –explicó Rivero–, teníamos que cerrar todas las ventas de cursos de manera online porque el pago se hacía directamente a la casa matriz en Denver. Tampoco entregábamos un recibo o factura por esto.”
–¿Y Bridge pagaba a las organizaciones con las que trabaja?
–Sí. Se hacía una donación estándar por mes. A veces no era en dinero, sino en útiles escolares.
Esta situación fue corroborada por otra ex empleada de Bridge. Alejandra Lombardo, coordinadora en 2009 del Youth Oetreach Volunteer Program, relató: “Se hacía una donación representativa a la organización designada, que podía ser en dinero o a través de útiles escolares, ropa, comida.”
Otro ejemplo de las escuelas de idiomas que sacan rédito de la solidaridad es Expanish, que brinda el servicio de voluntariado social por 450 dólares, junto con alojamiento por 155 dólares la semana, clases de tango y polo por 500 dólares, y transferencias entre aeropuertos por 50 dólares, entre otros servicios de lujo. Y aunque la ley indica que los voluntarios tienen derecho a “recibir información sobre los objetivos y actividades de la organización”, Expanish mantiene en secreto las ONG con las que trabaja. “Por cuestiones de seguridad no revelamos los nombres de las organizaciones con las que realizamos el voluntariado”, explicó Camila, del sector de ventas.
Por último, está el caso de las llamadas “empresas sociales”, como Amartya y Connecting World. La primera de ellas cobra, a través de su programa BA Volunteer, una cuota de 800 dólares, que incluye 20 horas de clases de español. La segunda, cuesta unos 425 dólares, que incluyen la “donación a la organización anfitriona”, aunque no se especifica cuál es ese monto.
Estos son sólo algunos casos identificados por Tiempo Argentino. Pero, se sabe, hay muchos más. Mientras la actividad de estos intermediarios se desarrolle sin mayores controles, en muchos casos el voluntariado social, antes que una forma de ayudar a los sectores más vulnerables de la población, terminará siendo, por el contrario, un modo de lucrar con ellos.
La cifra - 14
instituciones que piden dinero a los turistas extranjeros para realizar voluntariado social son las que Tiempo Argentino pudo detectar en su relevamiento.
Las claves
1 - Tiempo Argentino identificó a 14 entidades “sin fines de lucro” e instituciones privadas que cobran a los extranjeros para hacer tareas de voluntariado.
2 - Los precios más baratos rondan los 25 y 100 dólares. El más alto, que incluye otras prestaciones, lo cobra un instituto de idiomas: llega hasta los 2495 dólares.
3 - La Ley 25.855 es clara: las organizaciones que ejercen el voluntariado social son “personas de existencia ideal, públicas o privadas, sin fines de lucro”.
Gustavo Curcio, de Voluntarios Sin Fronteras
“Impera la lógica empresarial”
Gustavo Curcio es director de Voluntarios Sin Fronteras, una asociación civil sin fines de lucro nacida en el año 2005. A pesar de los costos que posee la realización de sus más de 15 proyectos sociales, la organización no cobra un centavo a los extranjeros que deciden invertir su tiempo en ayuda social.
–¿Por qué se oponen al cobro del voluntariado social?–Ideológicamente no podemos compartir ese sistema, es un contrasentido. Y, además, hay una ley que establece que la actividad se entiende como gratuita, sin fines de lucro y ajena a las relaciones laborales.
–¿Cuál es la lógica que impera en las instituciones donde sí se cobra?
–La lógica empresarial. Para estas instituciones, ir a ver un partido de Boca, comerse un asado, bailar un tango y conocer un pobre están en el mismo nivel. Muchas tratan al extranjero como un cliente, como alguien que paga por un servicio. Una de las cosas que demuestran que esto es un negocio es que el extranjero está muy poco tiempo haciendo el voluntariado. Lo que buscan es algo rápido, fácil, efímero. Al final de cuentas, terminan siendo intermediarios de un negocio, son una burocracia: reciben al extranjero, le cobran y lo mandan. Es una vergüenza, porque la tarea más importante la tiene la organización que recibe al extranjero, donde finalmente se hace el voluntariado.
–¿Y por qué las organizaciones de base aceptan formar parte de ese sistema?
–Es duro lo que voy a decir, pero algunas de estas organizaciones se prostituyen, porque los intermediarios les dan una parte de la plata que el extranjero paga, alrededor del 20%, algo muy menor. Sucede que tienen necesidad de acceder a recursos, porque los necesitan, y la realidad es que muchas veces no los tienen o les cuesta mucho acceder a ellos. También están las que sí tienen conciencia pero no les importa.
–¿La mayoría de las instituciones que promocionan el voluntariado social cobra?
–No conozco una que no lo haga. Es falaz el argumento de que tienen “gastos operativos” o de “logística”, porque lo mismo que ellos ofrecen, también lo ofrecemos nosotros, que obviamente tenemos que sostener gastos administrativos. Pero no con la plata de los extranjeros.
–¿Y hay control sobre esta actividad?
–Estas instituciones deberían tener problemas con el organismo de aplicación de la ley de voluntariado, el CENOC, pero cuenta con muy poca estructura. La ley se dictó en 2004, recién se reglamentó en 2010 y el CENOC existe hace muy poco tiempo. No hay mucho marco, estructura ni recursos como para que pueda controlar esta situación. <
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