miércoles, 13 de junio de 2012

PIBES ABANDONADOS COMO PERROS

Hace mas de un año que más de 500 pacientes con patologías múltiples esperan que se reabra el Servicio de Zooterapia en el Parque Roca. Una historia de persecución política y desidia hacia los niños enfermos.

Por Exequiel Siddig       

"Recordá que hemos inaugurado un número unificado para todos los reclamos de los vecinos. Se trata del número 147. Allí podés hacer reclamos puntuales sobre temas de la Ciudad”. Recién el viernes, Susana Olmedo recibió esta respuesta desde el email del Jefe de Gabinete de Ministros porteño, Horacio Rodríguez Larreta. Olmedo le había escrito el 19 de marzo. Su hija, Noelia, tiene una de las enfermedades que son consideradas no habituales. Padece de Sindrome de Rett, parálisis cerebral, tiene rasgos de autismo y sufre las secuelas de una hospitalización prolongada.
Esta madre inquiría al funcionario macrista porque desde octubre del año pasado el gobierno PRO decidió cerrar sin previo aviso el Servicio gratuito de Zooterapia en el Parque Roca, donde Noelia y más de 500 niños se atendían. Larreta le respondió que se comunique al número donde “los vecinos” reclaman habitualmente porque se quemó una lamparita del alumbrado público, se tapó una boca de tormenta o porque el camión de la basura no pasó.
Noelia fue abandonada de chiquita. Cuando Susana Olmedo –que forma parte de los Hogares del Belén, del Movimiento Familiar Cristiano– la encontró moribunda en el Hospital Meléndez, en Adrogué, decidió adoptarla. Hoy Noelia tiene 14. Llevaba nueve años de tratamiento con algunos de los 36 perros adiestrados de la doctora en psicología Elsa Szwarcman, hasta octubre directora del programa que ella misma creo en 1993. “Con los perros, Noé se para y ahora con el kinesiólogo se tira y se larga a llorar –cuenta Olmedo–. No es lo mismo sostenerse de una barra fría que de un Golden Retriever que te mueve la cola y te lame. Noelia nunca le sonríe a nadie. Y a los perros, sí. Los chicos perciben la zooterapia como un juego. Los padres queremos recuperar el lugar, que nos devuelvan el programa con la misma directora.”
Cuando Szwarcman recibió el predio para que desarrollara un hospital a cielo abierto hace 17 años, le decían “Siberia”, porque estaba en una lomada que superaba la altura de la actual Autopista Presidente H. Cámpora. Allí, el viento azotaba los huesos. Recién en 2006, lograron hacer refacciones, dejar el lugar a nuevo. En 2007, el ministro de Salud de entonces, Donato Spaccavento, oficializó el Servicio como parte del programa de salud oficial de la Ciudad.
Cuando el Gobierno porteño actual lo cerró “de un viernes para un lunes”, cuenta la ex directora, estaban haciendo una plaza con juegos especiales diseñados por el equipo interdisciplinario del Servicio de Zooterapia y los padres. Habían sacado las hamacas del área de Bienes en Desuso de la Ciudad. Le iban a poner “María Milagros van Panthu”, el nombre de una niña con mielomeningocele (espina bífida progresiva) que se atendía en el Parque Roca y que falleció hace cinco años durante una intervención quirúrgica en el Hospital Gutiérrez.
Lo que sucede con el antiguo Servicio de Zooterapia en el Parque Roca es digno de un cuento del más siniestro setentismo, pero del lado de los Falcon verdes. Sin las muertes ni las desapariciones, claro. Pero con los aprietes, el boicot constante, las pinchaduras de teléfonos, las amenazas, un policía que desabrocha su cartuchera frente a una madre y sólo por ahora ninguna pistola humeante. En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, sos bienvenido, claro. Pero para los enfermos, en pro de la depuración de la raza, la Caba se reserva el derecho de admisión.

Danza con perros. La zooterapia es una técnica de abordaje terapéutico a diferentes patologías psicomotrices. Se basa en el uso de animales como estímulo permanente. Sobre todo, se desarrolla con pacientes que padecen patologías derivadas de trastornos genéticos entre las que se cuentan los Síndrome de West, Asperger y Angelman, la Parálisis Cerebral y el autismo en todos sus grados.
En Argentina, la pionera en esta clase de atención psicomotriz ha sido Elsa Szwarcman, que se especializó en zooterapia en la Delta Society de Estados Unidos, y en Terapia Asistida y Discapacidad por la Universidad de Valencia. Recientemente, fue nombrada por la Federación Canina Internacional como Directora Ejecutiva para el Mercosur en Terapia Asistida con Perros. Es decir, la máxima autoridad argentina reconocida internacionalmente.
En una quinta del conurbano, Szwarcman convive con sus perros Golden Retriever, Labrador, Terranova, Boyero de Berna y Pastor del Pirineo. Han sido adiestrados según las normas de la técnica Pet Partner y están certificados según las normas ADI (Assistance Dogs International) por dos jueces de perros de trabajo argentinos –uno que está en funciones en la Policía Portuaria; el otro, retirado del Servicio Penitenciario Bonarense–, que a su vez fueron aprobados como tales por la Federación Cinológica Internacional.
“El vínculo de los pacientes con los perros –cuenta la psicóloga– remite a partes evolutivas anteriores.” Los canes no sólo sirven para estimulación muscular o emotiva, sino que actúan como censores privilegiados para prevenir ataques o crisis en la enfermedad. “Por ejemplo, el perro sirve para la detección precoz del aura epiléptico. Te avisa de cinco a 10 minutos antes de que ocurra, agarrando la mano del paciente. Esto no detiene la crisis, pero permite preparar al chico de otra manera.” El trabajo de los perros también es sorprendente con las personas insulino dependientes. “En una caminata, el perro detecta cuando sube la glucosa del paciente porque la piel del paciente se pone muy dulce. Lo empieza a lamer sin parar. Al reves, cuando baja la glucosa, la piel se pone ácida, como con olor a acetona, y el perro tiene las papilas preparadas para detectarlo también.”

Sin amparo. Joaquín Giménez tiene autismo. Nunca había mirado directamente a los ojos de su papá, el Colo, Walter. Sin embargo, antes de los tres meses de cumplir con su zooterapia, Joaquín lo hizo. El desarrollo con los perros transcurrió de maravillas. La dulzura en su dibujo de Pepper, el Terranova que lo acompañaba a sol y a sombra una vez por semana, así lo probó. Antes de su último cumpleaños, la semana pasada, dibujó otra vez al perro con colmillos ensangrentados. Nunca más lo había vuelto a ver desde el cierre. Y nunca más volvió a mirar a los ojos a su padre. Se volvió a retraer. La respuesta del gobierno porteño fue que los padres llamaran al 147.
En una nota al ex Procurador Adjunto de Asuntos Institucionales y Empleo Público porteño, el director de Salud Mental del gobierno del PRO, Juan Alberto Garralda, decía que “el Servicio de Terapia Asistida por Animales” tenía “un receso transitorio por motivos estivales”. El 1º de julio hizo -1,8ºC. Es evidente que el verano ya pasó, pero en el ministerio de Salud porteña no se enteraron. Recién hace dos semanas, la cartera del ministro Jorge Lemus informó por Resolución 10/50 a la Defensoría del Pueblo que el Servicio de Zooterapia se abriría nuevamente en el Parque Roca, sin mencionar cuándo. Contestaban a una actuación presentada por lo padres en la Defensoría (Nº 1777-11). La palabra oficial dictaminó que la atención será para personas menores de 17 años y “con cierto tipo de discapacidad”.
De esta manera, según Szwarcman, se estaría dejando afuera a más del 80% de los pacientes, porque las patologías mentales o genéticas con compromiso mental no están incluidas en esa definición. “Acá hay un delito, esto constituye abandono de persona –dice Amelia Vale González, madre de Mili van Panthu, la nena que falleció hace cinco años–. Pareciera que en el Gobierno de Macri no tienen idea lo que están haciendo. Pero lo peor es que tampoco parece interesarles tenerla.”
En la Justicia se presentaron dos amparos. El que presentaron los padres se radicó ante el juzgado Nº 7, a cargo de la jueza Lidia Lago. Los patrocinaba la abogada Laura Marcela Marrazzo, asesora de la legisladora porteña María Elena Naddeo, de Diálogo por Buenos Aires. Marrazzo –cuentan los padres– primero quiso presentar el amparo eximiéndolo de pruebas. Luego renunció a la representación legal de los padres sin avisarles. “Nos enteramos de esto cuando pedimos el expediente en Tribunales –dicen–. ¿Se vendió al macrismo? En todo caso, nos dio una puñalada por la espalda.”

Las camioncitos son del PRO. Ante tanta desidia, los padres se congregaron alrededor del Facebook “Decile No al Cierre del Servicio de Zooterapia del Parque Roca”. De los 37 legisladores a los que apelaron por cartas, sólo contestaron Naddeo y Jorge Selser, de Proyecto Sur. Los padres también creen que la cámara oculta que grabaron con CQC no salió por aprietes del Gobierno porteño a la productora Cuatro Cabezas. Razones para sospechar de los procedimientos del PRO no les faltan.
Luego de cortarles el agua y el gas, de dejar varada en un taller oficial la camioneta Mercedes Benz Sprinter con la que trasladaban los perros, en media de una situación en donde se hackearon la página web (www.zoo-terapia.com.ar), finalmente en octubre de 2010 desafectaron a Szwarcman con el pretexto de que no se presentaba a trabajar en el Hospital Piñero, lugar donde reside su contrato. “Dos monchos de la Policía Metropolitana vinieron a intimarme para que en 48 horas retirase las pertenencias so pena de quemármelas en la puerta si no lo hacía”, contó. Esa práctica la llevaron a cabo con la gente de softball del Parque Roca.
A fines de 2010 también, un policía de la Federal puso la mano en su pistola y se perfiló como para tirar, cuando un grupo de padres quiso franquear la puerta del Parque Roca, algo que el director Garralda inexplicablemente les había prohibido. De esa ocasión, fue testigo la legisladora del Frente para La Victoria María José Lubertino, que había ido a verificar lo que ocurría en el Parque.
Evidentemente, el Gobierno neo-neoliberal del PRO pretende darle a los parques públicos otros usos. Cuenta la Defensora del Pueblo Adjunta, Graciela Muñiz, que el año pasado presentó un recurso de amparo en la Justicia porteña porque la administración macrista pretendía ceder 15 manzanas del Parque Roca a la Federación Argentina de Entidades Empresarias del Autotransporte de Cargas (Fadeeac). Preveían construir “una zona de carga y descarga, un hotel para los camioneros y una estación de servicios”, contó Muñiz a Miradas al Sur. Y agregó: “Es un panorama desolador. El Parque Roca es un caso-testigo de lo que es la gestión del PRO en la Ciudad de Buenos Aires. Avanzan sobre los espacios públicos sin medir las consecuencias. En este caso, priorizan crear un polo camionero sobre un servicio de zooterapia. Es decir, ponen el negocio por sobre la salud de cientos de chicos”.



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