Entrevista a Alberto Sileoni, ministro de Educación de la Nacion. El titular de la cartera analizó la situación del sistema educativo y explicó las razones de una resolución que, según afirmó, ayuda a la inclusión social, al tiempo que reduce las desigualdades.
Por Gabriel Bencivengo
"Lo pide la sociedad”, dice Alberto Sileoni con relación a la decisión de elevar a 190 los días de clases durante el próximo ciclo lectivo. La determinación la impulsó mediante una resolución el propio Consejo Federal de Educación en marzo del año pasado. “Este año, hay provincias que culminarán el calendario con 183 días. Nadie piensa que la determinación tenga un efecto mágico, pero estamos en condiciones de subir el listón. No es un salto al vacío”, señala el responsable de la cartera educativa. En diálogo con Miradas al Sur, Sileoni hizo un repaso de la situación del sector, analizó las carencias, subrayó los logros y, aunque admitió que “en materia educativa todavía estamos recuperando lo que se perdió”, enfatizó que “el centro de la escuela pasó del comedor al aula”.
–Usted señala que los 190 días de clases no son un salto al vacío. ¿Por qué?
–Porque la decisión se da en el marco de un proceso de reordenamiento que arrancó en 2003. La ley de los 180 días de clases fue un objetivo. Ese objetivo lo alcanzó la mayoría de las provincias. Por eso digo que estamos en condiciones de subir el listón. Sin objetivos no se perciben las carencias.
–¿La conflictiva gremial es un obstáculo?
–No desapareció, pero ha descendido. Hay mayor madurez. Los gremios se dejan atrapar por otras discusiones que trascienden lo salarial, como la calidad educativa. En 2010, apenas cinco provincias no alcanzaron la meta de los 180 días; pero de esas cinco hay tres con 178 y una con 176 días cumplidos. Este año hay provincias que van a terminar con 183 o 184 días de clases.
–Cuando dice que la sociedad lo pide, ¿a qué se refiere?
–A que la sociedad exige que tendamos a un mayor esfuerzo. Más días y más horas en las aulas. La decisión es parte de una batería de medidas.
–Por ejemplo…
–Una de las cuestiones es la jornada extendida. Sabemos que en este punto estamos en deuda con el objetivo de la ley de financiamiento. La meta es llegar a 2016 con todos los chicos de primaria comprendidos en la modalidad. Obviamente, vamos a privilegiar a los alumnos de familias carenciadas.
–Un déficit del sistema se relaciona con la escolarización de la primera infancia…
–Estamos trabajando para llegar a todas las escuelas con la alfabetización inicial. También en la inclusión de todos los chicos menores de cuatro años en el ámbito escolar. Hoy, prácticamente todos los menores de cinco años y el 77 por ciento de los menores de cuatro están escolarizados. Por todo esto creo que estamos en buen momento para plantearnos objetivos más ambiciosos.
–¿Cómo definiría la situación en el nivel medio?
–Es donde debemos hacer el mayor esfuerzo, en especial para que no se nos vayan los chicos. Hay una muy aceptable tasa de ingreso, pero tenemos problemas para conseguir la permanencia.
–¿Cuál es la clave para evitar la deserción?
–Hay que profundizar algunas intervenciones presupuestarias para que los colegios puedan tener más cantidad de tutores que los acompañen y asistan. Los dos primeros años son críticos. A veces, el mercado de trabajo nos juega en contra. La demanda laboral, en especial para los chicos pobres, aunque sea en condiciones informales, es una invitación a dejar.
–Hay quienes sostienen una mirada que habla de una crisis permanente en el sector educativo.
-No es cierto. Los 190 días no son sólo una meta, también constituyen un gesto simbólico que, además de hablar de lo mucho que se hizo, nos habla de la necesidad de un mayor esfuerzo. Estamos entrando en una etapa en la que no vamos a obviar los derechos, pero vamos a enfatizar las obligaciones.
–¿Cómo definiría la situación del sistema educativo en función de su calidad?
–Hay quienes, en forma irresponsable, hablan de emergencia educativa. La Argentina está mejorando. No es cierto que estemos peor que en 2006. Nuestra interpretación es que mejoramos en algunas cuestiones y en otras seguimos como en 2001.
–¿Estamos en una etapa de recuperación o crecimiento?
–Estamos recuperando lo que se perdió. Los primeros datos del operativo nacional de evaluación revelan una migración de resultados bajos a resultados medios. La mejoría también la registró el Censo 2010, que señala una baja del analfabetismo del 2,6 al 1,9. No es casual que la matrícula de los jóvenes inscriptos para ser maestros y docentes haya crecido de 100 mil a 140 mil en los últimos tres años, ni que la participación del Presupuesto en educación alcance el 6,4 por ciento del producto bruto interno.
–El sector industrial suele señalar la falta de personal calificado, en especial técnicos…
–Las nuevas universidades han hecho un esfuerzo. Hay un trabajo, por ejemplo, de las universidades de Merlo y Florencio Varela, para formar profesionales en áreas como la enfermería y la ingeniería química. El Instituto Nacional de Educación Tecnológica ha dado mucho impulso a las escuelas agrotécnicas.
–¿Es poco el aporte del sector privado?
–Cuando la Presidenta recibió al gobernador del Estado alemán de Baja Sajonia, que tiene acciones de la Volkswagen, se perfeccionó el acuerdo por el cual el Gobierno volcará recursos para la creación de la carrera de ingeniería automotriz y la empresa los fondos para construir un pabellón para la carrera, que funcionará en la Universidad Tecnológica Nacional de General Pacheco. En estos días estamos trabajando, junto con la cámara que agrupa a los empresarios, en una orientación en hotelería para el nivel medio. Estamos generando conciencia.
–¿Cómo evalúa el impacto de la Asignación Universal por Hijo?
–Como fundamental. Le doy una clave. Los pibes pobres hoy, en algunas escuelas, a la hora del almuerzo tienen algunas ñañas, las mismas que nosotros les consentimos a nuestros hijos. Antes comían lo que venía. Lentamente, el centro de la escuela está pasando del comedor al aula. Ojo, no le estoy anunciando el paraíso, falta mucho. Hay que seguir mejorando la calidad y construyendo escuelas. Los 190 días no son una decisión aislada. Es un elemento más de un proceso que mejoró salarios, construyó escuelas y sumó un millón de netbooks…
–¿Cómo vislumbra la negociación paritaria de cara al próximo año?
–Soy optimista. Los últimos años fueron buenos. Cuando asumí dije que debíamos saltar la trampa de marzo. Alguien dijo que era un objetivo muy módico. No era el único, pero era un primer paso, y lo superamos. Este año empezamos bien sin anunciar cincuenta veces que nos íbamos a reunir. Hay muchas instancias de diálogo que no están bajo el escrutinio de la prensa. Aspiro a que el proceso sea similar al del año pasado. Los gremios están más maduros y nosotros aprendimos. Además, si la Presidenta consigue la reelección por un muy amplio margen, como se supone que lo hará, sería una señal muy fuerte de parte de la sociedad y marcaría un rumbo.
–En resumen, es optimista con relación al futuro de la educación…
–Nunca nadie va a decir llegamos. En educación no hay óptimo fijo. Hay que seguir trabajando.
–Usted señala que los 190 días de clases no son un salto al vacío. ¿Por qué?
–Porque la decisión se da en el marco de un proceso de reordenamiento que arrancó en 2003. La ley de los 180 días de clases fue un objetivo. Ese objetivo lo alcanzó la mayoría de las provincias. Por eso digo que estamos en condiciones de subir el listón. Sin objetivos no se perciben las carencias.
–¿La conflictiva gremial es un obstáculo?
–No desapareció, pero ha descendido. Hay mayor madurez. Los gremios se dejan atrapar por otras discusiones que trascienden lo salarial, como la calidad educativa. En 2010, apenas cinco provincias no alcanzaron la meta de los 180 días; pero de esas cinco hay tres con 178 y una con 176 días cumplidos. Este año hay provincias que van a terminar con 183 o 184 días de clases.
–Cuando dice que la sociedad lo pide, ¿a qué se refiere?
–A que la sociedad exige que tendamos a un mayor esfuerzo. Más días y más horas en las aulas. La decisión es parte de una batería de medidas.
–Por ejemplo…
–Una de las cuestiones es la jornada extendida. Sabemos que en este punto estamos en deuda con el objetivo de la ley de financiamiento. La meta es llegar a 2016 con todos los chicos de primaria comprendidos en la modalidad. Obviamente, vamos a privilegiar a los alumnos de familias carenciadas.
–Un déficit del sistema se relaciona con la escolarización de la primera infancia…
–Estamos trabajando para llegar a todas las escuelas con la alfabetización inicial. También en la inclusión de todos los chicos menores de cuatro años en el ámbito escolar. Hoy, prácticamente todos los menores de cinco años y el 77 por ciento de los menores de cuatro están escolarizados. Por todo esto creo que estamos en buen momento para plantearnos objetivos más ambiciosos.
–¿Cómo definiría la situación en el nivel medio?
–Es donde debemos hacer el mayor esfuerzo, en especial para que no se nos vayan los chicos. Hay una muy aceptable tasa de ingreso, pero tenemos problemas para conseguir la permanencia.
–¿Cuál es la clave para evitar la deserción?
–Hay que profundizar algunas intervenciones presupuestarias para que los colegios puedan tener más cantidad de tutores que los acompañen y asistan. Los dos primeros años son críticos. A veces, el mercado de trabajo nos juega en contra. La demanda laboral, en especial para los chicos pobres, aunque sea en condiciones informales, es una invitación a dejar.
–Hay quienes sostienen una mirada que habla de una crisis permanente en el sector educativo.
-No es cierto. Los 190 días no son sólo una meta, también constituyen un gesto simbólico que, además de hablar de lo mucho que se hizo, nos habla de la necesidad de un mayor esfuerzo. Estamos entrando en una etapa en la que no vamos a obviar los derechos, pero vamos a enfatizar las obligaciones.
–¿Cómo definiría la situación del sistema educativo en función de su calidad?
–Hay quienes, en forma irresponsable, hablan de emergencia educativa. La Argentina está mejorando. No es cierto que estemos peor que en 2006. Nuestra interpretación es que mejoramos en algunas cuestiones y en otras seguimos como en 2001.
–¿Estamos en una etapa de recuperación o crecimiento?
–Estamos recuperando lo que se perdió. Los primeros datos del operativo nacional de evaluación revelan una migración de resultados bajos a resultados medios. La mejoría también la registró el Censo 2010, que señala una baja del analfabetismo del 2,6 al 1,9. No es casual que la matrícula de los jóvenes inscriptos para ser maestros y docentes haya crecido de 100 mil a 140 mil en los últimos tres años, ni que la participación del Presupuesto en educación alcance el 6,4 por ciento del producto bruto interno.
–El sector industrial suele señalar la falta de personal calificado, en especial técnicos…
–Las nuevas universidades han hecho un esfuerzo. Hay un trabajo, por ejemplo, de las universidades de Merlo y Florencio Varela, para formar profesionales en áreas como la enfermería y la ingeniería química. El Instituto Nacional de Educación Tecnológica ha dado mucho impulso a las escuelas agrotécnicas.
–¿Es poco el aporte del sector privado?
–Cuando la Presidenta recibió al gobernador del Estado alemán de Baja Sajonia, que tiene acciones de la Volkswagen, se perfeccionó el acuerdo por el cual el Gobierno volcará recursos para la creación de la carrera de ingeniería automotriz y la empresa los fondos para construir un pabellón para la carrera, que funcionará en la Universidad Tecnológica Nacional de General Pacheco. En estos días estamos trabajando, junto con la cámara que agrupa a los empresarios, en una orientación en hotelería para el nivel medio. Estamos generando conciencia.
–¿Cómo evalúa el impacto de la Asignación Universal por Hijo?
–Como fundamental. Le doy una clave. Los pibes pobres hoy, en algunas escuelas, a la hora del almuerzo tienen algunas ñañas, las mismas que nosotros les consentimos a nuestros hijos. Antes comían lo que venía. Lentamente, el centro de la escuela está pasando del comedor al aula. Ojo, no le estoy anunciando el paraíso, falta mucho. Hay que seguir mejorando la calidad y construyendo escuelas. Los 190 días no son una decisión aislada. Es un elemento más de un proceso que mejoró salarios, construyó escuelas y sumó un millón de netbooks…
–¿Cómo vislumbra la negociación paritaria de cara al próximo año?
–Soy optimista. Los últimos años fueron buenos. Cuando asumí dije que debíamos saltar la trampa de marzo. Alguien dijo que era un objetivo muy módico. No era el único, pero era un primer paso, y lo superamos. Este año empezamos bien sin anunciar cincuenta veces que nos íbamos a reunir. Hay muchas instancias de diálogo que no están bajo el escrutinio de la prensa. Aspiro a que el proceso sea similar al del año pasado. Los gremios están más maduros y nosotros aprendimos. Además, si la Presidenta consigue la reelección por un muy amplio margen, como se supone que lo hará, sería una señal muy fuerte de parte de la sociedad y marcaría un rumbo.
–En resumen, es optimista con relación al futuro de la educación…
–Nunca nadie va a decir llegamos. En educación no hay óptimo fijo. Hay que seguir trabajando.
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