El presente de Mario Pergolini, ahora dueño de Vorterix. El conductor y empresario abandonó la Rock & Pop para encabezar un proyecto propio, en el que la radio es sólo una parte de un todo que todavía no puede terminar de explicar.
Por Leonardo Ferri
El teléfono de Mario Pergolini suena igual que tantos. No se sabe cuánto hace que lo tiene, pero aún conserva el ringtone que viene de fábrica, y nada indica que ése sea el celular de una persona que vive inquieta, en la búsqueda permanente de la innovación, de ser distinto del resto. No pasan más de 25 segundos desde el momento en que recibe a Página/12 en El Teatro Vorterix (lugar donde está construyendo su propia radio) hasta que invita a recorrer cada rincón del lugar, que todavía está en obra y espera su inauguración definitiva, prevista para el 25 de mayo. A toda velocidad, pero sin apuro, detalla y señala cada una de las partes restauradas, modernizadas y agregadas al lugar, con un entusiasmo entre contagioso e infantil, pero pensado hasta el menor detalle. “Esto me está consumiendo la vida”, se ríe y se preocupa, mientras exhibe orgulloso el nuevo escenario, las pantallas digitales, los flamantes baños y toda el área que conforma Vorterix Rock: un estudio de radio, otro de televisión, islas de edición, oficinas de producción, la cocina y el estudio de grabación, bautizado Luis Alberto Spinetta.
Después del primer respiro y en el perfecto silencio que regala ese estudio de radio que todavía no es, Pergolini intenta explicar –con discurso empresarial– de qué se trata Vorterix sin poder mostrar cómo funciona aún, y así queda en evidencia que no existe una palabra que sirva para describir eso que ya es su obsesión. El decidió llamarlo Vorterix y, aunque suene raro, la primera analogía es con el mundo editorial: “Al igual que Orsai (el proyecto editorial de Hernán Casciari), ésta también es una idea distinta. Es faraónica y es una megaestructura, pero también es un lugar de respeto total por el músico, que por algo va a estar, y va a tener un buen lugar para tocar, buen sonido y control total sobre el material, quiera editarlo o no”, empieza.
–¿Cómo surgió esta idea?
–Indudablemente, había que buscar la forma de ser diferentes, había que hacer cosas distintas y que funcionen, porque la gente las agradece. Hicimos una sociedad con MTS (gerenciadores de El Teatro) con la idea de producir contenidos propios. La música hoy en día es un commodity (mercancía, en inglés), y lo que intenté explicarle a la gente con la que estaba antes es que ya no podía seguir haciendo sólo cuatro horas, porque lo que tenía en la cabeza excedía eso. Lo que habíamos armado demostraba que el contenido diferencial era mucho más interesante que seguir pasando los mismos discos que pasa todo el mundo. Lo que yo tengo hoy lo tiene Rock & Pop, La 100 o Taringa.
–¿Cuánto le cuesta explicar el concepto de Vorterix todavía?
–Es raro explicárselo a los clientes. El negocio de la radio está pasando por un momento muy especial. Cuando hice Malas compañías, llegó a tener el 78 por ciento de la audiencia, y junto a Radio Bangkok era lo más escuchado de la radio. En algún punto, Internet se comió eso que en un momento era el prime time de la noche y que no se lo robó la televisión. La única manera que tenía la radio para crecer era a través de Internet, y creo que ahora estamos dando una opción para tener una mezcla de todo eso. El público que escucha el streaming por Internet aumenta muchísimo cuando le ofrecemos algo para ver, y es ridículo no hacerlo. Lo que pasa es que se necesita infraestructura, no se puede hacer en microblogs o en páginas estáticas de programas que quedan viejas a la media hora de que publicaste algo.
–Va a competir con el resto de las radios, porque el eje central de Vorterix es ése. Pero aun sabiendo que es algo más que eso, ¿qué tanto le importa ser el primero en audiencia ahora?
–Importa el todo. A lo que apunto es al número mayoritario, que va a estar compuesto por lo que pase en la radio, lo que pase en la web, lo que suceda en los celulares y lo que pase en el teatro. Cuando sólo estemos transmitiendo por radio, no cabe dudas de que vamos a intentar hacer la mejor radio de rock que podamos, donde tenga sentido lo que se esté escuchando/hablando y tenga sentido la música. Dicho esto, ojalá que la radio sea la primera, porque nadie hace algo para no ser primero, y menos los que somos así de competitivos. Creo que estamos haciendo una buena radio, que es interesante y distinta en lo musical. Puse como premisa que suene una banda nueva cada dos horas, y que haya cierto porcentaje de rock nacional e internacional, y que no haya listas de rotación: no hay arreglos con compañías discográficas, pasamos lo que queremos, porque no quiero que ese volumen ínfimo de dinero que da la suma de todas las compañías condicione la parte artística. Fundamentalmente, no me gustaría que falle la parte radial.
–Pero usted espera más que eso...
–Por supuesto. Si el site estuviera entre los 200 o 250 más vistos del país, también sería algo importante. Muchas empresas todavía no saben qué hacer con sus presupuestos destinados a la parte digital, se quedan en Facebook y Twitter, y eso es ver muy poco. Hoy en día, desde el negocio le damos oportunidades mucho más grandes a una empresa: podemos transmitir conciertos totalmente brandeados, hacer aplicaciones para celulares (como sucedió con el Quilmes Rock) y tener un cartel a la calle que les genere pertenencia. Y para los oyentes o netvidentes es toda ganancia, porque 700 mil personas vieron por Internet a Foo Fighters, un espectáculo por el que muchos pagaron entrada. Claro está que la experiencia del vivo no se compara con ninguna otra, pero con esto incluimos a los que no pueden pagar, o a los que están lejos. Y la gente que ve esto tiene la voluntad de hacerlo, existe la intención.
–Lo que es una costumbre bastante perdida, porque es cada vez menos la gente que se sienta a un determinado horario a esperar que empiece un programa.
–Claro. ¿Qué sentido tiene un canal de música ahora? Mi hijo no espera a ver si pasan el nuevo video de MGMT o de The Black Keys: directamente lo ve, sin esperar que un conductor lo anuncie, porque eso se terminó.
–¿Cree o creyó en algún momento que esto puede no funcionar?
–(Piensa.) No... Es una gran jugada. Siempre digo que tengo la ventaja de no tener hambre, y eso hace que pueda jugarme un poco más. Dentro del grupo en el que estoy conseguí libertad total y un apoyo importante en la inversión. A partir de todo eso, me propuse hacer todo como quiero, y si no me sale me va a agarrar una úlcera porque no voy a poder dejar de preguntarme en qué me equivoqué. Pensemos que las sociedades cambian mucho su comportamiento frente a los medios digitales y que los elementos que necesitó Facebook para estallar estaban disponibles desde hacía diez años, sólo que antes quizá la gente no hubiera puesto sus datos personales en una red social. Había otra ideología, antes nos cuidábamos todos de no mostrar nuestra cara o poner nuestro número de tarjeta de crédito, o de decir quiénes son nuestros amigos. Retomando, hay ciertos indicios de que éste es el momento en que la gente quiere ver el tipo de contenidos que vamos a ofrecer: los dos años que hicimos con Cuál es? funcionaron, está comprobado.
–Hace poco dijo que siempre hubo gente que lo cuidó. ¿Alguno de ellos le dijo que esto era una locura?
–Mi familia es muy entusiasta, como yo, y desde el comienzo la hice parte de todo esto. Pero hay cosas en las que nadie me puede frenar, como cuando me preguntaron para qué queríamos una pantalla de ese tamaño ahí afuera.
–¿Y para qué quiere una pantalla de ese tamaño ahí afuera?
–Qué sé yo, porque es lindo... Puedo asegurar que en Los Angeles, en Nueva York o en Londres es así, y que cuando vienen los músicos y ven el nombre de su banda ahí, les gusta; y que cuando desde afuera se ve lo que pasa adentro, está bueno, impacta. Después de todo, somos entretenimiento, así que tenemos que dar el mejor entretenimiento que podamos. No me pongo limitaciones, me frenan las paredes o el ancho de banda.
–Es evidente cierto estancamiento en la radio: hay pocas nuevas figuras y los históricos no se corren de su lugar. Esto de haber pateado el tablero provocó movimientos no sólo en Vorterix, sino también en otras radios. ¿Cómo lo ve usted?
–Somos un país de referentes. La gente escucha a Lalo Mir aunque se tenga que bancar a Montaner. Intenté que los cuatro nombres principales (Gonzalo Bonadeo, Reynaldo Sietecase, Gustavo Olmedo y Daniel Jiménez) no sean estrellas de la radio, aunque estén a punto de serlo; quise que los que están sepan de lo que hablan y que tengan que ver con la cultura rock, porque no son conductores que hacen comedia, o que sólo entretienen con el simple hecho de decir malas palabras. Y por detrás de ellos hay toda una nueva generación que ojalá encuentre este lugar como un sitio para hacer muchas cosas.
–¿Se asume como un formador de opinión y que lo que dice tiene cierto peso?
–Sí. Igualmente, creo que antes eso se notaba más, porque no tenía una vuelta inmediata de discusión. Hace tiempo, uno decía algo y no había nadie que te presentara la duda, como sucede ahora con Twitter o cualquier medio que genere discusión sobre lo que uno dice, lo que permite que uno pueda corregir lo que dijo. Creo que fui más formador de opinión de lo que soy ahora, pero eso no cambió lo que tengo para decir.
–¿Qué cosas le molestan de la actualidad?
–Creo que estamos en un momento muy especial. Cuando los gobiernos están mucho tiempo en el poder terminan enquistándose y teniendo problemas en los que no se querían meter. Me parece que a veces se aíslan tanto que ese microclima no los deja ver, y creo que estas trabas a las importaciones no generan una nueva industria, porque eso se elabora de otra manera. Es ridículo que haya cosas que no nos dejan entrar o nos cueste el triple hacerlo cuando acá no hay opciones. Tenemos que traer consolas, un piso para el escenario y demás cosas y el conchudo de Moreno no nos deja. Y poné que es un conchudo, ¿eh? Una industria nacional empieza desde otro lado: se la forja, se la ayuda y se le da sustento. Y recién después no dejás entrar algo. A veces sucede también que los actores son un poco complicados y confunden un poco las cosas, generan confusión. Todos queremos a YPF nacional, pero se me confunden un poco las buenas intenciones, y encima tampoco tenemos una oposición que pueda poner algo en claro: entonces no hay una charla amplia ni una discusión nacional.
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