El experto en politica Salam Kawakibi señala que el conflicto no es religioso y que el plan de Annan está destinado a fracasar. Los observadores de la ONU denunciaron una matanza.
Por Mercedes López San Miguel
Salam Kawakibi nació en Siria, de donde emigró de adulto para desarrollar su carrera académica como politólogo. Hoy el agravamiento de la situación en su país, con el que está en contacto a diario, es el principal tema de su análisis y por eso dirige de forma interina el think tank Arab Reform Initiative (Iniciativa para una reforma árabe), además de dictar clases en la Universidad de Amsterdam. Kawakibi, quien recientemente participó en Buenos Aires del Seminario “Cambios en el mundo árabe” organizado por la Universidad Nacional de Tres de Febrero, aseguró en entrevista con Página/12 que la presencia de 300 observadores en Siria hace que “se comience a internacionalizar el conflicto”.
Fueron precisamente los observadores de la ONU los que confirmaron ayer la muerte de 92 civiles, entre ellos 32 niños, en la ciudad de Houla, provincia rebelde de Homs (centro). Enseguida se alzaron voces que condenaron el asesinato deliberado de chicos y adultos por parte del régimen de Bashar Al Assad. En particular se escuchó la voz de Kofi Annan, el ex secretario general de Naciones Unidas, que puso en marcha un plan para sacar a Siria del atolladero. En opinión de Kawakibi, es improbable que Occidente intervenga militarmente porque, entre otras razones, el país “no tiene petróleo”.
–Tras 14 meses de conflicto, ¿el régimen cuánto controla el país?
–Se da algo contradictorio: la fuerza del ejército controla todo el país, pero en algunos sitios basta que disminuya la presencia oficial para que los manifestantes salgan a las calles, aun por un breve lapso. Existen zonas en donde los rebeldes militares del Ejército Libre de Siria están más concentrados.
–¿El ejército es leal al gobierno o existen algunas disidencias?
–Hubo defecciones que dieron lugar al Ejército Libre de Siria. El ejército clásico sirio no está implicado en la represión. Hay divisiones específicas para reprimir, que son la mano fuerte del régimen; los servicios de seguridad y las milicias paramilitares formadas por civiles, traficantes de droga y marginales, entre otros.
–¿Cómo se da la convivencia entre las diferentes minorías como los sunnitas, los drusos, los alauies y los católicos?
–Siria nunca tuvo problemas entre las comunidades, sobre todo en el siglo pasado. La guerra de la independencia contra la ocupación francesa reunió a todos los componentes de la sociedad en 1926 y los jefes de los drusos, los alauies y los kurdos se unieron. En tres ocasiones los sirios eligieron a un primer ministro cristiano por sus cualidades y no por su religión. Hoy la dictadura sigue la estrategia de la ocupación francesa de dividir para reinar mejor: les hace creer a las minorías que están en peligro si no se someten al poder instaurado. Las minorías son tomadas como rehenes y entonces así se instrumentaliza la religión. Y entre las figuras emblemáticas de las revueltas hay muchos cristianos, alauies y drusos a favor de la democracia. Lo que ocurre no es un conflicto entre comunidades, es una reivindicación de una población muy variada a favor de la libertad y la dignidad.
–¿La oposición cuenta con un liderazgo?
–El 2 de octubre del año pasado se creó el Consejo Nacional Sirio (CNS), que reúne a los liberales, comunistas, nacionalistas árabes e independientes. Trabajan juntos para preparar un proyecto de futuro. Por supuesto hay que saber que durante cinco décadas la oposición no tuvo una práctica política porque el espacio público estuvo monopolizado, la prensa fue estatal, se negaba la libertad de expresión y un partido reinó por sobre todo. Los opositores son militantes y no políticos. Entonces se necesita un tiempo para que aprendan a ser políticos.
–¿Los opositores están armados? Si es así, ¿de dónde salen esas armas?
–No, el CNS es una composición política solamente. El Ejército Libre está compuesto por militares que dejaron el ejército regular y cuya misión principal es defender a los civiles. Si la situación continúa existe un gran peligro de que la militarización se vuelva caótica. Por eso, es necesario que el CNS dé un encuadre al trabajo del ejército rebelde para que haya un marco político a la acción militar. Es un desafío importante.
–¿Ve factible una intervención de Occidente como sucedió en Libia?
–No. Los sirios nunca lo pidieron. Recién después de un año el CNS reivindicó una intervención humanitaria para que se detengan las masacres, para crear zonas de protección o corredores humanitarios. Occidente, por diversas razones, no va a intervenir en Siria.
–¿Cuáles son esas razones?
–Los países clave de esa intervención como Estados Unidos y Francia tienen o recién tuvieron elecciones este año y no querrán embarcarse en este tipo de acciones. En segundo lugar, Siria no tiene petróleo, y en tercer lugar, este incendio, en Siria corre el riesgo de sembrar el caos en toda la región y los occidentales son conscientes de que cualquier tipo de intervención en mi país puede hacer arder otras zonas como el Líbano. Además, Rusia traba cualquier voluntad de ir más allá de las presiones diplomáticas sobre Damasco.
–Existen buenas relaciones entre Siria y el Hezbolá libanés...
–Hay buenas relaciones, pero Hezbolá sabe que su legitimidad no está vinculada con Siria, sino que tiene que ver con la resistencia a la ocupación israelí. Si pone todos los huevos en la canasta del régimen dictatorial, corre el riesgo de perder legitimidad en la región. O sea que hay un debate interno en el seno de Hezbolá sobre cuál es la vía que van a elegir, si deciden ganarse la confianza de Assad o bien permanecer aparte y apelar a la negociación entre el régimen y la oposición. Esto último es lo que están empezando a hacer.
–¿Qué sucede con la posición de Turquía?
–Para Turquía el caso sirio es muy complejo por sus relaciones históricas, sociales y económicas. Está el aspecto delicado de los kurdos para la gestión de la política interna turca. Turquía comparte 900 kilómetros de frontera con Siria: cualquier desestabilización interna de éste va a repercutir en su vecino. Además en Turquía conviven varias comunidades, con una gran comunidad alaui y kurda. Siria está muy vinculada con estas dos cuestiones. Ankara recibe refugiados en sus campos y maneja la situación con temor de que todo explote y reciba centenares de miles de refugiados.
–La violencia no se detuvo pese al plan de alto el fuego acordado con Kofi Annan y la Liga Arabe. ¿Qué puede pasar?
–Assad reinterpretó los artículos del plan para no cumplirlo. Creo que todos esperaban que ese plan no llegara a nada, pero era necesario aceptarlo para mostrar que la oposición adhiere a la vía diplomática. El pueblo sirio no es guerrero. En 2001 se dio la Primavera de Damasco, que planteaba una reforma política. En ese momento nadie reivindicaba que se fuera el presidente, sino que se pedía un cambio democrático, que empezaran las reformas. Pero las reformas resultaron en arrestos y juicios. Hace más de un año comenzó este nuevo reclamo de un cambio, y la población empezó a pedir la caída del régimen al ver la represión que se estaba dando. Si el régimen muestra voluntad de cesar con la violencia y promover un debate nacional hacia una transición democrática creo que la oposición lo va a aceptar.
–¿Cuál es el escenario ante el fracaso del plan de Annan?
–Una impasse. Occidente no tiene otras opciones. Con el veto ruso en la ONU no puede hacer nada. La oposición no puede pedir una intervención militar que no será viable. Ahora la comunidad internacional habla de la violación a los derechos humanos, pero tiempo atrás la aceptaba. Hay un cambio de actitud. La oposición tiene que estar muy atenta.
–¿Por qué no hay renuncias de funcionarios?
–Porque el sistema fue concebido para manejar este tipo de situaciones. Todos los responsables importantes tienen un caso de corrupción pendiente, y se quedan en el poder bajo amenaza de que se les abra un proceso judicial.
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