Ernesto Figueroa, conocido como El Jote, fue obrero de la construcción y participó de los cortes en las rutas 22 y 17, en Cutral-Có, en la década del ’90, cuando Menem decidió privatizar YPF. Antes fue canillita y lustrabotas.
Ernesto Figueroa, más conocido como El Jote, tiene una vida de película que se filmó íntegramente en la calle. De chico fue canillita, lustrabotas y creció trabajando como albañil, noble profesión que sigue ejerciendo después de haber sido concejal y dirigente político. En estos tiempos de recuperación de YPF, cuando las puebladas de los ’90 –contra las privatizaciones– van adquiriendo el carácter de leyendas populares, es imposible que la figura de El Jote pueda pasar inadvertida. Todos lo recuerdan en el corte de La Curva, allá por junio de 1996. Miles de personas interrumpían el tránsito tanto por la Ruta Nacional 22 como por la provincial 17. La multitud ya había rechazado a cascotazos, en varias ocasiones, el avance de la policía provincial. Por esa razón, el entonces ministro del Interior, Carlos Corach, mandó a la Gendarmería. Al frente iba el comandante mayor Eduardo Jorge, quien durante la dictadura militar había sido lacayo del general Antonio Bussi en los centros ilegales de detención de Tucumán. El Jote fue uno de los líderes de esa resistencia pacífica ejercida por cerca de 20 mil personas que hicieron retroceder con su presencia a los gendarmes y a la jueza que había dictado la orden de desalojo, Margarita Gudiño de Argüelles.
Figueroa recuerda que se paró sobre un montículo, junto con un grupo de compañeros de su gremio, la Unión Obrera de la Construcción y avisó: “De acá no nos vamos”. Y se quedaron todos, incluyendo los miles de vecinos movilizados, mientras los gendarmes pegaban la vuelta. Dicen que el comandante Jorge llegó a decirle a la jueza, como excusa para no reprimir, que entre los piqueteros había “gente bien vestida”. La jueza se declaró incompetente y se fue a su casa, aunque les advirtió antes que podían ser acusados del delito de “sedición”.
“Estaba cortada la Ruta 17 y había tres cortes más en la Ruta 22. Todo el pueblo estaba unido y no había cómo moverlo, ésa es la verdad”, dice hoy El Jote Figueroa, mientras habla con Página/12 en el comedor de su acogedora casa. La habitación está presidida por una foto de grandes dimensiones de Eva y Juan Domingo Perón. Todo está ordenado y reluce de limpio. En un rincón, como recuerdo de las puebladas, hay una bandera argentina con la que se envolvió uno de los hijos mellizos de Figueroa, que acompañó a su padre en el corte. El Jote tiene otra bandera en exhibición, la del Racing Club de Avellaneda, lo que termina de confirmar que es un hombre a prueba de balas, de esos que no se amilanan ni ante las adversidades más extremas, en el fútbol y en la vida.
“Tuvimos que salir a la ruta porque el compañero (Carlos) Menem (hay un dejo de ironía en su voz) nos había mandado a fusilar. Vivíamos en una miseria espantosa, donde el piojo más chico te cebaba mate en la cama. Todos vivíamos de YPF porque ellos nos daban trabajo. Entre Cutral-Có y Plaza Huincul había unos 30 mil habitantes, hoy la cifra es casi el doble. Las indemnizaciones que se pagaron a los miles de despedidos eran de entre 60 y 80 mil pesos. Muchos se pusieron un kiosco o se compraron un auto para trabajar como remisero, pero nadie compraba nada y nadie tomaba un remís porque estábamos todos muertos de hambre. Por eso salimos y por eso fue imposible pararnos. Yo puedo asegurar que todos los habitantes de las dos ciudades participaron en los cortes. Todos.”
Aunque se declara peronista “de toda la vida”, Figueroa se alejó de las filas del partido en los años ’90, como rechazo a la política neoliberal. En 2003, El Jote fue elegido concejal por un partido vecinal y en la próxima elección se presentó como candidato, en una alianza con partidos de izquierda. Desde hace años está alejado de la política y volvió a trabajar en la construcción. Su historia como trabajador sindicalizado se remonta a fines de los ’70. En 1981 fue delegado de los trabajadores de la Uocra despedidos por los conflictos gremiales en la represa de Piedra del Aguila. Su padre había sido trabajador golondrina, en Neuquén y en Río Negro, y eso lo había marcado desde niño.
Sobre las puebladas contra las privatizaciones, recuerda que comenzaron en 1991, cuando se anunció la llegada de Repsol a YPF. Fueron 17 cortes en total, aunque los que más se recuerdan son los de 1996 y 1997, en uno de los cuales fue asesinada Teresa Rodríguez. El 20 de junio de 1996 era jueves y las cosas empezaron temprano, cerca de las 9, cuando el periodista Mario Fernández, propietario de la radio Victoria, denunció a micrófono abierto que se había consumado “la traición” del entonces gobernador Felipe Sapag. Eso significaba que no se iba a construir la planta de fertilizantes que se había anunciado, única esperanza laboral cierta para los miles de despedidos de YPF. Las privatizaciones de la petrolera estatal y de Gas del Estado habían producido 4500 despidos.
“Se dijo en su momento que detrás de la pueblada estaba la mano de un grupo disidente del MPN, el partido gobernante, pero a nosotros no nos importaba nada porque la única realidad es que el pueblo se estaba cagando de hambre y había que salir a la calle, por los trabajadores de YPF.” Figueroa recalca que “en pueblos como los nuestros es muy difícil que se produzcan manifestaciones como las que hubo”.
Sobre la decisión del gobierno nacional de tomar de nuevo las riendas de YPF, Figueroa cree que es “una decisión importante de la presidenta Cristina Fernández y que hay apoyarla, pero es necesario que haya una dirección política muy fuerte del Estado porque no va a ser fácil doblegar a los capitales privados que están reclamando indemnizaciones y que quieren poner trabas”. El Jote asegura que jamás se van a olvidar las puebladas de aquellos años: “Están marcadas a fuego, nadie las olvida”. Sobre las rutas había barricadas con alambres de púas, neumáticos, piedras, palos. “Fue una cosa heroica, un pueblo que sale a defender lo que es suyo, lo que era suyo. Todavía hay gomas quemadas sepultadas debajo de la arena, al costado de las rutas. Ahora esperamos que la YPF estatal nos devuelva lo que perdimos”.
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