Radiografía de la “acción cívica” que se despliega tras la ocupación policial de las favelas en la Zona Norte de Río de Janeiro.
Por Eduardo J. Vior.
Centenares de habitantes de las favelas de Manguinhos y Jacarezinho, en la Zona Norte de Río de Janeiro, se reunieron el viernes por la mañana con el comandante del Batallón de Operaciones Policiales Especiales (BOPE), René Alonso, en el galpón de la escuela de samba Unidos do Jacarezinho. La reunión tuvo como objetivo explicar a la población algunos aspectos de la ocupación policial de la favela, realizada el domingo pasado casi sin disparos.
“Queremos garantizar a todos una vida normal”, afirmó el comandante. Los vecinos estaban en principio satisfechos con la reunión, pero plantearon sus expectativas: “Precisamos ver cómo llegarán los servicios a la comunidad: agua, luz, etc. Si el BOPE hace bien su trabajo, va a ser óptimo”, dice Fabíola Alves, de 28 años, vecina de Jacarezinho. Es que, aunque tiranizaban a la población, los narcos y las milicias aseguraban los servicios esenciales. Era casi un gobierno paralelo.
Paulatinamente se ha establecido un patrón en las operaciones de ocupación de favelas: antes de atacar se realiza un amplio trabajo de inteligencia y de propaganda, advirtiendo sobre el próximo operativo. Las ocupaciones se realizan con la BOPE, respaldada por el Ejército y/o la Marina. Son acciones breves, con gran despliegue de fuerza, para intimidar a los narcotraficantes y desalentar toda resistencia.
A estas operaciones las acompaña una sistemática y planificada acción de prensa. Como señala la Agencia de Noticias de las Favelas, con sede en Jacarezinho, “la cobertura de los medios brasileños se centra en las autoridades, acompañando la operación policial, informando sobre sus dimensiones, qué cantidad de drogas y armas se requisaron y el anuncio de las medidas de infraestructura a implementarse. Los medios internacionales, por su parte, califican estas operaciones como ‘limpieza’ de la ciudad para prepararla para la Copa del Mundo de 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016”.
Y continúan los periodistas favelados: “Todos los medios insistieron el fin de semana pasado en que en los últimos años, Jacarezinho y Manguinhos se habían convertido en centros violentos de tráfico de drogas. Pero esta visión unilateral oscurece que estas grandes comunidades son lugares de resiliencia, resistencia y creatividad que durante toda su historia fueron abandonadas y atacadas por el Estado. La ocupación del fin de semana pasado es un punto de inflexión, pero las voces de la población están notoriamente ausentes en los relatos sobre estos acontecimientos”.
El Batallón de Operaciones Policiales Especiales (BOPE), responsable por las ocupaciones de las favelas, es la tropa de élite de la policía militar de Río de Janeiro. Su entrenamiento se asemeja al de los Rangers, el SWAT y otro tipo de brigadas especiales. Cuentan con todo el apoyo del gobierno federal, pero, como han sido muy criticados por sus violaciones de los derechos humanos, el gobierno estadual sigue atentamente las operaciones policiales, para preservar la imagen pacificadora de su gestión.
Las Unidades de Policía Pacificadora (UPP) que siguen a la BOPE marcan la diferencia. Se trata de una policía que no persigue a los delincuentes, sino que prefiere ganar territorio. “Son hombres capacitados en derechos humanos; nosotros estamos del lado de la gente y no detrás de los bandidos, de esto se encarga la Policía Federal”, afirma su jefe, el teniente coronel Rogerio Seabra, un oficial entrenado en operaciones policiales de la ONU que ya estuvo en Guatemala y ahora asesora al gobierno salvadoreño.
En las favelas donde está la UPP se han invertido unos tres mil millones de dólares en obras de saneamiento e iluminación, puestos de salud, guarderías y escuelas. Sin embargo, la experta en seguridad Cristina Tardáguila, del derechista diario O Globo, dice que detrás de las UPP hay una estrategia publicitaria para el Mundial de Fútbol de 2014. “El problema de base parece no importarles”, asegura. El diputado de izquierda Marcelo Freixo, consonantemente, cuestiona a las UPP. “No atacan a los narcos, no los capturan y les avisan cuando van a llegar las UPP, para que guarden su dinero y se lleven la droga y así evitar la confrontación.”
Ésa es justamente la esencia de las UPP: “No nos obsesionamos por perseguir a los bandidos, no luchamos contra el narcotráfico; ganamos territorio y le llevamos una mejor vida a la gente”, dice Seabra. Aunque no todas las favelas estén en paz, la guerra se ganó en 50 de las mil existentes. Aún quedan milicias en otras y los narcos se han mudado a la periferia, pero el modelo gana adeptos y se reproducirá en 15 favelas más hasta el 2014; serán en total 40 con unos 12.000 policías. Las UPP representan una importante arma del gobierno fluminense, para recuperar territorios perdidos a manos del narcotráfico e incluir a los grupos más carenciados. 280 mil personas se benefician ya por la presencia de estas unidades y su número debe aumentar próximamente.
Parece que el gobierno brasileño ha optado por una paz negociada con los narcotraficantes. Claro que los medios –todos ellos conservadores– levantan consignas de “ley y orden”, pero las UPP aseguran un valor que la actual gestión considera más importante: recuperar la soberanía del Estado sobre enormes territorios urbanos antes usurpados por las mafias.
“Queremos garantizar a todos una vida normal”, afirmó el comandante. Los vecinos estaban en principio satisfechos con la reunión, pero plantearon sus expectativas: “Precisamos ver cómo llegarán los servicios a la comunidad: agua, luz, etc. Si el BOPE hace bien su trabajo, va a ser óptimo”, dice Fabíola Alves, de 28 años, vecina de Jacarezinho. Es que, aunque tiranizaban a la población, los narcos y las milicias aseguraban los servicios esenciales. Era casi un gobierno paralelo.
Paulatinamente se ha establecido un patrón en las operaciones de ocupación de favelas: antes de atacar se realiza un amplio trabajo de inteligencia y de propaganda, advirtiendo sobre el próximo operativo. Las ocupaciones se realizan con la BOPE, respaldada por el Ejército y/o la Marina. Son acciones breves, con gran despliegue de fuerza, para intimidar a los narcotraficantes y desalentar toda resistencia.
A estas operaciones las acompaña una sistemática y planificada acción de prensa. Como señala la Agencia de Noticias de las Favelas, con sede en Jacarezinho, “la cobertura de los medios brasileños se centra en las autoridades, acompañando la operación policial, informando sobre sus dimensiones, qué cantidad de drogas y armas se requisaron y el anuncio de las medidas de infraestructura a implementarse. Los medios internacionales, por su parte, califican estas operaciones como ‘limpieza’ de la ciudad para prepararla para la Copa del Mundo de 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016”.
Y continúan los periodistas favelados: “Todos los medios insistieron el fin de semana pasado en que en los últimos años, Jacarezinho y Manguinhos se habían convertido en centros violentos de tráfico de drogas. Pero esta visión unilateral oscurece que estas grandes comunidades son lugares de resiliencia, resistencia y creatividad que durante toda su historia fueron abandonadas y atacadas por el Estado. La ocupación del fin de semana pasado es un punto de inflexión, pero las voces de la población están notoriamente ausentes en los relatos sobre estos acontecimientos”.
El Batallón de Operaciones Policiales Especiales (BOPE), responsable por las ocupaciones de las favelas, es la tropa de élite de la policía militar de Río de Janeiro. Su entrenamiento se asemeja al de los Rangers, el SWAT y otro tipo de brigadas especiales. Cuentan con todo el apoyo del gobierno federal, pero, como han sido muy criticados por sus violaciones de los derechos humanos, el gobierno estadual sigue atentamente las operaciones policiales, para preservar la imagen pacificadora de su gestión.
Las Unidades de Policía Pacificadora (UPP) que siguen a la BOPE marcan la diferencia. Se trata de una policía que no persigue a los delincuentes, sino que prefiere ganar territorio. “Son hombres capacitados en derechos humanos; nosotros estamos del lado de la gente y no detrás de los bandidos, de esto se encarga la Policía Federal”, afirma su jefe, el teniente coronel Rogerio Seabra, un oficial entrenado en operaciones policiales de la ONU que ya estuvo en Guatemala y ahora asesora al gobierno salvadoreño.
En las favelas donde está la UPP se han invertido unos tres mil millones de dólares en obras de saneamiento e iluminación, puestos de salud, guarderías y escuelas. Sin embargo, la experta en seguridad Cristina Tardáguila, del derechista diario O Globo, dice que detrás de las UPP hay una estrategia publicitaria para el Mundial de Fútbol de 2014. “El problema de base parece no importarles”, asegura. El diputado de izquierda Marcelo Freixo, consonantemente, cuestiona a las UPP. “No atacan a los narcos, no los capturan y les avisan cuando van a llegar las UPP, para que guarden su dinero y se lleven la droga y así evitar la confrontación.”
Ésa es justamente la esencia de las UPP: “No nos obsesionamos por perseguir a los bandidos, no luchamos contra el narcotráfico; ganamos territorio y le llevamos una mejor vida a la gente”, dice Seabra. Aunque no todas las favelas estén en paz, la guerra se ganó en 50 de las mil existentes. Aún quedan milicias en otras y los narcos se han mudado a la periferia, pero el modelo gana adeptos y se reproducirá en 15 favelas más hasta el 2014; serán en total 40 con unos 12.000 policías. Las UPP representan una importante arma del gobierno fluminense, para recuperar territorios perdidos a manos del narcotráfico e incluir a los grupos más carenciados. 280 mil personas se benefician ya por la presencia de estas unidades y su número debe aumentar próximamente.
Parece que el gobierno brasileño ha optado por una paz negociada con los narcotraficantes. Claro que los medios –todos ellos conservadores– levantan consignas de “ley y orden”, pero las UPP aseguran un valor que la actual gestión considera más importante: recuperar la soberanía del Estado sobre enormes territorios urbanos antes usurpados por las mafias.
Fuente: Miradas al Sur
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