Los clubes bajo sospecha. El asesinato de un hincha de Racing, el misterio del barra fallecido en las instalaciones de Vélez y el caso Migliore demuestran la confusa relación entre violentos y dirigentes.
Por Lucas Cremades
Al fútbol argentino lo persigue la muerte. Los enigmas aún no resueltos por la Justicia respecto de los homicidios de Nicolás Pacheco –fallecido en la sede que Racing Club tiene en el barrio de Villa del Parque– y de Diego Javier Bogado –hallado sin vida en la herrería del estadio Amalfitani del club Vélez Sarsfield– destaparon nuevas fojas de evidencia, en torno a la idiosincrasia que reina durante los días de semana entre los dirigentes de los clubes y los barras bravas que ocupan los paraavalanchas centrales los fines de semana. Y las similitudes en torno a los hechos caratulados hasta ahora por la Justicia como homicidios están atravesados por la vista gorda de la mayoría de los dirigentes de ambos clubes, para que los violentos se paseen por las instalaciones deportivas como verdaderos guardianes de todo lo que acontezca o aparezca puertas para adentro.
El crimen del periodista partidario de 32 años, encontrado sin vida en el fondo de la pileta racinguista, luego del asado que sucediera cada semana entre un nutrido grupo de gente ligada a las facciones de los Racing Stones, la 95 y la Guardia Imperial y que incluía, entre los comensales, a empleados y dirigentes de primera línea del club de Avellaneda, fue la gota que rebalsó el vaso para la interna política entre el presidente Gastón Cogorno y el vicepresidente Rodolfo Molina. “Vos bancás a la barra, ahí los tenés”, le habría dicho Molina a Cogorno dos días después de los hechos. El ex presidente le endilgaría al actual mandamás cierta responsabilidad en el crimen de Pacheco por su relación con la barra y por haber propiciado los asados en más de una oportunidad y hasta por haber comprado heladeras y reacondicionado la sede para tales fines.
Hasta el momento –y como adelantara Veintitrés en enero pasado– los implicados en el crimen son Patricio Reynoso Gerson (32), integrante de la murga de Racing; Enrique Rulet (28), alias “Quique”, “El boxeador” o “El loco Enrique”, miembro del equipo amateur de boxeo del club e integrante de la Guardia Imperial; Juan Carlos Rodríguez (22) y Aníbal Domínguez Butler (56), alias “Vaquero”, conocido por haber sido quien donara el llamado Telón más grande del mundo a la barra brava.
Butler, Rulet y Rodríguez son quienes la madrugada del hecho acompañaban a Pacheco en la sobremesa y están siendo indagados por la Justicia bajo el delito de homicidio. Gerson –que vivía en una pieza de la sede– y Marcelino Pedro Luis Lemo (36), empleado de seguridad del predio, están bajo la carátula de encubrimiento. La pericia forense estableció que la causa de muerte de Pacheco fue a raíz de una fractura de cráneo. Pero además presentaba múltiples escoriaciones, contusiones compatibles con signos de ataque y defensa y un par de costillas fracturadas.
En el barrio de Liniers la enigmática muerte de Diego Bogado, encontrado sin vida en la herrería –de acceso restringido– del estadio velezano, luego de que en la víspera se disputara el partido entre el equipo local y el Emelec de Ecuador por la Copa Libertadores, mostró acercamientos entre el grupo denominado “La Pandilla” con los máximos responsables del club, el presidente Miguel Calello y el vice Julio Baldomar, quienes reconocieron conocer a los integrantes de la barra. De hecho, Bogado, entre sus pertenencias, tenía entradas de protocolo. Como prueba de esta relación entre barras y dirigentes bastaron los allanamientos realizados en el club por la policía días después del crimen. La División Homicidios de la Federal descubrió que “La Pandilla” goza de un lugar en el subsuelo –al lado de la sala de máquinas– del estadio, con alarma y acceso restringido a cualquiera que no integre la barra. Allí guardan sus tesoros: banderas, bombos y demás cotillón de tribuna. Una fuente consultada por esta revista intenta despejar los negociados por los que se desviven los violentos: la reventa de entradas para recitales y la preventa para conseguir un lugar en la promocionada pelea de Maravilla Martínez el 27 próximo contra Martin Murray. “A Bogado lo amasijaron los capos de la hinchada. Él era de la segunda línea, pero se quedó con un suculento botín producto de la venta de entradas para ver a Maravilla Martínez. Hizo una movida por atrás y a pesar de ser un pibe que venía ascenso no se la perdonaron. Las diferencias surgen en el seno de ‘La pandilla’”.
Los capítulos de dirigentes vinculados de alguna u otra manera con los barras involucran a la mayoría de los clubes de la Argentina. Y también a los jugadores de fútbol. La madeja mediática e intrincada que tiene al arquero Pablo Migliore detenido por encubrir al subjefe de “La 12”, Maxi Mazzaro, prófugo de la Justicia, sospechado de haber tenido participación en el asesinato de Ernesto Cirino, es tal vez la evidencia más contundente de que en el fútbol todos tienen que ver con todo. Un entramado social que incluye policías, barras, dirigentes y jugadores.
Fuente: Revista Veintitrés.
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