miércoles, 5 de junio de 2013

UN GABINETE SORPRESIVO

El 25 de mayo de 1973, arrancaba en el país el gobierno de Héctor José Cámpora. Bajo la consigna “Perón al gobierno el Tío al poder”, fue una primavera democrática de 49 días que marcó la historia.
A partir del 15 de abril de 1973 y hasta el 25 de mayo de ese año, se ingresa en un nuevo estadio de la lucha interna del peronismo en el proceso de regreso al gobierno. De manera intensa ella se manifiesta alrededor y sobre la cúpula del Movimiento.
 
Por  Jorge Luis Bernetti

 Perón, ganador neto en la escena política de esos días, comienza a fijar los límites y caminos por donde deberá transitar el nuevo gobierno justicialista. Empero, con el tradicional estilo indirecto de sus maniobras tácticas (el juego pendular de equilibrios y contrapesos entre las alas y sectores del peronismo), aquellos se manifiestan a través de un recorrido parabólico.
A partir del cónclave del juicio a Galimberti y Abal Medina en Madrid el 29 de abril, las fuerzas del peronismo comienzan a reacomodarse en función de la disputa en torno a la constitución del gabinete presidencial. Como se ha visto, la dupla Isabel-López Rega comienza a desarrollar de manera agresiva su juego que también se manifiesta en la cuestión de la conformación del elenco que debería acompañar al futuro presidente.
Por su parte, Montoneros-Far se hacen presentes directamente en el área de definición del gabinete. Es en este lapso cuando aquellas organizaciones guerrilleras elevan a Perón una lista de unos trescientos nombres con indicaciones acerca de los cargos que podrían ocupar en la función pública.
Por su parte, el presidente electo realizó dos viajes a Madrid para entrevistarse con Perón con anterioridad a la asunción del gobierno, tema ya mencionado en el capítulo anterior. Parece sensato entender que, entre otros temas, conversaron acerca de la designación del gabinete, como surge de los testimonios mencionados a propósito de la cumbre cuestionadora de la política revolucionaria.
No existen testimonios de Perón y Cámpora al respecto. Pero resulta evidente que Perón no fue ajeno a este proceso, como no lo fue respecto de cualquier acto de significación trascendente de su movimiento. En cuanto a Cámpora, ¿es posible estimar que se hubiera manejado frente a Perón con independencia absoluta a este respecto? Su trayectoria en el Movimiento, y especialmente en el proceso reciente, obligan a desechar esta hipótesis.
En el juego de propuestas (de Cámpora) y sugerencias (de Perón) podría encontrarse un balance de este proceso. La clave está en los límites de ese recorrido del presidente al líder y hasta qué punto la autonomía del poder vicario podía relativizarse para jugar políticas propias. En este punto se instala la polémica acerca de las características que presenta el gabinete con el que se inicia el gobierno peronista de 1973.
Aquí también se manifiesta la acción de Isabel Perón y López Rega para disponer de alguna fuerza en el gobierno del presidente Cámpora para poder continuar desde el poder la conspiración ya analizada a partir de la reunión de Madrid de mediados de abril. Conviene recordar que todavía no se habían apagado los ecos de su apoyo a la política de la victoria. Conviene recordar que Isabel y López Rega habían impulsado la defenestración de Paladino y la designación de Cámpora como delegado, estando de acuerdo inclusive con la promoción de la juventud peronista al Consejo Superior.
En definitiva, el gabinete quedó integrado de la siguiente manera: Esteban Righi (Interior); Ricardo Otero (Trabajo); José B. Gelbard (Hacienda y Finanzas); Juan Carlos Puig (Relaciones Exteriores); Jorge Taiana (Educación); Angel Robledo (Defensa); José López Rega (Bienestar Social); Antonio Bení-tez (Justicia).
El ministro de Trabajo, Ricardo Otero, era un viejo colaborador de Augusto Vandor, el antiguo secretario general de la UOM. Otero desempeñaba la secretaría Capital Federal de la UOM, por seis períodos consecutivos, desde 1967 hasta su toma de posesión. Nacido en España, argentino naturalizado con residencia en la Argentina desde niño. Otero contaba con 49 años al jurar el cargo. José Gelbard había nacido en Polonia en 1917 y como Otero arribado de niño a la Argentina donde se había nacionalizado. Había sido redactor del “Acta de Catamarca”, documento que había dado origen a la Confederación General Económica (CGE), entidad que presidió de 1953 a 1955, luego de 1962 a 1968 y finalmente de 1970 hasta marzo de 1973. Fue actor relevante en la redacción del Plan Conjunto CGE-CGT de septiembre de 1972 y de su recreación como “Sugerencias del Empresariado Nacional para un programa de gobierno” en marzo de 1973.
Puig, con 45 años de edad, ingresó al gabinete nacional luego de una carrera académica. Doctor en diplomacia, Puig había dictado cursos en la Universidad del Salvador y la Católica Argentina y desempeñaba el cargo de decano de la Escuela de Ciencia Política y Relaciones Internacionales en la Universidad de Rosario (su ciudad natal), en el momento de su designación. También el nuevo canciller había desempeñado las funciones de asesor en política exterior en la Secretaría del Consejo Nacional de Seguridad (Conase) y la Dirección Nacional de Política Fluvial Internacional de la Subsecretaría de Recursos Hídricos. Era considerado un experto en los temas referentes a la Cuenca del Plata. Jorge Taiana, médico, de 62 años en 1973, ejerció la cátedra de cirugía torácica desde 1936 hasta 1952, cuando asumió el decanato de la Facultad de Medicina de Buenos Aires y luego el rectorado de la Universidad homónima en 1954. Angel Robledo, por su parte, egresa como doctor en leyes de la Universidad del Litoral (Rosario) en 1953. Fue diputado provincial peronista por dos mandatos consecutivos; en la segunda ocasión presidió el bloque justicialista. Fue integrante de la Convención Reformadora Constituyente Nacional en 1949 y en la misma época presidió la Convención Reformadora provincial en Santa Fe. José López Rega, cabo de la Policía Federal en la primera presidencia de Perón donde formó parte en alguna ocasión de su cuerpo de custodia, era secretario privado de Perón en su destierro madrileño desde los primeros años de la década del ’60. Antonio Benítez, nativo de Rosario, fue electo diputado nacional en 1946, cargo que sostuvo hasta 1955, presidiendo la Cámara respectiva desde 1953. En la etapa previa al 11 de marzo fue uno de los apoderados legales del partido Justicialista. Esteban Righi, abogado, era el integrante más joven del gabinete y el más ligado personalmente al presidente Cámpora.
En medios del peronismo duro existió en aquellas circunstancias cierta convicción de que el equipo gobernante había sido formado por Perón y sugerido o impuesto al electo mandatario.
Sin embargo, un exponente de esta orientación en la época, Galimberti, señala: “No creo que Perón le impusiera ninguna figura a Cámpora, ni siquiera Gelbard, que creo de todo ese gabinete es la figura menos cuestionable”.
(Conviene recordar que Gelbard, quien nunca había tenido militancia justicialista, había desarrollado buenas relaciones con el gobierno de Lanusse. Fue durante el mismo que logró ganar con una de sus empresas –Aluar, Aluminio Argentino– el llamado a concurso para construir la primera planta productora del metal en Argentina. Por dicha operación se produjo en el propio gobierno peronista, luego de la salida de Gelbard del gobierno, una investigación parlamentaria y el propio Lanusse fue juzgado por la justicia del golpe del 24 de marzo de 1976.)
Pero la pieza más disonante del equipo del 25 de mayo fue, sin duda, José López Rega. El Ministerio de Bienestar Social (MBS) a su cargo abarcaba cuatro secretarías de Estado: Salud Pública, Vivienda, Seguridad Social y Turismo y Deportes. Esta última fue adjudicada al coronel (retirado) Jorge Osinde, de la especialidad de inteligencia, de firme ubicación en el ala derecha del justicialismo. El MBS pasaría desde el 25 de mayo a convertirse en el principal instrumento de la conspiración del poder personal, a la que brindó significativa apoyatura logística.
La izquierda peronista quedó sorprendida y desencantada por el equipo de Cámpora. Esa sensación es descripta por Galimberti: “Frente a Perón, Cámpora podía haber defendido una determinada composición del gabinete. Perón no tenía una definición tajante sobre el punto. El gabinete de Cámpora fue un intento de incluir a todas las corrientes internas. Fue un error. Había que haber logrado una representación de los sectores que expresaban la política revolucionaria del Movimiento. Sobre esa política había llegado el peronismo al poder después de 18 años. Y, sin embargo, esa orientación no estaba presente en el elenco ministerial. La cuestión era no perder en la mesa de negociaciones lo que se había ganado en la lucha. Nosotros, los que habíamos participado intensamente en la conducción táctica y en el Regreso, teníamos una gruesa responsabilidad en la victoria. Esa responsabilidad y representatividad nos fue mezquinada por una política vacilante de la cual el principal responsable fue el entorno del doctor Cámpora y el propio Cámpora. Él debió haber discutido con Perón cómo había sido la victoria del peronismo, en su carácter de delegado de Perón y presidente electo de los argentinos. Cámpora debió exponer claramente ante el jefe del Movimiento la posición revolucionaria. No lo hizo y ése fue el principal error de su conducción en el gobierno”.
En el gabinete del Frente Justicialista, los partidos aliados no tuvieron casi ninguna representación. La excepción la constituyó la designación de Horacio Zubiri para ocupar la Secretaría de Obras y Servicios Públicos. Especialmente significativa fue la ausencia del frondicismo que aspiraba, sin duda, a disponer de una influencia relevante en el área económica.
La integración del equipo de Cámpora constituyó un tema de polémica en su momento y en el del análisis histórico. Las fuentes camporistas, es decir, del equipo de asesores personales del mandatario, entregaron al autor su versión acerca de la constitución del discutido gabinete. En esta interpretación se señala que existieron cinco categorías en el origen de las designaciones ministeriales: a) los hombres nominados directamente por Perón, quienes habrían sido Gelbard y López Rega; b) los “conversados” entre Perón y Cámpora, pero sugeridos por el Líder, como Taiana y Benítez; c) los igualmente “conversados” entre ambos, pero propuestos por el presidente electo: Righi y Puig; d) el designado directamente por el presidente electo, sin consulta con Perón, que sería el caso de Robledo; e) el cargo de Trabajo planteado por las 62 Organizaciones para Otero, luego de una competencia que esta fuente menciona, a diferencia de otra que se ha citado con anterioridad, con Casildo Herreras, titular del gremio de obreros textiles. Y, por último, la fuente aludida habla del ministro “que no fue”: Raúl Matera. Éste iba a ser designado como cabeza de una nueva cartera a crearse –la de Planificación–, pero finalmente no pudo ser nominado por la limitación establecida por la Constitución al número de ministerios”.
El juicio de Abal Medina es también crítico sobre el elenco formado. En declaración al autor señaló: “Los sectores revolucionarios no contaban con representación alguna. La designación de López Rega fue un disparate y la de Robledo un gravísimo error del Presidente, sobre todo conociendo como conocía el aventurerismo del personaje. Tuve la certeza de que si bien Cámpora consultaba los nombres con Perón, él hacía las designaciones. Yo me enteré de los nombres en la mañana del 25 de mayo a través de un periodista –Fossati– un rato antes de que comenzara la Asamblea Legislativa. Antes de la jura y en presencia de Pedro Cámpora hermano del presidente y senador por Mendoza, le dije a Cámpora mi opinión absolutamente negativa. En cambio, Cámpora estaba encantado con sus colaboradores. Me hizo, en particular, un encendido elogio de Robledo y me contó entonces que faltaba Matera para constituir un gabinete de lujo”.
 
Fuente: Miradas al Sur.

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