Son datos del Censo 2010. El índice de pobreza es de 15,1%. Negros e hispanos, los más afectados.
Por Marcelo Raimon
En el Estados Unidos de la post-recesión, el aumento del desempleo tiene compañía: la oficina del Censo informó que el índice de la pobreza creció hasta el 15,1% en 2010, es decir que alrededor de 46,2 millones de personas se hallan en esa condición, uno de cada seis habitantes.
La fotografía de la debacle económica sigue mostrando el ensañamiento de las consecuencias de la crisis financiera con los estadounidenses de menores recursos, que son cada vez más. Y que seguramente seguirán aumentando con un índice del desempleo del 9,1% que parece no tener intenciones serias de caer.
Según el reporte del Censo, la tasa de pobreza –que en EE.UU. se refiere a las personas que forman parte de familias de cuatro miembros que ganan menos de 22,314 dólares anuales, o 11,139 en solitario, actualizado por la inflación– estaba en un 14,3% en 2009 y ahora se puso a tono de récord, con el índice más alto desde 1983, y empatado con el de 1993 .
Para peor, los encuestadores del Censo descubrieron que el número de personas sin seguro médico en el país también alcanzó un récord de 49,9 millones, contra los 49 millones redondos de 2009.
Las estadísticas le pusieron números también a la creciente inequidad que está partiendo a la sociedad estadounidense. Mientras que la pobreza crece y los ingresos de las clases medias se mantienen más o menos a flote, los privilegiados vieron crecer su riqueza en un 42% desde 1980. “Como país, somos más ricos –dijo a la cadena CNN el analista Paul Osterman–, pero estamos viendo este verdadero cambio de dirección que lleva los ingresos hacia lo más alto” de la pirámide económico social.
En realidad, no hacía falta que el Censo les recordara a los estadounidenses que en el país hay más pobres. Cada vez son más los desocupados y los subempleados, y los precios siguen aumentando, aún en medio de la recesión. Todo contribuye, por ejemplo, a que los precios de la comida se sigan disparando en los supermercados, desde el aumento del precio del combustible a la baja provisión de maíz, uno de los elementos centrales de la alimentación norteamericana.
Alquilar un departamento en el centro de Washington costaba hace diez años alrededor de 1.000 dólares, y actualmente está en cerca del doble, mientras que comer afuera cuesta aproximadamente un 50% más. Un reciente estudio del semanario US News señaló que el costo promedio de la matrícula en una universidad norteamericana saltó de 4.400 dólares en el 2000 a 7.610 diez años después.
Con los alquileres en alza (el precio de las viviendas se desmoronó después de la burbuja inmobiliaria pero la gente no tiene acceso a créditos y mucho menos efectivo) y la matrícula cada vez más cara, la vida de los estudiantes de familias de pocos recursos es una pesadilla, tanto que un reciente reporte periodístico mostró que cada vez más alumnas buscan soluciones poco convencionales : los sitios de internet dedicados a conseguirse un “sugar daddy”, es decir, un señor mayor que ayude a pagar los gastos a cambio de sexo , vieron crecer sus membresías hasta las nubes.
Con este panorama, la fórmula del presidente Barack Obama parece seguir siendo patalear para que el Congreso le apruebe un nuevo megaplan de estímulo. Hablando en una escuela de Columbus, en Ohio, aseguró que si el Parlamento le da luz verde al plan, “cientos de miles de jóvenes podrán tener trabajo”.
Esta semana, Obama dio a entender que aceptaría aprobar el proyecto en tramos, pero recordó que una parte fundamental de su propuesta es suspender los beneficios fiscales para los más ricos –los que ganan más de 250.000 dólares al año– para poder aumentar la recaudación impositiva.
“Tenemos que asegurarnos de que todos paguen su parte justa –dijo en Ohio–, incluyendo los norteamericanos más ricos y las corporaciones”, una idea imposible de tragar para los republicanos.
El reporte del Censo volvió a poner al desnudo una vez más la profunda división étnica en el país . Si los blancos no hispanos sufren un 9,9% de pobreza, muy por debajo del promedio, los latinos marcaron un récord de 26,6%, solamente detrás de los históricos desafortunados, los afroamericanos, con 27,4%.
Sugestivamente, pocas semanas atrás se anunció la reedición de “Nickel and Dimed”, un libro publicado hace diez años por Barbara Ehrenreich, que contaba cómo viven los estadounidenses condenados a arreglárselas con “moneditas”. En la reedición, Ehrenreich notó que no se trata solamente de no tener plata para la escuela o para el alquiler.
“Lo que más me shockeó sobre la suerte de los pobres en esta recesión –escribió– es en qué medida la pobreza se criminalizó en Estados Unidos”, ver cómo los gobiernos “dejan de levantar viviendas y después castigan a los que viven en las calles, deja de generar puestos de trabajo y después castiga a la gente por endeudarse”.
La fotografía de la debacle económica sigue mostrando el ensañamiento de las consecuencias de la crisis financiera con los estadounidenses de menores recursos, que son cada vez más. Y que seguramente seguirán aumentando con un índice del desempleo del 9,1% que parece no tener intenciones serias de caer.
Según el reporte del Censo, la tasa de pobreza –que en EE.UU. se refiere a las personas que forman parte de familias de cuatro miembros que ganan menos de 22,314 dólares anuales, o 11,139 en solitario, actualizado por la inflación– estaba en un 14,3% en 2009 y ahora se puso a tono de récord, con el índice más alto desde 1983, y empatado con el de 1993 .
Para peor, los encuestadores del Censo descubrieron que el número de personas sin seguro médico en el país también alcanzó un récord de 49,9 millones, contra los 49 millones redondos de 2009.
Las estadísticas le pusieron números también a la creciente inequidad que está partiendo a la sociedad estadounidense. Mientras que la pobreza crece y los ingresos de las clases medias se mantienen más o menos a flote, los privilegiados vieron crecer su riqueza en un 42% desde 1980. “Como país, somos más ricos –dijo a la cadena CNN el analista Paul Osterman–, pero estamos viendo este verdadero cambio de dirección que lleva los ingresos hacia lo más alto” de la pirámide económico social.
En realidad, no hacía falta que el Censo les recordara a los estadounidenses que en el país hay más pobres. Cada vez son más los desocupados y los subempleados, y los precios siguen aumentando, aún en medio de la recesión. Todo contribuye, por ejemplo, a que los precios de la comida se sigan disparando en los supermercados, desde el aumento del precio del combustible a la baja provisión de maíz, uno de los elementos centrales de la alimentación norteamericana.
Alquilar un departamento en el centro de Washington costaba hace diez años alrededor de 1.000 dólares, y actualmente está en cerca del doble, mientras que comer afuera cuesta aproximadamente un 50% más. Un reciente estudio del semanario US News señaló que el costo promedio de la matrícula en una universidad norteamericana saltó de 4.400 dólares en el 2000 a 7.610 diez años después.
Con los alquileres en alza (el precio de las viviendas se desmoronó después de la burbuja inmobiliaria pero la gente no tiene acceso a créditos y mucho menos efectivo) y la matrícula cada vez más cara, la vida de los estudiantes de familias de pocos recursos es una pesadilla, tanto que un reciente reporte periodístico mostró que cada vez más alumnas buscan soluciones poco convencionales : los sitios de internet dedicados a conseguirse un “sugar daddy”, es decir, un señor mayor que ayude a pagar los gastos a cambio de sexo , vieron crecer sus membresías hasta las nubes.
Con este panorama, la fórmula del presidente Barack Obama parece seguir siendo patalear para que el Congreso le apruebe un nuevo megaplan de estímulo. Hablando en una escuela de Columbus, en Ohio, aseguró que si el Parlamento le da luz verde al plan, “cientos de miles de jóvenes podrán tener trabajo”.
Esta semana, Obama dio a entender que aceptaría aprobar el proyecto en tramos, pero recordó que una parte fundamental de su propuesta es suspender los beneficios fiscales para los más ricos –los que ganan más de 250.000 dólares al año– para poder aumentar la recaudación impositiva.
“Tenemos que asegurarnos de que todos paguen su parte justa –dijo en Ohio–, incluyendo los norteamericanos más ricos y las corporaciones”, una idea imposible de tragar para los republicanos.
El reporte del Censo volvió a poner al desnudo una vez más la profunda división étnica en el país . Si los blancos no hispanos sufren un 9,9% de pobreza, muy por debajo del promedio, los latinos marcaron un récord de 26,6%, solamente detrás de los históricos desafortunados, los afroamericanos, con 27,4%.
Sugestivamente, pocas semanas atrás se anunció la reedición de “Nickel and Dimed”, un libro publicado hace diez años por Barbara Ehrenreich, que contaba cómo viven los estadounidenses condenados a arreglárselas con “moneditas”. En la reedición, Ehrenreich notó que no se trata solamente de no tener plata para la escuela o para el alquiler.
“Lo que más me shockeó sobre la suerte de los pobres en esta recesión –escribió– es en qué medida la pobreza se criminalizó en Estados Unidos”, ver cómo los gobiernos “dejan de levantar viviendas y después castigan a los que viven en las calles, deja de generar puestos de trabajo y después castiga a la gente por endeudarse”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario