miércoles, 28 de septiembre de 2011

NARCISO AHORA SE BUSCA EN GOOGLE



Por Gastón Rodríguez


Por trabajo, por despecho o simplemente por curiosidad, millones de personas escriben su nombre en el rastreador. Qué ocurre cuando el resultado no es el que se espera.


Hasta hoy había resistido con éxito al mayor gesto ombliguista de los tiempos modernos: el autogoogleo. Pero el trabajo es con lo que uno se gana la vida y debí poner el cuerpo (para ser más exacto el nombre en el buscador) para conocer sin intermediarios algo más de esta tendencia a escala mundial.La experiencia resultó dramática para el ego. La primera página de resultados sólo se ocupó de resaltar los dones de un compositor uruguayo que, según Wikipedia, además de cantante y guitarrista, es una figura destacada del teatro independiente montevideano.El tipo parece talentoso así que no tuve problemas en sedar mis ansias de protagonismo. Sí me molestó, en cambio, leer el currículo de un diseñador gráfico, los trabajos anteriores de un actor ignoto y las frases empalagosas de un homónimo quinceañero y enamorado. Recién en la página tres, una entrevista –nada memorable– aparece con mi firma. Recordé a los ludistas del siglo XIX y su odio incondicional hacia las máquinas, pero luego me reconfortó advertir que mi apellido es tan común que esperar un lugar destacado entre millones de personas sería una tontera.Sin embargo, para mucha gente esto es un problema, que incluye desde juicios a los proveedores de servicios de internet hasta depresiones y traumas.
Lo hace todo el mundo. A escondidas para no pasar por narcisista o con amigos para competir en popularidad. Por curiosidad o aburrimiento. Las maneras y las justificaciones pueden amontonarse pero lo único que importa es que al menos una vez todos se han “autogoogleado”. Hasta los especialistas, que son los que intentan explicar este fenómeno.“Lo hace todo el mundo porque vivimos en dos realidades; una donde podemos caminar, respirar, vivir y otra que nos llega a través de la pantalla. En esta última es donde necesitamos de Google, porque es el espejo donde nos buscamos, la confirmación de que existimos”, opina la psicoanalista Any Krieger.Pero la licenciada va aún más lejos, y ve en este acto casi onanista una manifestación del plano inconsciente.“Entre los 6 y los 12 meses de vida –explica–, el bebé se encuentra con la mirada de la madre, que le da por primera vez lo que se llama un Yo. Cuando crecemos, esta necesidad se reitera, sin darnos cuenta, de diversas maneras todos los días. En el auto google lo que buscamos, en definitiva, es esa mirada materna que nos constituye en sujetos humanos”.Su colega, el licenciado Enrique Novelli, ha tratado a pacientes que compulsivamente colocaban sus nombres en los buscadores de la red. Novelli llegó a la conclusión de que no era una coincidencia azarosa, muy por el contrario, descubrió que todos compartían ciertas estructuras de personalidad. “Son individuos con muy baja autoestima e inhibidos para tomar un contacto real con las otras personas”. Al igual que Krieger, Novelli confirma que el complejo viene de chico y que la baja autoestima no es otra cosa que el sentimiento de no sentirse querido. “Aparecer en Google me da la ilusión de poder entablar una relación con los demás, que en última instancia es sentirse querido, pero si los resultados me ignoran sería como reeditar una vieja sensación traumática de ser un tercero excluido”, sentencia el hombre.
Responsabilidad. En Argentina, el asunto de los buscadores tuvo su auge mediático con la lluvia de demandas iniciada por famosos que no estaban contentos con los resultados que aparecían asociados a ellos. Un caso emblemático fue el de la Dra. María Romilda Servini de Cubría, en 2005. La jueza había presentado una medida cautelar –que al final no prosperó– para que su nombre no figurara en los resultados de Google, luego de comprobar que la mayoría de la información se refería a su intento de censura del programa de Tato Bores y a su vinculación con el escándalo del Yomagate. “Nosotros hemos tenido casos resonantes donde una personalidad pública se googlea y no le gusta lo que ve y le pide al buscador que quiere ‘desaparecer’; esto, claramente, atenta contra la libertad de expresión y, por eso, cuando estas causan llegaron a la Justicia nos dieron la razón”, explica Francisco Petracco, del departamento de prensa de Google, y enseguida agrega una aclaración: “Causas como las de las modelos que demandan, porque sus nombres aparecen vinculados con sitios de contenido sexual, erótico o pornográfico no tienen tanto que ver con el googlearse a sí mismo, son más bien acciones legales que buscan resarcimiento económico porque argumentan, equivocadamente, que Google interviene en los resultados que supuestamente les generan perjuicios”. Pero la mayoría no famosa del planeta también puede verse afectada por los resultados de Google, por ejemplo, a la hora de conseguir un empleo.“Por supuesto que se googlea a las personas antes de contratarlas aunque los resultados no sean determinantes. Es otra herramienta en la entrevista de trabajo, una posibilidad más dentro del proceso de selección de nuevos talentos”, reconoce Pablo Molouny, gerente general de Trabajando.com Argentina, un portal de empleo que tiene sedes en 11 países de Latinoamérica. Molouny no tiene reparos en recomendar a la gente que se autogooglee para “saber qué se dice de ellos o averiguar cómo se presentan ante el mundo”, y se apura en aclarar que las consecuencias dependerán de la responsabilidad de cada uno. Siempre. “Hay que ser muy cuidadoso de lo que se vuelque a la red. Una foto donde se ve a una persona borracha forma parte de su momento de esparcimiento y seguro no tiene nada que ver con su comportamiento laboral; sin embargo, es innecesario que yo, como personal de Recursos Humanos, tenga acceso a esa información, porque al postulante no le suma nada, incluso, puedo formarme una opinión errada de él”.Pero no sólo las imágenes pueden minar las chances de firmar un contrato, un comentario, por ejemplo, escrito en un lenguaje grosero también es una carta de presentación no deseada. “Es empezar con el pie izquierdo”, confía Molouny y antes de despedirse regala un consejo: “Los chicos deben ser responsables con lo que suben a internet porque cualquier foto o comentario, aunque no sea categórico, puede causar una mala impresión”.

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