¿La ciudad de Buenos Aires es conservadora? Fito Páez tiró la primera piedra y desató un vendaval. Pero sus palabras apuntan a una forma de ser, más que a un comportamiento electoral. Escritores, intelectuales, historiadores y artistas ayudan a develarla esencia existencial de los capitalinos.
El escritor checo Milan Kundera decía que su novela La insoportable levedad del ser era, más que un análisis filosófico, un intento de encontrar la esencia existencial de los personajes. Es difícil decir si lo logró, quizá porque es difícil desentrañar la esencia de las personas, entre ellas los porteños, contra quienes Fito Páez tiró la piedra sin esconder la mano (lo cual puede considerarse un mérito). Pero sus palabras tal vez vayan más allá de los resultados de la votación del domingo 10. Cuando escribió “a la mitad de los porteños le encanta aparentar más que ser”, “y siempre, siempre hacer caso a lo que mandan Dios y las buenas costumbres”, “gente egoísta. Gente sin swing”, parece referirse antes a una manera de ser que a una convicción ideológica.
“Mi papá decía que a los chicos los educan los padres o la televisión. Trasladando, a los adultos los educan los partidos políticos o la tele. El electorado de la ciudad es móvil, permeable a las modas, los carismas y la televisión, a partir de la cual se deciden los votos. Si Tinelli se presentara como candidato, no tengo dudas de que ganaría”, consideró el escritor Guillermo Martínez en un resumen que incluye un cambio en relación a años no tan lejanos. “Se quebró el pensamiento político, la idea de decidir el voto por un proyecto, en parte porque nadie cumple las promesas, y entonces aparece gente sin inserción, como Miguel Del Sel, y es tercera fuerza en Santa Fe. Para ser candidato hoy, hay que tener un doctorado en simpatía y bailes diversos, una especie de reino de la estupidez.” El autor de Crímenes imperceptibles analizó otra variante, la económica, que más temprano que tarde influye en el cuarto oscuro: “En la medida en que las clases medias tienen más poder adquisitivo, sus aspiraciones se parecen a las de las clases altas y son más proclives a candidatos de derecha que tengan algo de esa aura de riqueza y poder. No creo que los votantes defiendan a Macri por su gestión de gobierno, que a lo sumo consideran mediocre, pero se dejó de lado la evaluación”.
Coincidió el director de la Biblioteca Nacional, Horacio González, en que “el macrismo propone una profunda despolitización, una deshistorización electoral. Nadie pensó en el fenómeno que estaba generando, un bloque cultural profundo en la ciudad”. El sociólogo aclaró que con deshistorización se refiere a que “el macrismo se despoja de las ideologías argentinas, Echeverría, Yrigoyen, Perón, y las transforma en imágenes de la vida doméstica, de cumpleaños, casamientos, para decir que no hay conflicto. El ser macrista supone una suerte de estado de balance de las ideologías argentinas, despojadas de sus características más específicas. Además, hay un estilo evangélico que linda con la represión y el racismo, pero no se dice explícitamente. Es como si hubiera venido a resolver el problema de la derecha cerrada, en un ambiente de francachela”.
Martín Kohan, autor de Cuentas pendientes, entre otras novelas, aportó otra característica a esta búsqueda de la esencia porteña, una que Juan Carlos Calabró supo retratar en El Contra, uno de sus personajes más recordados: “Buenos Aires es una ciudad opositora, vota en contra de lo que domina a nivel nacional. Durante cierto tiempo tuvimos la ilusión de que era progresista, por los gobiernos que elegía, como el de Ibarra, pero fue un triunfo engañoso. Acá hay quienes creen que no hay más ideología, como Macri, pero también quienes votan al revés de lo dominante, no importa el signo. Y hay franjas tremendamente conservadoras en muchos sentidos. Macri es una expresión bastante adecuada y no troglodita de ser de derecha: un poco impostadamente aprueba el casamiento igualitario, tiene esa movilidad ideológica que facilita un tipo de adhesión que mañana puede estar en otra sintonía”.
El sociólogo Atilio Borón también rescató la gestión de Aníbal Ibarra pero para argumentar que los habitantes de la ciudad estamos lejos del conservadurismo: “Pensar que hubo un tsunami ideológico entre los porteños es absurdo. Hay que preguntarse por la calidad de la oferta progresista. Hace más de un siglo que la ciudad lucha por la autonomía distrital y se encontró con un candidato que se presentaba a sí mismo como obediente delegado de la Casa Rosada”. También politólogo, Borón coincidió con Guillermo Martínez en el análisis de los efectos del clima de bonanza económica que, consideró, es innegable a nivel nacional, pero acotó que “de ese clima se benefician Cristina y Macri, Capitanich y Binner, pensar que iba a servir sólo a un sector fue un error de manual”.
Diametralmente opuesto es el dato que recordó el actor Daniel Fanego: “En 1973, Fernando Sánchez Sorondo, candidato a senador elegido por el entonces presidente Perón, perdió contra el radical Fernando de la Rúa. Ahora la gente eligió un empresario, un tipo duro con los inmigrantes, un político advenedizo. La ciudad tiene características conservadoras”.
De la Rúa, Ibarra, Macri. La historia parece confirmar que los porteños tenemos esencia voluble. Entre otras ¿cualidades? Al músico y actor Fena Della Maggiora le molesta tener que reconocer como ciertas “muchas de las cosas que dicen de los porteños en el interior. Me pone triste que esta ciudad, desde que se fue Rosas hasta ahora, siempre va a contramano. No estoy subvaluando el voto de la gente, pero cuando pregunto por tres grandes obras que haya hecho Macri, ningún macrista sabe qué decir. Y esa ligereza no cambia”. Fena fue más allá, y se acercó a Fito, al afirmar que “Buenos Aires es una ciudad a la que no le importa la ideología, es una ciudad sin personalidad”.
El DT Ángel Cappa, quizá por los devenires de su actividad, no es amigo de las definiciones tajantes y prefiere analizar el contexto de las situaciones: “El voto no siempre refleja a la gente. La derecha tuvo un mensaje y una opción clarísima y la izquierda ni siquiera tuvo una opción. En Recoleta, Belgrano o Palermo, la gente vota para que no cambie nada, pero en Parque Patricios o Boedo tendría que votar para que cambie todo. Sin embargo, ganó Macri, que seguramente implementará políticas en su contra. Nadie les advirtió, entonces eligieron a la persona más popular que aparece en los carteles. Por lo tanto no me parece correcta la lectura de que la mitad de la población de la ciudad es de derecha”.
A diferencia de Cappa, el escritor Andrés Rivera es tajante: descreído del progresismo y convencido de que no hay opción, consideró que los dichos de Fito fueron “moderados, razonables aunque no cautelosos, pero hay que decir algo más: quienes votaron a Macri votaron por un fascismo de cuello duro. Es peligroso porque nadie puede predecir qué ocurrirá en este país de aquí a un año y que buena parte de los habitantes de la ciudad se haya volcado a lo que se llama derecha presenta un escenario al borde de la catástrofe, ideológica, política y social”.
Para Pacho O’Donnell detenerse en calificaciones no tiene sentido, ya que “más allá de que el electorado de la ciudad sea o no conservador, lo que se impone es pensar qué se hizo mal”. El historiador usó la primera persona para argumentar que “no podemos modificar el electorado, en cambio sí podemos modificar nuestra actitud: es necesaria una autocrítica para entender mejor pero desde nuestra propia capacidad. A lo mejor tiene razón Fito, pero en todo caso no es un argumento útil”.
Opina en contrario la cantante Adriana Varela, quien se alegra de que, a través de Fito, “hablara el rock and roll. El compromiso es un tema del ciudadano. Cuando estamos en ‘peligro’ me parece importante que todos nos bajemos del escenario y expongamos nuestro pensamiento. Esto se parece mucho a las elecciones de Menem y su orquesta de punteros. Me resulta tremendo. Pero las dos películas históricas que se hicieron este año, sobre Belgrano y San Martín, reflejaron el conflicto siempre latente con Buenos Aires. La ciudad tiene contradicciones muy fuertes”.
Tantas, que para el cineasta Enrique Piñeyro “el voto de Capital muchas veces fue de centroizquierda y en este caso, creo que el problema está en la izquierda. A los efectos prácticos, me dan lo mismo los desvaríos de Fito que la opinión de Ricardo Fort. Me preocupa más que el jefe de Gabinete agravie a los votantes, es poco democrático. En general el voto acá fue medio progre, con lo cual me parece que este viraje se relaciona con los dirigentes”.
En ese sentido, el historiador Luis Alberto Romero consideró que “el voto a Macri recoge un arco amplio, que incluye votantes de derecha, centro e izquierda. Creo que se votó una de las propuestas políticas que puso el acento en la consolidación institucional, el estado de derecho, el diálogo y el acuerdo. No creo que hoy haya consenso sobre qué cosa es la derecha o la izquierda. En cambio, creo que hay consenso en que esta prioridad funciona hoy como un parte aguas”.
Federico Andahazi prefirió alejarse de “un recóndito dejo de xenofobia” que visualiza en términos como “el ser nacional”, “el ser porteño”. El escritor, formado en la lectura de Marx, afirmó que “los porteños no somos una entidad política, ideológica ni una categoría de clase. Existe, sí, una composición social urbana con las características distintivas de cualquier otra gran ciudad que, desde luego, incluye una diversidad de clases sociales, intereses y conflictos”.
Nadie puede dudar del acierto de Andahazi en cuanto a la diversidad, una característica que atenta contra una idea aglutinante para los porteños. Por otro lado, si se considera que uno de los significados de “swing” es, en relación a los jugadores de golf, el “movimiento oscilatorio”, puede decirse que, mal que le pese a Fito, los porteños tenemos mucho.
El escritor checo Milan Kundera decía que su novela La insoportable levedad del ser era, más que un análisis filosófico, un intento de encontrar la esencia existencial de los personajes. Es difícil decir si lo logró, quizá porque es difícil desentrañar la esencia de las personas, entre ellas los porteños, contra quienes Fito Páez tiró la piedra sin esconder la mano (lo cual puede considerarse un mérito). Pero sus palabras tal vez vayan más allá de los resultados de la votación del domingo 10. Cuando escribió “a la mitad de los porteños le encanta aparentar más que ser”, “y siempre, siempre hacer caso a lo que mandan Dios y las buenas costumbres”, “gente egoísta. Gente sin swing”, parece referirse antes a una manera de ser que a una convicción ideológica.
“Mi papá decía que a los chicos los educan los padres o la televisión. Trasladando, a los adultos los educan los partidos políticos o la tele. El electorado de la ciudad es móvil, permeable a las modas, los carismas y la televisión, a partir de la cual se deciden los votos. Si Tinelli se presentara como candidato, no tengo dudas de que ganaría”, consideró el escritor Guillermo Martínez en un resumen que incluye un cambio en relación a años no tan lejanos. “Se quebró el pensamiento político, la idea de decidir el voto por un proyecto, en parte porque nadie cumple las promesas, y entonces aparece gente sin inserción, como Miguel Del Sel, y es tercera fuerza en Santa Fe. Para ser candidato hoy, hay que tener un doctorado en simpatía y bailes diversos, una especie de reino de la estupidez.” El autor de Crímenes imperceptibles analizó otra variante, la económica, que más temprano que tarde influye en el cuarto oscuro: “En la medida en que las clases medias tienen más poder adquisitivo, sus aspiraciones se parecen a las de las clases altas y son más proclives a candidatos de derecha que tengan algo de esa aura de riqueza y poder. No creo que los votantes defiendan a Macri por su gestión de gobierno, que a lo sumo consideran mediocre, pero se dejó de lado la evaluación”.
Coincidió el director de la Biblioteca Nacional, Horacio González, en que “el macrismo propone una profunda despolitización, una deshistorización electoral. Nadie pensó en el fenómeno que estaba generando, un bloque cultural profundo en la ciudad”. El sociólogo aclaró que con deshistorización se refiere a que “el macrismo se despoja de las ideologías argentinas, Echeverría, Yrigoyen, Perón, y las transforma en imágenes de la vida doméstica, de cumpleaños, casamientos, para decir que no hay conflicto. El ser macrista supone una suerte de estado de balance de las ideologías argentinas, despojadas de sus características más específicas. Además, hay un estilo evangélico que linda con la represión y el racismo, pero no se dice explícitamente. Es como si hubiera venido a resolver el problema de la derecha cerrada, en un ambiente de francachela”.
Martín Kohan, autor de Cuentas pendientes, entre otras novelas, aportó otra característica a esta búsqueda de la esencia porteña, una que Juan Carlos Calabró supo retratar en El Contra, uno de sus personajes más recordados: “Buenos Aires es una ciudad opositora, vota en contra de lo que domina a nivel nacional. Durante cierto tiempo tuvimos la ilusión de que era progresista, por los gobiernos que elegía, como el de Ibarra, pero fue un triunfo engañoso. Acá hay quienes creen que no hay más ideología, como Macri, pero también quienes votan al revés de lo dominante, no importa el signo. Y hay franjas tremendamente conservadoras en muchos sentidos. Macri es una expresión bastante adecuada y no troglodita de ser de derecha: un poco impostadamente aprueba el casamiento igualitario, tiene esa movilidad ideológica que facilita un tipo de adhesión que mañana puede estar en otra sintonía”.
El sociólogo Atilio Borón también rescató la gestión de Aníbal Ibarra pero para argumentar que los habitantes de la ciudad estamos lejos del conservadurismo: “Pensar que hubo un tsunami ideológico entre los porteños es absurdo. Hay que preguntarse por la calidad de la oferta progresista. Hace más de un siglo que la ciudad lucha por la autonomía distrital y se encontró con un candidato que se presentaba a sí mismo como obediente delegado de la Casa Rosada”. También politólogo, Borón coincidió con Guillermo Martínez en el análisis de los efectos del clima de bonanza económica que, consideró, es innegable a nivel nacional, pero acotó que “de ese clima se benefician Cristina y Macri, Capitanich y Binner, pensar que iba a servir sólo a un sector fue un error de manual”.
Diametralmente opuesto es el dato que recordó el actor Daniel Fanego: “En 1973, Fernando Sánchez Sorondo, candidato a senador elegido por el entonces presidente Perón, perdió contra el radical Fernando de la Rúa. Ahora la gente eligió un empresario, un tipo duro con los inmigrantes, un político advenedizo. La ciudad tiene características conservadoras”.
De la Rúa, Ibarra, Macri. La historia parece confirmar que los porteños tenemos esencia voluble. Entre otras ¿cualidades? Al músico y actor Fena Della Maggiora le molesta tener que reconocer como ciertas “muchas de las cosas que dicen de los porteños en el interior. Me pone triste que esta ciudad, desde que se fue Rosas hasta ahora, siempre va a contramano. No estoy subvaluando el voto de la gente, pero cuando pregunto por tres grandes obras que haya hecho Macri, ningún macrista sabe qué decir. Y esa ligereza no cambia”. Fena fue más allá, y se acercó a Fito, al afirmar que “Buenos Aires es una ciudad a la que no le importa la ideología, es una ciudad sin personalidad”.
El DT Ángel Cappa, quizá por los devenires de su actividad, no es amigo de las definiciones tajantes y prefiere analizar el contexto de las situaciones: “El voto no siempre refleja a la gente. La derecha tuvo un mensaje y una opción clarísima y la izquierda ni siquiera tuvo una opción. En Recoleta, Belgrano o Palermo, la gente vota para que no cambie nada, pero en Parque Patricios o Boedo tendría que votar para que cambie todo. Sin embargo, ganó Macri, que seguramente implementará políticas en su contra. Nadie les advirtió, entonces eligieron a la persona más popular que aparece en los carteles. Por lo tanto no me parece correcta la lectura de que la mitad de la población de la ciudad es de derecha”.
A diferencia de Cappa, el escritor Andrés Rivera es tajante: descreído del progresismo y convencido de que no hay opción, consideró que los dichos de Fito fueron “moderados, razonables aunque no cautelosos, pero hay que decir algo más: quienes votaron a Macri votaron por un fascismo de cuello duro. Es peligroso porque nadie puede predecir qué ocurrirá en este país de aquí a un año y que buena parte de los habitantes de la ciudad se haya volcado a lo que se llama derecha presenta un escenario al borde de la catástrofe, ideológica, política y social”.
Para Pacho O’Donnell detenerse en calificaciones no tiene sentido, ya que “más allá de que el electorado de la ciudad sea o no conservador, lo que se impone es pensar qué se hizo mal”. El historiador usó la primera persona para argumentar que “no podemos modificar el electorado, en cambio sí podemos modificar nuestra actitud: es necesaria una autocrítica para entender mejor pero desde nuestra propia capacidad. A lo mejor tiene razón Fito, pero en todo caso no es un argumento útil”.
Opina en contrario la cantante Adriana Varela, quien se alegra de que, a través de Fito, “hablara el rock and roll. El compromiso es un tema del ciudadano. Cuando estamos en ‘peligro’ me parece importante que todos nos bajemos del escenario y expongamos nuestro pensamiento. Esto se parece mucho a las elecciones de Menem y su orquesta de punteros. Me resulta tremendo. Pero las dos películas históricas que se hicieron este año, sobre Belgrano y San Martín, reflejaron el conflicto siempre latente con Buenos Aires. La ciudad tiene contradicciones muy fuertes”.
Tantas, que para el cineasta Enrique Piñeyro “el voto de Capital muchas veces fue de centroizquierda y en este caso, creo que el problema está en la izquierda. A los efectos prácticos, me dan lo mismo los desvaríos de Fito que la opinión de Ricardo Fort. Me preocupa más que el jefe de Gabinete agravie a los votantes, es poco democrático. En general el voto acá fue medio progre, con lo cual me parece que este viraje se relaciona con los dirigentes”.
En ese sentido, el historiador Luis Alberto Romero consideró que “el voto a Macri recoge un arco amplio, que incluye votantes de derecha, centro e izquierda. Creo que se votó una de las propuestas políticas que puso el acento en la consolidación institucional, el estado de derecho, el diálogo y el acuerdo. No creo que hoy haya consenso sobre qué cosa es la derecha o la izquierda. En cambio, creo que hay consenso en que esta prioridad funciona hoy como un parte aguas”.
Federico Andahazi prefirió alejarse de “un recóndito dejo de xenofobia” que visualiza en términos como “el ser nacional”, “el ser porteño”. El escritor, formado en la lectura de Marx, afirmó que “los porteños no somos una entidad política, ideológica ni una categoría de clase. Existe, sí, una composición social urbana con las características distintivas de cualquier otra gran ciudad que, desde luego, incluye una diversidad de clases sociales, intereses y conflictos”.
Nadie puede dudar del acierto de Andahazi en cuanto a la diversidad, una característica que atenta contra una idea aglutinante para los porteños. Por otro lado, si se considera que uno de los significados de “swing” es, en relación a los jugadores de golf, el “movimiento oscilatorio”, puede decirse que, mal que le pese a Fito, los porteños tenemos mucho.
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