miércoles, 21 de septiembre de 2011

¿EL FIN DEL ESTADO DE BIENESTAR?



Con Grecia a la cabeza, el ajuste que la UE y el FMI piden a varios países de Europa pone al filo del abismo los beneficios conseguidos desde los años ’50.


Por Alfredo Grieco y Bavio


Durante treinta años, el Paraíso encontró en Europa su residencia en la Tierra. Al menos, en esto creen hoy millones de viejos y nuevos europeos expulsados de aquel Jardín del Edén y arrojados a una fría intemperie. En las tres laboriosas décadas que siguieron a la Segunda Guerra Mundial, los gobiernos de Europa occidental dedicaron sus mejores esfuerzos a echar las bases de un tipo de Estado que asegurara a todos sus ciudadanos salud y educación gratuitas en un contexto de pleno empleo, alto consumo y derechos laborales amplios y flexibles, con vacaciones pagas, menos horas de trabajo y edades de retiro cada vez más bajas para recibir jubilaciones cada vez más altas. Por cierto, los teóricos de izquierda hablaban en contra del Estado de Bienestar, con las clases trabajadoras explotadas en sus puestos del trabajo y abandonadas a lo peor del cheap en su Tiempo Libre, a actividades pasivas y contemplativas y sustitutivas.En las décadas que siguieron a los ’60, hoy devotamente añorado en imágenes cromadas de Los Beatles, el Swinging London y los obreros y estudiantes unidos adelante en el refrescante mayo francés del ’68, los gobiernos intentaron conservar, a cualquier precio, aquellos estándares de buena vida para votantes que los daban por sentado. Cada vez lo consiguieron menos. Si esto se debió a razones coyunturales de malos gobiernos, corrupciones varias pero entusiastas, dispendio creciente de administraciones prósperas, nacionalismos encontrados en el seno de una Unión Europea (UE) siempre creciente, desatención a una situación mundial que traería primero la caída de la Unión Soviética y su imperio, y después el ascenso irrefrenable de China, o bien a razones estructurales intrínsecas del modelo del Estado de Bienestar, es debatido por economistas e historiadores.El enemigo anglosajón. Con estridencias cambiantes, el Estado de Bienestar fue siempre visto desde Washington como un modelo inviable. Antiguas polémicas económicas, y aun resentimientos, volvieron a aflorar desde el crac y el crash de 2008 entre Europa y Estados Unidos. Entre un continente que logró crecer en la segunda posguerra mundial hasta formar primero un Mercado Común y después una Unión que erigió a los países miembros en obligados modelos de Estado de Bienestar, y una nación americana también integrada históricamente por Estados Unidos que hizo de la programada renuencia del poder estatal a regular mercados libres y proveer servicios sociales gratuitos a sus ciudadanos una premisa de su crecimiento económico. El American Capitalism de tantos libros de texto en la Guerra y la Posguerra Fría se vio a sí mismo como un fiero excepcionalismo que sin embargo no vaciló en erigirse también como exportable modelo, o receta, global.El malestar de la cultura griega. Muchos de los países nuevos que se incorporaron a Europa en los años que siguieron a los “treinta años gloriosos” y a la crisis del petróleo de 1973, se contaron entre los más entusiastas fundadores de Estados de Bienestar, como fue el caso de España, de Portugal, de Grecia. No falta la ironía en que toque ahora a un socialista presidir la liquidación del Estado griego. El primer ministro Giorgios Papandreu debe velar sobre la correcta aplicación de un plan, confeccionado por las autoridades de Eurolandia y bendecido por el FMI, que resultará, por un lado, en la privatización de activos del Estado, y por otro, de modo más dramático, en la pérdida de miles de empleos.A Jean-Claude Juncker, político socialcristiano, decano de los gobernantes del mundo democráticamente elegidos (es premier de Luxemburgo sin interrupción desde 1995), y actual presidente del Eurogrupo, tocó señalar a los ciudadanos griegos, con luz cruel pero no engañosa, cuál es el futuro que les espera. “La soberanía de Grecia será recortada”, explicó, según publicó la revista alemana Focus. Expertos europeos vigilarán el cumplimiento del plan de saneamiento fiscal. Juncker citó como modelo a seguir un plan de consecuencias muy nítidas: “Para la ola de privatizaciones convendrá a los griegos una solución basada sobre la Agencia Treuhand de Alemania”. Esta agencia fue la que vendió casi 15.000 empresas de la Alemania comunista después de que se unificó con su contraparte occidental en 1990. Por estas ventas, en 1994 dos millones y medio de alemanes del Este se quedaron sin trabajo.Un desempleo crónico temen los griegos que protestan en las calles atenienses. Su país ya recibió 140 mil millones de dólares, y espera recibir ahora, aprobado el plan de austeridad, aprobada la llegada de los liquidadores europeos, otros 17 mil millones. En lo inmediato, esto los salva del default. Por unos meses: necesitan complacer a los evaluadores, para recibir en septiembre un segundo rescate, también de la UE y del FMI, por unos 128 mil millones.Salsa portuguesa. Después de Grecia, a la que desde los centros de las finanzas mundiales, en un rating valorado casi minuto a minuto, se da alternativamente por perdida si se abandona a sus impulsos nacionalistas y a su propia autodeterminación, o por salvada si pierde soberanía, recorta los servicios sociales, y obedece puntualmente a una Unión Europea donde la potencia fuerte es Alemania, la próxima nación a la que se ha buscado enfrentar con este dilema es Portugal. “¡Esto es terrorismo!”, fue la reacción inmediata del ex ministro de Industria portugués Luis Mira Amaral ante la mala calificación crediticia que la evaluadora de riesgos Moody’s puso esta semana a su país. El Diario Económico, venerado cotidiano de las finanzas publicado en Lisboa, no vaciló en titular en tapa: “Moody’s empuja a Portugal a la bancarrota”. El economista Luis Nazaré habló incluso de un “ataque” contra Portugal.El escepticismo parece haber ganado a uno de los países de la periferia europea que, junto a la también católica Irlanda, más habían crecido a comienzos del siglo XXI para asombro, entonces no menos dubitativo, y por momentos rencoroso, de sus vecinos España y Gran Bretaña. Hace dos semanas, Portugal eligió a un gobierno de derecha, económicamente liberal y políticamente conservador, para que sanee las finanzas estatales.Buenos y malos alumnos. El premier Pedro Passos Coelho estuvo a la altura de lo que pedían de él. Anunció un aceleramiento en las privatizaciones, así como un impuesto especial sobre los bonos de fin de año: medidas que traerían este año ingresos extras por 1.145 millones de dólares. El Ministerio de Finanzas portugués acusa ahora a Moody’s de haberse olvidado de estas decisiones. Lisboa lamenta también que la agencia haya desatendido el “amplio consenso político” logrado para sacar adelante las acciones de ahorro.Si Grecia, donde los movimientos anarquistas y nacionalistas tienen una tradición de resistencia violenta, es la “mala alumna” a la que la UE debe disciplinar, Portugal es el “alumno modelo”, con una fuerte coincidencia de los partidos políticos, del empresariado y aun de los sectores de menores recursos. Les gusta diferenciarse de la nación que, en el otro extremo del sur de Europa, también estuvo dominada hasta la década del ’70 por una dictadura: “Portugal no es Grecia. Nuestra situación es mucho, mucho mejor”, afirmó estos días el presidente Anival Cavaco Silva.El primer caído, el Estado. La mayoría de la población portuguesa percibe salarios de 700-1.400 dólares. Parece difícil requerirles mayores austeridades después de los fuertes recortes y presiones impositivas que signaron el último año y medio. Como suele ocurrir, y como ocurrió aun en países como Italia, hasta ahora bien parado en la crisis, el ahorro se hará con recortes al Estado de Bienestar, a la cantidad y calidad de servicios que se brinda a los ciudadanos, que se extienden desde medidas sanitarias y atención de la salud hasta el oneroso cuidado del patrimonio cultural.Si no pueden aumentarse los impuestos a quienes trabajan, tampoco mejorará en absoluto la situación de quienes no tienen trabajo; al contrario, serán más. La tasa de desempleo alcanzó el récord de 12,6% y entre los jóvenes llegó incluso al 30 por ciento. En un país ex imperial, acostumbrado a recibir migrantes, hoy el flujo es inverso, y muchos jóvenes portugueses buscan residencia en Angola y Mozambique, ex colonias africanas.A cambio del rescate de 110 mil millones de dólares recibido de la UE y el FMI, Portugal deberá reducir este año su déficit presupuestario al 5,9% de su PBI, que el año pasado fue del 9,1 por ciento. La paz social de la que se jactan el gobierno y las elites políticas puede tener un fin. Tanto la oposición de izquierdas como la Iglesia Católica profetizan un “estallido”. Y esto en Portugal, que en 1974 fue el último país de Europa occidental en protagonizar una auténtica revolución._______________________________________________________________________________OpiniónQuedarse sin nadaPor Alfredo F. Calcagno, economista de la División de Globalización A casi tres años del estallido de la crisis financiera en los países desarrollados, pareciera que ya se han olvidado sus causas. La crisis se debió a la desregulación de un sistema financiero cada vez más desligado de la producción y a una desigualdad creciente en la distribución del ingreso que llevó a que muchas familias se endeudaran más allá de lo que podían pagar. Pero como el Estado rescató al sector bancario y sus ingresos disminuyeron por la recesión, la deuda pública aumentó fuertemente en Estados Unidos y Europa durante 2009 y 2010. La prioridad pasó a ser el ajuste fiscal, mediante la disminución del gasto público. Se congelaron o redujeron el empleo y los salarios públicos, se postergó la edad de jubilación y redujeron los haberes, se recortó el gasto en salud. Aunque en menor medida, también aumentaron los impuestos en algunos países, sobre todo los indirectos como el IVA.Todas esas medidas alejan a Europa del “Estado de Bienestar” que permitió el crecimiento sostenido después de la Segunda Guerra Mundial. Son tomadas en la supuesta urgencia de la crisis, pero no son inevitables y podrían resultar contraproducentes. Si hay que reducir el endeudamiento público (lo que no es obvio, si las tasas de interés se mantienen bajas), lo que se necesita es más crecimiento económico, y si hay que ajustar, aumentar el impuesto a los ricos acarrearía menores costos sociales y económicos. En cambio, este ajuste y la compresión salarial van a prolongar el estancamiento económico, lo que redundará en menores ingresos fiscales, por lo que tampoco se conseguirá la “consolidación fiscal” que tantos sacrificios demanda. Como ocurrió en América latina durante la crisis de la deuda, se introducen cambios estructurales cuestionables bajo la presión de los acreedores (en este caso los propios bancos europeos, el BCE y el FMI).En definitiva, se está atacando un efecto de la crisis (el deterioro fiscal) y no sus causas. Y se lo está haciendo de tal modo que se abandona un modelo de crecimiento con bienestar con el riesgo cierto de quedarse sin bienestar y sin crecimiento._______________________________________________________________________________La cuenta del euroPor Hernán Dearriba, periodista especializado en economía. Secretario de redacción de Tiempo ArgentinoEuropa enfrenta desde hace tres años una de las crisis económicas y sociales más importantes de su larga historia. El cimbronazo es tal que ha puesto en duda la vigencia del Estado de Bienestar que caracterizó al continente por décadas y hasta la sustentabilidad del mismísimo euro, que nació para pelearle la hegemonía al dólar y podría sucumbir ahora fruto de sus propias inconsistencias.Es sabido que Grecia, Portugal y España son los países más afectados, pero la crisis llegó también en mayor o menor medida a naciones industrializadas como Italia.Según la mirada ortodoxa, el origen del descalabro está en el creciente endeudamiento de esos países que inflaron la burbuja del consumo a fuerza de déficit fiscal y otras yerbas. La solución, según manda la receta clásica, es entonces el ajuste: el achicamiento del Estado, la desregulación del mercado laboral, la reducción de los beneficios sociales como las pensiones por desempleo y las jubilaciones y las privatizaciones. Pero hay otra mirada, heterodoxa, que advierte que el problema no está en el nivel del gasto público, porque esa es la consecuencia, sino en la imposibilidad de los países de diseñar su propia política monetaria. El euro trajo muchos beneficios a los países más pobres de la vieja Europa, pero la boleta que le están pasando por estas horas está lejos de compensar los beneficios de la moneda única. Se los condena por apropiarse de un sistema y un estatus de vida al que no podrían llegar por las condiciones productivas intrínsecas de esos países.Mucho se ha dicho respecto de las similitudes de la crisis griega y la que vivió la Argentina en 2001-02. Los puntos en común abundan. Pero la gran diferencia es que cuando la Argentina rompió con esa fase de endeudamiento-ajuste-endeudamiento, tenía en sus entrañas los argumentos productivos que le permitieron volver a ponerse de pie. Tendrán que trabajar mucho los líderes europeos para explicar de ahora en más que el espíritu de la Unión es que todos los países sean iguales, pero –como siempre– unos estarán del lado de los que recaudan y los otros del lado de quienes tienen que vender hasta su historia para poder pagar. _______________________________________________________________________________“Hay que salvar a la gente, no a los bancos”Aldo Ferrer, embajador argentino en FranciaPor D.M.–¿El recorte de beneficios sociales y las privatizaciones representan el fin del Estado de Bienestar o son sólo medidas transitorias?–El punto de inflexión va a estar dado por la intensidad de la resistencia social. Cuando se ajusta para reducir el déficit fiscal la recaudación siempre cae más que el gasto y entonces termina aumentando el déficit y aumentando el desempleo. En la Argentina tenemos una larga experiencia en ese sentido ya que los programas de ajuste que se proponen en Europa van acompañados de privatizaciones y de medidas de desregulación del mercado de trabajo que son las mismas que inspiraron lo que acá se llamó el Consenso de Washington, reformas estructurales de cuño neoliberal que no resuelven los problemas.–Pero la resistencia social ya se está viendo y las medidas siguen en la misma dirección.–La experiencia en la década del ’30 fue muy clara en el sentido en que cuando la economía real se deteriora de tal manera que provoca reacciones sociales profundas se desmoronan los elementos que sustentan el andamiaje de las políticas ortodoxas. No hay que hacer pronósticos adelantados.–A nivel político todas estas medidas son impopulares. ¿Está en riesgo la estabilidad política y social de los países?–Son sociedades con una gran tradición política. Están sometidos a una fuerte tensión pero tienen sistemas institucionales sólidos que probablemente van a encontrar respuestas dentro del marco de las reglas conforme a las cuales funcionan. Está claro que ha habido errores de política interna que han llevado a desequilibrios que estimularon la entrada de capitales especulativos y en definitiva provocaron la crisis. Hay que tener la casa en orden bajo cualquier circunstancia. El otro gran problema es que los países que están con dificultades tienen atadas las manos respecto de la política cambiaria porque operan con el euro y por lo tanto les falta uno de los instrumentos fundamentales para restablecer el equilibrio.–¿De qué forma se podría haber resuelto la crisis sin afectar la calidad de vida de los ciudadanos?–En lugar de haber salvado a los bancos y a los especuladores durante la crisis había que haber salvado a los deudores y a la gente. Los que perdieron dinero haciendo malos negocios y especulando deberían asumir los costos. Si el dinero público se usa para rescatar al sistema financiero no queda plata para hacer lo que hay que hacer. Lo que hace falta es un cambio de paradigma.–Algunos especialistas afirman que Europa vivió por encima de sus posibilidades. ¿Coincide?–No, de ninguna manera. Europa tiene un formidable potencial económico, es espacio de una de las mayores civilizaciones del mundo, es un gran polo de ciencia y tecnología y tiene recursos humanos calificados.

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