Las Cooperativas surgieron como un manotazo de ahogado ante la desocupación. Tuvieron apoyo popular, lucharon y se mantuvieron. La experiencia que les cambió la vida a más de 20.000 trabajadores. Lucha, perseverancia y sustento diario.
Por Tomás Eliaschev
Hace una década –producto de años de política liberal y su correlato de miseria y desocupación– irrumpía en la Argentina un novedoso movimiento de trabajadores que recuperaron fábricas y las pusieron a producir, dando lugar a la autogestión obrera. Este movimiento cambió para siempre el mapa laboral argentino. Miles de trabajadores hoy gestionan su propia empresa y salen a disputar el mercado con sus productos, lo que constituyó un importante cambio de vida. Pasaron de ser parias desocupados a trabajadores que forjan su propio destino.Al principio, sufrieron desalojos violentos y la indiferencia de jueces y gobernantes. A fuerza de largas vigilias para cuidar los inmuebles y las máquinas, con cortes de calles y movilizaciones, pero sobre todo con la búsqueda de apoyo popular para su causa, los trabajadores de fábricas recuperadas consolidaron su movimiento. A tal punto ganaron en legitimidad que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner acaba de impulsar una modificación a la ley de quiebras que fue apoyada casi unánimemente en el Congreso de la Nación y les da legalidad a los obreros que recuperan empresas quebradas para formar cooperativas de trabajo, sumándose así a la economía social, una alternativa a las relaciones laborales entre patrones y empleados.A lo largo del país hay 300 empresas recuperadas –desde pequeños talleres hasta la fábrica de cerámicos Zanón–, que generan puestos de trabajo para alrededor de 20 mil personas que se sostienen en base a la lucha y al sacrificio. Fueron ganando el reconocimiento social y, últimamente, el político. El Hotel Bauen, en Corrientes y Callao, es una referencia no sólo para los trabajadores de empresas recuperadas, sino también para la militancia en general. El lobby y la cafetería del tradicional hotel suelen ser un punto de cruce de muchos militantes políticos y gremiales, que también utilizan los salones del edificio para hacer encuentros o actos. Y no es sólo por lo simbólico del lugar, sino por lo adecuado de las instalaciones. Allí también suele verse a turistas que eligen alojarse ahí por el precio, la ubicación, los espectáculos teatrales y las comodidades que ofrece el hotel. Federico Tomareli, presidente de la cooperativa que gestiona el hotel e integrante de la Confederación Nacional de Cooperativas de Trabajo (CNCT), contabiliza los cambios que hubo desde que ocuparon el edificio, en 2003, y decidieron que podía funcionar sin patrones. “Al principio, en la sociedad había una discusión de si la recuperación de empresas era sólo temporaria o si podíamos construir una salida a la crisis. Quedó absolutamente claro que lo nuestro es una alternativa de gestión solidaria, democrática y participativa. Rompimos con la naturalización que tenemos desde chicos, donde el dueño y el directorio tienen el monopolio del saber y de la gestión”, reflexiona.La Imprenta Chilavert, en Pompeya, fue abandonada por su patrón. Plácido Peñarrieta, uno de los siete obreros que resistió el vaciamiento empresarial y los desalojos policiales, cuenta que en la cooperativa gráfica que conformaron, ahora trabajan 12 personas. “Cuando en 2001 tomamos la empresa, el juez nos mandó a desalojar, nos consideró usurpadores, invasores de la propiedad privada. Decidían el destino de los trabajadores y nosotros no podíamos decir nada. Tuvimos que ir a los despachos de los diputados y legisladores a explicarles cómo debían hacer para que nos permitieran estar dentro de los talleres sin ningún trastorno económico ni moral –rememora Peñarrieta, que también es presidente de la Red de Cooperativas Gráficas que integra la CNCT–. A la hora de la convocatoria de la empresa, nosotros no éramos tenidos en cuenta. Ni hablar en el momento de los ajustes. Empezaban con el despido de compañeros, después bajaban sueldos. Si al patrón seguían sin cerrarle los negocios, empezaba a vaciar la empresa para poder licuar su deuda. Si eso no les daba, cerraban, quebraban. Y a nosotros nos dejaban en la calle. Pasábamos a ser desocupados, a eso nos resistimos.” En esos años de irrupción de asambleas populares, la imprenta sobrevivió con la edición de materiales vinculados a los movimientos sociales y se fue consolidando como centro cultural.Peñarrieta destaca los avances, pero remarca lo que queda pendiente. “Con la modificación de la ley tenemos un paraguas jurídico, en los momentos de crisis de las empresas los trabajadores podemos formar parte de un comité de control. Es un logro. Pero todavía falta: propiciamos una ley de expropiación nacional, donde el Estado, de entrada, se haga cargo de todas las deudas. A lo largo de la historia de la Argentina el Estado compra la deuda de las empresas, como con el caso de Clarín, ¿por qué no lo van a hacer con las empresas recuperadas?”, se pregunta.El abogado Luis Caro, creador del Movimiento Nacional de Fábricas Recuperadas, viene brindando asesoramiento jurídico y político a decenas de cooperativas de trabajo. Entre ellas se encuentra la ex Brukman, la textil de Once que se transformó en la Cooperativa “18 de diciembre”, en honor a la fecha del año 2001 en que tomaron la fábrica. Sobre la avenida Jujuy tienen su local de venta al público, donde lucen trajes que confeccionan a pedido. Esta fábrica supo ser uno de los puntos más álgidos de la lucha social en el conflictivo 2002. Allí la Policía Federal reprimió a más de 10 mil personas que se movilizaron solidariamente con las trabajadoras de Brukman. Sentado en una oficina contigua a la tienda de trajes, Caro comenta su alegría, luego de ser recibido junto una delegación de trabajadores por la Presidenta de la Nación y algunos de sus ministros. “La ley reformada estipula la continuidad de la explotación de las fabricas a cargo de los trabajadores organizados en cooperativas –dice, satisfecho–. Hay un cambio fundamental, todos los compañeros están muy contentos. Venimos luchando hace mucho tiempo. Ya hemos conseguido más de cien leyes de expropiación para impedir el remate de fábricas en diferentes lugares del país, como aquí en Brukman, o el Frigorífico Torgelón, Aurora en Ushuaia o el diario Comercio y Justicia de Córdoba. Pero ahora cumplimos un objetivo: se les da prioridad a los obreros en la continuidad de la explotación de una fábrica. Es una política de Estado para los obreros.”Para Caro, a lo largo de su experiencia, que se inició con el asesoramiento de la recuperada metalúrgica Unión y Fuerza, de Avellaneda, en el año 2000, todavía “falta luchar contra el egoísmo, que es el motor del capitalismo. Nuestro motor tiene que ser la solidaridad”. Y plantea: “Todos los compañeros tenemos que tener el mismo nivel de información y decisión en la asamblea, tiene que haber revocatoria de mandatos sobre los que conducen para que no se forme una nueva patronal”. Según calcula, hay 3.000 fábricas y establecimientos agrícola-ganaderos en proceso de quiebra que podrían ser recuperados por sus trabajadores. “Podrían beneficiarse 200 mil obreros”, se ilusiona.Entre esos trabajadores están los del frigorífico Sadowa de Mar del Plata, que conformaron la cooperativa Recuperar y están en pleno proceso de lucha por sus puestos de trabajo. Carlos Vega, al frente de sus compañeros, planteó que “no podemos perder la fuente de trabajo”. Pese a que se sienten abandonados por el sindicato de la carne, por el municipio y la gobernación, se muestra firme en el reclamo. “No podemos entender por qué el gobernador Daniel Scioli vetó la expropiación que ya votaron los senadores y diputados provinciales. Argumentan que no tienen dinero. La Presidenta dice una cosa y él hace otra. Ya nos desalojaron y tuvimos que ponernos con una carpa a decirle ‘no al vaciamiento empresarial’. Para hacernos escuchar, nos obligan a tener que cortar la ruta 2 y hacer una movilización masiva”, advierte Vega, que se reunió con sus compañeros de la CNCT en el Bauen. El trabajador se muestra preocupado por “todos los pibes que no tienen trabajo”. Y explica: “Mar del Plata no vive sólo del verano y los fines de semana largos. En el frigorífico trabajaban 350 personas, pero podrían trabajar 1.200. Por ejemplo, mis hijos no tienen empleo y me gustaría que puedan entrar a trabajar en el frigorífico”.En la fábrica IMPA, en Almagro, los trabajadores también están en proceso de lucha, con la amenaza de desalojo latente. Esta fábrica recuperada le da vida a una zona muy tranquila del barrio, la empedrada calle Querandíes, a una cuadra de las vías del tren. Apenas llegando, se ven estudiantes, con carpetas bajo el brazo, entrando y saliendo del edificio. Los murales y banderas que engalanan la fábrica se suman al mobiliario y decoración tradicional de la metalúrgica, que incluye retratos del general José de San Martín. Luego de ser quebrada por sus dueños, fue tomada por los empleados en 1998: ellos fueron los pioneros en “ocupar, resistir y producir”, tal como reza el lema del movimiento. En IMPA se gestó el primer bachillerato popular, donde participan 200 estudiantes y profesores. Ahí, los trabajadores y vecinos pueden terminar el secundario, y obtienen título oficial, en el marco de una dinámica basada en la método de la educación popular, es decir que todos tienen algo para aprender y para enseñar. “Muchos compañeros que no habían podido terminar el colegio pudieron estudiar acá en el bachillerato”, relata Eduardo Murúa, obrero metalúrgico al frente de IMPA y del Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas. “Cuesta mucho producir y ganar un salario digno. Yo, por ejemplo, gano 600 pesos por quincena, realmente no nos alcanza para vivir. Nos gustaría que el Estado nos apoye de verdad”, plantea. “Además del bachillerato, acabamos de crear una universidad de los trabajadores”, se enorgullece el metalúrgico.Una de las recuperadas más emblemáticas y combativas es la de fábrica de cerámicos Zanón, ahora llamada Fábrica Sin Patrón (Fasinpat). El secretario general del Sindicato de Obreros Ceramistas de Neuquén, Omar Villablanca, proviene de esta fábrica, y relata el momento que atraviesan, a punto de cumplir una década de haber tomado la empresa. El impulso que ganaron estos obreros fue tal que dos de sus dirigentes, Raúl Godoy y Alejandro López, acaban de ser elegidos diputados provinciales. “Cuando los compañeros terminen su mandato, vuelven a trabajar al lado de la máquina, como todos. Así vamos promoviendo nuevos cuadros gremiales”, explica el dirigente ceramista. Actualmente son 450 obreros, peleando para salir a flote y vender de la mejor manera posible su producción. En asambleas por turno de trabajo, discuten desde política hasta los aspectos de la producción. “Si lo comparamos con una cerámica que tiene patrón, que queda al lado de la nuestra y se llama Cerámicos Neuquén, vemos que ellos generan 100 puestos de trabajo, reciben subsidios a la luz y el gas y el gobierno provincial les compra todo para la obra pública, mientras que nosotros recién este año logramos que el Estado compre algo de nuestra producción y no nos dan créditos ni subsidios. Eso se lo dan a las multinacionales”, critica el obrero. La experiencia de Zanón se trasladó a otras dos ceramistas en la misma provincia: Stefani y Del Valle. Es que los obreros de Zanón son todo un símbolo en la Patagonia. En abril pasado, en la fábrica tocó el grupo de rock La Renga. “Vinieron doce mil personas, fue impresionante”, relata Villablanca. Y adelanta que para octubre harán el festejo de los diez años de ocupación de la fábrica. “Ya invitamos a Manu Chao”, se entusiasma ante la probable visita del artista francoespañol. De esta manera, los obreros festejarán que ocuparon, resistieron y seguirán produciendo. Como vienen haciéndolo desde hace más de una década.
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