El sistema educativo chileno es el más caro del mundo. Los jóvenes del país trasandino llevan varias semanas en una lucha por tener un sistema educativo gratuito, que se ha convertido en una causa popular. En el medio, la represión policial y un adolescente muerto. Esta semana, el gobierno se reunió con los estudiantes y éstos... vuelven al paro.
Por Juan Carlos Ramírez Figueroa
Por Juan Carlos Ramírez Figueroa
Cae la nieve sobre Santiago por primera vez en cuatro años. Es el 18 de agosto y colegiales, apoderados, universitarios y profesores marchan por La Alameda. El frío, las parkas, los paraguas y gigantescos muñecos con la cara del presidente Sebastián Piñera, carteles y gritos como “Señora, señor, me voy a resfriar para que sus hijos puedan estudiar”, mientras todo se transforma en lluvia. “Esta es la verdadera marcha de los pingüinos”, dice alguien en alusión al primer levantamiento estudiantil en serio ocurrido en 2006, durante el mandato de Michelle Bachelet, la anterior presidenta chilena. “No, es la marcha de los paraguas.” Los carros policiales miran todo a prudente distancia. Estaba fresco el recuerdo de los enfrentamientos y las bombas lacrimógenas. También la adrenalina mezclada con miedo de los manifestantes al ver a un policía a caballo, corriendo y dispuesto a tumbarlos al suelo. O un golpe en la espalda. O el agua con mierda que se lanza para dispersar a los manifestantes.
Es tan sobrecogedor el espectáculo que varios periodistas de televisión delatan las líneas editoriales al decir con voz frustrada que “aún no se registran incidentes”. Como si el agua inmovilizara a la policía y a los encapuchados que actúan puntualmente a las 13.30, la hora de las noticias de la tarde. Al aproximarse a la explanada del Parque O’Higgins –el mismo lugar donde el papa Juan Pablo II lloró por las bombas lacrimógenas en los graves disturbios de 1987–, un grupo de encapuchados comienza a armar barricadas, casi como si fueran obligados. Pero un grupo de universitarios los putea, los cerca tomados de las manos, hasta que deben salir corriendo. Carabineros miran de lejos. Y por primera vez la marcha termina en paz. Cien mil personas que están decididas a llegar a las últimas consecuencias para que el sistema educativo chileno, heredado de Pinochet, sea borrado de la faz de la Tierra.
Es tan sobrecogedor el espectáculo que varios periodistas de televisión delatan las líneas editoriales al decir con voz frustrada que “aún no se registran incidentes”. Como si el agua inmovilizara a la policía y a los encapuchados que actúan puntualmente a las 13.30, la hora de las noticias de la tarde. Al aproximarse a la explanada del Parque O’Higgins –el mismo lugar donde el papa Juan Pablo II lloró por las bombas lacrimógenas en los graves disturbios de 1987–, un grupo de encapuchados comienza a armar barricadas, casi como si fueran obligados. Pero un grupo de universitarios los putea, los cerca tomados de las manos, hasta que deben salir corriendo. Carabineros miran de lejos. Y por primera vez la marcha termina en paz. Cien mil personas que están decididas a llegar a las últimas consecuencias para que el sistema educativo chileno, heredado de Pinochet, sea borrado de la faz de la Tierra.
I. EL PRESIDENTE
A Piñera, hombre pragmático y neoliberal, todo esto le da lo mismo. Aunque accedió a reunirse con los universitarios el sábado pasado –en tanto, el país lloraba la tragedia aérea que dejó a veintiún personas muertas en el mar–, los resultados fueron prácticamente nulos. Mientras que el presidente aseguraba en la tele que el encuentro fue un éxito, un dirigente reconoció que la reunión fue “insípida”. Finalmente, después del encuentro con Piñera, los estudiantes volverán a convocar a un paro nacional para hoy. No es la primera contradicción de un hombre que por estos días hace reír en las redes sociales con la teoría de que es “mufa”: tras ser elegido presidente, ocurrió un terremoto 8.8, el incendio de una cárcel, 33 mineros atrapados bajo tierra, la erupción de un volcán y un avión que se cae, entre otros.
De hecho, no habían pasado ni unas horas del paro general de dos días, organizado por la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) –el primero de tal envergadura en democracia– y celebrado un par de semanas después, cuando daría su particular señal de diálogo: citar a almorzar a quince twitteros “influyentes”. Un animador de televisión, publicistas, bloggeros y periodistas. Mientras el comercio y la locomoción estaban paralizados y las barricadas arreciaban, en La Moneda, la casa de gobierno, reinaba la corrección: Piñera les mostró su despacho, les hizo algunas bromas y los invitó a comer pescado o pollo y a beber vino.
Por supuesto, el mandatario no estaba solo: lo acompañaban su esposa Cecilia Morel (la misma que le suplicó, en directo por televisión, en medio de su gira europea, que dejara de mostrar el papelito que enviaron los mineros para ser rescatados), su hija Magdalena y el temible vocero del gobierno Andrés Chadwick. Este último, acusado de haber golpeado a alumnos de Teología que protestaban contra las violaciones a los derechos humanos en 1978, cuando era presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica y afiebrado pinochetista. El diálogo, como era de esperar, fluyó con la misma naturalidad que una entrevista con un rockero rodeado de managers y plomos.
Afuera, en la calle, los “guanacos” y “zorrillos” –vehículos blindados de la policía chilena conocidos como “los pacos”– estaban listos para disparar agua sucia y gases lacrimógenos ante cualquier provocación de los manifestantes que ya marchaban por La Alameda, incluyendo los sospechosos encapuchados, que aparecen justo a las 13.30, el horario de las noticias. El descrédito se agudizó hace unas semanas cuando se descubrió a un policía disfrazado como ellos entienden a los anarquistas –”de jeans y zapatillas”–, corrió para refugiarse con sus compañeros, obligando a sus superiores a admitir que sí, que tienen carabineros “mimetizados”. Un eufemismo para designar a quienes se mezclan entre los idiotas que destruyen todo y ayudan a una asociación muy conveniente para el gobierno: universitarios es igual a la destrucción de la institucionalidad.
No es casual que en la tarde el presidente haya declarado en televisión que estos jóvenes –los que protestan por una mejor educación– le están haciendo “daño a Chile”, que el camino “no son las bombas molotov” y que “éste es un gobierno que escucha”. Lo curioso es que prefiere escuchar a los twitteros antes que a los dirigentes estudiantiles que tienen paralizados colegios y universidades hace tres meses.
En la noche comenzarían los cacerolazos –una práctica común de la resistencia a la dictadura de Pinochet–, más barricadas y enfrentamientos con carabineros. La noche del jueves sería más ruda, llegando al punto que unas vecinas de la céntrica Plaza Brasil pedían a la policía desde sus departamentos “¡Por favor, mátenlos!”, mientras los jóvenes marchaban con cacerolas y tambores. Más tarde, tras un confuso accidente moriría un chico de 16 años, Manuel Gutiérrez, quien empujaba a su hermano en silla de ruedas: éste declararía ver cómo desde un furgón se abrió fuego. Aunque los carabineros lo negaron, cuatro días después debió reconocer que uno de sus hombres fue el que disparó y ahora está en prisión preventiva. Así, el presidente –con la adhesión más baja de la historia, 26 por ciento– tuvo que declarar que quería reunirse con los dirigentes universitarios. Primero dijeron el martes de esta semana. Luego, entre jueves y viernes, para cerrar este sábado. Es que el gobierno está desesperado por preparar una oferta lo suficientemente atractiva para devolver a los alumnos a sus salas de clases.
De hecho, no habían pasado ni unas horas del paro general de dos días, organizado por la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) –el primero de tal envergadura en democracia– y celebrado un par de semanas después, cuando daría su particular señal de diálogo: citar a almorzar a quince twitteros “influyentes”. Un animador de televisión, publicistas, bloggeros y periodistas. Mientras el comercio y la locomoción estaban paralizados y las barricadas arreciaban, en La Moneda, la casa de gobierno, reinaba la corrección: Piñera les mostró su despacho, les hizo algunas bromas y los invitó a comer pescado o pollo y a beber vino.
Por supuesto, el mandatario no estaba solo: lo acompañaban su esposa Cecilia Morel (la misma que le suplicó, en directo por televisión, en medio de su gira europea, que dejara de mostrar el papelito que enviaron los mineros para ser rescatados), su hija Magdalena y el temible vocero del gobierno Andrés Chadwick. Este último, acusado de haber golpeado a alumnos de Teología que protestaban contra las violaciones a los derechos humanos en 1978, cuando era presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica y afiebrado pinochetista. El diálogo, como era de esperar, fluyó con la misma naturalidad que una entrevista con un rockero rodeado de managers y plomos.
Afuera, en la calle, los “guanacos” y “zorrillos” –vehículos blindados de la policía chilena conocidos como “los pacos”– estaban listos para disparar agua sucia y gases lacrimógenos ante cualquier provocación de los manifestantes que ya marchaban por La Alameda, incluyendo los sospechosos encapuchados, que aparecen justo a las 13.30, el horario de las noticias. El descrédito se agudizó hace unas semanas cuando se descubrió a un policía disfrazado como ellos entienden a los anarquistas –”de jeans y zapatillas”–, corrió para refugiarse con sus compañeros, obligando a sus superiores a admitir que sí, que tienen carabineros “mimetizados”. Un eufemismo para designar a quienes se mezclan entre los idiotas que destruyen todo y ayudan a una asociación muy conveniente para el gobierno: universitarios es igual a la destrucción de la institucionalidad.
No es casual que en la tarde el presidente haya declarado en televisión que estos jóvenes –los que protestan por una mejor educación– le están haciendo “daño a Chile”, que el camino “no son las bombas molotov” y que “éste es un gobierno que escucha”. Lo curioso es que prefiere escuchar a los twitteros antes que a los dirigentes estudiantiles que tienen paralizados colegios y universidades hace tres meses.
En la noche comenzarían los cacerolazos –una práctica común de la resistencia a la dictadura de Pinochet–, más barricadas y enfrentamientos con carabineros. La noche del jueves sería más ruda, llegando al punto que unas vecinas de la céntrica Plaza Brasil pedían a la policía desde sus departamentos “¡Por favor, mátenlos!”, mientras los jóvenes marchaban con cacerolas y tambores. Más tarde, tras un confuso accidente moriría un chico de 16 años, Manuel Gutiérrez, quien empujaba a su hermano en silla de ruedas: éste declararía ver cómo desde un furgón se abrió fuego. Aunque los carabineros lo negaron, cuatro días después debió reconocer que uno de sus hombres fue el que disparó y ahora está en prisión preventiva. Así, el presidente –con la adhesión más baja de la historia, 26 por ciento– tuvo que declarar que quería reunirse con los dirigentes universitarios. Primero dijeron el martes de esta semana. Luego, entre jueves y viernes, para cerrar este sábado. Es que el gobierno está desesperado por preparar una oferta lo suficientemente atractiva para devolver a los alumnos a sus salas de clases.
II. LA CASA TOMADA
Para entender Chile, hay que recorrer La Alameda, espina dorsal de Santiago. Una avenida que Salvador Allende, el presidente derrocado por Pinochet, prometió abrir hacia “el hombre libre” y “una sociedad mejor”, minutos antes de ser bombardeado por Hawker Hunters en el mismo lugar donde ahora gobierna Piñera. Podemos decir que cada ciudad del país es una reproducción a escala de la capital, con su calle central, su hito arquitectónico y su división social: a un lado los ricos, a otro la clase media, junto a los más pobres. Caminar a pie desde la Estación Central –donde los ferrocarriles dejaron de interconectar el país– en dirección a la Cordillera hasta la Plaza Italia –histórico punto de separación entre el Chile clásico y el Chile globalizado, y donde se celebran triunfos deportivos o protestas como las actuales– puede ahorrar mucho tiempo en explicaciones.
Primero veremos casas a mal traer que delatan un pasado rural. Fritangas. Bares. Hoteluchos. Edificios de departamentos. Un moderno mall con Donkin Donuts, tiendas Adidas y un multicine. Y de pronto, casi mimetizándose con el mall, una docena de universidades privadas e institutos. Es lo que se conoce como “Barrio Universitario”, aunque no hay áreas verdes y las facultades son terremoteados palacios del siglo XIX, cuyos cuartos –donde antes vivieron los afrancesados “nuevos ricos”, producto del boom del salitre– ahora son salas de clases equipadas con data show y wi-fi.
Si seguimos avanzando, veremos el palacio donde Allende se quitó la vida (este año, su cadáver fue exhumado por segunda vez, descartándose la tesis de asesinato). En sus alrededores, un grupo de jóvenes estuvo corriendo desde el 13 de julio hasta el sábado pasado. Se iban pasando la posta, día y noche, con lluvia o temperaturas bajo cero, hasta completar 1800 kilómetros, en alusión a los 1800 millones de dólares que costaría financiar la educación por un año. Los autos hacen sonar las bocinas en apoyo, los peatones aplauden y algunos graban o toman fotos. Asunto conflictivo esto último: es común que los carabineros pregunten por qué se está grabando o tomando fotos cerca de La Moneda. Se palpa el nervio gubernamental.
Muy cerca está la Casa Central de la Universidad de Chile, la principal institución pública del país, cuyo frontis exhibe un gigantesco lienzo que reza “La lucha es de la sociedad entera. Todos por una educación gratuita”. Tan grande como la bandera de Chile que fue instalada para el Bicentenario, el 18 de septiembre del año pasado y que apenas se mueve debido al poco viento que hay en el valle de Santiago. En el centro de estudios tomado se exhiben los restos de bombas lacrimógenas lanzadas por la policía. También se venden artesanías para juntar plata para los almuerzos. Y profesores y alumnos dialogan con los transeúntes.
Primero veremos casas a mal traer que delatan un pasado rural. Fritangas. Bares. Hoteluchos. Edificios de departamentos. Un moderno mall con Donkin Donuts, tiendas Adidas y un multicine. Y de pronto, casi mimetizándose con el mall, una docena de universidades privadas e institutos. Es lo que se conoce como “Barrio Universitario”, aunque no hay áreas verdes y las facultades son terremoteados palacios del siglo XIX, cuyos cuartos –donde antes vivieron los afrancesados “nuevos ricos”, producto del boom del salitre– ahora son salas de clases equipadas con data show y wi-fi.
Si seguimos avanzando, veremos el palacio donde Allende se quitó la vida (este año, su cadáver fue exhumado por segunda vez, descartándose la tesis de asesinato). En sus alrededores, un grupo de jóvenes estuvo corriendo desde el 13 de julio hasta el sábado pasado. Se iban pasando la posta, día y noche, con lluvia o temperaturas bajo cero, hasta completar 1800 kilómetros, en alusión a los 1800 millones de dólares que costaría financiar la educación por un año. Los autos hacen sonar las bocinas en apoyo, los peatones aplauden y algunos graban o toman fotos. Asunto conflictivo esto último: es común que los carabineros pregunten por qué se está grabando o tomando fotos cerca de La Moneda. Se palpa el nervio gubernamental.
Muy cerca está la Casa Central de la Universidad de Chile, la principal institución pública del país, cuyo frontis exhibe un gigantesco lienzo que reza “La lucha es de la sociedad entera. Todos por una educación gratuita”. Tan grande como la bandera de Chile que fue instalada para el Bicentenario, el 18 de septiembre del año pasado y que apenas se mueve debido al poco viento que hay en el valle de Santiago. En el centro de estudios tomado se exhiben los restos de bombas lacrimógenas lanzadas por la policía. También se venden artesanías para juntar plata para los almuerzos. Y profesores y alumnos dialogan con los transeúntes.
III. LA EDUCACIÓN MÁS CARA DEL MUNDO
Pocos recuerdan que la gota que rebalsó el vaso fue un reportaje del programa Esto no tiene nombre, de Televisión Nacional (la señal estatal de Chile, al menos en teoría), exhibido a fines de mayo. Allí, el entonces ministro de Educación, Joaquín Lavín –graciosamente comparado con Milhouse de Los Simpson en los afiches de las protestas– insinuó la posibilidad de privatizar la Universidad Tecnológica Metropolitana (UTEM). Una institución pública con falta de financiamiento y que el programa atacaba casi propagandísticamente. “Por ningún motivo matricularía a mis hijos en la UTEM”, añadió el ministro que –oh, sorpresa– seguiría vinculado económicamente con la privada Universidad del Desarrollo que él fundó en 1990. Esto, según una investigación periodística, a través de una sociedad de fachada, que le permitiría obtener lucro sin infringir la ley. Las protestas de los alumnos por el tendencioso programa terminó con una disculpa del canal, muy de madrugada y un comentado accidente, donde Lavín fue acorralado en un centro cultural mientras celebraba... los 30 años de la educación privada en Chile.
Otro dato importante: Lavín es un activo del Opus Dei y, en el pensamiento de la ultraderecha católica, Dios quiere que cada cual ocupe el cargo donde nació. Si es empleada o pobre, más bendecido aún. Pero la bola de nieve ya comenzaba a crecer en colegios y facultades públicas, apoyada en informes tan oportunos como el de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Un grupo de países “desarrollados” donde Chile sería el único –y orgulloso– miembro de la región junto a Brasil.
. La educación chilena es la más cara del mundo.
. Chile es el único país donde las familias financian el 85 por ciento de la educación superior y el Estado, apenas un 15 por ciento.
. Hay cerca de 940 mil estudiantes universitarios, cinco veces la cifra de 1991, pero casi la mitad no continúa la carrera. El resto termina endeudado incluso por décadas.
. Chile se ubicó en el último lugar en la medición de lectura digital. Dato que enlaza con otro peor: la educación chilena, a pesar de ser varias veces más cara que la de Francia o Inglaterra, no tiene ningún logro internacional importante. Al contrario.
. Chile es el país con mayor desigualdad de ingreso entre los miembros de la organización.
Otro dato importante: Lavín es un activo del Opus Dei y, en el pensamiento de la ultraderecha católica, Dios quiere que cada cual ocupe el cargo donde nació. Si es empleada o pobre, más bendecido aún. Pero la bola de nieve ya comenzaba a crecer en colegios y facultades públicas, apoyada en informes tan oportunos como el de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Un grupo de países “desarrollados” donde Chile sería el único –y orgulloso– miembro de la región junto a Brasil.
. La educación chilena es la más cara del mundo.
. Chile es el único país donde las familias financian el 85 por ciento de la educación superior y el Estado, apenas un 15 por ciento.
. Hay cerca de 940 mil estudiantes universitarios, cinco veces la cifra de 1991, pero casi la mitad no continúa la carrera. El resto termina endeudado incluso por décadas.
. Chile se ubicó en el último lugar en la medición de lectura digital. Dato que enlaza con otro peor: la educación chilena, a pesar de ser varias veces más cara que la de Francia o Inglaterra, no tiene ningún logro internacional importante. Al contrario.
. Chile es el país con mayor desigualdad de ingreso entre los miembros de la organización.
Y comenzaron las marchas masivas. La primera, el 30 de junio, sacó a 400 mil jóvenes a la calle en el país. La prensa –dominada por un duopolio de medios derechistas liderado por El Mercurio y La Tercera– y la televisión (de la misma tendencia política) hizo hincapié en los desórdenes y en los encapuchados que lanzaban molotovs puntualmente a la hora de los noticieros de la tarde. Tercos, jamás esperaron que las fotos linkeadas en Twitter o Facebook, sumado a videos en YouTube, demostraran que éstos eran hechos aislados y que la violencia venía del lado de la policía, liderada por el cada vez más odiado ministro del Interior, Rodrigo Hinzpeter. Un personaje en un principio caricaturizado como el leal Smithers (el Señor Burns era Piñera), pero que tras comprobar su mano dura controlando manifestaciones terminó siendo llamado “sheriff”. El asunto es que los jóvenes prefieren informarse sobre Chile a través de medios españoles, ingleses o argentinos que han seguido el tema, como Pedro Brieger o incluso los segmentos de Duro de domar en YouTube.
La dinámica de los carabineros, desalojando a golpes y tratando de “putas” a las universitarias, encapuchados actuando libremente y gases lacrimógenos impactando a los manifestantes, se repetiría en las siguientes marchas, donde ya se comenzaron a integrar adultos y niños. Los universitarios organizaron una nueva marcha el 4 de agosto, que no fue autorizada. Acá comenzaría el mes más violento tras la dictadura y que internacionalmente se conocería como “El invierno chileno”, donde se está exigiendo un cambio en la Constitución (heredada de Pinochet), educación gratuita (aprovechando los millonarios excedentes del cobre) y una asamblea constituyente, ya que ni la derecha ni la Concertación (que gobernó Chile durante veinte años) representarían a la ciudadanía.
Carla Vásquez egresó de Estética y está endeudada hasta 2017. “Mi compromiso ha sido súper escuálido para los sentimientos de orgullo que me ha producido todo este movimiento. Cada vez que escucho que alguien reclama sobre el tema explicar por qué estoy a favor, digo que vea porque a todos nos incumbe. Segundo, los cacerolazos: hice pedazos mi cuchara de palo. Tercero, me inscribí en un sitio web de ex alumnos de mi ‘U’ que apoyamos el movimiento www.cacerolazouc.cl/. Más no he podido porque trabajo desde hace poco, soy recién titulada y debo pagar la deuda que tengo con el banco.”
La dinámica de los carabineros, desalojando a golpes y tratando de “putas” a las universitarias, encapuchados actuando libremente y gases lacrimógenos impactando a los manifestantes, se repetiría en las siguientes marchas, donde ya se comenzaron a integrar adultos y niños. Los universitarios organizaron una nueva marcha el 4 de agosto, que no fue autorizada. Acá comenzaría el mes más violento tras la dictadura y que internacionalmente se conocería como “El invierno chileno”, donde se está exigiendo un cambio en la Constitución (heredada de Pinochet), educación gratuita (aprovechando los millonarios excedentes del cobre) y una asamblea constituyente, ya que ni la derecha ni la Concertación (que gobernó Chile durante veinte años) representarían a la ciudadanía.
Carla Vásquez egresó de Estética y está endeudada hasta 2017. “Mi compromiso ha sido súper escuálido para los sentimientos de orgullo que me ha producido todo este movimiento. Cada vez que escucho que alguien reclama sobre el tema explicar por qué estoy a favor, digo que vea porque a todos nos incumbe. Segundo, los cacerolazos: hice pedazos mi cuchara de palo. Tercero, me inscribí en un sitio web de ex alumnos de mi ‘U’ que apoyamos el movimiento www.cacerolazouc.cl/. Más no he podido porque trabajo desde hace poco, soy recién titulada y debo pagar la deuda que tengo con el banco.”
IV. Y VA A CAER...LA EDUCACIÓN DE PINOCHET
“Me gusta que haya por fin una masa pensante, que haya debate obligado en la tele, en la calle, en las casas, con las familias. En Chile, la educación es la herramienta para poder surgir. El sueño de nuestros papás siempre es dejarte la casa y la educación. Porque, como dijo Piñera, nada es gratis. Y ambas son las únicas garantías de vida para que no te embarguen en deudas porque te falta plata”, explica Daniela Pérez, estudiante de Bibliotecología. Y agrega: “Creo que este movimiento tiene muchos adeptos porque hay muchos más universitarios ahora que en otros tiempos. La generación de nuestros papás se sentía menos porque la mayoría no tiene siquiera la educación básica completa. Pero cuando tienes acceso a la educación, accedes a más conocimiento y a sentirte más digno, con más derecho de reclamar sabiendo que tienes razón, y que no te pueden callar como a tus papás”.
Sin embargo, ese día de agosto, la Plaza Italia amaneció enrejada. El Metro no permitió el ingreso de estudiantes con uniforme. Y los carabineros en cuanto veían un grupo de jóvenes reunidos, los expulsaba con amenazas. Los chicos les sacaban en cara que no era legal reunirse con propósitos pacíficos. También encararon a los periodistas. Y comenzaron a enfrentarse a los encapuchados bajo el grito de los ‘80: “Y va a caer... y va a caer... la educación de Pinochet”.
Hinzpeter respondió con decenas de bombas lacrimógenas, una de ellas –como registró un video difundido por Internet– desde un helicóptero. Hay testimonios de abuelos asfixiados, desalojos de colegios tomados y golpes a menores de edad. Una foto dio la vuelta al mundo, donde un carabinero llevaba a un niño detenido. En la noche se registraron los primeros caceroleos con miles de indignados que en todo el país comenzaron a hacer sonar ollas rítmicamente. También se encendieron barricadas, debiendo actuar el “guanaco” incluso en barrios tradicionales como Ñuñoa. Al mismo tiempo, el canal estatal exhibía la serie Los archivos del cardenal, protagonizado por Benjamín Vicuña, donde se recrean –en plan La ley y el orden– las historias de la dictadura archivadas en la Vicaría de la Solidaridad, organización de la Iglesia Católica que defendió a los perseguidos por Pinochet.
No obstante la violencia, el movimiento comenzó a tomar más fuerza, a pesar de la tenaz indiferencia de los medios (que, sin embargo, comenzaron a aclarar que las marchas son “pacíficas” y que la violencia viene “de grupos aislados”). Algo que se comprobó en la marcha de los paraguas.
“La situación cada vez se está haciendo más intensa, con más demandas sociales. Es necesario para la ‘salud’ del país encontrar soluciones. Ahora el tema está en qué tipo de soluciones van a presentar ambos sectores. Esta es la gran piedra de tope entre los demandantes y los demandados. Se han acostumbrado (los gobernantes) a tener problemas de lenguaje, a no entenderse o derechamente no escuchar”, piensa Carolina Julio (estudiante de periodismo).
Cristóbal Cartes, estudiante de la Universidad Católica, cree que hay indolencia entre los mismos universitarios: “Por ejemplo, mientras el movimiento estudiantil marchaba y discutía sobre educación en carreras chicas como Comunicaciones y Biología, en Derecho celebraban su semana de aniversario con fiestas, lo cual parecía como si vivieran en otro país y fueran totalmente egocéntricos”. Para Carla Mandiola, estudiante de Periodismo de una universidad privada, “el compromiso corre por uno mismo. No me refiero al gran aporte de los tweets ácidos, ni de los videos en Facebook, sino ir a las marchas y manifestaciones. Cada vez me acompañan más personas, quizás eso ha sido un avance; pero mi aporte no es nada comparado con lo que han hecho otros estudiantes”.
El panorama es alentador, aunque hay varias confusiones entre las partes. Por un lado, la conveniente idealización mediática de Camila Vallejo (que la derecha ha logrado convertir en símbolo del movimiento estudiantil, a pesar de que no representa a todos); por otro, la terquedad de Piñera en abrirse al diálogo y las declaraciones poco afortunadas del ministro de Salud, Jaime Mañalich, que trató de “cobardes” a quienes supuestamente fingían una huelga de hambre hace más de un mes. Y Chadwick, en coro con Bulnes, declarando que “no puede haber educación gratis en Chile”. A esperar el sábado, entonces.
Sin embargo, ese día de agosto, la Plaza Italia amaneció enrejada. El Metro no permitió el ingreso de estudiantes con uniforme. Y los carabineros en cuanto veían un grupo de jóvenes reunidos, los expulsaba con amenazas. Los chicos les sacaban en cara que no era legal reunirse con propósitos pacíficos. También encararon a los periodistas. Y comenzaron a enfrentarse a los encapuchados bajo el grito de los ‘80: “Y va a caer... y va a caer... la educación de Pinochet”.
Hinzpeter respondió con decenas de bombas lacrimógenas, una de ellas –como registró un video difundido por Internet– desde un helicóptero. Hay testimonios de abuelos asfixiados, desalojos de colegios tomados y golpes a menores de edad. Una foto dio la vuelta al mundo, donde un carabinero llevaba a un niño detenido. En la noche se registraron los primeros caceroleos con miles de indignados que en todo el país comenzaron a hacer sonar ollas rítmicamente. También se encendieron barricadas, debiendo actuar el “guanaco” incluso en barrios tradicionales como Ñuñoa. Al mismo tiempo, el canal estatal exhibía la serie Los archivos del cardenal, protagonizado por Benjamín Vicuña, donde se recrean –en plan La ley y el orden– las historias de la dictadura archivadas en la Vicaría de la Solidaridad, organización de la Iglesia Católica que defendió a los perseguidos por Pinochet.
No obstante la violencia, el movimiento comenzó a tomar más fuerza, a pesar de la tenaz indiferencia de los medios (que, sin embargo, comenzaron a aclarar que las marchas son “pacíficas” y que la violencia viene “de grupos aislados”). Algo que se comprobó en la marcha de los paraguas.
“La situación cada vez se está haciendo más intensa, con más demandas sociales. Es necesario para la ‘salud’ del país encontrar soluciones. Ahora el tema está en qué tipo de soluciones van a presentar ambos sectores. Esta es la gran piedra de tope entre los demandantes y los demandados. Se han acostumbrado (los gobernantes) a tener problemas de lenguaje, a no entenderse o derechamente no escuchar”, piensa Carolina Julio (estudiante de periodismo).
Cristóbal Cartes, estudiante de la Universidad Católica, cree que hay indolencia entre los mismos universitarios: “Por ejemplo, mientras el movimiento estudiantil marchaba y discutía sobre educación en carreras chicas como Comunicaciones y Biología, en Derecho celebraban su semana de aniversario con fiestas, lo cual parecía como si vivieran en otro país y fueran totalmente egocéntricos”. Para Carla Mandiola, estudiante de Periodismo de una universidad privada, “el compromiso corre por uno mismo. No me refiero al gran aporte de los tweets ácidos, ni de los videos en Facebook, sino ir a las marchas y manifestaciones. Cada vez me acompañan más personas, quizás eso ha sido un avance; pero mi aporte no es nada comparado con lo que han hecho otros estudiantes”.
El panorama es alentador, aunque hay varias confusiones entre las partes. Por un lado, la conveniente idealización mediática de Camila Vallejo (que la derecha ha logrado convertir en símbolo del movimiento estudiantil, a pesar de que no representa a todos); por otro, la terquedad de Piñera en abrirse al diálogo y las declaraciones poco afortunadas del ministro de Salud, Jaime Mañalich, que trató de “cobardes” a quienes supuestamente fingían una huelga de hambre hace más de un mes. Y Chadwick, en coro con Bulnes, declarando que “no puede haber educación gratis en Chile”. A esperar el sábado, entonces.
V. LA NUEVA FORMA DE PROTESTAR
Hay una foto que ningún medio corporativo quiso mostrar. En ella vemos a Lavín, a Chadwick y al nuevo ministro de Economía, Pablo Longueira, junto a Pinochet, en 1977, en la oscura ceremonia de Chacarillas, una especie de rito de iniciación para los jóvenes adeptos al régimen. Esta se viralizó por las redes sociales. Tales como las declaraciones de una profesional del Ministerio de Cultura, que trataba veladamente de “perra” a la dirigente universitaria Camila Vallejo. O un columnista que trató a los jóvenes que protestan de “inútiles subversivos”. Joyas que cristalizan la salida del closet del pinochetismo tras bastante tiempo ocultándolo (excepto cuando murió, en 2006).
Internet, twitcam y el buzz de las redes sociales han sido el articulador de la información que los medios insisten en bajar el perfil. Como el sensacionalista diario LUN, que dedicó una portada a la Vallejo y su negación de “mover la colita” en uno de los eventos universitarios más grandes desde el retorno a la democracia. Aquí se pueden revivir momentos como el Thriller por la educación, donde jóvenes se disfrazaron de zombies y que dio la vuelta al mundo. O la parodia carnavalesca de los carros de carabineros en plena marcha. O los muñecos gigantes con la cara de Piñera o de Hinzpeter.
“Nuestra generación está cansada de los políticos, de los partidos... pero con las ganas y la mentalidad de que todos podemos cambiar el país”, declara la estudiante de Publicidad, Florencia Poblete. El humor y la ironía, que recuerdan el situacionismo de Mayo del ‘68, llega a niveles delirantes en sitios como Jaidefinichon.com o Difamadores que, entre parodias, fotomontajes, memes o canciones, incluyen links o documentales como Las niñas, donde un grupo de chicas cuentan cómo fueron obligadas a desnudarse por policías mujeres, o el sindicato de prostitutas con cartel que dice “Piñera no es hijo nuestro”, o sorprendentes declaraciones de carabineros, reconociendo que estaban a favor de las demandas estudiantiles. A nivel internacional incluso se ha logrado que Sasha Grey mande su saludo y “amor” a los estudiantes chilenos vía Twitter.
Por otro lado, bandas emergentes como Portugal han grabado clips en plenas manifestaciones como la canción Nuestro momento. La gran deuda, sin embargo, es con el rock masivo, donde al parecer el único referente claro son las canciones de Los Prisioneros y canciones como El baile de los que sobran o la relativamente desconocida Poder elegir, donde los versos dedicados a Pinochet mantienen la vigencia: “Queremos elegir, decidir / debemos elegir, cómo quieres vivir / reclamar y pelear / obligar y dejar de llorar / y que nadie aproveche de ti... su poder / es nuestra ignorancia”. Pero el gran momento que quedó archivado en YouTube fue cómo los dirigentes estudiantiles José Ankalao, Giorgio Jackson y Camila Vallejo dejaron callados a los políticos del Congreso. Búsquenlo.
Internet, twitcam y el buzz de las redes sociales han sido el articulador de la información que los medios insisten en bajar el perfil. Como el sensacionalista diario LUN, que dedicó una portada a la Vallejo y su negación de “mover la colita” en uno de los eventos universitarios más grandes desde el retorno a la democracia. Aquí se pueden revivir momentos como el Thriller por la educación, donde jóvenes se disfrazaron de zombies y que dio la vuelta al mundo. O la parodia carnavalesca de los carros de carabineros en plena marcha. O los muñecos gigantes con la cara de Piñera o de Hinzpeter.
“Nuestra generación está cansada de los políticos, de los partidos... pero con las ganas y la mentalidad de que todos podemos cambiar el país”, declara la estudiante de Publicidad, Florencia Poblete. El humor y la ironía, que recuerdan el situacionismo de Mayo del ‘68, llega a niveles delirantes en sitios como Jaidefinichon.com o Difamadores que, entre parodias, fotomontajes, memes o canciones, incluyen links o documentales como Las niñas, donde un grupo de chicas cuentan cómo fueron obligadas a desnudarse por policías mujeres, o el sindicato de prostitutas con cartel que dice “Piñera no es hijo nuestro”, o sorprendentes declaraciones de carabineros, reconociendo que estaban a favor de las demandas estudiantiles. A nivel internacional incluso se ha logrado que Sasha Grey mande su saludo y “amor” a los estudiantes chilenos vía Twitter.
Por otro lado, bandas emergentes como Portugal han grabado clips en plenas manifestaciones como la canción Nuestro momento. La gran deuda, sin embargo, es con el rock masivo, donde al parecer el único referente claro son las canciones de Los Prisioneros y canciones como El baile de los que sobran o la relativamente desconocida Poder elegir, donde los versos dedicados a Pinochet mantienen la vigencia: “Queremos elegir, decidir / debemos elegir, cómo quieres vivir / reclamar y pelear / obligar y dejar de llorar / y que nadie aproveche de ti... su poder / es nuestra ignorancia”. Pero el gran momento que quedó archivado en YouTube fue cómo los dirigentes estudiantiles José Ankalao, Giorgio Jackson y Camila Vallejo dejaron callados a los políticos del Congreso. Búsquenlo.
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