La directora del Registro Nacional de Personas Menores Extraviadas critica el exceso de publicidad en el caso de Candela y cuestiona el rótulo inicial vinculado con la trata y la difusión de su foto.
Por Martín Granovsky
Por Martín Granovsky
Mientras avanzan otros debates que sólo se saldarán cuando se resuelva el caso (uno sobre la eficacia de la seguridad bonaerense y sus protocolos, otro sobre qué puede y qué debe hacer el gobierno nacional para no encontrarse con un hecho consumado, como sucedió en Formosa y Jujuy), el asesinato de Candela no deja dudas en materia de difusión. “Es irresponsable rotular de entrada un caso cuando no se sabe por qué ocurrió, como hicieron algunos medios hablando de trata, y es mala la difusión masiva porque conspira contra la eficacia”, dijo a Página/12 Cristina Silvia Fernández, quien está a cargo del Registro Nacional de Información de Personas Menores Extraviadas que funciona dentro de la Secretaría de Derechos Humanos, en el Ministerio de Justicia de la Nación.
–¿Usted vio a la familia de Candela?
–Sí, junto con mi equipo. Cuando llegamos a Hurlingham nos impresionamos. Teníamos orden de la Presidencia de acercarnos a la familia de Candela y hablar con su madre. Pero era imposible entrar a la casa por el cerco periodístico. Por un lado había móviles buscando a cada familiar. Por otro lado, no habían sido apartados para permitir un trabajo más organizado y distante. Hasta nos costó entrar. Después pudimos hablar con cuatro tías y dos abuelas. La mamá de Candela estaba junto con la policía en un allanamiento. Como hacemos siempre, indagamos sobre el vínculo familiar, cosa que por supuesto no revelaré en esta entrevista. También como siempre, evitamos dar consejos sobre cómo hay que ser con los hijos. Sugerimos conductas prácticas. Disculpas, pero tampoco puedo entrar en detalles.
–Los medios difundieron la foto de Candela. ¿Lo sugirieron ustedes?
–Al contrario. La difusión de fotos debe ser muy cuidadosa y reservada a las vías eficaces. Los casos casi nunca se esclarecen por la difusión de una imagen. La inmensa mayoría se resuelve utilizando los canales institucionales correspondientes. La foto y la difusión del caso pueden ser útiles para instalar una problemática, pero no para resolver el extravío concreto. Y además no se instala una problemática sanamente cuando se vulneran los derechos de los chicos y cuando no se tiene en cuenta que, si por suerte los encontramos, quedarán marcados públicamente para toda su vida. Está claro que en el caso de Candela la difusión de la foto no iba a lograr que nadie la encontrara. En cambio –y esto lo digo hipotéticamente porque los investigadores deberán establecerlo–, podía contribuir a su muerte si no se trataba de una nena que se fue de su casa. Es mejor trabajar seriamente.
–¿Qué es trabajar seriamente?
–Las fuerzas de seguridad rastrillan junto con los familiares. Los fiscales instruyen la causa e investigan sin filtrar a los medios. Los organismos de protección no cuentan nada. Los registros cruzan datos. Cada uno hace lo que tiene que hacer. El gesto de Ricardo Darín es para agradecer, pero yo no sé nada de actuación y él debe saber poco de cómo encontrar chicos. Y sería bueno que todos los medios fuesen responsables si de verdad quieren ayudar.
–¿Qué diferencia hay entre estos casos y los de trata?
–Los de trata los derivamos. No corresponden a nuestro Registro. Son distintos. En general no hay por robo sino engaño. En el nordeste del país, por engaño para trata con fines de prostitución. En el noroeste, por engaño para trata con fines de explotación laboral. Y con chicos y chicas más grandes que Candela.
–¿Cómo es el universo de casos que ustedes manejan?
–Entre el 75 y el 80 por ciento de los extraviados son adolescentes de entre 13 y 17 años. Por eso en nuestro trabajo más que una mirada psicoanalítica que sería útil para un enfoque individual preferimos basarnos en la psicología adolescente.
–¿Cuál es la característica social de los extraviados?
–Clarísima: el 80 por ciento pertenece a los sectores populares. La proporción de chicos y chicas de clase media es mucho más baja, no porque no tengan sus conflictos, sino porque se canalizan de otra manera.
–¿Y desde el punto de vista del sexo?
–También hay una proporción clara. El 71 por ciento está constituido por mujeres. Lo cual se debe sin duda a las condiciones de patriarcado de nuestra sociedad.
–¿Cuál es la relación entre patriarcado y chicas que se van de su casa?
–El abuso de la autoridad paterna o el maltrato, más frecuente con las hijas mujeres que con los hijos varones. Y esto no es una impresión, sino una constatación de las estadísticas y los casos concretos del Registro. La arbitrariedad patriarcal es mucho mayor sobre las mujeres. Entonces, cuando pueden se van. Cuando hablo de arbitrariedad hablo también de los peores extremos, como pegar o golpear. Cuando hay golpes, las víctimas son más las hijas que los hijos.
–¿Y por qué un adolescente dejaría una casa, más allá de estos casos extremos?
–Por motivos muy diversos. Incluso por la falta de límites. Los adolescentes necesitan límites incluso para transgredirlos. Pero los límites siempre son necesarios. También tienen derecho a ser escuchados. Tienen derecho a emitir su opinión. Son derechos consagrados por las convenciones internacionales.
–¿Cuántas denuncias recibieron en el Registro?
–Desde 2003, 17.924 denuncias sin repetición de conductas, es decir que ése es el número de personas registradas. Si es con repetición, la cifra llega a 19.000. Los mil casos incluyen chicos o chicas que llegaron por ejemplo a nueve idas de su casa.
–¿Cuántos casos resolvieron?
–El Registro resolvió 16.076 de los 17.924. Y dolorosamente debo decir que hubo 11 muertes. Eran 10 hasta ahora. La número 11 fue Candela.
–¿Cuáles son los casos de no adolescentes?
–En general los más chicos.
–¿Cómo son esos casos?
–No hay un solo patrón para clasificarlos, pero muchas veces se trata de un secuestro parental. Frente al conflicto de la tenencia, muchas veces de hecho, o ante la imposibilidad de seguir en contacto con el hijo o con la hija, uno de los padres se lo lleva o se la lleva. Esto es importante recalcarlo, porque estos días escuché mucho el tema del rapto. No, no estamos en estos casos ante el eventual delito de rapto, sino ante un impedimento de contacto. Son cosas diferentes. Como son diferentes las mujeres que se van con los chicos para evitar la violencia doméstica. Y son diferentes los padres. Las entrevistas cara a cara sirven para ver si se trata de un psicópata o de un golpeador. Esos casos los derivamos al área Víctimas contra las Violencias, que dirige la doctora Eva Giberti.
–¿Usted vio a la familia de Candela?
–Sí, junto con mi equipo. Cuando llegamos a Hurlingham nos impresionamos. Teníamos orden de la Presidencia de acercarnos a la familia de Candela y hablar con su madre. Pero era imposible entrar a la casa por el cerco periodístico. Por un lado había móviles buscando a cada familiar. Por otro lado, no habían sido apartados para permitir un trabajo más organizado y distante. Hasta nos costó entrar. Después pudimos hablar con cuatro tías y dos abuelas. La mamá de Candela estaba junto con la policía en un allanamiento. Como hacemos siempre, indagamos sobre el vínculo familiar, cosa que por supuesto no revelaré en esta entrevista. También como siempre, evitamos dar consejos sobre cómo hay que ser con los hijos. Sugerimos conductas prácticas. Disculpas, pero tampoco puedo entrar en detalles.
–Los medios difundieron la foto de Candela. ¿Lo sugirieron ustedes?
–Al contrario. La difusión de fotos debe ser muy cuidadosa y reservada a las vías eficaces. Los casos casi nunca se esclarecen por la difusión de una imagen. La inmensa mayoría se resuelve utilizando los canales institucionales correspondientes. La foto y la difusión del caso pueden ser útiles para instalar una problemática, pero no para resolver el extravío concreto. Y además no se instala una problemática sanamente cuando se vulneran los derechos de los chicos y cuando no se tiene en cuenta que, si por suerte los encontramos, quedarán marcados públicamente para toda su vida. Está claro que en el caso de Candela la difusión de la foto no iba a lograr que nadie la encontrara. En cambio –y esto lo digo hipotéticamente porque los investigadores deberán establecerlo–, podía contribuir a su muerte si no se trataba de una nena que se fue de su casa. Es mejor trabajar seriamente.
–¿Qué es trabajar seriamente?
–Las fuerzas de seguridad rastrillan junto con los familiares. Los fiscales instruyen la causa e investigan sin filtrar a los medios. Los organismos de protección no cuentan nada. Los registros cruzan datos. Cada uno hace lo que tiene que hacer. El gesto de Ricardo Darín es para agradecer, pero yo no sé nada de actuación y él debe saber poco de cómo encontrar chicos. Y sería bueno que todos los medios fuesen responsables si de verdad quieren ayudar.
–¿Qué diferencia hay entre estos casos y los de trata?
–Los de trata los derivamos. No corresponden a nuestro Registro. Son distintos. En general no hay por robo sino engaño. En el nordeste del país, por engaño para trata con fines de prostitución. En el noroeste, por engaño para trata con fines de explotación laboral. Y con chicos y chicas más grandes que Candela.
–¿Cómo es el universo de casos que ustedes manejan?
–Entre el 75 y el 80 por ciento de los extraviados son adolescentes de entre 13 y 17 años. Por eso en nuestro trabajo más que una mirada psicoanalítica que sería útil para un enfoque individual preferimos basarnos en la psicología adolescente.
–¿Cuál es la característica social de los extraviados?
–Clarísima: el 80 por ciento pertenece a los sectores populares. La proporción de chicos y chicas de clase media es mucho más baja, no porque no tengan sus conflictos, sino porque se canalizan de otra manera.
–¿Y desde el punto de vista del sexo?
–También hay una proporción clara. El 71 por ciento está constituido por mujeres. Lo cual se debe sin duda a las condiciones de patriarcado de nuestra sociedad.
–¿Cuál es la relación entre patriarcado y chicas que se van de su casa?
–El abuso de la autoridad paterna o el maltrato, más frecuente con las hijas mujeres que con los hijos varones. Y esto no es una impresión, sino una constatación de las estadísticas y los casos concretos del Registro. La arbitrariedad patriarcal es mucho mayor sobre las mujeres. Entonces, cuando pueden se van. Cuando hablo de arbitrariedad hablo también de los peores extremos, como pegar o golpear. Cuando hay golpes, las víctimas son más las hijas que los hijos.
–¿Y por qué un adolescente dejaría una casa, más allá de estos casos extremos?
–Por motivos muy diversos. Incluso por la falta de límites. Los adolescentes necesitan límites incluso para transgredirlos. Pero los límites siempre son necesarios. También tienen derecho a ser escuchados. Tienen derecho a emitir su opinión. Son derechos consagrados por las convenciones internacionales.
–¿Cuántas denuncias recibieron en el Registro?
–Desde 2003, 17.924 denuncias sin repetición de conductas, es decir que ése es el número de personas registradas. Si es con repetición, la cifra llega a 19.000. Los mil casos incluyen chicos o chicas que llegaron por ejemplo a nueve idas de su casa.
–¿Cuántos casos resolvieron?
–El Registro resolvió 16.076 de los 17.924. Y dolorosamente debo decir que hubo 11 muertes. Eran 10 hasta ahora. La número 11 fue Candela.
–¿Cuáles son los casos de no adolescentes?
–En general los más chicos.
–¿Cómo son esos casos?
–No hay un solo patrón para clasificarlos, pero muchas veces se trata de un secuestro parental. Frente al conflicto de la tenencia, muchas veces de hecho, o ante la imposibilidad de seguir en contacto con el hijo o con la hija, uno de los padres se lo lleva o se la lleva. Esto es importante recalcarlo, porque estos días escuché mucho el tema del rapto. No, no estamos en estos casos ante el eventual delito de rapto, sino ante un impedimento de contacto. Son cosas diferentes. Como son diferentes las mujeres que se van con los chicos para evitar la violencia doméstica. Y son diferentes los padres. Las entrevistas cara a cara sirven para ver si se trata de un psicópata o de un golpeador. Esos casos los derivamos al área Víctimas contra las Violencias, que dirige la doctora Eva Giberti.
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