En sintonía con su tradición y cultura, Jorge Nedich vivió de manera nómade hasta los 17 años y por eso jamás pisó una escuela. Es argentino y de origen gitano. Fue fotógrafo de plazas con animales, vendedor ambulante y mil rebusques más. A pesar de su nula educación en los colegios, a los 39 logró ingresar a la Universidad Nacional de Lomas de Zamora para estudiar letras. Ya escribió 10 libros, varios sobre el acervo cultural, filosófico y social del pueblo más rebelde y libre de todos: el pueblo gitano.
No hay cifras oficiales acerca de cuántos miembros tiene esta comunidad. Como siempre están migrando, es muy difícil precisar un número exacto ya que en muchos casos ocultan su identidad, pero se estima que en nuestro país son cerca de 150.000.
-¿Qué piensan de la sociedad los gitanos nómades?
-La ven como una sociedad muy alejada en el tiempo y que además les exige a ellos una cierta desenvoltura burocrática que el nómada no tiene. Esto pone al gitano en una situación desconocida y compleja dentro de la burocracia estatal.
-¿Pero les interesa integrarse al resto de la sociedad?
-Todos los grupos tienen deseos de pertenecer conservando sus diferencias. Pero en la agenda política no sólo de acá, sino de todo el mundo, los gitanos no existen, están invisibilizados, ni siquiera figuran como excluidos. Para la sociedad, los gitanos no son argentinos, son gitanos.
-¿Y los sedentarios?
-Están mucho más cerca entre sí, tienen intereses más sólidos, comerciales, culturales, políticos y eso lógicamente tiende a unir. Es positivo para lo gitanos pelear por un espacio de igualdad. Esto no significa perder su condición de gitano. Hay una gran confusión con la unicidad, no hay razas únicas, todos estamos mixturados. Esta concepción cultural de decir la sangre argentina, o la sangre gitana, no existe. La sangre es una, es humana.
-En tu último libro El pueblo rebelde hablás de la circularidad del sistema como formadora de la libertad. ¿Qué quiere decir eso?
-La vida es un gran círculo. Las relaciones humanas lo son y giran en base a los mismos intereses. Las problemáticas cíclicas acosan al hombre que siempre ha necesitado crear monstruos a los cuales rezarles para martirizarse. La libertad es esa base y ese límite que cada uno tiene para poder moverse y elegir. Pero poder elegir en lo que le toca. La libertad pura no existe, la tiene el gitano en su nomadismo pero siempre en relación con los distintos pueblos y sistemas que le ha otorgado una identidad múltiple, con préstamos culturales y lingüísticos de su recorrida por el mundo. Es paradójico pero el gitano ha cambiado tanto que sigue siendo el mismo, porque volvió al lugar de partida. Salió de la India, se hizo nómada, y hoy después de un siglo, el gitano parece recién salido aunque tenga encima todo el bagaje cultural que ha recogido. La circularidad y la libertad siempre se encuentran, son la misma cosa. La oralidad y el nomadismo, por su estructura circular, han sido los elementos constructores de la ingeniería sistémica que nos ha permitido sobrevivir, aun bajo la dureza de las políticas de exterminio de las que fuimos víctimas. Según las encuestas es el pueblo más despreciado y al que nadie quiere como vecino.
-¿Quiénes serían sus enemigos?
-El pueblo gitano no tiene enemigos. Jamás se alzó en armas, jamás tuvo un Estado. Sí, han sido tomados como soldados para otras guerras. Fueron esclavizados, asesinados, perseguidos. Justamente por no tener ejércitos ha sido un chivo expiatorio para proyectos políticos. Se han inventado varias infamias. Por ejemplo que somos el pueblo que más maltrata a los chicos. Sin embargo, en la sociedad gitana no hay pederastas, no hay redes infantiles, no hay trata de blancas, no hay multinacionales explotando niños, hay todo un pueblo marginado, que genera marginalidad. Los pederastas están en otros lados. Te imaginás la reacción social frente a un gitano pederasta. La cultura que tiene el pueblo gitano, es 90 por ciento marginalidad hecha cultura. Siempre ha vivido al margen, y ese margen de la sociedad lo obligó a apropiarse de todas las formas de subsistencia. Muchas de ellas, repito, marginales, como el hurto, la mendicidad, el folklore de la adivinanza de manos, etc. Todo eso que le permite ganarse el día, poder comer. Pero al no tener estudios es difícil salir de ese círculo vicioso. El pueblo gitano es condenado por ser distinto. Es hijo de la marginalidad de la sociedad poderosa y etnocéntrica.
-¿Cuál es el índice de escolarización entre los gitanos?
-La escuela pública es abierta y son todos bien recibidos, pero mal contenidos. En éste, mi país y en todos los gobiernos, hubo un fuerte rechazo a lo diferente. Y los gitanos no tuvieron ni tienen una chance de integración real. En Europa, por ejemplo, después de tantos intentos culturicidas comprendieron que la mejor solución es reinsertarlos a partir de la educación. El resultado es altamente positivo. Ya hay gitanos trabajando para su pueblo. El problema es que la sociedad no permite que yo quiera ser yo. Los gitanos no han encontrado ayuda en términos económicos que les permita construir un puente de ingreso. El puente que se les ofrece es que dejen todo lo que los constituye como gitanos nómades y sean como los sedentarios. No admitirlos sino se homogenizan. Siempre se ha exigido al pueblo gitano que se olvide de su identidad de base, es decir, que se suicide. Inmigrantes de otros pueblos han perdido sus raíces, pero los gitanos no, y eso no se les perdona. En Argentina hay un alto grado de racismo. Si uno mira la historia encontrará la quema de carpas llevada adelante bajo la primera presidencia de Perón, la exclusión y el rechazo de las carpas de gitanos en la época de Alfonsín, llevada adelante en la provincia de Río Negro, la expulsión de los gitanos que vivían en la Recoleta, y la lista sigue. A los gitanos no se los quiere, son otros, tienen otra manera de ver el mundo, no son como uno, vio. Cuando tienen lugar los censos, pocos se animan a visitar las carpas atestadas de moscas y escasez.
-Los grupos gitanos en Argentina. ¿Cómo se dividen?, ¿en qué época llegaron?
-En nuestro país hay tres grandes grupos: los rom calderash, los kale o españoles, y los ludar (al que pertenezco). Se habla que aparecieron en 1870. La mitad vive de manera semi nómada, en las periferias de las grandes ciudades de todo el país. Su vida se reparte durante el invierno en la casa que los protege del mal tiempo, muy detestado por los gitanos, porque les impide ejercer sus oficios ambulantes. Durante la primavera salen en caravana a recorrer las zafras y las fiestas tradicionales donde ofrecen sus mercancías y la lectura de manos. En general, se dedican al pequeño comercio y la artesanía. Algunos se involucran más en tareas de reparación de maquinaria hidráulica, herrería industrial, venta y compra de automóviles, venta de maquinaria agrícola o al menudeo en general, ahora hasta venden plasmas y cebollas… todo será siempre de acuerdo a la necesidad.
-¿Cómo es tu relación con los gitanos de acá en tanto escritor de ese pueblo?
-A los gitanos no les interesa que aparezcan escritos sobre ellos, y menos si vienen de una persona como yo, una persona crítica y que los incomoda. Siempre estoy mirando el medio vaso vacío pero es mi forma de querer.
-¿Tardaste 25 años en terminar tu libro, ¿por qué te llevó tanto tiempo?
-Era un tema que me superaba. Lo tomaba y lo dejaba hasta que adquirí el material necesario y la capacidad para poder cerrarlo. El pueblo gitano no dejó mucha documentación escrita, es un libro base, claro, que intenta ser real y objetivo, tiene mucha información de primera mano, experiencias mías como gitano, historias que me contaron, lecturas e investigaciones. Espero que dé lugar a otras investigaciones más profundas, para lograr un mayor acercamiento. Es un libro con la particularidad de que el sujeto que escribe también es el objeto de estudio. Soy quien mira y es mirado, ojo y objeto.
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