Acababa de cumplir 80 años. Había nacido con el nombre de Anna Marie Wooldridge, comenzó su carrera como Gaby Lee y se bautizó como Aminata Moseka en años donde la lucha por los derechos de los afroamericanos se traducía, para el jazz, en un africanismo militante. Fue actriz y escritora, además de compositora de extraordinarias canciones. Pero, sobre todo, fue Abbey Lincoln, una de las más grandes cantantes y artistas de la historia del jazz. Con su voz, grave y rugosa, hizo del fraseo una de las bellas artes y de la dicción un formidable recurso expresivo. Siempre se pensó más como una integrante de sus grupos que como una solista que debiera ser acompañada. Sus discos, desde las primeras y extraordinarias grabaciones de la década de 1950 hasta los más recientes, dieron un lugar de privilegio a los desarrollos instrumentales y tal vez por eso tuvo entre sus compañeros a Coleman Hawkins, a Eric Dolphy, a Kenny Dorham, a Jackie McLean, a Stan Getz, a Hank Jones o a Charlie Haden. El sábado murió en Nueva York. Sus familiares no informaron la causa pero estaba enferma desde hace tres años, cuando poco después de grabar el que fue su último disco, en homenaje a Billie Holiday, debió ser operada del corazón.
En una entrevista publicada en los noventa por la revista especializada Down Beat, Abbey Lincoln se asombraba ante el hecho de que la mayoría de las nuevas cantantes siguieran interpretando las mismas viejas canciones de siempre. Le llamaba la atención ser la única entre sus colegas a quien le interesaba componer. Admiraba a Billie Holiday, por supuesto, pero también a Bob Dylan –de quien alguna vez cantó “Like a Rolling Stone–. Junto a Holiday, Ella Fitzgerald, Sarah Vaughan, Shirley Horn y Carmen McRae fue parte de la indudable primera línea dentro de un subgénero del jazz, el de las cantantes femeninas, en el que el talento floreció de manera explosiva. Estuvo casada, entre 1962 y 1970, con el baterista y compositor Max Roach, con quien había colaborado en algunos de sus emprendimientos más osados, como Percussion Bitter Suite y We Insist! Max Roachs’s Now Freedom Suite, una obra en colaboración con el poeta Oscar Brown Jr. A partir de su matrimonio y hasta 1973 abandonó su actividad profesional en la música, por considerarla incompatible con la militancia política.
Comenzó en cambio a actuar y a escribir y dirigir teatro. Ya había hecho una fugaz aparición en el cine, al comienzo de su carrera, en el film The Girl Can’t Help It, pero su papel más importante llegaría en 1968, con For Love of Ivy, donde compartió cartel con Sidney Poitier. En su debut cinematográfico, usaba un vestido à la Marilyn Monroe y el aspecto sensual era, también, explotado en la portada de su primer disco, Affair ... a Story of a Girl in Love, de 1956. Pero entonces llegó el cambio. Grabó para Riverside junto a Sonny Rollins y Max Roach. La tapa de That’s Him ya no era la de una modelo que cantaba sino la de una cantante. Y, como ella misma dijo mucho después en un reportaje del New York Times, “tiré el vestido de Marilyn al inciderador y seguí mi camino”. That’s Him fue seguido por It’s Magic en 1958 y Abbey’s Blue en 1959. Y en 1960 grabaría el extraordinario Straight Ahead, con un grupo que incluía a Coleman Hawkins, Eric Dolphy y Booker Little. Papeles secundarios en series de televisión, algún protagónico más en el cine (Nothing But a Man, en 1964) y luego su trabajo como profesora de teatro, relegaron la música casi por completo. Algunos discos para el sello Inner City, en los setenta, no cambiaron sustancialmente la situación. Fue con el renacimiento provocado por el productor Jean-Philippe Allard, de la división francesa de Polygram (propietaria en ese entonces de Verve, el sello de jazz más activo en los fines del siglo pasado), que Abbey Lincoln, a los sesenta años, se convirtió en una estrella. En particular tres discos, The World Is Falling Down, de 1990, con J. J. Johnson en trombón, Clark Terry en trompeta, Jackie McLean en saxo, Charlie Haden en contrabajo y Billy Higgins en batería, You Gotta Pay The Band, de 1991, con Stan Getz en saxo, Hank Jones en piano, Haden en contrabajo, Mark Johnson en batería y su hija, Nadine Roach, en viola, y When There is Love, en dúo con Hank Jones (1992), pusieron en escena nuevamente a Lincoln y lo hicieron de la mejor manera posible, mostrándola no sólo como una cantante excepcional sino como una creadora capaz de abrir para el género nuevas puertas.
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