martes, 21 de septiembre de 2010

"PÓNGANLE FICHAS, EL CAPITALISMO SE CAE"


De “Sr. Cobranza” de la Bersuit a una postura existencialista cool. La experimentación, su apuesta por el folklore latino y la vida retro en La Paloma. El "Pelado" provoca de nuevo y presenta nuevo disco.


Por Leandro Filozof

Al lado de la estación de tren Haedo, hay una callecita empedrada y rodeada de árboles: Pasaje La Porteña. La mayoría de los días debe ser una calle tranquila. Pero esta tarde la gente, en lugar de ver hacia ambas direcciones por si llega su tren, está de espaldas a las vías mirando una escena montada con un círculo de arena, cámaras y un fondo de calaveras. En un extremo Gustavo Cordera está arrodillado frente a una impactante morocha que le baila al ritmo de “La bomba loca”, uno de los temas de su nuevo disco, Gustavo Cordera en la Caravana Mágica, el segundo como solista. Otros 13 músicos lo acompañan durante los diez temas que comprende el CD y tiene de invitado a Ramón “Palito” Ortega, dueño del estudio Los Pájaros. El tucumano llegó un día a las instalaciones e increpó a Cordera: “¿Cuándo me invitás a cantar con vos?”. El músico fue rápido: “Ahora”, le dijo, y así surgió el temazo que abre el disco: “No es que sea viejo”. Cordera recibe a Veintitrés en un intervalo de la grabación del videoclip, en el motorhome donde descansa, encendiendo un Palo Santo “para la mala onda de los periodistas” (El cronista espera que sea una broma).

–En la Bersuit eran ocho, ahora trece. ¿Por qué siempre muchos músicos?

–Me gustan las bandas con muchos instrumentos, le dan color. Para mostrar la murga, el candombe, la cumbia, se necesita diversidad. Se puede hacer con tres músicos, cuatro. De hecho lo puedo tocar sólo con una guitarra, pero cuantos más integrantes hay, se potencia, se genera una interacción más poderosa. Además, en este caso, hay una situación de equilibrio entre energía masculina y femenina que es un poco la apuesta de este proyecto. Observé que los perros de raza que no se cruzan con otras, se debilitan: a los ovejeros se les rompen las piernas de atrás a los cuatro años, los doberman quedan locos a los cinco. Todos los animales que no logran establecer el mestizaje se debilitan, y con la música pasa lo mismo. El rock de alguna manera cerró sus fronteras y no quiso experimentar porque “la cumbia es una mierda”, “los tangueros son unos llorones”, porque esto “es comercial”, y ese mismo prejuicio de alguna manera lo fue debilitando.

–¿Con este disco buscó ese mestizaje?

–Desde que me inicié con la música, la posta es la experimentación. No sólo en este ciclo, sino también con los chicos de Bersuit. Creo que por eso es interesante la propuesta, porque hay un mestizaje, un encuentro entre el mundo rock, mundo cumbia y folklore. Algo que trabajamos ya con los Bersuit desde un lugar, y cada uno siguió en su veta de experimentación, como Juan Subirá, la banda De Bueyes (N. de R.: cinco ex Bersuit: Osky Righi, Dany Suárez, Cóndor Sbarbati, Martín Pomares y Pepe Céspedes) o Albertito Verenzuela. Yo tomé la que a mí más me latía, el folklore latinoamericano. Fundamentalmente la cumbia, un ritmo tan abarcativo que puede tener buenos encuentros con el tango, el flamenco, cualquier vertiente. Si vas a los orígenes de la cumbia es una unión entre el mundo negro y el indígena. De ahí se desprenden la saya, el carnavalito. En el disco, hay una canción, “El lisiadito”, que tiene mucho de cumbia del norte del país; una milonga con guitarras “zitarrosescas”, una cumbia electrónica y una de tipo colombiana como “Asalto de cumbia”.

–¿Esa canción está basada en su vida?

–Es un poco un autorretrato. Salió como un juego, algo espontáneo. Un día en La Aguada, La Paloma, tocamos para chicos que estaban delinquiendo y necesitaban una ayuda terapéutica. Jugando con ellos dije: “Bueno, arriba las manos, esto es un asalto”, y tomé un poco la energía de ellos para hacer esa canción. Tal es así, que en el grupo estaba el chico que robó mi casa y al escuchar la canción se puso a llorar y me abrazó.

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