¿Quién es “la gente” a la que se suelen referir determinados periodistas para utilizar esa categoría como si se tratase de la encarnación del sentir mayoritario de la población? A partir del análisis de una situación surgida en Gran Hermano, Carolina Justo von Lurzer invita a reflexionar sobre el tema y ofrece sus propias conclusiones.
Por Carolina Justo von Lurzer *
En la casa de Gran Hermano el año nuevo llegó “crispado”. En el marco de los festejos, los jóvenes habitantes que llevan ya más de veinte días de encierro desataron una batalla campal que redundó en destrozos de diverso tipo, incluidos algunos de los micrófonos y cámaras que los transmiten en continuado.
Este hecho ocupó no sólo la emisión central del programa, en pantalla los domingos por la noche, en la que se dispuso una sanción en virtud de los actos de “vandalismo” cometidos por la troupe del reality, sino también los debates que se reproducen al infinito en los programas de chimentos y de archivo televisivo dispersos a lo largo de la programación (y que a falta de Bailando por un sueño se nutren de los escándalos de temporada y de Gran Hermano que, recordemos, ahora deberá competir con la versión inversa del consagrado certamen de Marcelo Tinelli).
El lunes anterior al mediodía, en el programa Zapping de verano (Telefe), fue posible disfrutar del particular análisis que la periodista de espectáculos Laura Ubfal realizó al respecto y que motivó la inquietud que aquí se traduce. Sostuvo Ubfal que lo visto en el interior de la casa no es llamativo si consideramos que esos jóvenes son los mismos que afuera pueden tomar una escuela o cortar una calle para hacer un reclamo, aclarando con alivio: “Y eso que no vieron lo que pasó en Constitución”.
Para la periodista, los hechos de violencia producidos en la casa “reflejan una situación que es del país” y no dudó, para sostener semejante argumento, en referirse a los reclamos de los piqueteros e insistir con la toma de escuelas y espacios públicos. Hasta aquí una comparación que roza prácticamente el ridículo sociológico y que no innova en la criminalización de la protesta social.
Ahora bien, lo más interesante es que la periodista explicó que la sanción impuesta por la producción del programa quedaba a criterio de “la gente”, que tenía que decidir si a los vándalos adolescentes se les aplicaría o no la condena. Conforme con el estado de cosas, Ubfal informó que el 90 por ciento de “la gente” está de acuerdo con sancionar a los energúmenos.
Increpada por un panelista que manifestó su desacuerdo con la comparación ya citada y con la calificación de delincuentes para los piqueteros o los jóvenes que tomaron las escuelas este año y marcó también la exageración respecto de la violencia desatada en la casa, Ubfal volvió a apelar al clamor de “la gente”: “Ojalá la gente pensara como vos, pero el 90 por ciento los considera vándalos”. A lo que el panelista repreguntó: “¿Pero qué gente es esa gente?”.
Esa es precisamente la pregunta que este texto pretendía traer a cuento, ¿quién está encarnando en estos últimos tiempos a “la gente”? No es nuevo, Pablo Alabarces supo ver con tino hace años este desplazamiento de la idea de pueblo a esta más “pasteurizada” de “la gente”. ¿”La gente” que condena el vandalismo televisivo es la misma “gente” que por la calle le susurra preguntas aberrantes al oído a Mirtha Legrand? ¿Es acaso la “gente” que se iba de la Plaza de Mayo cuando la 125 porque llegaban los piqueteros? O tal vez la misma que exige que se lleven a los “okupas” del Indoamericano a Calafate y se siente protegida por la PROfobia.
No sabemos con certeza qué individuos se sentirán convocados por la categoría –aunque tal vez podamos reconocerlos de cuando en cuando– pero sí podemos imaginar que “la gente” de estos tiempos es profundamente conservadora, antipopular y antidemocrática.
* Magíster en Comunicación y Cultura UBA.
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