lunes, 10 de enero de 2011

INAUGURAN EN EL ACONCAGUA EL REFUGIO MÁS ALTO DEL MUNDO


La muerte de la andinista italiana Elena Senin en 2009 inspiró la construcción del sitio. Fue financiado por su familia, a través del Consulado de Italia, en reconocimiento a la solidaridad de quienes auxilian en la altura y en condiciones extremas.


Por María Eva Guevara

Un 7 de enero de 2008, en la cima del Aconcagua, un temporal de viento y nieve sorprendía una expedición de andinistas italianos cobrándose la vida de Elena Senin y el guía de montaña mendocino Federico Campanini. El caso fue ampliamente difundido en Internet y en periódicos del mundo pero de forma inexacta y descontextualizada. Se tomaron sólo unos segundos de video con los últimos minutos de vida del guía para agitar el fantasma de la ineptitud y la inseguridad en el pico más alto de América. Como resultado, hubo duras acusaciones penales de parte de la familia de Campanini contra la Patrulla de Rescate contrarrestada por una ola de comentarios contra los andinistas que al parecer tomaron la ruta equivocada al momento de iniciar el descenso.

Al cabo del tiempo se fue disipando toda esa maraña ajena al bajo perfil, el optimismo y la solidaridad que se renueva cada día en el Parque Nacional Aconcagua. Ya había sido contundente el relato de los tres sobrevivientes italianos que fueron rescatados del Glaciar de los Polacos, con temperaturas de hasta 40 grados bajo cero.

“Queremos agradecer a toda la gente que participó del rescate y a esta provincia que nos atendió muy bien. Ahora nuestra prioridad es que la familia de Elena pueda recuperar el cuerpo. Después será tiempo de seguir escalando, lo haremos paso a paso, porque a pesar de todo, esta seguirá siendo nuestra pasión”, dijeron en cuanto se recuperaron de las heridas provocadas por el congelamiento y el pozo emocional en el que habían caído luego de ver cómo su compañera se caía hacia el abismo y más tarde comprobar la muerte de quien intentara sacarlos de aquella trampa de hielo, el guía Federico Campanini.

Pero la cosa no quedó ahí. Aquel rescate será recordado como uno de los de mayor envergadura en la historia del Aconcagua. Al menos 80 personas se sumaron voluntariamente a colaborar en medio de una borrasca y un viento que doblaba los cuerpos. Las maniobras en total duraron 20 horas, pero toda la organización, desde la primera alerta, se prolongó dos días.

Un tema aparte fue el retirar el cuerpo de Elena de la montaña. Cuando desde Italia sus padres asimilaron lo que costaría ese traslado, en tiempo y esfuerzo, sucedió algo trascendental. Este matrimonio de comerciantes de una pequeña ciudad del norte de Italia decidió hacer una obra que transformara todo aquello en algo positivo: un refugio en honor a Elena, una verdadera apasionada por coronar cumbres.

Elena Senin tenía 38 años. Trabajaba como analista de mercado en una empresa de telecomunicaciones de Milán. Cientos de fotografías dan testimonio de su andar por el mundo buscando las alturas, era algo que estaba en ella desde que tenía 10 años y habitaba las montañas piamontesas. Se había preparado muy especialmente para escalar el Aconcagua junto a dos amigas –Milena y Antonella Targa, quien por problemas con la altura no llegó a acompañar al resto de la expedición hasta la cumbre–. No obstante la tragedia, Antonella regresó a Mendoza para reanudar el intento un tiempo después, siempre con el impulso contagioso de su “alma mater” Elena.

Lo mismo sucede con sus otros amigos de expedición que la han hecho presente en Facebook y en una página de tributo en italiano hecha básicamente para agradecerle el haber dejado la huella de su espíritu libre.

Manos a la obra. Una vez que la voluntad de la familia dejó en claro que la obra que dejarían en el lugar sería para uso exclusivo de la atención de emergencias y operativos de rescate, el lema en el Consulado Italiano pasó a ser “Todo es posible cuando una decisión es apoyada y llevada adelante en equipo”. Atrás quedaba la polémica, incluso para la viuda de Federico Campanini, la estadounidense que también donaría implementos a la Patrulla de Rescate por un monto de 15.000 dólares.

“Nos entusiasmó la idea de que de lo sucedido pudiera surgir algo positivo a través de la familia. El refugio ya demostró ser útil en el caso de dos norteamericanos y ojalá no haya nunca que usarlo, pero si hay que hacerlo allí estará para una mejor atención y es una tranquilidad más para el que sube”, señaló a Veintitrés Daniele del Nevo, canciller de ciudadanía del Consulado de Italia en Mendoza.

Daniele fue uno de los que más contacto tuvo con los padres y hermana de Elena. No oculta su pasión por coronar cumbres así que puede explayarse en ese sentido: “Nosotros sabemos las dificultades que se pueden presentar de manera imprevista de una hora a la otra, puede ocurrir algo que cambie totalmente la situación y eso que fue lo que le ocurrió a Elena y eso explica en parte lo que ocurrió. Si bien pudo haber habido un error, eso no se descarta, eso hace también a la experiencia de la montaña que a veces uno toma decisiones que no son las más apropiadas, igualmente no sabremos nunca cómo sucedieron las cosas y ya no interesa averiguarlo. Todo lo que podía hacerse se hizo en general y si hubo pequeños errores en el rescate no estamos para juzgar, sólo nos abocamos a lo que nos concierne que es la voluntad de la familia”.

Asintiendo con la cabeza, otro actor fundamental de la historia desea añadir más cosas. Se trata de Mario González, socio fundador de la Asociación Argentina de Guías de Montaña. Él estuvo en todos los preparativos que duraron un año entero. Mario contó que “hubo una primera reunión donde se decidió que tanto el lugar a ubicar el refugio como sus dimensiones y estructuras fueran consensuadas con todos los actores del Parque Provincial Aconcagua y después fue cuestión de dar con la persona y el diseño apropiado. Para ello se hicieron más de doscientas consultas de opinión, es decir, se hizo saber que se estaba a la búsqueda de un proyectista capaz de cubrir todos los aspectos técnicos de una construcción a 6.000 metros de altura sobre el nivel del mar (el lugar es un campamento conocido como Plaza Cólera) y empezaron a recibirse propuestas. De entre el montón de e-mails que empezaron a llegar, hubo seis ideas que fueron seriamente analizadas y consideradas factibles por especialistas del Ianiglia (Instituto Argentino de Nivología y Glaciología) más ingenieros responsables del Proyecto SIGMA en el Cerro Aconcagua y de la Universidad Tecnológica Nacional. Finalmente se optó por la alternativa propuesta por el andinista Heber Ferri, también estudiante de ingeniería”.

Diseñado para resistir los fuertes vientos de altura, el refugio de Ferri tiene una forma abovedada con cinco facetas hechas de paneles de cámaras frigoríficas modulares.

En su totalidad las piezas fueron construidas en la ciudad de Mendoza y pesaron 630 kg. Si hubiesen pesado más, habría sido más que complicada la tarea del traslado que si bien se hizo a través de porteadores también necesitó de unas horas de vuelo en el helicóptero que aportó la Dirección de Recursos Naturales Renovables de la Secretaría de Ambiente de Mendoza. El ensamblaje duró sólo cuatro días de la temporada 2010-2011. Desde entonces, “Elena”, es el refugio más alto de América. Anteriormente el refugio “Independencia” (a 6.370 metros) contaba con ese récord, pero la falta de mantenimiento lo llevó a ser inhabitable. Se encuentra en un punto clave que sirve de encuentro de las dos rutas de ascenso más concurridas rumbo a la cumbre, esto es, la Ruta Norte o Normal, y la cada vez más transitada Ruta del Glaciar de los Polacos que asciende desde Plaza Argentina por la cara este del Aconcagua.

“Antes no había nada ahí, ni siquiera en Nido de Cóndores hay algo comparable”, sostiene Mario. Y añade: “Ese refugio que había sido donado el gobierno alemán es de 2 metros por 1, es decir que ahí caben menos personas que en el refugio ‘Elena’, por lo cual ya estamos hablando con Daniel Gómez, director de Recursos Naturales Renovables, para desarrollar un proyecto de nueva construcción de todo lo que es la Base Operativa Nido de Cóndores.”

Razón y pasión. Como una letanía algunos periodistas intentan decir que debió existir una Elena Senin y un Federico Campanini para que las autoridades hiciesen algo por mejorar la seguridad del Aconcagua. “No se puede hablar de un 100 por ciento de seguridad”, afirma Ariel Ghilardi, jefe de zona de Alta Montaña. Con su rostro lo dice todo: hay que cambiar la forma simplona de razonar ya que si bien el Aconcagua demanda muchísimo turismo internacional no deja de ser un lugar de riesgo y condiciones extremas.

¿Qué quiere decir eso? “Que todo el tiempo se salvan vidas humanas, lo que pasa es que pocas veces los casos tienen alguna consecuencia relevante para la gente”, dice Ghilardi. No pasa un instante que el experimentado guardaparque pone sobre la mesa los datos más recientes: actualmente hay dentro del parque unas 700 personas en condiciones de hacer cumbre o en los alrededores y 24 guardaparques en toda la zona. Otro número relevante es la cantidad de permisos otorgados hasta la fecha: 2.550.

El parte oficial indica que desde el 15 de noviembre se produjeron dos muertes en el cerro por problemas con la altura y 60 evacuaciones de emergencias en helicóptero. Esto es, hubo 60 personas que fueron derivadas por la Patrulla de Rescate a servicios médicos emplazados en los campamentos base. No es la cifra total de personas auxiliadas ya que todos los días se hacen rescates que no quedan documentados. “No nos importa andar registrando cada vez que uno ayuda a una persona”, remata Ariel.

Su compañero, Pablo Perelló, partícipe de aquel megaoperativo de rescate en el Glaciar de los Polacos del 2008, sabe de lo que se está hablando. Si bien aquellos 30 segundos de filmación donde se ve al guía Campanini gateando en la nieve y unos sujetos intentando arrastrarlo con una soga quedaron en la retina como si unos ineptos tirasen de un perro, lo cierto es que todo lo que se hizo allá arriba tuvo mucho valor aunque no fuese registrado por la gente. En cierto sentido, esas imágenes causaron un daño que parecía irreparable entre los socorristas denunciados.

“Al cabo, no fue irreparable”, afirma Pablo. Y agrega: “Finalmente ha habido reconocimientos de la viuda de Federico Campanini y también de sus padres que reconocieron la labor, creo que el tiempo se ha encargado de ver realmente en perspectiva el real valor que tuvo el rescate, hubo 80 personas que arriesgaron su vida y subieron en medio de un temporal, no con los elementos totalmente adecuados o necesarios porque la gente se lanzó sin pensar en su propia seguridad para llevar menos peso. Hubo gente que salió desesperadamente para arriba y fue cayendo en el camino, o sea, se sintieron mal y tuvieron que bajar, otros tuvieron que ser evacuados en el medio del rescate y hubo otro rescate que hacer en el medio porque cuando subían a buscar a Campanini encontraron a un japonés que se estaba muriendo y lo tuvimos que sacar sí o sí cuando estábamos evacuando a los italianos en Nido de Cóndores. A todo esto también tuvimos que socorrer a un geólogo al que le cayó una roca, se le partió la cadera y debimos sacarlo en helicóptero... nada de eso salió en los 30 segundos que se vieron”.

En los papeles, todos los que trabajan en el Cerro Aconcagua son empleados públicos pero es obvio que han elegido trabajar allí arriba porque les gusta la montaña y asumen el riesgo que esta conlleva. Eso no los convierte en seres irracionales ni mucho menos. Tienen sus demandas salariales y pugnan por mejorar sus condiciones de trabajo de forma sensata, de hecho esta temporada arrancó con una protesta de todo el cuerpo de guardaparques. Para dar una idea de las razones que les asisten y cuánto han sido relegados, basta señalar que hasta el final del gobierno de Julio Cobos carecían de lo mínimo: una cobertura de seguridad a cargo del Estado.

Lo notable es la actitud que tienen, en general en los rescates participa mucha gente como voluntaria, sin recibir nada a cambio por ello. Durante todo el año se está pensando en cómo gestionar el riesgo y cómo anticiparse a aquello que pueda ocurrir con las personas a casi 7.000 metros de altura. “Aunque después cuando la situación apremia te van a faltar un montón de cosas”, desliza Ariel. Y agrega: “Lo más arduo de nuestra tarea es concientizar a la gente que visita el Aconcagua porque hay gente que ingresa y no le importan los protocolos de seguridad. Eso sí, después los necesita y nos necesita”, afirma el profesional.

Comparativas. Mucho se habló de los andinistas extranjeros que si bien pagan permisos de ascenso, no serían los suficientes para costear todo lo que insume el patrullaje y la infraestructura necesaria para evacuar rápidamente a los que sufren algún mal en el Aconcagua. En realidad se trata de otro razonamiento simplón. Por un lado, es cierto que hay cerros donde a partir de cierto punto la responsabilidad de los accidentes corre por cuenta exclusiva de los particulares, pero no puede ser el caso del Aconcagua, el Techo de América, que recibe cada año una afluencia constante de andinistas del mundo entero. Otro ejemplo que sirve para valorar lo que tenemos puede ser el italiano. Allí hay varias patrullas operando y el rescate puede ser inmediato con helicóptero. Pero claro, las alturas máximas no superan los 4.800 metros de altura, bastante menos que la base operativa del Aconcagua que es Nido de Cóndores.

Nuestro sistema es el adecuado, sostiene Mario González, aunque haya mucho por mejorar. “Los grupos de rescate que básicamente nacieron ad honorem, montados a través de clubes andinos, actúan de acuerdo a una mecánica y un protocolo de emergencias junto con las autoridades de Parques Nacionales. El más viejo es el que se fundó en el año ’30 en Bariloche –su comisión de auxilio es de 1940–, el tema es que allí se cuenta con una zona bastante acotada, es difícil que la gente salga hacia zonas no tradicionales y el que lo hace, avisa y se deja constancia del día de entrada y de salida. En el caso del Aconcagua está perfectamente establecido el check in y el check out del andinista, el tema sería informatizarlo, eso es algo que está pendiente. Además, hay un seguimiento del andinista en cada campamento y un control médico que hace que se determine quién está en condiciones de seguir y quién tiene que regresar. Lo que falta es continuar el camino iniciado por el Refugio Elena en el sentido de mejorar la base Nido de Cóndores. Otra cuestión pendiente es la concreción de un Plan de Manejo específico para el Aconcagua, sería inminente ya que el año pasado se conformó el Consejo de Areas Protegidas que estará abocará a ello.”




















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