domingo, 30 de enero de 2011

LA REVOLUCIÓN CULTURAL VIENE DE FUERTE APACHE Y LA CARLOS GARDEL




Un grupo de chicos que vivía en la calle o en hogares para pibes con causas penales, abrió un centro cultural autogestionado en Ciudadela y da cátedra a todo el barrio.

Cuando recién Gorrita cruzó al playón de estacionamiento del supermercado Día a repartir volantes sobre la inauguración de ¿Será?, un vecino se frenó, leyó las actividades y dijo:
–¿En serio?, no me jodas… dale che. ¿Un centro cultural por acá?
Gorrita lo cuenta delante de sus compañeros y de la fila de personas que esperan comer un choripán en la parrilla que está en la puerta, después de la proyección de Alicia en el país de las maravillas para los nenes, y antes de Rati horror show, la última película de Enrique Piñeyro, que verán y debatirán los pibes más grandes.
Para los vecinos de esta calle medio muerta de Ciudadela, un centro cultural suena tan o más raro que un comedor infantil en Barrio Parque. Y si en la fachada de ese centro cultural no se lee ninguna leyenda política, no se ven escudos o banderas de un partido, ni hay militantes sacándose fotos con los chicos para subir a Facebook, y quienes lo organizan, mantienen y ofrecen talleres usan gorritas como la de Gorrita y responden, cuando se les pregunta por el protagonista del lugar, dándose media vuelta y señalando a los nenes, entonces es entendible que nadie entienda nada.
Además se escuchan preguntas como “¿hay que pagar algo?”, de una mamá a su hijo cuando sale de ver la película del cine debate para pibes. O cosas como “¿por qué lo hacen?, ¿cómo puede ser que no ganen dinero?”.
–Yo no veía nada que no sea político. Y si los chicos, teniendo talleres organizados por la Intendencia o por Cáritas, deciden venir acá es porque están cansados de política, de religión, de institución. Yo quería que ¿Será? fuera una residencia en la que si tiene que vivir gente que viva, en la que si tiene que trabajar gente que trabaje.
El que habla se llama Gabriel Storino y le dicen Cabeza, y es el que cuando preguntan por un protagonista, responde con la mirada hacia los chicos. Tiene 24 años y es junto a un grupo de pibes el que organiza la vida del centro cultural, que define como “autogestionado”. Autogestionado significa que no hay subsidio, no hay sueldos, no hay propaganda política. Los 700 pesos mensuales que se pagan de alquiler se recaudan con rifas, guita del bolsillo propio o de amigos y de la parrilla que está en la puerta. “El otro día me nombraron a un puntero político. Me dijeron de llamarlo, que el tipo ayudaba, y aclaramos que no queremos que se acerque nadie de la política, queremos que sea nuestro, de los nenes y de los pibes que necesiten hacer algo distinto”, dice Gabriel al referirse a leer un libro, debatir sobre política, pensar cosas que uno no suele ponerse a pensar muy seguido, dibujar, escribir, hacer malabares.
El nombre de ¿Será? se debe a la canción del brasileño ensayista, poeta, músico y compositor Chico Buarque, y queda sobre la calle Castelli, a metros del Día de la avenida Alvear, uno de los tantos comercios saqueados por los vecinos en 2001. En la misma vereda hay un kiosquito y una carnicería; a la vuelta una terminal de colectivos con colectiveros en huelga, y a tres cuadras, yendo por Castelli derecho, los monoblocks de Fuerte Apache.
De la parrilla de la puerta “viven” tres personas. Guille, Gorritay Matías. Un día a la semana lo recaudado es para el centro cultural. El primero es el cuñado de Gabriel, que conocía a Gorrita de la calle, y que lo veía siempre en el auto abandonado en el que vivía dentro de los monoblocks. Un día, a la salida de su trabajo en una fábrica de la zona, lo invitó a la pensión en la que paraba. Ahí empezaron a leer juntos. Guille un día decidió renunciar al laburo, harto de hacerse mala sangre para llegar a fin de mes y no tener un peso, y de tener patrón. Al otro día le comentó a Gabriel que quería ponerse una parrillita, y él le dijo que por qué no ponerla en la puerta de lo que sería el centro cultural que tenía en mente. Hoy Guille y Gorrita viven en ¿Será?, tiran los colchones y duermen rodeados de libros. Matías también supo vivir en la calle, en la zona de Liniers. Hace casi un año que salió de un hogar para pibes con causas penales, donde conoció al poeta de la villa Carlos Gardel Camilo Blajaquis, a quien ya lo entrevistaron en este diario hablando sobre su libro y la situación de los sectores marginales. Por él empezó a leer y a escribir. En la revista de cultura marginal ¿Todo piola? –dirigida por Blajaquis–, Matías escribe sus letras de rap en la página doble central. Hace poco que sus padres lo echaron de su casa, a pocas cuadras de ¿Será?, y perdió sus trabajos lavando autos y repartiendo volantes. Entonces Gabriel, que también escribe en ¿Todo piola?, lo invitó a vivir a ¿Será? Los tres, Guille, Gorrita y Matías preparan el fuego al mediodía y después se la pasan leyendo y participando de los talleres.
–La otra vez la consigna fue buscar datos o episodios en libros que hablaran del carnaval –cuenta Gabriel–. Gorrita se había tomado unas cervezas y fue a la biblioteca a releer El ángel gris, de Alejandro Dolina. Matías buscó La voluntad, de Martín Caparrós y Eduardo Anguita, porque había leído sobre los decretos del carnaval. Pero están fanatizados con el anarquismo. Ya odian el consumismo, andan siempre con la misma ropa. Gorrita anda de acá para allá buscando sinónimos en el diccionario.
“Yo desde que leo que me siento identificado con el anarquismo –dice Guille–, pasa que uno siempre tiene miedo a tomar decisiones. Se cerraba el portón de la fábrica y me dolía todo. Era de noche y la estaba pasando bien y me tenía que acostar para ir temprano a laburar. Me volvió loco la rutina, vivir cansado, no tener un mango a fin de mes y mandé todo al carajo. Ahora no dependo de nadie, ya no tengo que sacar cuentas y tengo tiempo y ganas para leer y hacer cosas, porque aunque parezca que todo va a seguir igual, tenemos que laburar y unir a los chicos de Ciudadela con los de Fuerte Apache”.
Gorrita, Guille, Matías y Gabriel –que estudió para ser profesor de Historia–, participan y dictan los talleres de biblioteca didáctica en los que leen en voz alta, el de literatura y el de comunicación. También hay de malabares y de dibujo. Ellos deciden las películas que se pasan en el cine debate. El último jueves les mostraron a los nenes los derechos del niño. Los jueves de cine son los más convocantes. Hay un promedio de 30 chicos que se acercan. Después de la peli hay chocolatada y galletitas. Se compra del bolsillo de los pibes.
–El otro día vino al de literatura una mina que se le había muerto un hijo, y ¿sabés cómo se puso a escribir? Somos de plantear temas como la discriminación, cómo se maneja la política. No quedarse con que está todo podrido; plantear que el mundo ideal puede ser éste, y no cuando los chicos cruzan General Paz para ir a caminar a Devoto –comenta Gabriel.
Gabriel debe ser la única persona que dice que fue un crecimiento mudarse de Devoto a Ciudadela, separados por una avenida que sabe de diferencia de clases. Gabriel cuenta que la mudanza lo hizo pensar de otra forma, y que la muerte de su hijo justifica que no le importe la guita. Porque dice que si no murió de tristeza, tampoco podría morir de hambre. A partir de ahí renunció a su trabajo en una juguetería porque cobraba en negro y sentía que trabajar así era cagarse en las luchas de los laburantes.
–Yo no quería que todo fuera dolor, sino que haya enseñanza. Siempre que estamos todos juntos en ¿Será? digo que cuidemos el lugar, porque estamos haciendo lo que nos gusta, nos queremos entre nosotros, pasamos por mil quilombos cada uno y estamos acá por una causa social.
Gabriel ahora está sin trabajo. Cada tanto le salen changuitas para repartir pizzas. Hace poco un conocido habló para que con Matías dictaran un taller de revistas –por su trabajo en ¿Todo piola?– en una entidad que supuestamente trabaja para chicos marginales y la respuesta fue que los maestros debían ser clase media. “No les entraba en la cabeza que nosotros podamos dictar un taller. Entonces podés saber un montón, haber leído muchísimo pero el pasado o la vivienda te condenan”.
Ayer se realizó el primer festival de arte marginal. Fue en la puerta del lugar que los condena y a la vez los hace sentir bien. Después de tanto insistir, el supermercado Día prestará el playón para que toquen en vivo, y gratis, las bandas de rap Clan Oculto y F.A!, de Ciudad Oculta y Fuerte Apache. Camilo Blajaquis, de La Gardel, presentará su libro de poesías La venganza del cordero atado, escrito en sus años de celda. La gente de ¿Todo piola? leerá los textos publicados por personas privadas de su libertad con talento para escribir. También se presentarán bandas de regaae de la zona. Semejante cantidad de arte y de gente laburando gratis por los pibes del barrio, en una calle medio muerta de Ciudadela, esta vez sí que justificará la sorpresa de cualquier vecino que pase por allí, o que lo cruce a Gorrita, con su gorrita blanca que parece tener pegada, entregando afiches durante la semana que anuncian las actividades del centro cultural.




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