Por Jorge Guerrisi. JEFE DE CIRUGÍA PLÁSTICA DEL HOSPITAL ARGERICH
La modernidad de la vida ha hecho de la cirugía plástica una especialidad cuya demanda excede muchas veces, por parte de los pacientes, lo lógico y recomendable; y, por parte de los cirujanos, la seriedad, los conocimientos científicos necesarios y el sentido común.
El paciente que se somete a una cirugía plástica estética es, teóricamente, una persona sana que se somete a un cambio quirúrgico con el fin de estar mejor y reconfortada en lo anímico y lo físico y, por lo tanto, debe correr los riesgos mínimos de los cuales deberá hacerse responsable el cirujano.
Para que las operaciones de cirugía plástica no se trasformen en actos relacionados más con la moda y el esteticismo banal exagerado e irreal, tergiversando la importancia científica que deberían tener, cobra real valor la trilogía de honradez científica por parte del médico, aspiraciones lógicas por parte del paciente y seguridad indispensable del lugar donde se hará la cirugía.
La cirugía plástica es ciencia y arte aplicada a la medicina, no es magia ni presupone de antemano resultados predecibles de por sí. Las personas que se someten a una cirugía plástica estética deben saber previamente cuáles son los riesgos que corren, las complicaciones posibles y las posibilidades de obtener resultados no satisfactorios, sin ignorar que el resultado impecable del cirujano puede quedar trunco frente a los imponderables de la medicina y la biología.
Los pacientes (principalmente mujeres) deben pretender y exigir resultados lógicos y armónicos; escapar a la moda estética (muchas veces irreal) impuesta por las revistas, la TV, las modelos y la gente del ambiente artístico, porque no existen tratamientos quirúrgicos únicos para aplicar a todos los pacientes sino que cada uno de ellos necesitan cirugías determinadas y diferentes según lo que se deba corregir.
No deben tomar la cirugía plástica como simple y fácil de realizar, ni la deben comparar con un tratamiento de salones de belleza. Es un acto médico-quirúrgico de tanta importancia como cualquier cirugía de alta complejidad; sus pretensiones no deben poner al cirujano en la obligación de hacer operaciones que pongan en peligro tejidos nobles y vitales u obtener resultados que rayen con lo ridículo o lo artificial.
La cirugía plástica debe generar resultados armónicos y naturales, donde la acción del bisturí debe pasar desapercibida. Cuando se exigen resultados “exagerados”, cuyos finales muestran una cara ridiculizada o un antiestético aumento mamario, se habrá generado una errónea aplicación de la íntima mística de esta moderna especialidad e incluso se deriva el peligro de producir severas complicaciones o secuelas de difícil solución.
En estos casos, aunque el cirujano haya realizado una perfecta labor técnica, habrá fallado en la evaluación inicial no sólo al aceptar las desmedidas pretensiones del paciente sino en el juicio sobre los cambios estéticos necesarios. Por otra parte, al cirujano no sólo deberá importarle la conducta técnica o artesanal sino el manejo de la conducta social de solidaridad con la angustia de los pacientes.
La evaluación debe ser no sólo del defecto físico que se quiere corregir, sino también psíquica. No es lo mismo el narcisista en desgracia por el tiempo, que el joven con exageradas pretensiones de perfección o el malformado o mutilado que acepta cualquier mejoría por magra que sea.
El paciente debe ser escuchado atentamente, luego evaluado física y psicológicamente y posteriormente orientado sobre sus exigencias, los resultados y el interés que su esperanza redituará en su espíritu. Por otro lado, el paciente debe estar atento al lugar en que será operado, que no sólo deberá tener el valor de la confortabilidad sino que debe contar con los elementos suficientes para poder sobrellevar cualquier contingencia imprevista durante el acto operatorio.
No se debe ni se puede hacer ninguna cirugía, por menor que sea, en un consultorio o lugar que no reúna los requisitos mínimos de seguridad biológica y quirúrgica, no solamente porque está penado por las leyes de la sociedad, sino por las leyes de la conciencia, el sentido común y la ética del cirujano.
Por otra parte es prudente que los exámenes previos a la cirugía sean los mismos que se piden para poder hacer cirugías mayores. El cirujano plástico debe tomar todos los recaudos como si se tratara de una operación de complejidad, porque las expectativas y esperanzas de esa paciente están puestas en el éxito de la operación: es la operación que no sólo le traerá cambios físicos sino psíquicos y espirituales.
La publicidad y sus abusos están infiltrándose peligrosamente en la medicina y específicamente en la cirugía plástica, a veces generados por los propios pacientes a partir de lo que escuchan en televisión o ven en Internet, y otras por los cirujanos, quienes pretenden que su imagen, sus merecimientos e incluso su vida social puedan darse a conocer como un “falso” aval de sus éxitos.
Los pacientes debe estar conscientes de que la aplicación de la cirugía plástica es el resultado de un serio y profundo análisis de los defectos que se desean corregir poniendo en la balanza los pro y los contras, evaluación que deberá surgir de las entrevistas con el cirujano, quien no sólo tiene la obligación de informarles sino de aconsejarle si les conviene operarse o no.
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