domingo, 16 de enero de 2011

"LOS ARGENTINOS ACRIOLLAMOS EL ROCK"


Javier Martínez, ex-Manal, le agregó el nombre de la banda al suyo propio. “Así me llamo”, se planta el creador de “Avellaneda blues”.


Por Facundo García

Desde Mar del Plata


“Manal Javier Martínez, ponelo así porque así me llamo”, exige el fundador de una de las bandas más respetadas del rock argentino. El baterista se presentará con su trío esta noche a las 22 en la Bodega del Teatro Auditorium (Boulevard Marítimo 2282), para visitar clásicos y compartir nuevas composiciones. La voz negra –que el oído retiene de antiguos discos y casetes– resurge nítida, a lo mejor un poco más sabia y guerrera, para conversar, aprovechando la excusa del concierto, acerca de la actualidad y los balances personales. ¿Por qué agregarle “Manal” a su nombre? “El primer motivo es que hay un flaco que toca la batería y también se llama Javier Martínez. Me imagino que estará pasándola mal cuando el público llega y le pide “Avellaneda blues” o “Jugo de tomate”. Además, la palabra me la inventé yo y compuse el 99 por ciento de los temas del grupo”, explica el artista. “En cuanto a lo que significa, Sandro lo dijo en una nota hace ya varios años. Con los pibes decíamos: ‘¿Cómo viene la mano?’, y después empezamos a alterar el saludo. Al final quedó: ¿Cómo viene ‘la Manal? Era un vocablo de la jerga cuevera, digamos.”


En las próximas semanas, Manal Javier Martínez seguirá sobre los escenarios: el 19 estará en Jazz y Pop (Paraná 340, Capital), el 5 de febrero regresará a Mar del Plata y el 11 retornará a la mítica Perla de Once. Definido por Luis Alberto Spinetta como uno de los mejores letristas del rock, Martínez no se guarda nada cuando dispara contra las discográficas. “Hay varios boludos de ahí que quisieron destrozar mi carrera y no han podido, porque la gente sigue cantando mis canciones –se cubre–. Me difamaron, me dijeron que Manal no convocaba. Pero es normal que sean así. Es lo que te toca cuando sobresalís. Como decía Oscar Wilde: ‘No tenía enemigos, era mediocre’.”


–¿Y en qué anda ahora?


–Estoy encendido. Tengo un disco por estrenar, El agujero sin borde, que no les voy a dar a las megacompañías porque tengo temor de que lo cajoneen y quede ahí. Lo editaré por un sello independiente, y en todo caso lo voy a ofrecer a las discográficas, pero sólo por un tiempo. En cuanto al recital de mañana (por hoy), los que hace mucho que no me ven en vivo van a poder escuchar canciones como “El blues de Pappo” y algún arreglo de un tema que compuse con Tanguito, “El hombre restante”. El mes próximo vamos a salir con una versión en swing de “Por la vuelta”, el tango de Enrique Cadícamo.


–¿Qué opina de los megarrecitales con muchas bandas, que tanto se usan ahora?


–Son un error total. Yo no acepto tocar con ninguna otra banda, porque el público tiene una capacidad de absorción limitada. De última voy yo, toco tres horas y listo.


–A esta altura del partido, ¿qué balance histórico hace del rock de la Argentina?


–Fue un gran logro. Demuestra que supimos recibir a un género de afuera y darle nuestra voz. Nosotros acriollamos al rock e incluso lo llevamos al lunfa. Por eso la Academia Porteña del Lunfardo ha empezado a convocarnos a nosotros, los rockeros. Por suerte esto lo pude conversar con Atahualpa Yupanqui y con Edmundo Rivero. Yupanqui me dijo: “Hablen de nuestras cosas, pibe. Mientras no pierdan esa referencia, van a ir por buen camino”. Y Rivero me confesó que su hijo lo tenía “repodrido” escuchando a Manal, y que sin embargo le parecía bien porque nuestro mensaje no era extranjerizante. Dejando de lado el de los países en los que se habla inglés, el rock argentino es sin dudas el mejor.


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