miércoles, 19 de enero de 2011

"LOS MEDIOS SON PARTE DEL CORO DE GARCAS"


Pablo Marchetti y Eduardo Blanco hablan del éxito de Mueva la Patria, una parodia de los poderes hegemónicos de los últimos 200 años. Cómo se gestó la tapa de Kirchner.


Por Tali Goldman

En un boulevard de Constitución, la casa sin timbre es la de Pablo Marchetti. Tres golpecitos a la puerta de madera son suficientes para que el director de la revista Barcelona abra, vestido de entrecasa, mate y termo en mano. A los pocos minutos llega Eduardo Blanco, su compañero en la publicación y coautor de la obra de teatro que reeditaron este año en el ND/Ateneo –que sigue en cartel hasta el 27 de noviembre. Mueva la Patria: la ópera cumbia argentina sintetiza los doscientos años de historia argentina a través del amor imposible entre una muchacha de clase media –Romina, de Caballito– y un joven de clase baja –El Negro Cabeza–. “Es una parodia a las obras de rock sinfónico que se transformaron en una pieza de culto. El rock era algo de pendejos: al agregarle el género ópera, se convirtió en una pieza de un estatus cultural alto –explica Marchetti–. Pensamos que una ópera también puede ser una pavada absoluta y ser contada de forma ridícula y bailable.”

–La obra fue furor durante el 2009. ¿Les picó el bichito del Bicentenario y la quisieron reeditar?

Pablo Marchetti: –¡Ja, ja! Nosotros no la hicimos pensando en el Bicentenario, pero está bueno poder hacerla de nuevo. Es nuestra primera experiencia como autores teatrales y no somos gente del palo del musical.

–¿Encontraron una forma diferente de contar la historia argentina?

Eduardo Blanco: –Nuestro objetivo principal no era la temática de la obra sino el estilo. Queríamos que todos los temas fueran bailables, que se pudieran pasar en una fiesta. Que podamos bailar al ritmo de San Martín y Mitre.

P.M.: –Hemos trabajado de la misma manera que trabajamos en la revista. Lo que intentamos es que nos guste a nosotros y si eso le gusta a la gente, mucho mejor. No tenemos una mirada marketinera de pensar el perfil del público, ni nada de eso. Cuando hicimos la revista teníamos cero expectativas y con el teatro nos pasó lo mismo.

–En lugar del coro griego, usan un “coro de garcas”: un cura, un militar, un terrateniente y una señora de la aristocracia. ¿Esos poderes siguen siendo el establishment o mutaron?

P.M.: –Son una síntesis de los doscientos años. Pero sí, creo que los medios de comunicación hoy podrían ser parte de este coro.

E.B.: –Los sindicalistas empresarios también son parte de ese coro, así como la Mesa de Enlace y el Pro. El poder policial o el poder judicial también son muy nocivos y casi no se los puede tocar. Si después de un año de haberse sancionado la Ley de Medios, por sucesivas medidas cautelares, no puede ponerse en práctica, eso pone a la Justicia en el podio de los garcas.

–¿Coinciden en que en estos últimos años se puso en tela de juicio a los poderes hegemónicos?

P.M.: –Totalmente. Pienso en la Iglesia: el tema del matrimonio igualitario fue una derrota simbólica muy fuerte. O los juicios a los militares. Hay un clima de mucha discusión política y eso permite cuestionar a estos poderes que estaban tan naturalizados. Hasta cosas que el Gobierno sostiene y que yo repudio, como la minería, se discuten. Eso parte de haber tocado intereses poderosos.

–Hoy el periodismo, como toda la sociedad, está dividido, a grandes rasgos, entre los K y los anti K. ¿Cómo se ubican?

E.B.: –Hay otras alternativas entre ser uno y otro, pero ante lo que sucede uno va tomando diferentes posturas. El bando anti K es muy gorila y estoy lejos de eso. Pero con el bando K también tuve diferencias. Nosotros no nos embanderamos porque eso restringe hacer un análisis más profundo y más interesante.

P.M.: –Esa disputa me parece berreta. Si bien soy K desde los comienzos, trato de ver las cosas de una manera más transversal. Me veo mucho más cerca de lo que va a ser la propuesta del gobierno electoralmente. Y con respecto a los medios, ningún anti K me representa. Jorge Lanata es uno de mis ídolos periodísticos por su talento para crear formatos. Barcelona no existiría si no hubiera existido Página 12. Pero no me gusta la actitud actual de Lanata.

–Después de la muerte de Néstor Kirchner, hubo una gran expectativa por la tapa de Barcelona. ¿Cómo se decidió?

P.M.: -Sin dudas, fue la tapa más enquilombada. Era un acontecimiento enorme, un personaje enorme: el más grande de la historia de Barcelona. Nosotros aparecimos paralelamente al momento que Néstor asumió. Yo fui a la plaza y estuve muy conmovido. Todo el mundo me paraba y me decía: “¡¿Qué carajo van a poner?!”, me llamaban por teléfono. Y quisimos reflejar la cantidad de pendejos que lloró a Kirchner en esa plaza. Después de la experiencia de los ’90 y del estallido de 2001, volver a ver a los pibes en la plaza fue algo increíble. Néstor no inventó la militancia, pero sí la supo leer y acompañar.

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