Por Daniel dos Santos
Sofía Tolstoi copió siete veces Guerra y Paz, de su marido León. Mal intencionadas, algunas voces de aquel entonces, la Rusia zarista de 1869, aseguraban que al final la mujer creía que ella lo había escrito. No será aquí dónde se resolverá si Sofía pensaba que darle todo el crédito a su marido era por lo menos injusto. El episodio viene a cuento para rescatar tan sólo el esfuerzo de ese trabajo de volcar la obra de otro en signos legibles y lo recordé sin quererlo cuando Susana Saulquin contó que pasó Historia de la moda en Argentina 16 veces en su vieja Olivetti, hasta que sus uñas se infectaron y sacó codo de tenista. Claro que Saulquin tiene una clara ventaja sobre Sofía. Ella pasaba una obra propia, pero no cuesta imaginar su desazón cuando entregó el original en la editorial y le dijeron: “Todo bien, pero hay que incluir la moda en el hombre”. Y vuelta a la Olivetti. Socióloga UBA que, como ella misma dice, no da el phisic du rol, terminó la primera versión de su libro manual en 1987, año en que, cuesta creerlo, aún no había computadoras. Hoy, con su nueva obra en las librerías, La muerte de la moda, el día después, dice que prefiere hablar de desarticulación de la moda y no de su muerte absoluta. Ya llegaremos. Por ahora, en su prototípico y elegante departamento de los cincuenta donde sólo falta el teléfono blanco de las divas, frente a la Quinta Presidencial, me conformo con una pregunta más metafísica.
¿Cree que la actitud natural del hombre es andar desnudo o vestido?
Desnudo, pero adornado. Antropológicamente, el adorno es superior al vestido. Los pueblos primitivos tendían a la desnudez, pero se ponían sus abalorios.
¿Uno se viste para sí mismo?
Para los demás. Cuando uno se mira al espejo lo único que hace es anticipar la mirada del otro. Si uno se vistiera para sí mismo, andaría desnudo como en una isla.
¿Qué quiere expresar en realidad una mujer que ante el placard repleto dice “no tengo que ponerme”?
“No me conozco”. Eso es lo que dice. No se conoce y precisa compulsivamente más prendas. Supone que esa multiplicación de su vestuario le dará mayor seguridad y autoestima. Falso, claro.
¿Determinada vestimenta o marca va con determinado grupo social?
Antes era así. La cultura de masas funcionó como una aplanadora, pero en la Argentina hay pautas diferentes. A las grandes marcas les cuesta hacer pie acá.
¿Por qué?
Por el diseño independiente.
¿Hay una situación diferente por la independencia de creadores locales?
Por como compran las argentinas, en general. Por ejemplo, los jeans de marcas locales calzan tan pegados al cuerpo que los otros no pueden competir.
¿La ropa prestigia al individuo o el individuo a la ropa?
Depende de la personalidad del que la usa. Los íconos y las personalidades fuertes prestigian a la ropa, pero en general se da al revés.
¿Quién determinó que el rosa es para las bebas y el celeste para los varoncitos?
Es una convención estúpida. Lipovetsky (Gilles, filósofo francés) dice que la moda empieza cuando hombres y mujeres ven necesario la diferenciación de los sexos en la ropa. Piense sino en las túnicas, sin identificación posible.
¿De qué depende que se usen rayas, estampados, lisos, colores?
Tiene que ver con los ciclos de la moda, que se dan cada 18 años. Estudio las rayas en el diseño desde 1830 y cada 18 años vuelven acompañadas siempre por los lunares. Con el talle alto pasa lo mismo, pero llegué con la cuenta hasta 1905 y me faltaba el talle alto. Pensé que mi teoría había fallado pero no, lo encontré en la ropa interior.
¿Por qué 18 años?
Es el tiempo de una nueva generación. Dicen que está emparentado con el complejo de Edipo. De los tres a los cinco años los chicos quieren ocupar el lugar del padre y se disfrazan con su ropa, igual que las chicas usan tacos altos. A los 18, cuando el complejo de Edipo debería resolverse, sienten necesidad de usar aquella vestimenta
¿Por qué la mujer gasta más que el hombre en vestirse?
Históricamente el hombre gastó más. Lo mismo que en las otras especies animales, los machos aparecían más adornados que las hembras.
¿Cuándo cambió?
Con la gran renuncia, como la definieron. La sociedad capitalista hace que el hombre sea el motor del industrialismo y se ponga a producir.
¿Lo obligan a que se ponga los pantalones?
Justo. Una prenda que tal vez desaparezca porque en la sociedad digital no encuentra su rol.
¿La moda como la conocemos hoy es un fenómeno burgués?
Totalmente. Aparece en el siglo XIV y dura 600 años. La moda y la sociedad industrial cazaban absolutamente bien, de la mano de la producción seriada y del interés en que mucha gente se vistiera de manera homogénea, para generar así mayor ganancia. Este sistema está ahora en desarticulación.
¿Parece gozar de buena salud?
La moda como mandato no sirve más. Desde que aparecieron los famosos pronosticadores de tendencia, grupos enormes, como Premier Vision o WGSN, intentaron con éxito en los ‘80 concentrar toda la posibilidad de hacer y vender moda bajando un único relato. Esos grupos pautan entre ellos lo que se usará de acá a cinco años. Y venden esas tendencias como si fueran viejos figurines a los fabricantes por unos módicos miles de dólares al mes.
¿Eso es lo que se está muriendo?
Está resistiendo. Pero la moda ética, conservacionista, y el movimiento por el precio justo para los fabricantes van a minar a la moda tal como se la conoce.
¿Ve en el horizonte la desaparición de las marcas?
Sí, lo digo despacito. Cuando se exagera, después viene la desaparición.
Como se ve, una guerra sin paz a la vista.
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