Por Natalia Paez
Son activistas concientes que piensan en el impacto de los productos en el medio ambiente antes de adquirirlos. Advierten sobre la falta de leyes sobre separación de residuos en origen y de envases, para reducir el packaging.
Según un informe elaborado por la consultora TNS sobre 1004 casos en todo el país, cuatro de cada diez argentinos han incrementado el hábito de las compras en cuotas de bienes y servicios. Se consume más, se compra más y esto aumenta conforme mayor sea el nivel socioeconómico y educativo, en personas entre 25 y 49 años. La encuesta está fechada en enero de 2011. Mientras esto sucede, falta una política de separación de residuos en origen y una ley que exija a las empresas a reducir el packaging con el que venden productos de consumo masivo como telgopor, plásticos y cajas.
Una rama de activistas por el consumo responsable ya está hablando del crecimiento lento pero firme en las grandes urbes del mundo de una tendencia opuesta a la de la acumulación y el consumo desmedido. La llaman “la era del posconsumismo”. No se trata de una maniática vigilancia verde sobre la vida cotidiana, sino de iniciativas que pueden tomarse para no contribuir a construir montañas de desechos. Se trata de un consumidor que, influenciado por las redes sociales –medulares en la difusión de voces alternativas– decide dejar de comprar todo aquello que no sea necesario.
Según sus seguidores, se trata de una nueva raza de consumidores conscientes. Hace dos meses, la Fundación Vida Silvestre (WWF, por sus iniciales en inglés) acompañó la presentación del libro Historia de las cosas (Story of stuff) en Buenos Aires. Una investigación que trata sobre el ciclo de vida de los bienes de consumo. Realizado por Annie Leonard, activista estadounidense y experta en desarrollo sostenible, el libro explora las diferentes etapas por las que pasa un iPod (por ejemplo), desde la extracción de los recursos para su construcción hasta su incineración. Se analiza su impacto en la economía global, en el medio ambiente y la salud.
Un concepto se asocia al de posconsumismo, y es el de “huella ecológica”: “Es la medida que mide el impacto del consumo humano sobre los ecosistemas y su capacidad de regenerarse. Esta se ha duplicado en sólo 15 años, aunque la responsabilidad varía fuertemente entre los países ricos y en desarrollo. Hoy la huella ecológica de un habitante de los Estados Unidos es seis veces superior que la de un africano”, dijo a Tiempo Argentino la responsable de comunicaciones de la Fundación Vida Silvestre, Florencia Lemoine.
En la actualidad, ya se consume un 50% más de lo que la Tierra es capaz de generar, con una utilización de recursos naturales que casi se ha triplicado desde los años sesenta. “Es una preocupación que traigo hace tiempo y hay mucha gente que la comparte, a tal punto que sumé a algunos a este trabajo, como Pablo Bernasconi. También hemos presentado los bocetos al Ministerio de Espacio Público porque el objetivo de tanto trabajo es lograr comunicar, instalar el tema, reflexionar acerca de esta problemática”, dijo la fotógrafa Gaby Herbstein en referencia a su calendario Huella Ecológica 2, esta vez sin famosos retratados y con chicos como protagonistas. (ver aparte)
Todo consumo genera un desecho. Al final del ciclo de vida de los productos o servicios consumidos hay que enfrentar el tratamiento de los residuos y los impactos ambientales del posconsumo: residuos domésticos o sólidos urbanos, mugres industriales, patogénicas, chatarra de aparatos tecnológicos y otros. “En la Argentina falta una política que impulse la separación de los residuos en origen y el posterior reuso o reciclado para reducir los volúmenes de basura que actualmente se entierran. También falta una ley de envases que obligue a las empresas a reducir el packaging con las que se comercializan productos masivos, por ejemplo, todo el telgopor con el que envuelven cada heladera. Ya hay sistemas en los que la empresa entrega el producto y reusa el protector de cada uno”, explicó Gonzalo Girolami, de Greenpeace Argentina.
“¿Hasta cuando se mantendrá la lógica consumista creada e impulsada desde las corporaciones y adoptada por millones de individuos que nos lleva a asociar bienestar con el consumo sin límites de bienes y servicios?”, se pregunta el sociólogo especialista en márketing y tecnología David Armano, y le pone las fichas a un ejército que ya empezó a consumir de manera responsable.<
Son activistas concientes que piensan en el impacto de los productos en el medio ambiente antes de adquirirlos. Advierten sobre la falta de leyes sobre separación de residuos en origen y de envases, para reducir el packaging.
Según un informe elaborado por la consultora TNS sobre 1004 casos en todo el país, cuatro de cada diez argentinos han incrementado el hábito de las compras en cuotas de bienes y servicios. Se consume más, se compra más y esto aumenta conforme mayor sea el nivel socioeconómico y educativo, en personas entre 25 y 49 años. La encuesta está fechada en enero de 2011. Mientras esto sucede, falta una política de separación de residuos en origen y una ley que exija a las empresas a reducir el packaging con el que venden productos de consumo masivo como telgopor, plásticos y cajas.
Una rama de activistas por el consumo responsable ya está hablando del crecimiento lento pero firme en las grandes urbes del mundo de una tendencia opuesta a la de la acumulación y el consumo desmedido. La llaman “la era del posconsumismo”. No se trata de una maniática vigilancia verde sobre la vida cotidiana, sino de iniciativas que pueden tomarse para no contribuir a construir montañas de desechos. Se trata de un consumidor que, influenciado por las redes sociales –medulares en la difusión de voces alternativas– decide dejar de comprar todo aquello que no sea necesario.
Según sus seguidores, se trata de una nueva raza de consumidores conscientes. Hace dos meses, la Fundación Vida Silvestre (WWF, por sus iniciales en inglés) acompañó la presentación del libro Historia de las cosas (Story of stuff) en Buenos Aires. Una investigación que trata sobre el ciclo de vida de los bienes de consumo. Realizado por Annie Leonard, activista estadounidense y experta en desarrollo sostenible, el libro explora las diferentes etapas por las que pasa un iPod (por ejemplo), desde la extracción de los recursos para su construcción hasta su incineración. Se analiza su impacto en la economía global, en el medio ambiente y la salud.
Un concepto se asocia al de posconsumismo, y es el de “huella ecológica”: “Es la medida que mide el impacto del consumo humano sobre los ecosistemas y su capacidad de regenerarse. Esta se ha duplicado en sólo 15 años, aunque la responsabilidad varía fuertemente entre los países ricos y en desarrollo. Hoy la huella ecológica de un habitante de los Estados Unidos es seis veces superior que la de un africano”, dijo a Tiempo Argentino la responsable de comunicaciones de la Fundación Vida Silvestre, Florencia Lemoine.
En la actualidad, ya se consume un 50% más de lo que la Tierra es capaz de generar, con una utilización de recursos naturales que casi se ha triplicado desde los años sesenta. “Es una preocupación que traigo hace tiempo y hay mucha gente que la comparte, a tal punto que sumé a algunos a este trabajo, como Pablo Bernasconi. También hemos presentado los bocetos al Ministerio de Espacio Público porque el objetivo de tanto trabajo es lograr comunicar, instalar el tema, reflexionar acerca de esta problemática”, dijo la fotógrafa Gaby Herbstein en referencia a su calendario Huella Ecológica 2, esta vez sin famosos retratados y con chicos como protagonistas. (ver aparte)
Todo consumo genera un desecho. Al final del ciclo de vida de los productos o servicios consumidos hay que enfrentar el tratamiento de los residuos y los impactos ambientales del posconsumo: residuos domésticos o sólidos urbanos, mugres industriales, patogénicas, chatarra de aparatos tecnológicos y otros. “En la Argentina falta una política que impulse la separación de los residuos en origen y el posterior reuso o reciclado para reducir los volúmenes de basura que actualmente se entierran. También falta una ley de envases que obligue a las empresas a reducir el packaging con las que se comercializan productos masivos, por ejemplo, todo el telgopor con el que envuelven cada heladera. Ya hay sistemas en los que la empresa entrega el producto y reusa el protector de cada uno”, explicó Gonzalo Girolami, de Greenpeace Argentina.
“¿Hasta cuando se mantendrá la lógica consumista creada e impulsada desde las corporaciones y adoptada por millones de individuos que nos lleva a asociar bienestar con el consumo sin límites de bienes y servicios?”, se pregunta el sociólogo especialista en márketing y tecnología David Armano, y le pone las fichas a un ejército que ya empezó a consumir de manera responsable.<
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