El caso promete una polémica sin término y la necesidad de muchas explicaciones. Es porque en Israel se acaba de autorizar que los autobuses separen por sexo a los pasajeros, los hombres adelante y las mujeres atrás.
La medida segregacionista que pone al país en contradicción con la modernidad , fue adoptada luego de casi dos años de debates que enfrentaron opiniones de religiosos, escritores, grupos de feministas y la Corte Suprema. Fue de hecho el máximo tribunal el que estableció que no es ilegal que exista un servicio de transporte público con lugares reservados para las mujeres, que estén separados de los que usan los hombres. La Corte advirtió que, por lo menos, esa separación debe producirse de modo voluntario, por elección del usuario. Es fácil adivinar los conflictos que se generarán desde ahora.
La iniciativa había surgido años atrás en zonas ultraortodoxas , donde comenzaron a operar una treintena de autobuses. Estos rabinos habían hecho notar que la defensa del “recato” en público imponía la separación de los viajeros en los superpoblados autobuses públicos. Y justificaron en la supuesta necesidad de evitar lo que llamaron “tentaciones sexuales”.
La separación estricta entre hombres y mujeres no es solo una cuestión de la ortodoxia judía. También es una costumbre común entre los practicantes de las tendencias más rígidas del islamismo.
En Israel hace tiempo que hay un fuerte debate sobre esta versión de la moralidad. En 2008, la escritora Naomi Ragen, junto al Centro para el Pluralismo Judío, se dirigió a la Corte Suprema para examinar las llamadas “líneas timoratas”. Además de cuestionar los aspectos morales, otras personas se quejaron de problemas prácticos que su aplicación crea, como el descenso del vehículo y la compra del billete: cómo hacerlo si el conductor está en la parte delantera, reservada justamente a los hombres.
Los núcleos familiares quedarán obligados a viajar separados.
Incluso los ancianos/as deberían hacerlo de pie, aun cuando la otra mitad del vehículo —la de hombres o la de mujeres—, esté vacía.
Una decena de intelectuales se opuso desde entonces a la institucionalización de esos medios públicos con división para los géneros. Entre ellos, el poeta Natan Zach, los escritores A.B. Yehoshua y Haim Guri, y el politólogo Zeev Sternhell. Debido a esa campaña, el 27 de octubre de 2009 una comisión del ministerio estableció que los autobuses segregados eran ilegales y comportaban una discriminación grave. A la protesta de intelectuales se había sumado también la de una organización feminista israelí, preocupada por el hecho de que “luego de imponer la segregación de sexo en los autobuses, los rabinos podrían imponerla en los lugares de trabajo y en las oficinas públicas ”.
La apelación ahora aceptada por la Corte Suprema permitirá que el ministerio de Transporte deje circular a las nueve líneas privadas de autobuses que ya tienen puestos reservados por género.
El pronunciamiento, al declarar legal esta medida siempre que sea “voluntaria”, dejó contentos a algunos sectores liberales, que destacaron que los jueces insistieron sobre el derecho de las mujeres a sentarse donde quieran. También contentó a los rabinos, pues en sustancia los “autobuses segregados” comenzaron a circular de manera legal, aun cuando se trate de un año de prueba.
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