“Ni retro ni vanguardia”, detalla la cantante Hilda Lizarazu que en su tercer título como solista abre el juego a una serie de canciones con aires de tierra adentro, una forma de síntesis para una existencia que la ha llevado por el campo y la ciudad.
Muy bucólica, ella aparece entre árboles y hojas caídas, con un vestido blanco amplio y largo, a lo hippie. Toca la bandurria, instrumento del clan del laúd, y no está en el foco de la foto. Está a un costado. “Podría haber puesto una foto mía o una libélula, pero me gustó así: es una situación onírica que está relacionada con el futuro perfecto. Un sueño sumergido en la naturaleza”, dice Hilda Lizarazu. Falta no más de media hora para que la cantautora entrerriana muestre por primera vez su nuevo disco (Futuro Perfecto) en Boris, el club de jazz de Gorriti al 5500 (donde repetirá hoy) y la imagen de la lámina interna es un buen disparador para ingresar a su mundo de canciones bicolores. “Siempre que uno menciona el bosque, aparece una durmiente y quien dice una durmiente dice Alicia en el país de las maravillas y quien dice Alicia, bueno, dice una historia absolutamente fantasiosa que pueda estar relacionada con la fantasía de este disco. O con lo fantástico que es hacer un disco hoy en día”, ríe.
–Las fantasías o los sueños nunca se parecen a la realidad. Recién, en la prueba de sonido, improvisó un tema de Alberto Mastra que hacía Canario Luna, que habla de esto: “Si la vida me diera de nuevo la oportunidad de volver a vivirla otra vez, no la quiero más”.
–No sé si coincido. De todas maneras, Canario era tan grosso como cantante que me horadaban esas palabras tan tristes. No sé si yo logro esa profundidad de sentimiento, pero puedo recibirla de otro y reinterpretarla. Los sueños no siempre son mejores que la realidad, y la realidad puede ser a veces un sueño. No es que mi vida está constantemente vivida en tonos rosas, pero puedo reconocerme como una transeúnte de la belleza del vivir. Busco siempre ese lado. Puedo reconocer que la vida puede ser una pesadilla, pero transito filosóficamente por un lado que me lleva a poder reconocer lo bello de un árbol.
–En la canción que abre el disco hay una especie de aceptación de la realidad: “Acepto el destino/ y será lo que tenga que ser”.
–Por eso: este tipo de expresiones donde hay un agradecimiento a la plenitud de vivir para otras miradas es algo demasiado liviano. Que en estas épocas, donde está todo tan sufrido, alguien reconozca que vivir es bello, no siempre resulta bienvenido. Pero para eso está la variedad: los diferentes colores y sabores, y uno puede elegir qué quiere para sí mismo. Yo como artista... como mujer...
–“Del bosque”, como aquella canción de PorSuiGieco.
–(Risas.) Claro, del bosque y la ciudad, la paso radiantemente bien sin, a ver...
–Andar con una corbata de vincha todo el tiempo.
–Claro, creo que tengo bastante sentido común, pero opto por sentirme física y espiritualmente mejor. Es lo que me pasa y lo transmito en los temas.
Los temas de Futuro Perfecto son doce y, además de transmitir una sensación de frescura vital, sitúan a Hilda en un camino que no había transitado en sus discos anteriores. Ni en los dos que lo preceden como solista (Gabinete de Curiosidades y Hormonal) ni en los siete que hizo en Man Ray con Tito Losavio. Tiene pop y algo de rock, sí, pero también incursiones –de aquí lo singular de su fisonomía– en ritmos de tierra adentro: “aires de” en la bella zamba que dio en llamar “La Radiante”, abrillantada por el ronroco de Gustavo Santaolalla y el piano de Lito Vitale, o de chacarera de aire eléctrico a la manera del viejo Arco Iris (“Paisaje y ciudad”). “Es mi propio chiste. Los grillitos y los ladridos que aparecen en ‘Paisaje y ciudad’ fueron grabados durante mis días en Sinsacate. Sí, son canciones que abren a una veta folklórica en la que incursiono por primera vez.”
–En ostensible contraste con el “punchi-punchi” de “Sábado”.
–Es que yo no soy rockera-rockera, ni tampoco popera al mango como Leo García. No soy purista y entonces me permito meter una criolla y un bombo legüero, y al lado un punchi-punchi. Tiene que ver con los músicos que trabajo y también conmigo... me gustan tanto Troilo-Grela como AC/DC, qué sé yo. Tal vez cueste clasificar, pero con Man Ray también era así. Cuando puse el “sha la la, sha la la” en “Caracoles” –segundo track de Futuro Perfecto–, mis amigos músicos me decían que no lo hiciera porque era “antiguo”, y la verdad es que yo no tengo preconceptos entre lo antiguo y lo moderno. No soy ni retro ni vanguardia... soy una mujer que va buscando qué disfraz ponerse para buscar la plenitud. Uno es tantas personas que, bueno, la idea es conocerse cada día un poco, y las canciones son una buena manera de lograrlo.
–¿Nunca apareció la idea de reflotar Man Ray?... doce años entre el último disco y hoy es una larga distancia.
–No aún. Sí nos quedaron algunos temas inéditos que tal vez grabemos en otro momento. Cuando lo decidamos, será.
–¿En qué situación quedó su relación musical con Charly García?
–Me fui de su banda porque quiero abocarme a mi disco. Ya hablamos, está todo bien y él reconoce que yo tengo una carrera y una familia de la que ocuparme. El año pasado para mí fue fortísimo porque hice el disco y acompañé a Charly, y eso implicó demasiado laburo. Entraba en la sala a las 9 de la mañana, me iba a las once de la noche, y mi hija siempre esperando al lado de la niñera...
–Fueron casi dos años de trabajo intenso. ¿Cómo vivió la conversión de Charly?
–Como un desafío de su parte. Para mí estuvo buenísimo porque aceptó el reto... recreó las mejores canciones de los ’80 y los ’90 y evitó la parte oscura. Trató a la música con el mayor de los respetos, algo que, al final de los ’90, cuando yo dejé Los Enfermeros, se estaba desvirtuando. Charly volvió a respetarse a sí mismo nuevamente.
–¿Y usted?
–Bueno, nos encontramos en un lugar musical que habíamos perdido hace diez años. Le aporté mi ser.
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