La Nación y la Ciudad apoyan la iniciativa de la Iglesia de ampliar el colegio secundario.
Silvina Premat
LA NACION
En la Villa 21-24, en Barracas, la Iglesia conducida por el cardenal Jorge Bergoglio, el gobierno nacional de Cristina Kirchner y la gestión porteña de Mauricio Macri coinciden en una misma apuesta educativa para que los jóvenes de esa barriada intenten terminar el secundario.
La escuela, que desde el año pasado funciona en la parroquia del padre José María "Pepe" Di Paola, con el ciento por ciento de subsidio del gobierno de la ciudad, tendrá aulas propias construidas con fondos de la gestión de la Nación.
Mañana, un día antes de su despedida de la villa (ver aparte), Di Paola recibirá al ministro de Educación de la Nación, Alberto Sileoni, y a autoridades porteñas de Educación para colocar la piedra fundamental de lo que será un edificio escolar levantado en un primer piso sobre la misma parroquia.
"Me hubiese gustado ver la primera camada del secundario", dijo a La Nacion el padre Pepe. "En 2003 hicimos la escuela de oficios porque veíamos la problemática de la capacitación, después vimos que la línea de trabajo era el secundario", dijo el sacerdote cuya vasta obra en favor de la educación y la prevención de la violencia y las adicciones trascendió el año pasado tras haber sido amenazado de muerte.
La idea de Di Paola -ofrecer una propuesta al alcance de los adolescentes que abandonaron el colegio y están recuperándose de la adicción a las drogas, están "judicializados" o tienen otras dificultades que les impiden cursar un secundario tradicional- se concretó en agosto de 2009. Se llama Nuestra Señora de los Milagros de Caacupé, tiene un centenar de alumnos y una configuración que la hacen única.
Es la primera escuela porteña de gestión social, ofrece un secundario de tres años a jóvenes de 15 a 25 años en dos ciclos (uno comienza en marzo y otro, en agosto) y dos especialidades (peritos auxiliares en electromecánica o en informática) y, según una modalidad copiada a los terciarios, no están obligados a cursar un número fijo de materias sino elegir ellos cuántas hacer.
Según Jorge Yague, asesor de estudios de la escuela de Caacupé y director del Centro de Formación Profesional Nº 9 esta experiencia es un intento de hacer "lo que siempre piden los ministros de Educación cuando hablan de darle una vuelta al sistema para destrabar esa especie de rutina, anquilosamiento o aburrimiento que tienen los secundarios".
"Las cinco escuelas que existen hoy en el Polo Educativo Barracas se lograron gracias a la ayuda y acompañamiento del padre Pepe", dijo Yague, que es también coordinador de ese Polo -unas dos hectáreas de las 70 en las que se extiende la Villa 21-24 destinadas a servicios educativos- desde su creación, en 2005, cuando había una escuela de gestión pública que dictaba de primero a cuarto grado. Ahora hay un jardín de infantes, una primaria completa, una secundaria, un centro de formación profesional y una escuela de oficios.
Para la viceministra de Educación porteña, Ana Ravaglia, "desde lo pedagógico y lo social, la del padre Pepe es una experiencia para alentar y continuar".
Sobre la posibilidad que ofrece el secundario de Caacupé a los adolescentes con sobreedad dijo: "La ventaja es que flexibiliza cierta normativa que la escuela tradicional no puede hacer porque o vas a un secundario normal (y para ello hay que tener la edad requerida) o a un CENS (Centro Educativo Nivel Educativo), y para esto hay que tener más de 19 años".
Hasta ahora la secundaria de Caacupé se dicta en tres aulas de la parroquia, que también se usan para clases de una escuela primaria para adultos, catecismo, música, apoyo escolar, se hacen encuentros con los niños exploradores y hasta se dan lecciones de la escuela de fútbol.
La construcción del nuevo edificio -nueve aulas y varios salones- se hará en tres etapas. En la primera, hasta marzo próximo, se harán dos aulas y una secretaría para lo cual el Ministerio de Educación de la Nación aporta unos 450.000 pesos.
"Queremos a los once millones de alumnos" que tiene el país, pero "un poco más a los que más lo necesitan, porque forma parte de nuestro ideario el enlace entre necesidad y derecho", dijo Sileoni, al firmar el año pasado un convenio entre la vicaría para las villas de emergencia y el Ministerio de Educación.
"Estoy empezando a cumplir aquí en Caacupé un sueño que tengo hace mucho tiempo", dijo Ulises Mendoza, de 23 años, en la inauguración de la escuela de Caacupé, el 10 de agosto de 2009. Días pasados, La Nacion encontró a Mendoza estudiando en Caacupé. Contó que si bien este año de estudio "fue muy duro" su respuesta y la de sus compañeros "fue más amplia" de lo que se habían propuesto. Y ejemplificó: "Muchos creían que no llegarían ni a mitad de año pero pudieron hacerlo".
Cambio de misión, de Barracas a AñatuyaDespués de casi 14 años de vivir en la villa 21-24, de Barracas, adonde llegó como párroco de Virgen de los Milagros de Caacupé en 1997, el padre José María Di Paola ("Pepe") se despedirá de esa barriada pasado mañana, durante las celebraciones del Día de la Inmaculada Concepción de la Virgen. A las 20, el cardenal Jorge Bergoglio celebrará una misa en la que recibirán el sacramento de la confirmación unos 300 niños y adultos de esa parroquia frente al templo, en Osvaldo Cruz 3470. En las próximas semanas, Di Paola se mudará a Añatuya, Santiago del Estero, según su anhelo de "misionar junto a los pobres del interior del país".
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