miércoles, 5 de octubre de 2011

ALGUIEN TIENE QUE PAGAR



Secuelas del salvataje bancario: más de 46 millones de habitantes cobran menos de mil dólares mensuales, y más de 30 millones no tienen empleo.


Por Raquel Roberti


Pasaron los actos recordatorios del 11-S y el alerta de seguridad volvió a sus niveles normales, pero Estados Unidos no se alejó de las primeras planas de los diarios: el índice de pobreza en ese país es de 15,1 y el de desocupación, 9,1 por ciento. Las cifras constituyen récords de los últimos treinta años y marcan profundamente la gestión de Barack Obama, debilitado por haber estado a punto de declarar el default. Las tres cuestiones pueden considerarse consecuencia del salvataje bancario –sin antecedentes y por 700.000 millones de dólares– que ordenó el anterior mandatario estadounidense, George W. Bush, en 2008. Obama pelea ahora, sin muchas esperanzas, la aprobación de un Plan de Fomento de Empleo de 447.000 millones que le permitiría paliar la situación.
La Oficina del Censo de Estados Unidos informó el martes pasado que la cantidad de estadounidenses viviendo en la pobreza había aumentado a 46,2 millones de personas durante 2010, un 0,9 por ciento más que en 2009. La cifra es casi idéntica a la de 1993 y la más alta desde 1983. En tanto que el índice de desempleo se mantiene estable desde que se declaró concluida la recesión, en junio de 2009, la cantidad de personas que no pagan seguridad social (atención médica y jubilación) aumentó casi un millón de 2009 a 2010, hasta alcanzar otra cifra récord: 49,9 millones de habitantes.
Sin trabajo o con sueldos menores a mil dólares por mes y sin atención médica, el paisaje ciudadano está cambiando en Estados Unidos: los homeless (personas que viven en la calle) comparten las aceras con los negocios de categoría, frecuentados por la clase social alta, privilegiada por un crecimiento del 42 por ciento de sus riquezas desde 1980.
Mientras aumentan los precios de los alimentos, del combustible, de los alquileres y hasta de las cuotas de las universidades, los representantes republicanos se resisten a votar el Plan de Fomento de Empleo presentado por Obama. No sólo porque contradice sus principios básicos –dejar librada la resolución de los problemas al libre mercado y mantener el Estado Mínimo, en contraposición al Estado de Bienestar (eje fundamental de la corriente neoliberal)–, sino porque el resorte pensado por el presidente para aumentar los ingresos estatales es suspender los beneficios fiscales para los más ricos. La medida, de concretarse, afectaría a quienes ganan más de 250 mil dólares anuales, un sector que se beneficia del ideal republicano desde la década del ’80. Claro que alguien tiene que pagar. En este caso, los latinos y afroamericanos, cuyas tasas de pobreza se situaron en el 26,6 y 27,4 por ciento, muy por arriba de la media.

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