Las razones y las sinrazones por las que no se logra poner fin a los conflictos en el hospital neuropsiquiátrico. De la desidia y la indiferencia a las posibilidades de un negocio inmobiliario multimillonario.
Por Diego Long.
Desde el 20 de abril, los internos del Hospital José Borda sufren problemas con el suministro de gas. Fueron cien días de desamparo en que el viejo y helado edificio del neuropsiquiátrico le hizo sentir a los internos (que, no es en vano decirlo, aunque no voten son personas) todo el poder helado de sus paredes, un frío endemoniado que fijó a sus huesos la humedad del gigante, tan cruel como un político malo.No fue un día el que soportaron los más de 700 internados del Borda ni fueron un par de noches las que debieron dormir amontonados, vestidos, temblorosos y sedados. Fueron cien. Y hasta debieron asearse a la intemperie con agua calentada en las pavas eléctricas que repartió el gobierno de la Ciudad como ocurrente modo de salir del paso. Además de los termotanques eléctricos, claro, que permitían ducharse de a dos personas para tener que esperar una hora que el agua vuelva a calentarse y todo vuelta a empezar. Pero ese alivio duró hasta que las fases eléctricas comenzaron a recalentar y a ceder. Un cálculo rápido estima que fueron necesarias entre unas 300 y 400 horas por termotanque. Eso explica por qué todos rescatan a los trabajadores del hospital como los únicos responsables de que esa casa de salud mental siga funcionando.“Todo lo que hace Mauricio Macri está centrado en que la gente lo mire a él. Eso se debe a que él no puede mirar al otro. En el Borda, no podría sostener la mirada de los que se mueren de frío y hambre”, considera el psiquiatra Luis Ohman, que hasta hace poco tiempo estuvo al frente de la Unidad 20, del Servicio Penitenciario Nacional para enfermos psiquiátricos.El gas nunca más volvió. Recién sobre la primera vuelta de las elecciones a jefe de Gobierno aparecieron las primeras obras. A medias. De las 13 subestaciones que tiene el predio, el Gobierno porteño sólo se ocupó de 4. El jueves pasado hubo una nueva asamblea y las autoridades le confirmaron a los trabajadores que no hay plazos para el resto de los trabajos urgentes.“El gas se fue dando en los pabellones de internación, pero como los artefactos de calefacción no funcionan, es lo mismo que nada. La noticia de la restitución es una verdad a medias, porque el gas lo dieron pero en varios sectores faltan las estufas”, dice Juan Carlos Ibarra, uno de los delegados de los trabajadores, con 30 años en el hospital. Y agrega: “Además, la situación sigue, en la cocina no hay gas, no hay gas en consultorios externos ni en la guardia ni en el servicio ambulatorio especial para jóvenes, no hay gas en la capilla ni en la morgue ni en la guardería ni en docencia e investigación. Hay que reconocer que algo se avanzó, pero ya pasaron 90 días”.Recién el jueves pasado, a media mañana, llegó al predio personal de la empresa Sunil S.A. para hacerse cargo de los picos de gas que faltan y de cambiar las termocuplas de los artefactos de calefacción que quedaron fuera de funcionamiento por el abandono.El macrismo, por intermedio del subsecretario de Salud, Néstor Pérez Baliño, explicó, primero, que la demora en las obras se debía a que hubo que “reparar lo que estaba mal desde hace más de 50 años”, pero en otro descargo quitó el cuerpo culpando por la demora a que “se realizaron las reparaciones necesarias y, por exigencia de Metrogas, se tuvieron que realizar otras obras de gran magnitud”.El jefe de Relaciones Institucionales de Metrogas, Jorge Montanari, explicó a Miradas al Sur que de ningún modo se encararon obras que estuvieran por fuera del desperfecto por el que habían sido llamados y recuerda que “todos tienen que adecuarse a las normas de seguridad”. Montanari cree que los funcionarios porteños “suponían que la red estaba en mejores condiciones de las que realmente estaba”.Sea como fuere, el gas sigue siendo un problema a resolver; la luz, endeble; la calefacción, una utopía, y los baños, un recuerdo. El estado de los sanitarios ocasionó otro dolor de cabeza al macrismo: desde el último miércoles le sumó una nueva intimación judicial que ordena la “reparación inmediata”. Otra novedad que aportó a la tensa calma fue la visita del director general de la Región Sanitaria I, Francisco Tropea, que depende directamente de Pérez Baliño, pidiendo a las autoridades del Borda, sin mayores explicaciones, un sugestivo listado de los pacientes psiquiátricos que no tuvieran domicilio en Capital Federal. Según los trabajadores del hospital, esto no puede tratarse de otra cosa que de un nuevo intento de reubicar a los pacientes.Hace dos semanas, los trabajadores se propusieron no hacer ninguna acción directa hasta después de las elecciones para que no haya oportunidad de desvirtuar la causa de su lucha, reducida a motivaciones electorales. De todos modos, con la firma de todos los gremios con representación en el hospital (Upcn, Asociación de Médicos Municipales, Sutecba, la Asociación de Profesionales de la Medicina y ATE) se elaboró un documento en el que los trabajadores prometen que seguirán peleando “hasta restituir el gas en su totalidad. Por la reparación de los baños, la recuperación de los laterales del Pabellón Central, por la implementación de la ley 448 de Salud Mental, en lo que respecta a los derechos humanos de las personas con padecimiento mental y por la implementación de los dispositivos necesarios para la reinserción social de los pacientes que están en condiciones de ser dados de alta”. Y señalan con contundencia: “Luchar por nuestro hospital es también luchar por nuestra dignidad como ciudadanos y trabajadores de la salud mental, y en la medida en que sigamos contando con el apoyo de toda la población estaremos en condiciones de tener un hospital público, gratuito y solidario, que brinde una atención digna a quienes lo necesiten”.En el ideario más progresista del campo de la salud mental, la buena (no tan) nueva es una tendencia a la desmanicomialización, teoría que trata de abrir camino en Buenos Aires desde la vuelta de la democracia. El actual ritmo de transformaciones había renovado las expectativas en el ambiente, pero el macrismo se encargó de aplacarlas con creces.En el año ’84, apenas Raúl Alfonsín se hizo cargo de la presidencia, repatrió al renombrado psiquiatra Mauricio Goldenberg para fijar los lineamientos en el campo de la psiquiatría. Goldenberg había sido formador de muchos jóvenes y buenos profesionales en el hoy Hospital Evita de Lanús y dejó forjada una línea teórica basada en la primera experiencia desmanicomializadora de Franco Basaglia en Trieste, Italia. Quien trabajó un tiempo con Basaglia por Latinoamérica fue el reconocido psicólogo social Alfredo Moffatt, a quien la Legislatura porteña declaró Personalidad Ilustre en 2008 por su trabajo en este campo. Moffat, que además es arquitecto y sabe que una semana hubiera bastado para calefaccionar todo el Borda, explicó que la propuesta del psiquiatra italiano era “eliminar el manicomio como depósito y generar lugares de atención en hospitales comunes. El cambio básico es que las terapias no son sólo basadas en psicofármacos, sino que hay asamblea de comunidad, hay talleres, y hasta cooperativas se pueden hacer con pacientes llamados ‘mentales’, con lo que pueden recuperar el trabajo, crear vínculos y hasta casarse, formar una pareja y todo. Hoy, el hospital le quita el trabajo y también la familia, y las terapias son únicamente medicamentosas”, se lamenta el especialista que no encuentra una explicación para semejante abandono en el Borda. Y agrega: “A menos que haya efectivamente un interés inmobiliario”. Moffat se refiere a que el “motivo oculto” del abandono es la intención de “desactivar las 12 manzanas del hospicio”.Otro psicólogo social, además de artista, es el fundador del Frente de Artistas del Borda, Alberto Sava, que estuvo trabajando en Trieste, también con Basaglia, y dice que “cuando decimos desmanicomialización no hablamos del cierre del hospital público, hablamos del cierre del manicomio, que se tiene que ir convirtiendo en un hospital general con su servicio de salud mental, ahora que la Ley Nacional de Salud Mental está en pos de esa línea desmanicomializadora, con internaciones muy cortas, con tratamiento ambulatorio al mismo tiempo, y que el Gobierno pueda asegurar la vivienda, el trabajo, a través de empresas sociales o cooperativas, y que asegure la educación de los pacientes con los mismos recursos, humanos, técnicos y económicos, del manicomio”.Sava cuenta que en Trieste los manicomios no existen más e incluso “en la Argentina ya hay algunas provincias que no tienen manicomios, como Río Negro o San Luis, por ejemplo, y la gente se atiende en los hospitales generales”. El profesional de gran trayectoria recuerda que el gobierno de Macri usó el término desmanicomialización por un interés espúrio: cerrar esos edificios, no sólo el Borda, también el Moyano y el infanto-juvenil, para crear un emporio inmobiliario tipo Puerto Madero, al que le llamaron “centro cívico”, en algún momento, y además evoca que esta gestión quería crear diez manicomios chicos en la Ciudad, por eso sabe que “no era un proyecto de desmanicomialización, sino uno de aggiornamiento del manicomio” el que se planeaba. Por eso, se esmera especialmente en recalcar que es necesario “garantizar que el cierre de los manicomios no signifique la expulsión a la calle ni de los trabajadores ni de los pacientes”. Esta lucidez le costó que tras 27 años en el Frente de Artistas, el Gobierno intente desplazarlos fundando otro centro cultural en el hospital.Sus 30 años le permiten a Ibarra evaluar que, si bien “todas las gestiones fueron malas, ésta es la peor, porque hay un mayor grado de insensibilidad en todos los planteos. Antes siempre tuvimos acceso a la discusión con los funcionarios, acordamos criterios, solucionamos algunos problemas. Esta gestión tiene un grado de soberbia muy alto, ni siquiera reconoce a todas las entidades gremiales que tienen representación en el hospital, Macri sólo habla con la Asociación de Médicos Municipales y Sutecba. Con ellos firman las paritarias, hacen todos los arreglos y nosotros no existimos. Y, más allá de las diferencias que tengan las cúpulas de cada gremio, abajo estamos juntos, porque ése es el pedido de la gente”. Y esa unión es la que lleva cien días resistiendo el frío, la humedad y la sordera de quienes desatienden los reclamos.
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