viernes, 7 de octubre de 2011

"EL NEOLIBERALISMO ESTÁ A LA VUELTA DE LA ESQUINA"



El sociólogo Alfredo Pucciarelli y cómo se construyó el modelo en el país y cómo transformó la política, la economía y las instituciones. Sus rastros en el presente. El reordenamiento de las fuerzas de derecha.


Por Raquel Roberti


Siguiendo el método de la sociología histórica, Alfredo Pucciarelli, director de investigaciones colectivas en la UBA, profesor de posgrado en la UNLP, Flacso y la Universidad Autónoma de México, elaboró una serie de preguntas y buceó en la historia reciente para encontrar las respuestas. El resultado es el libro Los años de Menem. La construcción del orden neoliberal (Siglo XXI Ediciones), en el que compiló los artículos de varios investigadores –Paula Canelo, Mariana Heredia, Gastón Beltrán, entre otros– que abordan el rol de los partidos políticos, las organizaciones sociales, los sectores económicos y las fuerzas armadas en el proceso que derivó en el menemismo. Doctor en filosofía con especialización en ciencias sociales, Pucciarelli es un gran estudioso del período y uno de los sociólogos más prestigiosos de país. Autor de La primacía de la política (1999), La democracia que tenemos (2002) y Los años de Alfonsín (2006), entre otros títulos, en su último libro aporta una visión de conjunto del menemismo, imprescindible para evaluar en qué medida fue superado y en qué medida persisten sus efectos. En esta entrevista se deja llevar por la pasión que le despierta la investigación y habla de su próximo trabajo, que define como “una lectura diferente de lo que pasó desde que la Alianza designó a Domingo Cavallo como salvador de la Patria hasta la pesificación asimétrica de Eduardo Duhalde”. Un proceso que, sostiene, comenzó a mediados del ’89, con el golpe de mercado a Raúl Alfonsín. “Es increíble la densidad económica y de cuestiones sociales que la memoria colectiva no recuerda –comenta–. Enfoca sobre el Argentinazo, pero no la cosa previa.”–¿Cuándo comenzó el neoliberalismo que implementó Carlos Menem?–Entre radicales y peronistas constituyeron una corporación política transpartidaria, que comenzó con la renovación del alfonsinismo a mediados de su gobierno. Los dos partidos fueron constituyendo una trama de apoyo mutuo, hasta que en el gobierno de Menem el radicalismo apoyó escandalosamente la política de privatizaciones, con un discurso de oposición por afuera y de articulación por adentro. Un proceso que culminó con la crisis del sistema de representación, que se relaciona con votar a Miguel Del Sel ahora, y la corporativización del sistema político y estatal, que aparece claramente cuando Cavallo pide poderes especiales y se los dan en una semana.–¿Similar a lo que sucede entre demócratas y republicanos en Estados Unidos?–Exactamente, se puede hacer un paralelismo entre el proceso actual de Estados Unidos y el que pasamos nosotros en esos años. La discusión se da en los mismos términos que en Europa y que quieren rescatar en la Argentina. Nada más que aquí, por ahora, está disfrazado de no política, pero hay un reagrupamiento de las fuerzas de derecha. La pesadilla neoliberal volverá a plantear la necesidad de bajar los gastos sociales, del ajuste, de acomodar la economía a otro proceso de acumulación, cruzado con lo que plantea el campo de volver a ser el eje de la acumulación. Me gustaría que el libro fomentara la discusión, que recordemos lo del ’90 porque está a la vuelta de la esquina. Esa mirada sobre la sociedad argentina está muy instalada en lugares no políticos partidarios ni electorales, en el campo y otras organizaciones sociales fuertes.–¿Por qué esos poderes se mantuvieron en silencio durante unos años?, ¿se quedaron sin candidato?–El menemismo produjo una herida muy fuerte en la sociedad argentina y se volvió políticamente impresentable, pero la impronta cultural que la concepción neoliberal dejó en una parte importante de la sociedad argentina no se terminó. Ese núcleo duro neoliberal, de tradición menemista o no, porque ahora ya puede expresarse a través de otras formas, es un modo de concebir la sociedad, de cómo se acumula y crea riqueza o cómo se relaciona la Argentina con los países de América y el mundo. Eso está en la cabeza de un sector de la sociedad que ahora convive con otro. Lo nuevo es que creció otro. Menem construyó un modelo de hegemonía orgánica que la derecha nunca había generado. Una sola voz, un pensamiento único, y con otra característica: la liquidación de la política. Todo se hacía por caminos no políticos. El valor enorme de Kirchner es, con todos sus grises, recuperar la política. En el discurso que pronunció al asumir recuperó la palabra, el discurso político con referencias a la vida real. Colocó la conversación en otro lugar. Después buscó la reconstrucción del poder político, del poder del Estado y de la vida social. Pero lo que se cuenta hoy sobre ese período está demasiado sesgado por subjetividades e intereses políticos partidarios.–¿En qué se nota la continuidad del pensamiento neoliberal?–Hay una concepción neomenemista muy clara en González Fraga, el candidato a vice de Alfonsín. El menemismo es un fenómeno cultural de múltiples dimensiones, la organización de la economía y la relación del Estado con la economía, la cultura, la sociedad, el valor de bienes simbólicos, vale para todo. Los intelectuales nos pasamos un tiempo ninguneando al neoliberalismo, pero es una mirada integradora y por eso se instaló tan fuerte en un sector de la sociedad, es un modo de entender. El pensamiento único estaba concentrado en personas, fue un proceso de personalización que dio lugar a que hoy se diga “soy del partido de fulanito”, en lugar de decir de “soy de tal partido”. Las organizaciones se diluyen a favor de las relaciones verticales, donde juegan nombres estratégicos que, además, se convierten en valores simbólicos. Nuevo Encuentro parece menos que Sabbatella. Eso genera que Sabbatella se pare y quiera mandar todo...–Algo que también se ve en el partido gobernante.–Es un tema serio y habría que conversarlo abiertamente ahora, sin tenerles miedo a las críticas, porque puede generar grandes perjuicios al proceso de reconstitución política del kirchnerismo. Para entenderlo hay que colocarse en el lugar de Cristina Fernández. Hace ya un año que la mitad de la sociedad le dice ¡Fuerza, Cristina!, ¡Vamos, Cristina!, ¡Dale, Cristina! En esa situación es difícil no pensarse un semidiós o un elegido del destino. El peronismo tiene en los genes una estructura vertical, “fulano conducción”, la organización tiene poco peso en la relación entre los dirigentes, sean representativas o no. A la gente le puede parecer bien que en la Casa Rosada decidan la nacionalización de los fondos previsionales porque es fenómeno del país, pero que decidan quién es el gobernador, no. La pregunta es: ¿por qué voy a convalidar con mi voto un poder que tiene otro? Por eso es fácil que un puntero que se plantea como víctima de las políticas nacionales consiga adhesión. Ese fue el gran éxito de Macri, cuya ideología es el neomenemismo planteada como no política, disfrazada o metida dentro de los globitos. Es una ideología poderosísima que aspira a reconstruir el modo de pensar la sociedad. Obviamente el mundo y la sociedad cambiaron, entonces no se plantean las mismas fórmulas.–Y se aplica la antipolítica...–En el capítulo de Paula Canelo se analiza que la antipolítica es una tradición del movimientismo peronista. En aquellos años la política de los partidos era la de la oligarquía y el movimiento la representación de los intereses populares. Este discurso, quitándole el contenido de movimiento, es lo que planteó Menem. Eso, a su vez, bastante más farandulescamente, es el macrismo. Es la matriz cultural del neoliberalismo actual, que nutre esas formas primitivas que aparecen en otras partes del país, como Salta o Santa Fe. Personajes grotescos que sacan 25 o 30 por ciento de los votos, por una configuración cultural diferente que permite asociar a Tinelli con Del Sel y Macri. Para Cristina, como candidata, es fácil plantear la campaña: reivindicación de intereses populares, empleo, redistribución, vamos por más. Pero si se dice hay que volver al ajuste, no usar las reservas y la parafernalia de medidas que algunos candidatos pasan en pildoritas, mejor poner un globito, ¿no?–Es además la negación del Estado en su función reguladora.–Ese es un elemento central de la concepción. Todo lo relacionado a la recuperación del poder del Estado tuvo el voto en contra de la oposición. La discusión más interesante de esa época fue la de las reservas, con Redrado. La idea era no usar reservas, pedir prestado y ajustar, lo que suponía volver a colocar al Estado en una situación de conflicto con la sociedad, debilitar las instituciones, desprestigiar, desvalorizar y dar un golpe de mercado, lo que le hicieron a Alfonsín. El último discurso de La Rural no fue electoral, hablaron de agrupar fuerzas porque en los cuatro años que vienen podrían producir cambios; apuestan al debilitamiento para recapitular dentro de cuatro años.–Sin debatir con la Presidenta...–Porque es imposible, por eso van por cuestiones marginales, si es autoritaria, crispadora, pero nunca al meollo. Creo que la lucha es por el clima. Si se genera un clima de crispación, frustración, de problemas achacables al Estado, por ejemplo agitar la bandera de la inseguridad, se pueden producir torsiones políticas. En la construcción de subjetividades, oficialistas y opositoras, adquiere dimensión la desesperación de los no kirchneristas, al ver crecer este proyecto, por el control de la vida social a través de la política. Hace poco pasé por el zoológico en un taxi y al ver la fila enorme esperando dije qué lindo, qué bien está la gente ahora. El taxista no me dijo nada, pero al rato saltó: ¿vio lo que pasó anoche? Andaba por el centro y aparecieron los negros de La Cámpora... y se mandó un discurso gorila, fascista y antiperonista que no lo podía creer. No era un análisis, era una cuestión visceral que le salía con una potencia terrible. Eso es lo que provoca el kirchnerismo al constituirse en minoría muy intensa, porque ocupa un espacio que los otros no pueden.–Los partidos de tono progresista no logran crecer–Y eso genera esa furia que proviene de la impotencia. Me pasa con amigos vinculados con Pino Solanas. No razonan, no debaten desde una posición analítica sino desde la impotencia que les genera querer construir un espacio alternativo y que el peronismo no los deje. Entonces aparece esa cosa salvaje, son más antikirchneristas y anticristinistas que la derecha. Macri juntó sus votos y los de Proyecto Sur. No se pueden plantear proyectos o cambios sin hacer antes procesos de acumulación de poder que les den historicidad a las ideas, ponerlas en secuencia con lo que le pasa a la gente... Por eso terminaron votando a Macri, porque lo principal es que no crezca el cristinismo. Creen que en el futuro pueden batir mejor a otros, entonces mejor que crezca otro. Y mientras tanto vuelve el neoliberalismo.–¿Qué se recuperó y qué falta?–Más allá del discurso, creo que se recuperó muy poco, porque la devastación del aparato de gestión y de las relaciones de poder que tenía el Estado fue enorme. Por ejemplo, Domínguez intentó sacar disposiciones para la comercialización del trigo, con la intención de reconectarse con los pequeños productores, darle salida al problema e impedir que los concentradores se lleven la ganancia. Y no pudo lograrlo, porque no tiene poder. El poder del Estado, más allá de la gestión de turno, está condicionado por los poderes fácticos. Si tuviera que destacar el aspecto más importante del cambio en la relación entre poder político, Estado y corporaciones, diría que es la intención de recuperar la autonomía del Estado, desplazar el poder de condicionamiento de las corporaciones, pero todavía tiene poco poder. Posiblemente sea el tema más delicado de la próxima gestión, porque si no se reconstruye ese poder y se plantean políticas nacionales demasiado ambiciosas, el riesgo es caer al abismo. No hay un espacio de la política en la Argentina, eso que hizo Alfonsín en los dos primeros años de su gobierno, llamar a la gente cuando lo corrían las corporaciones. Hoy ningún partido se plantea la militancia, el espacio público, son político electorales.

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