LOS “CONSULTORIOS AMIGABLES” QUE ATIENDEN A PERSONAS QUE EL SISTEMA SANITARIO SUELE RECHAZAR. Travestis, lesbianas, hombres que tienen sexo con hombres. Quienes por prejuicios muchas veces quedan afuera del consultorio ahora tienen un espacio propio en hospitales.
Por Soledad Vallejos
Por Soledad Vallejos
Ir al consultorio médico no es tan fácil como parece. De acuerdo con la geografía, la identidad, el género, la edad, las opciones sexuales, la puerta puede abrirse de par en par o convertirse en un obstáculo imposible de dimensionar a escala humana. Lo saben las personas de la diversidad sexual y lo cuantificó una investigación del Ministerio de Salud de la Nación, cuyos resultados sirvieron para impulsar alianzas con organismos internacionales y ONG locales, mediante un proyecto de Servicios de Salud Amigables. Son consultorios que abren sus puertas de noche, o entre el mediodía y comienzos de la tarde. Atienden a travestis, varones gays, hombres que tienen sexo con hombres pero no se definen como gays, mujeres lesbianas, mujeres heterosexuales que por distintos motivos no concurren a los consultorios regulares de los centros de salud. Realizan chequeos para enfermedades de transmisión sexual y, de ser preciso, prescriben tratamientos, pero también pueden convertirse en la puerta de entrada a la atención clínica generalista para personas que quizá no pisaron un centro de salud en años, aun cuando lo necesitaran.
Porque es un programa piloto del que podría desprenderse la inclusión de consultorios amigables en los servicios de salud, de momento sólo funciona en cinco puntos del país: Mar del Plata, Rosario, San Juan, Salta y provincia de Buenos Aires (ver aparte). Los auspicios de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), la Organización Mundial de la Salud (OMS) y agencias de Naciones Unidas permitieron consolidar el comienzo. Pero la experiencia es tan rica que autoridades nacionales y activistas locales creen que no terminará acá. Auguran, de hecho, su próxima transformación en política pública de salud.
El informe tuvo un título tan extenso como profuso fue su contenido: “Condiciones de vulnerabilidad al VIH-sida e ITS y problemas de acceso a la atención de la salud en personas homosexuales, bisexuales y trans en la Argentina”. Relevó, entre otros recortes, la atención de la diversidad en los servicios de salud. “Y lo que vimos fue que había dificultad en el acceso. Sabíamos que hay algunos servicios en el país donde eso no pasa, pero queríamos promocionar ese tipo de servicio en lugares donde no los hay, que son mayoría”, explica Carlos Falistocco, titular de la Dirección de Sida y ETS del Ministerio de Salud nacional. Eso se convirtió en el “Proyecto para mejorar la accesibilidad a la prevención, diagnóstico y atención del VIH e ITS de población gay, trans, bisexual y de trabajadoras sexuales”, que también contó con apoyo de Onusida, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y el Fondo de Población de Naciones Unidas (Unfpa).
Falistocco explica que, aun cuando “hubo muchas propuestas”, debían darse determinadas condiciones para decidir dónde instalar el consultorio amigable. Por empezar, debía ser en un hospital y no fuera de él, porque “la idea es que quede dentro del funcionamiento habitual, que sea sustentable más allá del proyecto” puntual. Además, el hospital debía tener la posibilidad de “brindar horarios preferenciales, atención en distintos servicios y no sólo en diagnóstico de VIH, porque se trata de salud integral”. El equipo de profesionales que participara debía capacitarse “en temas de discriminación y vulnerabilidad”, y en la jurisdicción debía “haber ONG o referentes de la sociedad civil vinculados con los servicios de salud, y que fueran el nexo con la comunidad”. Sobre esa base, todo fue trabajo en terreno.
El riesgo del ghetto, sin embargo, existía; “caminábamos por esa cornisa”, recuerda Falistocco, porque el consultorio no debía funcionar como espacio discriminatorio pero, a la vez, mantendría un funcionamiento independiente. “Pero funcionó. Creemos que en gran parte porque empezó a diversificarse la población que va a atenderse” (ver aparte).
En esa diversificación de población que acude a los consultorios amigables con la diversidad navegan, también, realidades poco visibles. Pasa con los HSH, “Hombres que tienen sexo con hombres”, una categoría que conceptualiza “las prácticas y no las identidades sexuales”, explica Marcelo Vila, coordinador subregional en VIH/Sida para el Cono Sur de OPS/OMS. Se trata de varones que, amén de esas prácticas habitualmente mantenidas en secreto, sostienen parejas heterosexuales. La de HSH es una población “con alta prevalencia de VIH en la región de las Américas”. “Se estima que uno de cada diez, es decir, diez de cada cien HSH, están infectados con VIH. En la población general, en América latina, la prevalencia es de entre 0,4 y 0,6 por ciento, es decir, entre cuatro y seis personas cada mil.” Los estudios que relevan la prevalencia de VIH entre población trans aún son escasos. “Pero la prevalencia de VIH entre trans, según lo que tenemos, es bastante más elevada: oscila entre el 20 y el 34 por ciento.”
Porque es un programa piloto del que podría desprenderse la inclusión de consultorios amigables en los servicios de salud, de momento sólo funciona en cinco puntos del país: Mar del Plata, Rosario, San Juan, Salta y provincia de Buenos Aires (ver aparte). Los auspicios de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), la Organización Mundial de la Salud (OMS) y agencias de Naciones Unidas permitieron consolidar el comienzo. Pero la experiencia es tan rica que autoridades nacionales y activistas locales creen que no terminará acá. Auguran, de hecho, su próxima transformación en política pública de salud.
El informe tuvo un título tan extenso como profuso fue su contenido: “Condiciones de vulnerabilidad al VIH-sida e ITS y problemas de acceso a la atención de la salud en personas homosexuales, bisexuales y trans en la Argentina”. Relevó, entre otros recortes, la atención de la diversidad en los servicios de salud. “Y lo que vimos fue que había dificultad en el acceso. Sabíamos que hay algunos servicios en el país donde eso no pasa, pero queríamos promocionar ese tipo de servicio en lugares donde no los hay, que son mayoría”, explica Carlos Falistocco, titular de la Dirección de Sida y ETS del Ministerio de Salud nacional. Eso se convirtió en el “Proyecto para mejorar la accesibilidad a la prevención, diagnóstico y atención del VIH e ITS de población gay, trans, bisexual y de trabajadoras sexuales”, que también contó con apoyo de Onusida, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y el Fondo de Población de Naciones Unidas (Unfpa).
Falistocco explica que, aun cuando “hubo muchas propuestas”, debían darse determinadas condiciones para decidir dónde instalar el consultorio amigable. Por empezar, debía ser en un hospital y no fuera de él, porque “la idea es que quede dentro del funcionamiento habitual, que sea sustentable más allá del proyecto” puntual. Además, el hospital debía tener la posibilidad de “brindar horarios preferenciales, atención en distintos servicios y no sólo en diagnóstico de VIH, porque se trata de salud integral”. El equipo de profesionales que participara debía capacitarse “en temas de discriminación y vulnerabilidad”, y en la jurisdicción debía “haber ONG o referentes de la sociedad civil vinculados con los servicios de salud, y que fueran el nexo con la comunidad”. Sobre esa base, todo fue trabajo en terreno.
El riesgo del ghetto, sin embargo, existía; “caminábamos por esa cornisa”, recuerda Falistocco, porque el consultorio no debía funcionar como espacio discriminatorio pero, a la vez, mantendría un funcionamiento independiente. “Pero funcionó. Creemos que en gran parte porque empezó a diversificarse la población que va a atenderse” (ver aparte).
En esa diversificación de población que acude a los consultorios amigables con la diversidad navegan, también, realidades poco visibles. Pasa con los HSH, “Hombres que tienen sexo con hombres”, una categoría que conceptualiza “las prácticas y no las identidades sexuales”, explica Marcelo Vila, coordinador subregional en VIH/Sida para el Cono Sur de OPS/OMS. Se trata de varones que, amén de esas prácticas habitualmente mantenidas en secreto, sostienen parejas heterosexuales. La de HSH es una población “con alta prevalencia de VIH en la región de las Américas”. “Se estima que uno de cada diez, es decir, diez de cada cien HSH, están infectados con VIH. En la población general, en América latina, la prevalencia es de entre 0,4 y 0,6 por ciento, es decir, entre cuatro y seis personas cada mil.” Los estudios que relevan la prevalencia de VIH entre población trans aún son escasos. “Pero la prevalencia de VIH entre trans, según lo que tenemos, es bastante más elevada: oscila entre el 20 y el 34 por ciento.”
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